Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO III -La propiedad territorial durante el porfirismo - La dictadura porfirianaCAPÍTULO IV - Se inicia la Revolución - Gira del señor Madero por la RepúblicaBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO CUARTO

SE INICIA LA REVOLUCIÓN Y ES DETENIDA EN SU NACIMIENTO

LA ENTREVISTA DIAZ-CREELMAN.
Arrendamiento de la Bahía Magdalena. El General Díaz concede asilo al General José Santos Zelaya, Presidente de Nicaragua. Asesinato del General Guatemalteco Manuel Izandro Barillas. El libro La sucesión presidencial de 1910. Se organizan los Partidos Democrático, Antirreeleccionista, Círculo de Amigos del General Díaz, y otros. Los periódicos que en aquella época se publicaron. Cargos concretos de don Luis Cabrera al secretario Limantour


Grave perjuicio y descrédito causó al gobierno del general Díaz la autorización que otorgó al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica para el arrendamiento de la bahía Magdalena, situada en la Baja California.

Desde hacía años el gobierno norteamericano venía solicitando del gobierno del Presidente Díaz, autorización para establecer una estación carbonífera en la bahía Magdalena. El gobierno mexicano había venido negando ese permiso hasta que al fin, el 24 de diciembre de 1907, se acordó permitir que dos buques carboneros, de 2,500 toneladas cada uno, del gobierno de los Estados Unidos, proveyeran de carbón a los buques de la escuadra del Pacífico, mientras se ocuparan en operaciones en las aguas vecinas, bajo condiciones de estricta reciprocidad y por el plazo de tres años a contar del 1° de diciembre de dicho año, que era el tiempo que faltaba para la terminación del período presidencial, entendiéndose que por resolución del Senado se concedía el permiso de que se trataba bajo las condiciones de que los barcos americanos no desembarcaran armas, que no se disparase sobre la costa y que no se enarbolaran banderas en tierra.

Seguramente, la autorización obedeció al deseo del gobierno mexicano de congraciarse con el de los Estados Unidos de Norteamérica, en virtud de que el movimiento magonista y los antirreeleccionistas, encabezados por el licenciado don Emilio Vázquez Gómez y por don Francisco I. Madero, habían iniciado trabajos electorales en favor del apóstol de la Revolución.

Otro acontecimiento que conmovió a la opinión pública nacional, fue el asilo que el gobierno del general Díaz otorgó al ex presidente José Santos Zelaya, de Nicaragua.

Santos Zelaya, que fue derrocado por un movimiento de carácter reaccionario encabezado por el general Juan J. Estrada, fue conducido a México por el cañonero nacional Vicente Guerrero.Con motivo de la revuelta que provocó la caída de Santos Zelaya, los marinos de Norteamérica desembarcaron en Nicaragua para apoyar el movimiento rebelde.

También es de relatarse por la importancia internacional que alcanzó y que estuvo a punto de provocar una guerra con Guatemala, el asesinato en la ciudad de México, del general Manuel Izandro Barillas, ex presidente de aquella República, que acaeció en el mes de abril de 1907.

Los asesinos fueron los guatemaltecos Ignacio Morales y Leonardo Mora, que fueron aprehendidos incontinenti, confesando que el crimen fue fraguado en Guatemala por el ministro de la Guerra, general José María Lima.

Con tal motivo, el gobierno mexicano solicitó la extradición del autor intelectual del asesinato, negándose el gobierno de Guatemala a satisfacer tal exigencia.

El asunto se solucionó mediante negociaciones que hubo entre los dos gobiernos, sin mayores consecuencias.

Recuerdo que en toda la República se inició la inscripción de jóvenes mayores de 18 años, de acuerdo con las disposiciones que dictó al respecto la Secretaría de Guerra y Marina.

A mí me tocó inscribirme en la Presidencia Municipal de Ciudad Victoria, Tamaulipas, a donde ocurrimos miles de ciudadanos y estudiantes para el efecto.

En el mes de enero de 1908 llegó a México el periodista James Creelman, representando a la Revista Norteamericana Pearson's Magazine, con el exclusivo objeto de celebrar una entrevista con el presidente de la República.

Fue recibido por el general Díaz el día 17 de febrero, y pocos días después, se publicó en los Estados Unidos el resultado de esa conferencia. En síntesis decía:

Que el general Díaz pensaba retirarse del poder entregándolo a su sucesor;

Que consideraba que ya el pueblo mexicano estaba capacitado para el ejercicio del sufragio y de la democracia, sin necesidad de violencias ni de revoluciones; y,

Que si en la República llegase a surgir un partido de oposición, él lo vería como una bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara poder, no para explotar, sino para dirigir, él lo acogería y lo apoyaría, pues estaba contento de haber visto a México figurar entre las naciones pacíficas y progresistas.

Cuando se conoció en México la entrevista que publicó la prensa norteamericana, se creyó en la franqueza y sinceridad del general Díaz, puesto que el alto mandatario había gobernado al país durante 28 años y ya frisaba en los 80.

En ese año, don Francisco I. Madero publicó su famoso libro La Sucesión Presidencial en 1910.

En ese libro, don Francisco I. Madero, que era hijo de un rico industrial y latifundista, y había hecho estudios en Baltimore, Estados Unidos, viajado por Europa, en donde cursó estudios en el Liceo Versalles, en el de Hoche, de París, en la Escuela de Altos Estudios Comerciales, en donde conoció a los estudiantes polacos Abramwski, Stwosciechowski y Wicenery Rapacki, que tomaron parte muy activa en el movimiento cooperativista, habiendo visitado el mismo señor Madero, Bruselas, Amberes, La Haya, Amsterdam y algunas ciudades de Polonia en el año de 1893, para regresar después a México, tras de haber estado también en varios Estados de la Unión Americana, con lo cual el señor Madero logró ampliar su cultura y su visión, ensanchando sus ideales que lo llevaron a concebir la necesidad de un cambio de política en su patria.

Algunos de los detractores del señor Madero lo hacen aparecer como un ignorante y como un desconocido, sin pensar que un ignorante o un desconocido, no hubiera sido capaz de escribir el formidable libro La Sucesión Presidencial en 1910, que conmovió los cimientos de la nación mexicana y fue guía y bandera de la revolución de ese año.

Madero, en su libro, hizo un análisis de la situación política existente; condenando el militarismo, al que atribuía gran parte de las desgracias nacionales, rendía culto a la Constitución de 57, reprobando los movimientos rebeldes de la Noria y Tuxtepec, culpando al poder absoluto de todas las grandes calamidades que azotaban a la humanidad, y en cuanto al régimen de la dictadura, la crítica fue extremadamente violenta, achacando al general Díaz la ignominia de haber concedido a los Estados Unidos del Norte, permiso para ocupar la bahía Magdalena en la Baja California, censurando los monopolios nacidos al amparo de los capitales extranjeros.

Madero excitaba a la opinión pública para que se organizara un partido democrático a fin de dar cima a las aspiraciones populares, y en la segunda edición, se pronunció el autor por la idea de constituir un partido de tendencias antirreleccionistas, que tuviera como finalidad fundamental la libertad del sufragio y la no reelección.

Proponía al Gobierno una transacción, expresando que el general Díaz continuara en la Presidencia de la República, con la condición de que aceptara como vicepresidente al candidato en quien los demócratas se hubieran fijado.

Expresaba, además, la necesidad de dar paulatinamente libertades al pueblo, y pedía que se fueran renovando las autoridades municipales en toda la República, las legislaturas de los Estados, los gobernadores y las Cámaras de la Unión.

Recomendaba luchar con toda resolución y serenidad en el terreno de la democracia y afirmaba que más tarde sólo las armas podrían devolver al pueblo de México la libertad, y por dolorosa experiencia, sabemos, cuán peligroso es el remedio.

Y en carta que dirigió al general Díaz, acompañándole un ejemplar del libro, le expresaba:

La Nación toda desea que el sucesor de usted sea la ley, mientras los ambiciosos que quieren ocultar sus miras personalistas y pretenden adular a usted, dicen que necesitamos un hombre que siga la hábil política del general Díaz ...

La conclusión a que he llegado, es que será verdaderamente amenazador para nuestras instituciones y hasta para nuestra Independencia, la proclamación del régimen absoluto.

Y para explicar la actitud que había asumido, y los móviles que lo guiaban al escribir aquel libro, que fue recibido con aplauso por la opinión pública, decía:

Pertenezco por nacimiento a la clase privilegiada; mi familia es de las más numerosas e influyentes en el Estado de Coahuila, y ni yo, ni ninguno de los miembros de mi familia tenemos el menor motivo de queja contra el general Díaz ni contra sus ministros, ni contra el Gobernador del Estado, ni siquiera contra las autoridades locales ...

Los miembros de mi familia siguen la corriente general por donde van encauzando las energías de la Nación; dedican sus esfuerzos y su fortuna al desarrollo de la agricultura, la industria, la minería, y gozan de las garantías necesarias para el fomento de sus empresas.

Después de la conferencia Creelman vino el despertar del pueblo, que se aprestó a la lucha electoral. Primero se formó el Partido Democrático, que inició sus labores el día 22 de enero de 1909, integrando su Mesa Directiva con los señores licenciado Benito Juárez Maza, hijo del Presidente Juárez; licenciado Manuel Calero, José Peón del Valle, Jesús Urueta, Diódoro Batalla, Rafael Zubarán Capmany, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, profesor Abraham Castellanos, licenciado Manuel Castelazo Fuentes, José G. Ortiz, Carlos Basave y del Castillo, Mauro Gómez, Francisco Martínez Baca y otros más. Todos ellos ciudadanos de prestigio ante la opinión pública, aun cuando algunos habían desempeñado o desempeñaban puestos en el gobierno de la Dictadura.

Alarmados los componentes de la Unión Liberal y del Círculo de Amigos del presidente de la República, procedieron activamente a hacer trabajos para contrarrestar la fe del pueblo en su lucha por la democracia.

En el manifiesto que el Partido Democrático lanzó a la Nación, se hacía un llamado a los ciudadanos para sacudir su apatía, cumplir sus deberes cívicos a efecto de cambiar la política personalista del general Díaz, por el imperio de la Constitución tanto tiempo relegada al olvido.

Y entre los problemas sociales y políticos que invocó el manifiesto, figuraron, en primer lugar, la defensa del sufragio electoral, el municipio libre, la libertad de pensamiento, el cumplimiento de las leyes de Reforma, el respeto a las garantías individuales, la moralización de la justicia, la creación de un ministerio de Agricultura que iniciara la Reforma Agraria, el crédito y la expedición de leyes en beneficio de los obreros.

Se inició también un fuerte movimiento en favor de la candidatura del general Bernardo Reyes, cuyos partidarios lanzaron un manifiesto a la Nación, en el que se exponían los méritos del candidato y se exigía del gobierno el cumplimiento del principio del sufragio efectivo y la no reelección que el general Díaz había ofrecido en el Plan de Tuxtepec.

Los reyistas proponían al general Díaz como presidente de la República y al general Reyes como vicepresidente. Este, que tenía gran prestigio en el ejército por haber formado la Segunda Reserva a la que ingresaron los jóvenes mayores de 15 años, y en los Estados fronterizos por la obra que había desarrollado en Nuevo León, además de gran popularidad, pocos meses después, desautorizó a sus partidarios, haciendo declaraciones en el sentido de que rehusaba toda clase de trabajos políticos en su favor.

Fue esta la primera vez que el general Reyes demostró su falta de valor civil, ya que después, cuando se enfrentó al señor Madero, siguió el camino de la falta de resolución que lo llevó al fracaso.

Pero sin duda que la agrupación que con más entusjasmo inició trabajos electorales, en el mismo año de 1909, enfrentándose valiente y decididamente a la dictadura, fue el Partido Anti-Reeleccionista, que enarboló la bandera del Sufragio Efectivo y No Reelección, reprochándole al general Díaz el abandono en que se halllaban los obreros, que tenían que emigrar a los Estados Unidos, la guerra inútil sostenida para acabar con los yaquis y los mayos en el Estado de Sonora, y la preferencia exagerada que se daba a los extranjeros en todos los ramos de la administración. Los directores del Partido Antirreeleccionista fueron: el licenciado don Emilio Vázquez Gómez, como presidente; como vicepresidente don Francisco I. Madero y don Toribio Esquivel Obregón, Filomeno Mata, Paulino Martínez, Félix F. Palavicini, José Vasconcelos, el ingeniero don Manuel Urquidi, el licenciado don Luis Cabrera y otros más.

El Partido Antirreeleccionista siguió en la lucha y fue el organismo que inició la Revolución de 1910.

Las persecuciones y atropellos que cometió a diario el gobierno de la dictadura en contra de los integrantes dell Partido Antirreeleccionista, y el entusiasmo que cundió entre los mexicanos patriotas, decidió a los directores de la organización a convocar a la Gran Convención Antirreeleccionista, que se inició en la capital de la República el 15 de abril de 1910.

Y en medio del entusiasmo de los delegados que vinieron de toda la República, se aprobó un programa con los siguientes objetivos:

a) El restablecimiento de la Constitución;

b) La reforma de la Constitución elevando a precepto legal el principio de no reelección;

c) El mejoramiento, dentro de los términos legales, de la condición material, intelectual y moral de los obreros, combatiendo los monopolios, el alcoholismo y el juego;

d) El fomento de la instrucción pública;

e) El impulso de las obras de irrigación;

f) La creación de bancos refaccionarios e hipotecarios en beneficio de la agricultura, de la industria y del comercio;

g) La efectividad del sufragio;

h) El fortalecimiento del poder municipal aboliendo las prefecturas políticas;

i) El estímulo a las buenas relaciones con los países extranjeros y, especialmente, con los países latinoamericanos.

Se aprobaron las candidaturas de don Francisco I. Madero para la presidencia de la República y del Dr. don Francisco Vázquez Gómez para la vicepresidencia, quienes se comprometieron a sostener los postulados de la institución.

El día 16 de abril de 1910, el señor Madero tuvo una entrevista con el Presidente Díaz, durante la cual le expuso sus propósitos políticos, ofreciéndole también desistir de su postulación si el general Díaz renunciaba a imponer a don Ramón Corral como vicepresidente en su fórmula electoral.

El general Díaz consideró las proposiciones del señor Madero como una audacia inconsciente. Lo alentó en la [ucha y los periódicos de aquella época que publicaron la entrevista, expresaron que en forma irónica al terminar ésta, el general Díaz, al despedirse del señor Madero, le dijo: Muy bien, señor Madero. Seremos tres los candidatos a la presidencia. Usted, el señor Zúñiga y Miranda (Refiérese a un personaje algo folcklorico, de oficio abogado quien habíase presentado, como candidato independiente en varias ocasiones a las elecciones presidenciales) y yo.

Por su parte, los porfiristas iniciaron sus trabajos, postulando al general Díaz para la presidencia y al licenciado don Ramón Corral para la vicepresidencia, designando como sus directores al general don Pedro Rincón Gallardo, a don Joaquín D. Casasús, a don Enrique C. Creel, a don José Ives Limantour, a Rosendo Pineda, a don Luis Torres, afiliándose a ese partido todos los elementos oficiales, ministros, gobernadores, diputados y senadores.

Se publicaban en aquella época los diarios El Imparcial, que dirigía don Rafael Reyes Espíndola, que recibía una subvención de $50,000.00 anuales del Gobierno; El País, dirigido por don Trinidad Santos Sánchez, órgano de los católicos; El Debate, órgano del corralismo; El Diario del Hogar, del que era director don Filomeno Mata, valiente y honestísimo escritor que frecuentemente visitaba la cárcel de Belén, por su actuación antiporfirista; Nuevo México; vocero de los liberales; El Colmillo Público, periódico de caricaturas que era el órgano que satíricamente censuraba a los funcionarios del Gobierno; La Madre Matiana, periódico popular y valiente que dirigía otro combatiente de valor, don Pedro Halstein; y muchos periódicos más que nacieron al calor de la lucha.


EL PARTIDO CIENTÍFICO

Formado por los principales funcionarios del porfirismo, funcionaba el Partido Científico, que dirigían los abogados don José Ives Limantour, don Pablo y don Miguel Macedo, don Ramón Corral, don Rosendo Pineda, el más hábil político del régimen, oaxaqueño de origen, como el general Díaz.

Fue entonces cuando en un banquete que celebraron, el señor licenciado don Pablo Macedo pronunció aquella frase que se ha hecho tan famosa, con el general Díaz hasta la ignominia.

Luis Cabrera, el más formidable cerebro de la Revolución Mexicana, jurista, escritor y poeta, dice, refiriéndose al Partido Científico:

La omnipotencia del Partido Científico, que embaucaba al corralismo y al porfirismo, manejando a Díaz y a Corral, utilizando las armas y el dinero de la Nación, los puestos públicos, los capitales extranjeros, los intereses creados, significaba el más formidable enemigo de la justicia y del progreso nacionales. Era necesario exhibirla, señalarla y definirla de un modo audaz y preciso, marcando, por oposición, de qué lado estaban los elementos que en tan aguda crisis podrían salvar a la Patria.

Hace pocos días un periódico publicó una carta escrita por un abogado paisano del señor Corral y de los más decididamente protegidos de este señor.

En dicha carta, cuyo objeto no nos explicamos, pues don Ramón Corral no puede considerarse como científico, sino por adopción, se trataba de definir el término científico.

Por partido científico debe entenderse, según el escritor corralista, el grupo de políticos que aplican la ciencia a la resolución de nuestros problemas nacionales; y, tomando como base esa definición, clasifica a su protector en ese grupo y declara que deben considerarse como científicos don Benito Juárez, don Melchor Ocampo, el general Díaz y otros varios de los héroes de nuestra Reforma. ¡El general Díaz, científico! ¡Ocampo, científico! ¡Juárez, científico! ¡Hasta dónde llega la ignorancia, la ofuscación de partido o la sed de adulación!

En el Manifiesto de la Convención liberal de 1892, se empleó la palabra ciencia, en vez de educación. Más tarde, los escritores oficiosos, Bulnes, Prida, Pineda, Castillón, Sierra, Flores, Díaz Dufoo, abusaron tanto y tan a menudo de la palabra ciencia, que los periódicos oposicionistas lo tomaron a guasa, aplicándoles el mote científicos por vía de burla. Aquéllos recogieron el vocablo tomándolo en serio, y así quedó definitivamente fijado el nombre del grupo, que en 1903 y 1904 la prensa reyista volvió a emplear para atacarlos.

Ha tomado el pomposo nombre de científico, presumiendo de fundar en la ciencia su conducta; y aún cuando con este nombre ha deslumbrado a muchos, hay que ver que sólo ha tomado de la ciencia aquellos postulados que están de acuerdo con sus intereses.

El Partido Científico con su actuación abyecta y su incondicional apoyo al presidente de la República, fue seguramente uno de los principales factores que originaron el movimiento revolucionario de 1910, por haber sido el instrumento de las imposiciones, de las claudicaciones religiosas y, sobre todo, por la corrupción de sus dirigentes, que acumularon fortunas a la sombra del gobierno, abusando del prestigio del presidente DÍaz. A este respecto, dice Cabrera:

Pero lo que hace honor al grupo científico es que haya sabido ligar tan estrechamente la suerte de sus intereses con la de los extranjeros, que cualquiera que ataque a los intereses científicos repercuta hacia el Norte y ponga en peligro nuestra soberanía nacional.

Esas son las enseñanzas que los científicos han sacado del estudio de la economía política. ¡Maldita sea la ciencia, que es el mayor enemigo del progreso y de la independencia de la Patria!

Los científicos han estudiado sobre todo la ciencia de las finanzas.

En ese punto pretenden ser maestros y lo son. Les reconocemos la supremacía, no por la desdeñosa suficiencia con que predican al pueblo ignorante desde las columnas de sus órganos, ni porque traigan en la sangre la herencia de las aptitudes, sino porque han hecho de nuestro gobierno, un gobierno financiero.

Los gobiernos existen para procurar el engrandecimiento de las naciones, para educar al pueblo, para defender el territorio, y sobre todo, para hacer efectiva la justicia, es decir, para lograr la armonía entre los gobernados.

El dinero, las finanzas, no son más que un medio de lograr esos fines. Así como el hombre que toma por objeto de su vida la adquisición del dinero, se llama un avaro y es un desgraciado, así el gobierno que cree que su principal función no es la justicia, sino el movimiento de caudales, se llama un gobierno financiero y es un gobierno que no cumple con sus deberes.

Por aquellos años, 1909-1910, Cabrera inició la publicación, en el periódico El Partido Democrático, de lo que entonces se llamó Cargos concretos, y en cartas dirigidas a José Ives Limantour, secretario de Hacienda, los días 10 de septiembre y 30 de octubre, hizo al gobierno la más tremenda y justificada requisitoria, figurando como principales cargos, en la primera carta, los siguientes:

Es claro que cuando he dicho que el grupo científico ha sacado provecho personal para sus unidades de la gestión financiera del Gobierno, no he querido referirme a actos que caigan dentro de la sanción de un Código Penal. No es creíble, en efecto, que un grupo científico fuera a cometer delitos, pudiendo obtener provechos pecuniarios en una forma estudiadamente legal. Respetando las apariencias y las formas legales, es como el grupo científico ha sacado provecho de la gestión financiera del señor Limantour. No hay que esperar un recibo firmado y timbrado como comprobante de cada favor indebidamente obtenido por los científicos, y en muchos casos, ni siquiera un indicio de prueba directa, pero el hecho de que el grupo se ha enriquecido por medio de la ayuda oficial, consciente o inconsciente, por cualquiera de las siguientes formas:

I.- Obteniendo dinero de los fondos públicos para provecho personal con o sin pretexto de un fin de utilidad general. Subvenciones, pensiones, etc.

II.- Obteniendo puestos o empleos públicos que, por su número o por la liberalidad de sus dotaciones, constituyen lo que se llama canonjias.

III.- Contratando con el gobierno, por precios y condiciones totalmente favorables al contratista y perjudiciales a la hacienda pública.

IV.- Aprovechando un puesto público, la influencia oficial o las relaciones con el gobierno, en provecho de intereses o negocios particulares.

En la segunda carta analizó, como él sabía hacerlo, con mano maestra, todas las componendas que se hacían para integrar los gobiernos de los Estados, las Cámaras de Diputados y de Senadores, explicando la manera como se formaban las listas de los elegidos (más o menos en la misma forma en que lo viene haciendo el Partido Revolucionario Institucional a partir del año de 1940); habla de lo que es canonjía, el tipo de empleo de favor y que es otra de las tantas fallas de la Revolución Mexicana, para ayudar a los favoritos, y, en fin, analiza con gran acopio de documentos, todas las particularidades del organismo político del porfirismo.

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