AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO CUARTO
SE INICIA LA REVOLUCIÓN Y ES DETENIDA EN SU NACIMIENTO
ENTRADA DEL SEÑOR MADERO A LA CIUDAD DE MÉXICO.
Continúa la división de los directores de la Revolución. El gobierno ordena batir a Zapata. Moadero ordena se disuelva el Partido Antirreeleccionista. Renuncia del Licenciado Vázquez Gómez a la Secretaría de Gobernación. Licenciamiento de las fuerzas maderistas. Cartas de los señores Lic. Roque Estrada y Dr. Vázquez Gómez al señor Madero.
La llegada del señor Madero a la Capital de la República fue el día 7 de junio de 1911 y constituyó una verdadera apoteosis. Más de 100,000 personas acudieron a recibir al héroe de la Revolución, que había sido capaz en tan pocos meses de enfrentarse con todo valor al gran dictador, héroe de la Intervención Francesa, el general Díaz, y de derribar aquel férreo y carcomido régimen.
Pocos días después de su llegada se iniciaron los trabajos electorales.
Como el día 9 del mismo mes llegara el general Reyes de Europa, el señor Madero, a fin de limar asperezas y de evitar nuevas dificultades, celebró con aquél, en presencia del presidente de la Barra, una entrevista que tuvo lugar en el Castillo de Chapultepec, el día 10 de junio, y en la cual el general Reyes se comprometió a apoyar la candidatura del señor Madero.
Se hizo pública la entrevista y se afirmó que el señor Madero, a cambio del apoyo que le ofreció el general Reyes, lo nombraría secretario de Guerra y Marina. Este fue, después del error de los Tratados de Ciudad Juárez, el segundo que cometió el Jefe de la Revolución, que por su excesiva buena fe y espíritu de conciliación, pactó con su enemigo, que después sería el más vehemente en oponerse al éxito de su gobierno. Además, aquel supuesto acuerdo desconcertó a los revolucionarios, especialmente a los que habían luchado con las armas para derrocar la dictadura.
Aprovechando la libertad que había traído al pueblo la Revolución triunfante, se inició la formación de los partidos que habrían de tomar parte en la contienda electoral, figurando entre los principales el Nacional Democrático, el antiguo Partido Liberal, que se reorganizó el 30 de julio, y cuya Mesa Directiva la formaban: don Fernando Iglesias Calderón, Camilo Arriaga, Jesús Flores Magón, Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Felipe Gutiérrez de Lara y Vidal Garza Pérez, todos ellos antiporfiristas y revolucionarios.
Surgió también a la palestra el anacrónico Partido Católico Nacional, al frente del cual estaban los señores Manuel Amor, Gabriel Fernández Somellera, Francisco Pascual García y Eduardo Tamariz.
Se aprestó también a la lucha el Partido Popular Evolucionista, de tendencias francamente reaccionarias, cuyo jefe fue el señor licenciado don Jorge Vera Estañol.
Los antirreeleccionistas postularon a Madero y a Vázquez Gómez y el Partido Católico Nacional al señor Madero y a don Francisco León de la Barra.
Elementos de visión política como el doctor Vázquez Gómez, su hermano don Emilio, don Venustiano Carranza, don Luis Cabrera, entre los civiles, y entre los militares, Zapata, Almazán, Gabriel Hernández, Camerino Mendoza, Navarro, Segura, Heriberto Jara, Paniagua, Barrón, Reyes Pérez, Camilo Arriaga, Pesqueira y otros muchos, ante la situación que prevalecía debido a la excesiva influencia que hábilmente ejercía el señor Limantour, por conducto de la familia Madero, sobre el Jefe de la Revolución, con fecha 11 de julio del mismo año pusieron en conocimiento del señor Madero su posición, a fin de que por todos los medios que estén a su alcance ponga en ejecución en todas sus partes el Plan de San Luis.
El distanciamiento seguía cada vez más extremoso. La conducta del presidente de la Barra, que ordenó que las fuerzas federales al mando del general Victoriano Huerta avanzaran sobre Morelos a fin de destruir a Zapata, a quien el ministro de Gobernación, ingeniero García Granados, había calificado de bandolero, afirmando que el gobierno por ningún motivo trataría con bandidos; la renuncia que de la Barra exigió a don Emilio Vázquez Gómez como secretario de Gobernación, por oponerse éste al licenciamiento de las fuerzas revolucionarias y por plantear en los consejos de ministros la necesidad de que se procediera a dar cumplimiento al Plan de San Luis; la matanza de los revolucionarios que se hizo en la plaza de toros de Puebla, por órdenes del Jefe de Operaciones, general Agustín del Pozo, fueron otros tantos motivos para que se agravara la crisis política tanto de la revolución como del régimen presidido por de la Barra.
Un acontecimiento que vino a empeorar aquella situación fue el manifiesto que publicó don Prancisco I. Madero para que se procediera desde luego a liquidar al Partido Antirreeleccionista, para cuyo efecto nombró un Comité Organizador presidido por don Juan Sánchez Azcona, don Roque Estrada, Bordes Manjel, y otros revolucionarios, y aun cuando en el manifiesto de referencia el señor Madero expresó que ese nuevo partido apoyaría en la convención que al efecto se celebraría, la fórmula Madero- Vázquez Gómez, lo cierto es que ya desde aquel momento se iniciaba una franca oposición a la candidatura del Dr. Vázquez Gómez.
La inquietud siguió su curso y el mismo licenciado don José María Pino Suárez, cuya candidatura a la vicepresidencia de la República se había iniciado, dirigió al Dr. Vázquez Gómez una carta fechada el 24 de julio de 1911, en la que expresaba a dicho galeno que ante las insinuaciones de algunos de sus amigos y clubes políticos que trataban de auspiciarme su candidatura para la vicepresidencia de la República, les había contestado que estaba afiliado al Partido Antirreeleccionista, y siendo usted (el Dr. Vázquez Gómez) el candidato de dicho Partido, no puedo aceptar ninguna postulación ... Agregando: con esta mi actitud creo cumplir con mis deberes de patriota, de amigo y de correligionario de usted, aparte de que, sinceramente, juzgo que la personalidad de usted llenaría completamente las aspiraciones de la mayoría de la nación en el alto puesto de la vicepresidencia ...
Es importante también la carta que el licenciado Roque Estrada dirigió al señor Madero con fecha 26 de junio de 1911. De esta carta, demostrativa de la actitud revolucionaria y patriótica de Roque Estrada, entresacamos los siguientes puntos:
En la atmósfera en que usted sirve no puede darse cuenta exacta, pero los que podemos tratar con todas las personas lo notamos claramente. Se le tacha a usted de debilidad y complacencia con los enemigos y se cree que de seguir así las cosas, esa debilidad y esa complacencia harán que los ideales revolucionarios fracasen.
Muy pocos, a decir verdad, quieren reconocer en usted la energía necesaria para guardar incólume los principios revolucionarios, y quienes así piensan ven con tristeza la opinión contraria, pues que nadie como usted es el más indicado para guiar la futura república. Esa corriente de opinión a que me refiero, va extendiéndose con mucha rapidez entre nuestros mismos correligionarios.
Otra crítica, no carente de fundamento, es que se estima como una torpeza el licenciamiento rápido de las fuerzas revolucionarias, sin que se dé paso alguno para el licenciamiento de las fuerzas federales en lo que tienen de forzado, pues es opinión general que muchos de esos elementos forzados de las fuerzas federales, se irían gustosos a sus casas a la primera indicación. Dejar en pie al ejército federal en los momentos en que entran en acción los elementos no desaparecidos del antiguo régimen y hacer desaparecer las fuerzas revolucionarias, es tanto como abrir el camino y la victoria a la reacción.
Todos los que aman a usted, que constituyen la mayoría, ven con profunda tristeza la política seguida por usted y sus colaboradores inmediatos y ansían una reacción hacia la energía que debe sostener, a toda costa, la bandera revolucionaria.
Lo que he notado francamente es que lo que está jugándose en la política oficial y ante la mirada bondadosa de usted, son los elementos políticos científicos y reyistas ya nuevamente en lucha, con exclusión casi completa de los verdaderos elementos revolucionarios. Mirando al Ministerio. se ve claramente el predominio del limantourismo (cientificismo), y que los elementos revolucionarios, apenas representados por el dignísimo y enérgico doctor Vázquez Gómez, están en minoría. De seguir así, sin que se reaccione con energía y sin temores ningunos, lo que no consiguieron los proyectiles federales lo conseguirán las intrigas políticas.
Yo quisiera, señor Madero, que usted pudiera disfrazarse un poco y que se pusiese en contacto con sus partidarios mismos para convencerse de que la opinión, que va haciéndose pública, acabará por mirar en usted, con profunda tristeza, solamente al apóstol y al caudillo, pero nunca al gobernante ...
Todavía el Dr. Vázquez G6mez, en forma respetuosa y de gran afecto para el señor Madero, se dirigió a éste en diversas cartas, pero sin duda la más importante es la que dice así:
PRIMERO. Piensa usted que es debilidad oír y atender en lo que tienen de justas las pretensiones de los jefes insurgentes. Me refiero al fondo y no a la forma que puede ser más o menos impropia.
Las exigencias o pretensiones de los jefes insurgentes son las de todo el país, que creyó en las promesas de la Revolución y que hoy no las ven realizadas ni en camino de realizarse. Le voy a hablar con toda la franqueza necesaria. Así piensa la mayoría de los revolucionarios que estuvieron en armas y los que sólo lo fueron de ideas. Así piensan y lo dicen nuestros enemigos para restarnos partidarios (católicos, evolucionistas, demócratas, liberales, etc.). Así lo piensan la mayoría de los reyistas, quienes se aprovechan de esta creencia para decir que el único capaz de satisfacer las exigencias anticientíficas de la Revolución, es el señor general Reyes. Sí, pues, se les niega brusca y despóticamente a los jefes insurgentes el derecho de opinar sobre aquello porque lucharon y expusieron su vida y que hoy ven en grave peligro de naufragar, se comete un acto enteramente impolítico. Recuerde usted que el general Díaz cayó por no haber escuchado la opinión pública, y ésta le está diciendo al gobierno y a usted, que el triunfo de la Revolunción está volviéndose ilusorio y pasando a manos del enemigo rápidamente; y si esto sigue, la opinión pública hará otra revolución en contra nuestra con nuestras mismas fuerzas, acaudilladas por el hombre más audaz o que comprenda mejor los intereses del pueblo.
¿Y qué haremos como gobierno? ¿Vamos a recurrir a los federales para sofocar la revolución, es decir, para combatir a los que nos dieron el triunfo que no hemos sabido conservar? Por todas estas razones y hechos que a diario son más numerosos y alarmantes, opino que debemos atender a las demandas de los jefes insurgentes, en lo que tienen de justas, y en el caso presente, tienen un gran fondo de justicia, y como ellos, opinan nuestros amigos y enemigos; pero los primeros comienzan claramente a aislarse de nosotros y a formar núcleos independientes o unidos a otros; los enemigos acentúan este estado de cosas en su provecho y desprestigio nuestro.
Remedio único para evitar una pronta revolución: que el gabinete, que debe ser fiel representante de la revolución que triunfó, sea realmente lo que debe ser, es decir, revolucionario; QUE ACENTUE RAPIDA y DECIDIDAMENTE LAS MEDIDAS EXTREMAS, AUNQUE LEGALES, EN CONTRA DE LOS ELEMENTOS DEL ANTIGUO REGIMEN; que el señor Presidente obre en el mismo sentido, porque de lo contrario nos hundimos y el país se hunde también en la guerra civil y en la anarquía. Y digo esto, porque la mayoría del gabinete es netamente del antiguo régimen; unos por convicción y otros por inadvertencia, pero que de todos modos comprometen en alto grado el triunfo de la revolución y la tranquilidad del país.
El problema de las tierras es tan urgente y tan grave, que si no se resuelve o trata inmediatamente, lo resolverá una nueva revolución por su propia cuenta, como, de hecho, lo comienza a hacer. Yo propuse este asunto en la última junta de ministros pero tuve en contra a la mayoría. En lugar de esto, se le dio más importancia a los asuntos íniciados por los científicos: colonización en Chapala (negocio de Cuesta Gallardo, científico) y en la hacienda del señor González Treviño. ¿No cree usted que por política esto no debe hacerse en este momento? O ¿qué se va a decir? Que apoyamos a los científicos.
Dada la forma que se le dio al triunfo de la Revolución. el gobierno actual debe ser netamente revolucionario, y para llamarse así debe completar dentro de la paz la obra de la Revolución. Si no lo hace, esté usted seguro que vendrá otra, Revolución a completar dicha obra, y esto será muy grave para el país y será el descrédito más grande para usted, que es el jefe y para todos los demás que tomamos parte. Piense usted bien esto, porque el asunto es grave por más que usted diga lo contrario.
Hay anarquía en la prensa, en la opinión pública y en los revolucionarios, anarquía a que debemos poner término inmediatamente, si queremos evitar que dé pretexto u origen a la anarquía armada. Pues bien, aparte de los medios que he indicado e indicaré, urge formar inmediatamente un bloque o centro político bajo la fórmula Madero-Vázquez Gómez, para dar unidad y fuerza a nuestro partido y para reconocer a los contrarios y medir su fuerza; pues si esto se deja para fines de agosto, habremos perdido mucho, y le aseguro, porque lo veo, que nuestras candidaturas serán las que tengan menos prestigio ...
Como puede verse en esta carta, el Dr. Vázquez Gómez hizo cuanto pudo por orientar al señor Madero, a fin de que la Revolución de 1910 cumpliera las promesas que se habían hecho al pueblo, a fin de evitar el lamentable fracaso a que llegó y se salvara del cargo de traición y de claudicación que le hacían los otros partidos. Esta carta revela el talento político de Vázquez Gómez, pues en ella se expresan con toda claridad y precisión los lineamientos del Movimiento Social de 1910, inclusive lo que sucedió durante los años 1913-1917.