AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO QUINTO
LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA
El Gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, desconoce el gobierno espúreo del General Huerta. El Plan de Guadalupe. Levantamientos de los Estados. Sonora y Chihuahua secundan al señor Carranza. Obregón es nombrado Jefe de las fuerzas de Sonora.Carranza hace declaraciones a periodistas norteamericanos. El Primer Jefe se traslada a Sonora. Actividad de los revolucionarios en los Estados fronterizos. Toma de Torreón, de Zacatecas, de Matamoros y otras poblaciones. Asesinato del senador Belisario Domínguez y de los diputados Serapio Rendón y Adolfo Gurrión. Disolución del Congreso de la Unión.
El primer acto de Huerta al hacerse cargo de la Presidencia de la República, fue girar una circular a los gobernadores de los Estados, dándoles a conocer su designación como Presidente Interino de la República.
De los gobernadores, el de Coahuila, don Venustiano Carranza, fue el primero en negarse a reconocer el gobierno de Huerta. Al efecto, publicó el día 19 del mes de febrero de 1913, el Decreto expedido por el Congreso del Estado del tenor siguiente:
Artículo 1° Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de Jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice le fue conferido por el Senado y se desconocen también los actos y disposiciones que dicte con este carácter.
Artículo 2° Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo en todos los ramos de la Administración Pública, para que suprima los que crea convenientes y proceda a formar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República.
Económico. Excítese a los gobernadores de los demás Estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación para que secunden la actitud del gobernador de este Estado.
El señor Carranza tenía bajo su mando algunas fuerzas rurales de las que habían militado a las órdenes del señor Madero.
Los jefes de estas fuerzas eran don Jesús Carranza, Pablo González, Francisco. Cos, Eulalio y Luis Gutiérrez, Lucio Blanco, Cesáreo Castro. y otros. Todos ellos se distinguieron en la Revolución.
En unión de esas fuerzas, el señor Carranza evacuó ]a ciudad de Saltillo, a] mismo tiempo que nombró enviado especial al señor Rafael Saldaña Galván, para que invitara al general Gerónimo Treviño, que gozaba de gran prestigio en la República, a que colaborara con aquel movimiento.
El general Treviño manifestó al emisario de Carranza que no podía aceptar la invitación, porque su edad ya no se lo permitía.
El señor Carranza expidió en la hacienda de Guadalupe, Coah., el 27 de marzo de 1913, el Plan del mismo nombre, que sirvió de bandera a la revolución constitucionalista.
Dicho documento dice así:
1° Se desconoce al general Victoriano Huerta como Presidente de la República.
2° Se desconocen también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación.
3° Se desconocen a los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan a los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta 'días después de la publicación de este Plan.
4° Para la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como primer Jefe del Ejército que se denominará Constitucionalista, al ciudadano Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila.
5° Al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, o quien lo hubiere substituido en el mando.
6° El presidente Interino de la República convocará a elecciones generales, tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiese sido electo.
7° El ciudadano que funja como primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos gobiernos hubiesen reconocido al de Huerta, asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará a elecciones locales, después que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubiesen sido electos para desempeñar los altos Poderes de la Federación como lo previene la base anterior.
Carranza, a fin de unificar a los revolucionarios, comisionó al capitán Alfredo Breceda, en los Estados de Sonora y Chihuahua.
Las fuerzas con que contaba el gobernador Carranza cuando desconoció al general Huerta eran escasas en número, pero grandes por la calidad de los hombres que lo secundaron, entre quienes figuraban: Jesús Carranza, Pablo González, Lucio Blanco, Francisco Cos, Eulalio y Luis Gutiérrez, Miguel Acosta, Murguía, Santos Coy, Cesáreo Castro, así como el Regimiento de Voluntarios que habían organizado el mayor Luis G. Garfias, Jacinto B. Treviño y Aldo Baroni.
El Gobernador de Sonora, José María Maytorena, ante la presión que sobre él hicieron algunos revolucionarios debido a sus vacilaciones para secundar al señor Carranza, se vio precisado a presentar una solicitud de licencia ante la Legislatura, yéndose a radicar a los Estados Unidos. En su lugar fue nombrado el diputado Ignacio L. Pesqueira, quien desde luego nombró a don Adolfo de la Huerta y a don Roberto V. Pesqueira, a fin de que se dirigieran a Coahuila a conferenciar con el señor Carranza.
Asimismo, el gobernador de Chihuahua, don Abraham González, nombró como su representante para el mismo objeto al doctor Ismael Navarro, y en junta celebrada el día 15 de abril de 1913, en Monclova, se acordó apoyar al señor Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Mientras tanto, en la República ocurrieron algunos levantamientos.
El coronel Jesús Agustín Castro, que tenía a sus órdenes el 21 Cuerpo de Rurales, desconoció al gobierno de Huerta. Después de una travesía por los Estados de México, Hidalgo y San Luis Potosí, llegó al Estado de Tamaulipas para unirse a los constitucionalistas. A Piedras Negras, donde estableció el cuartel general el señor Carranza, llegaron los estudiantes Manuel Pérez Treviño, Alfonso Breceda, Luis Montes de Oca, Aarón Sáenz y Jesús M. Garza para incorporarse a sus fuerzas. Pérez Treviño permaneció al lado del señor Carranza y los demás se dirigieron al Estado de Sonora.
Por otra parte, fuerzas capacitadas del gobierno eran movilizadas al Estado de Coahuila para desbaratar el pequeño ejército del señor Carranza.
Ante el avance de las fuerzas federales, el Primer Jefe se vio obligado a abandonar las poblaciones de Monclova y de Piedras Negras.
El 22 de febrero, el coronel Obregón, Jefe del 4° Cuerpo de Rurales de Sonora, acompañado de los capitanes Fermín Carpio, Severino Talamantes, José Obregón y otros, llegó a ponerse a las órdenes del gobernador del Estado.
El gobernador de San Luis Potosí, Rafael Cepeda, fue aprehendido cuando intentaba levantarse en armas; don Alberto Fuentes, gobernador del Estado de Aguascalientes, renunció a su puesto; Felipe Rivero, gobernador de Sinaloa, fue aprehendido y conducido a la capital de la República, y el gobernador de Campeche, señor Manuel Castillo Brito, secundó el Plan de Guadalupe, abandonando la ciudad e internándose en las montañas.
Calles, que desempeñaba el puesto de Comisario de Agua Prieta, se pronunció el día 28 de febrero, atacando la ciudad de Naco, donde fue rechazado por las fuerzas del general Pedro Ojeda.
El general Diéguez se levantó en Cananea; Pedro Bracamontes en Nacozari; en Frontera se levantó. el presidente municipal Aniceto Campos; en Magdalena, Juan G. Cabral y Salvador Alvarado.
El general Pesqueira empezó a organizar las fuerzas, nombrando al coronel Alvaro Obregón, comandante en jefe; al coronel Benjamín Hill, Jefe de su Estado Mayor, y a Roberto V. Pesqueira, Agente Financiero en los Estados Unidos.
El coronel Obregón, que se había distinguido en la campaña contra los orozquistas, se incorporó en Magdalena con Cabral y Salvador Alvarado, y. al frente de la columna atacó con éxito la ciudad de Nogales, que cayó en su poder el día 13 de marzo. Más tarde, al derrotar el 13 de abril al general Pedro Ojeda, tomó las plazas de Naco y Agua Prieta, y así quedó controlada la frontera.
Colaboraron con Obregón, Diéguez, Alvarado, Cabral, Calles, Arnulfo R. Gómez, Urbalejo, Bule, Bracamontes, Juan José Ríos e Ignacio Enríquez.
De los jefes que andaban levantados en armas contra el señor Madero se rindieron a Huerta, Juan Andrew Almazán, que representaba a Jesús Salgado, Emilio Benítez y otros jefes que militaban en el Estado de Guerrero.
También se sometieron al gobierno de Huerta el general zapatista Jesús Morales El Tuerto, Rosendo Morales, Jesús Hernández, así como el general Gaudencio de la Llave, el general Alfonso Miranda y sus hijos, el general Francisco del Toro y su Estado Mayor.
En Piedras Negras el señor Carranza expidió un decreto con fecha 4 de julio, disponiendo que el Ejército Constitucionalista se compondría de 7 cuerpos de Ejército con las denominaciones siguientes:
El del Norte, el del Noroeste, el del Oriente, el del Occidente, el del Centro, el del Sur y el del Sureste, considerando a los contingentes militares de Chihuahua dependientes del Cuerpo de Ejército del Noroeste.
También puso en vigor la Ley Juárez, de 25 de enero de 1862, que castigaba con la pena de muerte a los autores y cómplices del cuartelazo.
Encontrándose en Piedras Negras el señor Carranza fue entrevistado por un grupo de periodistas norteamericanos, quienes le hicieron preguntas como las siguientes:
Primero. ¿Qué razones había tenido para rebelarse en contra del gobierno de Huerta?
Segundo. ¿Qué programa político y militar pensaba poner en práctica durante la lucha armada?
Tercero. ¿Con qué elementos contaba para enfrentarse al Ejército Federal?
Cuarto. ¿Qué actitud iba a asumir en relación con los Estados Unidos?
Continuó el interrogatorio y Carranza, a su vez, preguntó a los periodistas cuál sería, en su concepto, la actitud que asumiría el pueblo norteamericano si el general Wood se presentara a la Casa Blanca, aprehendiera y asesinara al presidente Wilson.
La respuesta de los corresponsales yanquis dejó satisfecho al señor Carranza, quien explicó cómo en su carácter de gobernador de Coahuila, se hallaba en el deber de restablecer el orden constitucional interrumpido por el usurpador Huerta, y dejó sentado, con energía, que su posición no era la de un rebelde, sino antes bien, la del legítimo representante de la ley.
Por cuanto a la última pregunta, Carranza fijó la responsabilidad de los Estados Unidos en los acontecimientos que llevaron al poder a Huerta, dada la intromisión indebida de Henry Lane Wilson, afirmando que con el legítimo derecho que le asistía como gobernador legal de Coahuila y Jefe de la Revolución, estaba en condiciones de pedir al gobierno norteamericano, el desconocimiento del régimen espúreo de Huerta, mas como no quería mezclar a los extranjeros en los asuntos que eran de la exclusiva competencia del pueblo mexicano, se abstendría de hacerlo; porque era demanda de la Revolución, que el problema suscitado con motivo del cuartelazo de febrero, se resolviera, como el patriotismo lo exigía, sin ingerencias extrañas.
La actividad de los revolucionarios a las órdenes del señor Carranza aumentaba diariamente y así, en Sonora, el general Obregón avanzó sobre el puerto de Guaymas, desistiendo de librar un ataque con el jefe del lugar general Miguel Gil, que había sido reforzado por los generales Luis Medina Barrón y Francisco A. Salido. Dejó que dichas fuerzas avanzaran rumbo a Santa Rosa, lugar en donde se entabló un reñido combate, en el que se apuntaron la victoria'las fuerzas revolucionarias comandadas por el general Obregón, y de las que formaban parte Cabral, Alvarado, Manuel Diéguez, Francisco Manzp, Acosta, Francisco Urbalejo, Pablo Quiroga y otros que ostentaban diversos grados.
Las batallas de Santa María, Santa Rosa y Ortiz, opinan los técnicos militares, fueron decisivas para el triunfo de la revolución en el occidente.
El 27 de junio el general Obregón puso sitio al puerto de Guaymas, habiéndose registrado algunas acciones de armas de significación, cuyo éxito se resolvió en favor de las fuerzas constitucionalistas.
En el Estado de Nuevo León, el general don Pablo González, con fuerzas a su mando, libró los primeros combates en Lampazos y Candela, sobre la línea del ferrocarril de Monterrey a Laredo. A no dudarlo, el más importante de los acontecimientos, iniciada la Revolución, fue el combate de Candela, librado durante los días 6 y 7 de julio, comandando las fuerzas de la Revolución el propio señor Carranza, con los generales Pablo González y Jacinto B. Treviño, contra las fuerzas de los generales Rubio Navarrete y Alesio Robles.
EL PRIMER JEFE SE DIRIGE AL ESTADO DE SONORA
Ante la situación tan precaria en que se encontraba el primer Jefe del Ejército Constitucionalista en el Estado de Coahuila, por la gran cantidad de fuerzas que el gobierno de Huerta había mandado en su persecución resolvió trasladarse al Estado de Sonora, y después de una larga travesía por La Laguna y Durango, donde fue protegido por las fuerzas de los hermanos Arrieta, llegó el 14 de septiembre de 1913 a la ciudad de El Fuerte, Sinaloa, para arribar a Hermosillo el día 20 del mismo mes, habiendo sido recibido con gran entusiasmo por las autoridades civiles y militares y el pueblo en general.
En Sonora, el señor Carranza dispuso ya de fuerzas bien qrganizadas y pertrechadas bajo el mando del general Obregón, así como de elementos pecuniarios en gran cantidad que le permitieron dirigir la campaña en el noroeste y en el resto de la República.
En Hermosillo, el señor Carranza continuó reorganizando al ejército. Nombró a Obregón, Jefe del Cuerpo del Ejército del Noroeste, así como al general Angeles Oficial Mayor de Guerra. El nombramiento del general Angeles provocó algunas dificultades, pues los jefes revolucionarios de Sonora, que alegaban que el nombrado era de origen federal, manifestaron su disgusto. No obstante, Carranza sostuvo el nombramiento del general Angeles como Oficial Mayor de Guerra.
La disposición del señor Carranza que daba a Obregón el mando militar no sólo en Sonora, sino también en Chihuahua, causó un profundo disgusto al general Villa. Posteriormente, el señor Carranza, para evitar mayores dificultades, dictó un acuerdo designando a Villa como jefe de la campaña militar en Chihuahua.
En Hermosillo, el 24 de septiembre, el Ayuntamiento organizó en honor de Carranza una sesión especial. Carranza pronunció un discurso delineando el programa social que la Revolución estaba obligada a cumplir. Puso de relieve primeramente las causas y los motivos que lo habían obligado a desconocer a Huerta y reprobando la forma como llegó a la Presidencia. Hizo alusión a los días de la dictadura porfiriana y al fin trató de las demandas del pueblo mexicano que la Revolución no debía ignorar, afirmando "que terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar la formidable y majestuosa lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos, y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas socialeS tendrán que implantarse entre nuestras masas, y no es sólo el repartir las tierras nacionales, no es el sufragio efectivo, no es abrir más escuelas, no es igualar y repartir riquezas nacionales, es algo más grande y más sagrado; es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los monopolios, para establecerse el equilibrio de la economía nacional.
Tenemos que removerlo todo, crear una nueva constitución cuya acción benéfica sobre las masas nada ni nadie podrá evitar.
En otra parte de su discurso, Carranza expresó que la Revolución forma parte de la lucha de clases, aunque sabía bien que eran las viejas clases sociales en que el porfirismo se había apoyado las que ahora apoyaban a Huerta, el clero, el ejército, los grandes propietarios de la tierra, e hizo hincapié en los siguientes hechos:
Nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero; pero éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social.
Estas reformas sociales no sólo modificarán la estructura económica y política del país, sino que, con su ejemplo, influirán en Centro y Sur América, ya que estas luchas fratricidas tienen por objeto el restablecimiento de la justicia y el derecho, a la vez que el respeto de los pueblos poderosos para los débiles; que deben acabarse los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de las pequeñas; las que deben de saber, que un ciudadano de cualquier nacionalidad, que radique en una nación extranjera, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por la fuerza y poderío le otorgue su nación de origen.
Con las reformas sociales mencionadas, Carranza intérpretó el sentir del pueblo y los ideales de la Revolución Constitucionalista. Procedió más tarde a organizar su gobierno, nombrando el siguiente gabinete: Francisco Escudero, secretario de Hacienda; Rafael Zubaran Campmany, de Gobernación; el general Felipe Angeles, oficial mayor encargado de la Secretaría de Guerra; el ingeniero Ignacio Bonilla, de Comunicaciones; jefe del Estado Mayor de la Primera Jefatura, coronel Jacinto B. Treviño; secretario particular de la Prímera Jefatura, licenciado Gustavo Espinosa Mireles.
LA PRIMERA DOTACIÓN DE TIERRAS
Al tomar el puerto de Matamoros el 8 de agosto de 1913, el general Lucio Blanco, como primer acto revolucionario, procedió a hacer un reparto de tierras en la hacienda de los Borregos, del Estado de Tamaulipas, propiedad del general Félix Díaz, y cuando se hizo la entrega de los títulos de propiedad a los campesinos, tuvo lugar una ceremonia durante la cual el mayor Francisco J. Múgica pronunció un discurso en que condenó el régimen feudal de la propiedad, lanzando anatemas contra la servidumbre y el despotismo de las oligarquías, y manifestando que en un país como México, eminentemente agrícola, los destinos del pueblo y de la patria están vinculados al cultivo de la tierra.
Este hecho fue comentado por la prensa norteamericana y produjo tanta sensación en el mundo, que hasta el socialista Jean Jaurés, en las columnas de L'Humanité escribió:
Ahora ya sé por qué se pelea en México.
El general Villa, que se había fugado de la prisión de Santiago, en donde se hallaba acusado de insubordinación por el general Victoriano Huerta, durante la campaña orozquista, se incorporó al constitucionalismo, y el día 29 de mayo logró una de sus primeras victorias tomando la plaza de Saucillo, Chih., en compañía de los jefes revolucionarios Manuel Chao, Maclovio Herrera y otros, derrotando a las fuerzas huertistas dirigidas por el general Cayetano Romero.
El 26 de agosto de 1913, el general Villa, a quien se unieron Toribio Ortega, Felipe Avila, Maclovio Herrera, Manuel Chao, Tomás Urbina, Rodolfo Fierro, Rueda Quijano, Aguirre Benavides, Orestes Pereyra, José Isabel Robles, Rosalío Hernández, Trinidad Rodríguez y otros más, atacó la plaza de Torreón, defendida por los generales Eutiquio Munguía, Benjamín Argumedo y Emilio Campa, habiendo logrado tomar dicha ciudad, posesionándose después de Gómez Palacio y Lerdo, con lo cual la Comarca Lagunera quedó totalmente controlada por la revolución en el mes de octubre de 1913.
Para recuperar la plaza de Torreón, el general Huerta comisionó al general José Refugio Velasco, quien después de terribles combates logró apoderarse de dicha plaza el 9 de diciembre de 1913.
A principios de marzo de 1914, Villa avanzó hacia la Comarca Lagunera, disponiéndose a atacar con la poderosa División del Norte la plaza de Torreón, defendida por los generales José Refugio Velasco, Ocaranza, Argumedo, Almazán y otros.
La lucha fue terrible, habiendo logrado tomar dicha plaza el general Villa el día 2 de abril de 1914.
Después, el 25 de junio, el general Villa, al frente de la División del Norte, atacó la ciudad de Zacatecas, defendida por el general Medina Barrón, logrando derrotarlo después de sangrientos combates.
La caída de Torreón y de Zacatecas fue el golpe más terrible que la revolución asestó al gobierno de Huerta, pues según los técnicos militares, con estas derrotas y con las que había inflingido el general Obregón en Santa María y Santa Rosa, quedó rota la columna vertebral del huertismo.
En Durango se levantaron Manuel Chao, Calixto Contreras, Tomás Urbina, Orestes Pereyra, Domingo y Mariano Arrieta. En Tamaulipas, Luis Caballero, César López de Lara, Eugenio López, Alberto y Francisco Carrera Torres, Antonio Medina, Rafael Cárdenas; en San Luis Potosí, Cleofas y Saturnino Cedillo; en Sinaloa, Ramón F. Iturbe, Juan Carrasco; en Tepic, Martín Espinoza y Rafael Buelna; en Michoacán, secundaron al señor Carranza, Martín Castrejón, Rentería Luviano, Joaquín Amaro y en Guerrero, José Inocente Lugo y los hermanos Rómulo y Ambrosio Figueroa; en Veracruz se rebelaron Cándido Aguilar, Agustín Millán, Alberto Palacios; en Hidalgo, los hermanos Azuara; en Tabasco, Aureo L. Calles, Pedro y Ernesto Aguirre Colorado, Amadeo Juárez y otros.
A su vez, el general Lucio Blanco atacó el puerto de Matamoros, defendido por fuerzas del mayor Esteban Lamas, y se apoderó de dicha plaza el 5 de junio de 1913.
Posteriormente Villa atacó y tomó la ciudad de Chihuahua, habiéndose posesionado días después de Ciudad Juárez.
Con todas estas victorias, los Estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, quedaron en poder de los constitucionalistas. Ciudad Victoria, defendida por los generales Rábago, Arzamendi y Rubio Navarrete, cayó en poder de las fuerzas revolucionarias después de 3 días de encarnizados combates.
Después, los constitucionalistas asediaron el puerto de Tampico, que cayó en su poder tras de sangrienta lucha.
En Morelos, Zapata rechazó el ofrecimiento de Huerta, habiendo continuado levantado en armas postulando el Plan de Ayala, que fue reformado el 30 de mayo incluyendo el desconocimiento de Huerta y el de Pascual Orozco como Jefe de la Revolución, por indigno de ese honor y confianza, por sus ingerencias y componendas con el ilícito y nefasto pseudo gobierno de Huerta.
Orozco en cambio se puso a las órdenes de Huerta, teniendo bajo sus órdenes a Caraveo, Argumedo, Cheché Campos y otros que quedaron en calidad de jefes auxiliares de la Federación.
En Guerrero secundó el movimiento constitucionalista el 30 de mayo Gertrudis Sánchez, con la gente que comandaba como jefe de un Cuerpo Rural, uniéndose con él el licenciado José Inocente Lugo, Héctor F. López, Manuel Asúnsulo, y los generales Joaquín Amaro, Juan Espinosa Córdoba, Alfredo Elizondo, Juan Mastache y Francisco de la Hoya, habiendo pasado después al Estado de Michoacán, donde se reunieron los jefes de Rurales José Rentería Luviano, Cecilio García y Martín Castrejón.
En Michoacán se libraron combates importantes, quedando en poder de las fuerzas revolucionarias Pátzcuaro, Villa Hidalgo, Zinapécuaro y Queréndaro. Más tarde Puruándiro, Zamora y otras poblaciones.
En la capital de la República Huerta seguía cometiendo los crímenes más reprobables. Fueron asesinados el diputado juchiteco profesor Adolfo G. Gurrión y don Serapio Rendón, diputado yucateco, quien con gran entereza y valor dirigió la oposición contra Huerta en la Cámara de Diputados; fue sacrificado en el pueblo de Tlalnepantla en forma cruel e inhumana.
En la cárcel de Belén se encontraba el general Gabriel Hernández, villanamente asesinado por el ingeniero Enrique Cepeda.
Pero sin duda lo más sensacional de aquella época fue el discurso que pronunciara en el senado el doctor don Belisario Domínguez, del Estado de Chiapas, y quien como consecuencia fue víctima de Huerta y asesinado en el cementerio de Coyoacán.
El discurso del senador Domínguez, que originó su sacrificio, dice así:
Señores senadores:
Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión, el día 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que, lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión?
No, señores. Todos sus miembros son personas ilustradas que se ocupan de política; que están al corriente de los sucesos del país, y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa noble patria que, confiando en vuestra honradez, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses. ¿Qué debe hacer en ese caso la representación nacional? Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado; decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.
... La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se ha hecho nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes; la Revolución se ha extendido en casi todos los Estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, se rehusan a reconocer a su Gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase despreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa entera de la República, amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados; y por último, el hambre, en todas sus formas amenaza extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria ...
¿A qué se debe tan triste situación?
Primero, y antes que todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener como presidente de la República al soldado que se apoderó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto, al subir a la Presidencia, fue asesinar cobardemente al presidente y al vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular, habiendo sido el primero de éstos quien colmó de ascensos, de honores y distinciones a don Victoriano Huerta, y habiendo sido aquél, igualmente, a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.
La paz se hará, cueste lo que cueste, ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores senadores, lo que significan estas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta? En su loco afán de conservar la presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia: está provocando, con el pueblo de los Estados Unidos de América, un conflicto internacional, en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes, menos don Victoriano Huerta y don Aureliano Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarían, llegado el caso ...
Cumpla con su deber la Representación Nacional y la patria está salvada, y volverá a florecer más erguida y más hermosa que nunca. La Representación Nacional debe deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan, con mucha razón, todos nuestros hermanos alzados en armas; y, de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.
Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa, porque don Victoriano Huerta es un soldado sangriento y feroz que asesina sin vacilación a todo aquel que le sirve de obstáculo. No importa, señores, la Patria os exige que cumpláis con vuestro deber aún con peligro, con seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras de un hombre que ofrecío pacificar la nación en dos meses, y lo habéis nombrado presidente de la República, hoy que véis claramente que este hombre es un impostor, ¿dejáis, por temor a la muerte, que continúe en el Poder?
Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso nombrara piloto a un carnicero que sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco? ...
Nuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.
El mundo está pendiente de nosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la Patria espera que lo honréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer Mandatario a un traidor y asesino.
Firma.- Doctor Belisario Domínguez, senador por el Estado de Chiapas.
La tirantez de las relaciones entre la Cámara de Diputados y el gobierno de Huerta había llegado ya a un grado extremo. El día 10 de octubre se presentó en el recinto legislativo el licenciado Manuel Garza Aldape, subsecretario de Gobernación, quien manifestó a los diputados que el general Huerta se hallaba profundamente extrañado por la conducta observada por la Cámara, al haberle pedido se hiciera una investigación sobre los crímenes que se venían cometiendo con los diputados, moción de la que fue autor el diputado chiapaneco, licenciado don Jesús Martínez Rojas. Al terminar la sesión, la Cámara se encontraba ya sitiada por una valla de soldados del 29° Batallón al mando del general Blanquet, y al salir los diputados, fueron encarcelados 83 de ellos, permaneciendo durante seis días incomunicados a disposición de la Secretaría de Guerra. Posteriormente fueron consignados al Juez de Distrito, licenciado Francisco Pascual García, y sufrieron encarcelamiento por varios meses.