AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO QUINTO
LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA
EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE CARRANZA
Su elección. Gestión administrativa. Su gabinete. Elección de gobernadores de los Estados. Diversas facciones rebeldes que se hallaban levantadas en armas en la República.
Propiamente la gestión del señor presidente don Venustiano Carranza, puede dividirse en dos importantes capítulos: primero, su gestión como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, y, segundo, su gestión como Presidente Electo de la República.
La gestión del señor Carranza desde el levantamiento en contra de la usurpación hasta el día en que fue electo presidente de la República queda descrita en capítulos anteriores de este libro.
Esa gestión se caracterizó siempre por su entereza ante los graves problemas internos y externos, fijando con toda dignidad la política que México debería seguir frente a la actitud de los países imperialistas, sobre todo los Estados Unidos de Norteamérica, cuando trataron de intervenir, y de hecho intervinieron en nuestros asuntos interiores.
Este período culmina con la convocatoria al Congreso de Querétaro y la expedición de la Constitución General de la República de los años 16-17, aprobada por dicho Congreso.
Al aprobarse la Constitución de 17, el presidente del Congreso Constituyente, licenciado Luis Manuel Rojas, al entregar al primer Jefe el texto aprobado, se dirigió a él en los siguientes términos:
Ciudadano Primer Jefe:
Me es altamente satisfactorio haceros entrega en estos momentos de la nueva Constitución de 1857 reformada en esta ciudad, y que el Congreso Constituyente, que tengo la honra de presidir, ha sancionado después de largos, intensos y concienzudos debates.
De importancia extraordinaria fue, sin duda alguna, el contingente que para tan grande empresa trajo usted en su mensaje de l° de diciembre y en el Proyecto de Reformas que con él tuvo usted a bien someter al estudio de esta honorable asamblea; y por los términos en que las reformas de la antigua Constitución de los Estados Unidos Mexicanos se ha hecho, se viene en conocimiento de que todas las ideas fundamentales aportadas por usted, como el fruto de su personal, amplia y madura experiencia, inclusive las que informaron los proyectos y leyes de Veracruz, sobre la cuestión agraria y obrera, han sido completamente aceptadas por la representación nacional.
Si en algunos puntos se ha ido un poco más allá de lo que vuestra sabiduría había indicado como un término medio, justo y prudente de las encontradas tendencias nacionales, el calor de la juventud, que ha seguido la gloriosa bandera enarbolada por usted en Guadalupe, su entusiasmo revolucionario, después de la lucha y su natural afán de romper los viejos moldes sociales, reaccionando así contra inveterados vicios del pasado, explican suficientemente los verdaderos motivos habidos en el seno de esta asamblea, para apartarse en algo de la senda serena y perfectamente justificada que usted nos había trazado, no obstante que por otra parte en la gran mayoría de los señores diputados al Constituyente de Querétaro, haya habido siempre el sentimiento de su comunidad de ideas y aspiraciones en favor del pueblo mexicano, ideas y aspiraciones de que usted es justamente la más alta personificación, como el Jefe Supremo de la Revolución Constitucionalista.
De cualquier manera que se piense, es claro que la obra legislativa que surge de este Congreso, como el fruto admirable de la gran Revolución Constitucionalista, había de caracterizarse por su tendencia a buscar nuevos horizontes y a desatenderse de los conceptos consagrados de antaño en bien de las clases populares que forman la mayoría de la población mexicana; que han sido tradicionalmente desheredadas y oprimidas.
Pero, si hemos cometido algún error en la ejecución de esa obra grandiosa, a que con tanto empeño y cariño nos hemos consagrado todos los miembros de este Congreso Constituyente, o si en algo hubo exceso o defecto de que pueda hacérsenos responsables de pronto por los intereses lastimados o por las opiniones reinantes contradichas, la Historia, siempre justiciera, nos absolverá de todo cargo, en vista de la nobleza de nuestras miras en favor de los desvalidos y de la sinceridad de nuestras convicciones sobre los grandes problemas sociales, pues en todo nos ha guiado la idea de hacer grande y feliz a la República Mexicana.
En nombre, pues, de este Congreso Constituyente, que será ilustre en la Historia Mexicana, me cabe el honor de poner en vuestras manos la nueva Ley Suprema de esta tierra, dando a usted, señor, la seguridad de que todos nosotros de hoy en más, donde quiera que nos encontremos y cualquiera que sean las circunstancias seremos sus más celosos defensores, estando dispuestos a cumplirla y respetarla como el emblema sagrado a cuya sombra gozará mañana de libertad, de paz y bien.estar el pueblo mexicano.
Al terminar su discurso el ciudadano presidente del Congreso Constituyente, el señor Carranza contestó:
Señores diputados:
Al recibir de este Honorable Congreso el sagrado tesoro que me acabáis de entregar, sumiso y respetuoso le presto mi completa aquiescencia, y al efecto, de la manera más solemne y ante la faz entera de la nación, protesto solemnemente cumplirla y hacerla cumplir, dando así la muestra más grande de respeto a la voluntad soberana del pueblo mexicano, a quien tan dignamente representáis en este momento.
El 6 de febrero de 1917 se expidió en Querétaro la convocatoria para elecciones de presidente de la República y diputados y senadores al XXVII Congreso de la Unión.
Dichas elecciones se verificaron el día 11 de marzo de ese año, habiendo figurado como candidatos el señor Carranza y los generales Alvaro Obregón y Pablo González, éstos sin su consentimiento. El triunfo abrumador fue para el señor Carranza, quien regresó a la ciudad de México el día 14 de marzo, después de cuatro meses de ausencia.
Calificadas las elecciones por la Cámara de Diputados, se declaró presidente de la República al señor Carranza, quien obtuvo 197,385 votos a su favor, contra 4,008 que correspondieron al general Obregón y 11,615 al general Pablo González.
El presidente Carranza rindió la protesta de ley ante el Congreso de la Unión, el día 1° de mayo, y su gabinete quedó integrado como sigue:
Relaciones Exteriores, Ernesto Garza Pérez, Encargado del Despacho;
Gobernación, licenciado Manuel Aguirre Berlanga, subsecretario;
Hacienda, Rafael Nieto, Encargado del Despacho;
Guerra y Marina, Jesús Agustín Castro, Encargado del Despacho;
Comunicaciones, ingeniero Manuel Rodríguez Gutiérrez, Encargado del Despacho;
Fomento, ingeniero Pastor Rouaix, e Industria y Comercio, ingeniero Alberto J. Pani.
Durante la gestión del señor Carranza, se lanzó la convocatoria para discutir y fijar la actitud que la América Latina debía observar en relación con la conflagración mundial; se creó el Departamento de Establecimientos Fabriles y Aprovisionamientos Militares, la Dirección de Aviación y la Escuela Militar; se remitió a la Cámara de Diputados el proyecto del Banco de Emisión de la República, formulado por don Rafael Nieto, subsecretario de Hacienda, que constituyó el antecedente del actual Banco de México, S. A.; se inició el reparto de tierras en el Distrito Federal, dotando a los campesinos de la Villa de Guadalupe y a los del poblado de Mixquic en la Delegación de Xochimilco.
El colaborador más destacado del señor Carranza fue el señor licenciado don Luis Cabrera, quien se hizo cargo de la Secretaría de Hacienda el 9 de abril de 1919. A su actuación eminentemente revolucionaria se debieron importantes medidas hacendarias, entre ellas privar de su valor al papel moneda emitido durante la revolución, que constituía una gravosa deuda para la Nación.
El Congreso de la Unión designó para integrar la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a los ciudadanos licenciados Enrique Colunga, Manuel E. Cruz, Enrique M. de los Ríos, Victoriano Pimentel, Agustín del Valle, Enrique García Parra, Enrique Moreno, Santiago Martínez Alomía, José María Truchuelo, Alberto M. González y Agustín Urdapilleta. Los ministros designados para integrar el Supremo Tribunal de la República disfrutaban de gran prestigio por su sabiduría, por su honestidad y por sus ideas revolucionarias.
Fueron electos los gobernadores de Veracruz, general Cándido Aguilar; de Hidalgo, Nicolás Flores; de Campeche, Joaquín Musel; de Colima, José Felipe Valle; de Sinaloa, general Ramón F. Iturbe y de Sonora, general Plutarco Elías Calles.
También fueron electos el general Enrique Estrada como gobernador de Zacatecas; el Dr. don Alfonso Cabrera, de Puebla, y el general Silvestre Mariscal de Guerrero; el general Domingo Arrieta de Durango, y de Nayarit el general José Santos Godínez.
La Revolución del Sur que jefaturaba Zapata, llegó a tener un dominio completo sobre el Estado de Morelos, hasta que con refuerzos importantes que se pusieron a las órdenes del general Pablo González, fueron recuperándose paulatinamente las principales plazas que habían estado en poder de los zapatistas.
El 18 de mayo de 1917 fue fusilado el profesor zapatista Otilio Montaño, quien con el señor licenciado don Antonio Díaz Soto y Gama, fue uno de los autores del Plan de Ayala.
El período presidencial del señor Carranza no se caracterizó por la tranquilidad, sino que, por el contrario, fue en extremo agitado, ya que en diversos Estados de la República existían partidas de infidentes y rebeldes que capitaneaban entre otros, el guerrillero de infausta memoria, Inés Chávez García, que asoló por largos años los poblados de Michoacán y Guerrero, y el general Manuel Peláez, que se había posesionado de una gran parte de la Huasteca y que a cambio de la protección que les impartía, recibía ayuda económica, armas y parque de las empresas petroleras para mantenerse en eterna rebeldía.
También afrontaba el gobierno el peligro que significaban los grupos villistas y zapatistas, quienes desconocían su autoridad y le hacían graves cargos en el sentido de proteger a los latifundistas y traicionar a la revolución.
En el ambiente descrito, de absoluta inquietud, se inició la campaña política para la renovación del poder ejecutivo federal, con las candidaturas de los generales Alvaro Obregón y Pablo González, así como la del ingeniero Ignacio Bonilla.