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AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO QUINTO

LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

ASESINATO DE ZAPATA
Su preparación. Cómo se ejecutó.


Lo que más contribuyó a aumentar el desprestigio y la impopularidad del gobierno del señor Carranza, fue el asesinato alevoso y premeditado del Jefe de la Revolución del Sur, Emiliano Zapata, cometido el día 10 de abril de 1919, por el entonces coronel Jesús M. Guajardo, comisionado para ello por el general Pablo González, jefe de las Operaciones en el Estado de Morelos.

El general González venía tramando desde hacía tiempo el crimen, para cuyo objeto fue comisionado el coronel Jesús M. Guajardo, quien fingió estar de acuerdo con Zapata y convino en celebrar una entrevista, asegurándole que se había distanciado del general González. El general Zapata, desconfiando de Guajardo, le pidió una prueba de lealtad, para lo cual le ordenó tomara la plaza de Jilotepec, defendida por fuerzas carrancistas.

Véase cómo relata el general Antonio Ríos Zertuche aquellos acontecimientos:

En 1919 me encontraba con el 55° Regimiento a mis órdenes guarneciendo la plaza de Jonacatepec, Morelos. El capitán primero Salgado se encontraba con el Primer escuadrón guarneciendo el pueblo de Tlalyecac.

A mediados de febrero de 1919, el capitán Salgado fue invitado a celebrar el onomástico del Agente Municipal de Tlalyecacj reunión en la que estuvieron tomando copas hasta bien entrada la noche.

El capitán Salgado en la euforia del alcohol externó opiniones contrarias al Gobierno y su disgusto por no haber sido trasladado a otro lugar, no obstante las gestiones que había hecho ante mí.

Su conversación fue oída por varios oficiales zapatistas, quienes inmediatamente la hicieron del conocimiento del general Zapata.

Zapata mandó saludar al capitán Salgado y lo invitó a que se uniera con él, indicándole que había tenido conocimiento de que no se le trataba como lo merecía y ofreciéndole el grado de coronel, si se incorporaba con el escuadrón a su mando a las fuerzas zapatistas.

El capitán Salgado se trasladó dos días después a Jonacatepec y me informó de la invitación que le había hecho Zapata. Supliqué a Salgado que tuviera mucho cuidado y se abstuviera de comunicarse con Zapata.

Varios días después me trasladé a Cuautla e informé ampliamente de las pláticas con Salgado al general Cossío Rovelo, Jefe de la División a la cual pertenecía yo. El general Cossío Rovelo me hizo ver la conveniencia de que se informara de lo ocurrido al general Pablo González.

Informado el general González de los antecedentes anteriores, ordenó se indicara al capitán Salgado que continuara en comunicación con Zapata, manifestándole que aceptara la invitación que le hacia.

Al recibir Zapata los informes mandó decir al capitán Salgado que deseaba tener una plática personal con él y que, una vez fijada la fecha de la entrevista, se trasladaría Zapata al otro lado del puente de Tlalyecac.

Al filo de la media noche del mismo día, Zapata llegó acompañado de un grupo de hombres. Después de la cena, Zapata platicó con Salgado y éste le indicó su propósito de incorporarse con su escuadrón a las filas zapatistas. Zapata sugirió a Salgado que me invitara para que con el Regimiento a mis órdenes me incorporara a sus fuerzas; que me ofreciera el grado de Divisionario y que sería designado jefe de Operaciones en Puebla y Morelos; que sería tratado con toda clase de consideraciones, pues que Zapata tenía la seguridad de obtener el triunfo en un tiempo no muy lejano porque la causa que defendía era justa.

Al día siguiente, el capitán Salgado se trasladó a Jonacatepec comunicándome el ofrecimiento de Zapata.

Un día después comuniqué lo ocurrido al general Cossío Rovelo y nos trasladamos al cuartel general en Cuautla para informar ampliamente al general Pablo González.

Pablo González escuchó detenidamente nuestro relato y ordenó que de momento no debía yo dar contestación alguna y que Salgado se abstuviera de entablar más pláticas con Zapata o sus representantes, pues el general Pablo González se iba a trasladar enseguida a la ciudad de México e informar al presidente Venustiano Carranza sobre el particular; pero que él consideraba que debía aprovecharse la invitación que hacía Zapata para en la primera oportunidad matarlo.

Indíqué al general González, que no aceptaba esa proposición, ya que matar a Zapata a traición sería manchar mi nombre, el de mi familia y el del ejército. Le supliqué que se fijara en otro Jefe Militar para llevar a cabo ese plan.

El general González me ordenó regresar a Jonacatepec a esperar órdenes.

Cuatro días después, el general Pablo González me llamó a Cuautla y me indicó que había hablado largamente con el presidente de la República, tanto de la invitación que hiciera Zapata al capitán Salgado, como de la mía; que el señor presidente Carranza estuvo de acuerdo en que yo aceptara la invitación que me hacía Zapata, para que en la primera oportunidad lo matara; pues era necesario por cualquier medio lograr la pacificación completa del Estado de Morelos; que el presidente Carranza había autorizado una gratificación de $100,000.00 y ascenso al grado inmediato para mí; $50,000.00 para el capitán Salgado, su ascenso, así como una gratificación a toda la tropa y el ascenso a los oficiales que tomaran participación en la acción.

Reiteré al general Pablo González mi negativa de aceptar la comisión, pues no podría prestarme a una comisión de esa naturaleza y asesinar al jefe de la Revolución del Sur. Pedí al general González tropas suficientes para batir a Zapata y le supliqué nuevamente que no me obligara a proceder en la forma que se me ordenaba.

El general González dispuso me trasladara a Jonacatepec y que pensara detenidamente sobre el particular, ya que era una orden que debía cumplirse, disponiendo que transcurrida una semana regresara a Cuautla, esperando, para entonces, que yo aceptada la comisión. Regresé e insistí en mi negativa.

Para esta fecha el coronel Guajardo se hallaba arrestado en el cuartel por haber armado un escándalo.

El general González me ordenó fuera al cuartel donde se encontraba el coronel Guajardo arrestado y le indicara que deseaba hablar con él, pues que habiéndome negado a desempeñar la comisión, tenía la creencia de que el coronel la aceptaría y la desempeñaría con todo éxito.

Hablé con el coronel Guajardo y ambos nos trasladamos al cuartel general donde fuimos recibidos por Pablo González.

El general González dio a conocer al coronel Guajardo el plan que deseaba llevar a cabo para asesinar a Zapata, jefe de la Revolución del Sur. Guajardo escuchó con toda atención al general González y aceptó gustosamente la comisión que se le iba a conferir, abrigando la seguridad de poder matar a Zapata en el momento oportuno.

El general González me ordenó regresar a Jonacatepec, pues consideraba que el coronel Guajardo cumpliría la misión.

Esa misma noche Guajardo quedó en absoluta libertad y se dedicó a tomar copas con varios amigos, entre ellos con el general Jáuregui, general zapatista que se había rendido. El coronel Guajardo estuvo expresándose mal del Gobierno porque había sido arrestado, porque no se le guardaban las consideraciones que merecia.

Al día siguiente el general Jáuregui se reunió con Zapata y le informó lo que había escuchado del coronel Guajardo.

Zapata le envió una carta al coronel Guajardo indicándole que había tenido conocimiento del mal trato que recibía del Gobierno, invitándolo a que se uniera a la causa que él defendía. Le ofreció recibirlo con los brazos abiertos en el Ejército Libertador del Sur y que le conferiría el más alto cargo, haciéndolo jefe de las Operaciones en los Estados donde Zapata tenía elementos a sus órdenes.

Guajardo contestó a Zapata, por el mismo conducto del general Jáuregui, aceptando su ofrecimiento pues estaba muy disgustado por la forma como se le trataba.

Días después, Zapata pidió, por el mismo conducto, a Guajardo, le diera una demostración de sinceridad, y que encontrándose a la fecha en un destacamento en Chinameca el coronel Bárcenas con 400 hombres a su mando, elementos que pertenecieron a Zapata, que le entregara a Bárcenas y a sus 400 hombres, para castigarlos porque lo habían traicionado. Guajardo comunicó al general Pablo González los deseos de Zapata.

El coronel Bárcenas se encontraba fuera de la plaza de Cuautla y de las fuerzas de su mando, solamente había en Chinameca 60 hombres. Guajardo comunicó a Zapata que le era imposible cumplir sus deseos en virtud de que el coronel Bárcenas se encontraba en Cuautla. Que si era sufiicente la entrega de los 60 hombres que estaban en Chinameca, lo haría, habiéndole contestado Zapata que entonces me entregara a mí.

Con este motivo fui llamado a Cuautla; a mi llegada me mandó el general González al cuartel, dizque a recibir órdenes, pero al entrar al cuartel se me desarmó y con centinelas de vista se me detuvo durante 24 horas en que no me fue posible comunicarme con nadie. Al día siguiente, llegó Guajardo a verme con una caja de cervezas, diciéndome que me iba a invitar unas cervezas y que debíamos embriagarnos por última vez, ya que el general Zapata había pedido mi entrega y seguramente me iban a matar. Hice ver al coronel Guajardo que no había razón para que se me tratara así; Guajardo me explicó de la dificultad que había tenido con el coronel Bárcenas y por eso Zapata había solicitado mi entrega y que don Pablo González le había comunicado al presidente de la República los deseos de Zapata. Al día siguiente conseguí hacer llegar un recado al pagador del Regimiento, Manuel Rodríguez, pidiéndole se trasladara a México y le informara de lo acontecido a mi padre el coronel Jesús Ríos Zertuche y que tratara de comunicarse con el señor Carranza para que me dejara en libertad y no me entregara a Zapata.

Tan pronto como recibió mi padre el recado, se comunicó con el doctor José Ma. Rodríguez, entonces jefe de Salubridad y amigo personal del señor Carranza, quien en seguida logró informar al presidente Carranza de la situación en que me encontraba y de los deseos de mi padre para que se me pusiera en libertad. Carranza manifestó al doctor Rodríguez que indicara a mi padre, que era indispensable eliminar por cualquier medio a Zapata y que si para ello era necesario sacrificarme, que debía aceptar la situación.

El doctor José Ma. Rodríguez insistió en que fuera yo puesto en libertad, aduciendo que dos hermanos míos habían muerto en la Revolución y que mi padre también prestaba servicios al gobierno, así como mi hermano el doctor Daniel Ríos Zertuche; que los hermanos Ríos Zertuche procedíamos de una familia revolucionaria; que buscara otra forma para llevar a cabo el plan que deseaba consumar el general Pablo González. Ese mismo día Carranza ordenó mi libertad.

Al regresar yo a Cuautla, y enterado don Pablo González de las órdenes del Presidente, llamó al coronel Guajardo y le indicó que se comunicara con Zapata y le manifestara que no era posible acceder a sus deseos de entregarme; que fijara otra condición para así dejar satísfechos sus deseos y demostrarle su sinceridad.

Zapata pidió a Guajardo se le entregara a los 60 hombres que estaban en Chinameca y a sus oficiales y que se tomara la plaza de Jonacatepec donde me encontraba en tres escuadrones de mi regimiento, y que debía de incorporar al capitán Salgado, con el primer escuadrón a su mando, que se encontraba en Tlalyecac, quien ya estaba de acuerdo con unirse a Zapata.

La proposición de Zapata fue aprobada por el general Pablo González. Me llamó y ordenó que debía prepararme para evacuar la plaza, al ser atacado por Guajardo y sus fuerzas, después de resistir varias horas. El general González me manifestó que debía de haber muertos, tanto de la parte de Guajardo, como de las fuerzas a mi mando, para que Zapata se diera cuenta de la realidad de la defección del coronel Guajardo.

Testigos presenciales afirman que la trama fue tan bien urdida, que cuando atacó Guajardo, algunos de los soldados que defendían Jonacatepec, fueron provistos de cartuchos de salva, habiendo muerto algunos de ellos, sin que hubiera habido víctimas en las fuerzas de Guajardo.

Para infundir confianza al caudillo del sur, el coronel Jesús M. Guajardo, le dirigió, con fecha 1° de abril de 1919, la siguiente carta:

C. Jefe de la Revolución del Sur.
Don Emiliano Zapata.
Tepehuje.

Muy estimado Jefe:

Con satisfacción me he enterado de su extensa carta fechada hoy, y en debida contestación manifiesto a Ud. que con relación a sus instrucciones respecto a Bárcenas no ea posible dar cumplimiento para el jueves, por encontrarse éste en Cuautla llamado por Pablo González, encontrándose en ésta únicamente Ramón A. Gutiérrez, uno de sus jefes, como con cuarenta hombres.

Otro motivo principal, es el de tener en dicha Ciudad provisión por valor de $10,000.00 la que nos haría mucha falta, si ésta se perdiese, así como el cuartel general tiene un pedido de mi parte de veinte mil cartuchos; los que me entregarán del día seis al diez del presente mes, la provisión de referencia estará también para la misma fecha, en ésta.

Motivo de satisfacción es para mí afiliarme a la gran Causa Revolucionaria por la que usted ha luchado, así como los informes que he tenido de distintos jefes, de que soy hombre de convicciones y de ideas firmes, lo cual demostraré a usted con hechos.

Ya me encontraba en antecedentes que el Sr. Dr. Francisco Vázquez Gómez, trabaja activamente, para la unificación de todos los elementos revolucionarios que se encuentran en este país y en el extranjero, y que desean el mejoramiento de nuestro suelo patrio.

He tenido conocimiento de que los C. C. Generales Francisco Villa y Felipe Angeles, como otros, han obtenido brillantes triunfos en el Norte de nuestra República.

Una vez reunidos en nuestro poder los elementos a que hago referencia e hice en mi anterior, daremos el primer golpe a Bárcenas y seguiremos trabajando con éxito.

Me permito ofrecer a usted, desde luego, víveres; como artículos de primera necesidad u otros que pudieran hacerle falta, dejando a su respetable opinión la forma más conveniente para que lleguen a su poder. Hago de su conocimiento que diariamente mando una mulada con arrieros a Cuautla, por lo que le suplico se sirva si lo cree conveniente, ordene a los jefes que operan por esa región, no obstruccionen el paso a los individuos de referencia.

Sin más asunto que tratar por ahora, aprovecho la oportunidad para protestarle mi adhesión y respeto.

El coronel, Jesús Guajardo.

Zapata convino en entrevistarse con Guajardo en el pueblo de Tenancingo y le rogó llevara el mismo número de soldados que él: 30 solamente.

Un enviado de Zapata se presentó en el lugar indicado, con los 30 hombres, y en cambio Guajardo llegó con 600 de caballería y una ametralladora. De allí fue conducido a Chinameca, donde se encontraba el general Zapata. Este recibió a Guajardo con los honores debidos, creyendo Zapata en la buena fe de su huésped y que los 600 hombres que llevaba se incorporarían a las fuerzas del ejército libertador, según parte que rindió el mayor Salvador Reyes Avilés, secretario particular del jefe suriano.

El clarín tocó tres veces llamada de honor y al apagarse la última nota, al llegar el general en jefe al dintel de la puerta del local en que se alojaba, de la manera más alevosa, más cobarde y villana, a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar ni las pistolas, los soldados que presentaban armas descargaron dos veces sus fusiles y el general Zapata cayó para no levantarse más.

La opinión pública, y sobre todo el elemento revolucionario, recibió con indignación la noticia del asesinato de Zapata, pero aumentó la indignación cuando por acuerdo del presidente Carranza se premió a Guajardo con la cantidad de $50,000.00 y su ascenso a general brigadier, habiendo sido ascendidos también al grado inmediato todos los jefes y oficiales que tomaron parte en este crimen.

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