AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO QUINTO
LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA
LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL
Iniciación de la campaña presidencial. Figuraron como candidatos el general Alvaro Obregón, el general Pablo González y el ingeniero Ignacio Bonillas. Entrevista del periodista Rafael martínez rif-rif, al presidente Carranza. Manifiesto a la Nación del presidente de la República. Manifiesto que lanzó el general Obregón el día 1° de julio. Pacto de honor que propuso el general Gonzáles al general Obregón. Cónclave de gobernadores para lanzar la candidatura del ingeniero Bonillas. Atropellos y violaciones a la ley durante la campaña del general Obregón. Los partidos Liberal Constitucionalista, Cooperativista Nacional, Laborista Mexicano y la C.R.O.M. lanzan la candidatura del general Obregón.
Ya para fines de 1918, la inquietud de los elementos políticos que simpatizaban con los distintos candlaatos presidenciales, Obregón, González y otros, era manifiesta.
Era director del periódico El Demócrata, el viejo luchador y periodista don Rafael MartÍnez Ri~Rip, quien en entrevista que celebró con el señor Carranza, obtuvo de él las siguientes declaraciones:
- Señor Presidente: En mi calidad de periodista mexicano vengo a suplicar a usted me permita formularle algunas preguntas, quizá audaces, pero bien intencionadas: ¿Piensa usted en la reelección?
El señor Carranza, con el tono reposado que acostumbraba emplear contestó sin vacilación alguna.
- No pienso en reelegirme; ni admitiría la reelección, basándome en el principio constitucional que la ha abolido.
- Bien, señor presidente; así lo esperábamos de usted los revolucionarios. Pero quien como usted ha marcado toda una ruta a la política nacional, llevando a cabo la franca iniciación de una labor intensísima y altamente saludable, ha de anhelar, sin duda, que lo que ha conseguido, subsista, y que la marcha iniciada, continúe. ¿Cuáles son los deseos políticos de usted, a este respecto?
El señor Carranza contestó:
- Efectivamente, me he preocupado mucho del porvenir de México. No obstante las serias dificultades económicas que hemos tenido que soportar, el gobierno no deja contratado empréstito alguno extranjero, ni tampoco ha otorgado concesiones onerosas para el país. Al concluir el período para que fuí electo, llevaré esta satisfacción. Uno de mis mayores deseos es que quien me suceda como presidente, así proceda también.
- Creo yo -dijo Carranza- que no es hora ya de hablar de nuevas doctrinas y de proclamar nuevos principios, porque todo esto lo tenemos ya, sino de llevar a la práctica los ideales porque hemos luchado y los principios que forman nuestro modo de ser nacional. Con respecto a las próximas elecciones para presidente de la República, el gobierno que presido dará toda clase de garantías a los partidos y a los candidatos, y entregará el poder debidamente a quien sea electo por el pueblo mexicano.
Para calmar aquella inquietud, el presidente Carranza publicó el día 15 de enero de 1919, en el Diario Oficial y en los demás periódicos de la capital, el siguiente manifiesto:
Faltan todavía cerca de dos años para que deba renovarse el Poder Ejecutivo Federal, y sin embargo comienza ya a sentirse cierta efervescencia política con ese motivo.
La agitación política consiguiente a la renovación de Poderes es inevitable en todo país de régimen democrático, y en México, tarde o temprano, tendrá que producirse a causa de las próximas elecciones presidenciales. La efectividad del sufragio y la no reelección son los dos principios democráticos más firmemente establecidos ya, como una conquista de la Revolución, y el pueblo mexicano no debe abrigar para el futuro ninguna ansiedad ni duda de que esos principios se respeten y se cumplan.
Por mi parte, como jefe del Poder Ejecutivo, no puedo menos de mirar como legítimos y justos todos los trabajos encaminados a preparar la próxima lucha electoral, pues mientras más efectiva y más consciente sea la participación de los ciudadanos en ella, mayores garantías tendrá la Nación de verse gobernada por hombres idóneos, que representan realmente la voluntad del pueblo.
Por lo que a mí hace, creo haber cumplido con mis deberes hacia la Patria, trabajando como lo he hecho desde el principio del movimiento democrático de 1910, encabezando más tarde la Revolución Constitucionalista, y continuando la lucha hasta el restablecimiento del régimen constitucional. Creo, pues, tener el derecho de retirarme a la vida privada, cuando concluya el presente período presidencíal, para el cual fui electo por mis conciudadanos.
Pero, entretanto, tengo el deber hacia el Partido Constitucionalista, de no abandonar anticipadamente las responsabilidades que con él he contraído, y hacia el país entero tengo la obligación de permanecer en mi puesto como verdadero jefe de Estado, y continuar mis labores administrativas hasta el último instante del actual período presidencial ...
La agitación política electoral, inevitable en todo régimen democrático, asume, sin embargo, caracteres especiales en un país como México, donde aún no tenemos ni suficiente educación ni bastante experiencia democrática, y en que apenas comenzamos a recuperarnos del sacudimiento revolucionario que ha conmovido a nuestra Patria.
Un prolongado período de efervescencia política, con motivo de elecciones presidenciales, o una prematura anticipación en los trabajos electorales, dada la situacíón en que se encuentra México, traerían serios peligros para la consolidación de la obra revolucionaria, para la cohesión del Partido Constitucionalista y para la regularidad del funcionamiento administrativo.
Es, pues, un deber del pueblo mexicano y de sus gobernantes, procurar reducir al mínimo los efectos de la efervescencia política, facilitando el desarrollo de la campaña electoral, al mismo tiempo que acortando el período de agitación que debe preceder a la resolución final de los comicios y a la transmisión del mando, a fin de que, siendo esa agitación lo más corta y la campaña electoral lo más rápida posible, no se produzcan nuevas complicaciones políticas, ni se entorpezca el funcíonamiento de la administración pública.
La división de un partido político triunfante en dos o más ramas, es un fenómeno natural e inevitable, y tendrá necesariamente que efectuarse más tarde, dividiéndose el Partido COnstitucionalista en varios grupos, según cada uno de ellos entienda los problemas nacionales. Pero con motivo de una campaña electoral, pueden también surgir divisiones prematuras en el seno de un partido, y desgraciadamente la experiencia nos ha mostrado que en México esas divisiones muchas veces toman caracteres más profundos, y acaban por ser definitivas y por desintegrar un partido, antes de que éste haya consolidado definitivamente los principios para que fue constituido.
Si las reformas proclamadas por la Revolución Constitucionalista estuvieran ya definitiva e irrevocablemente consolidadas, la división del Partido Constitucionalista no solamente no sería perjudicial, sino que sería necesaria para el mejor funcionamiento de las instituciones políticas y democráticas. Debemos, sin embargo, tener presente que aún existe un enemigo fuerte, rico y organizado, que todavía no se ha dado por vencido en la lucha, y que considera posible una reacción contra la obra de la Revolución. No me refiero a las bandas armadas, cuya acción es insigníficante por lo que hace a los principios políticos, y cuya única labor consiste en mantenerse entregadas a actos hostiles. no tanto contra el gobierno, a quien dicen combatir, como contra la vida y propiedades de los particulares, a quienes hacen sus víctimas. Me refiero a ciertos mexicanos descontentos, que, habiendo sido vencidos en el interior, han establecido en el exterior sus centros de conspiración, utilizando para luchar contra el Partido y contra el Gobierno Constitucionalista elementos esencialmente extraños y amparándose especialmente a la sombra de intereses extranjeros poderosos, que pretenden una reacción contra el régimen actual. La situación de México es extraordinariamente semejante a la que tuvo el gobierno liberal de Juárez en 1860.
Esos elementos que francamente pretenden la derogación de la Constitución de 1917 y de todos los principios incluidos en ella, son en realidad un enemigo frente al cual el Partido Constitucionalista no debe retirarse, creyendo que ya no existe, sino QUe, por el contrario, debe continuar combatiéndolo, y especialmente en ocasión de la lucha presidencial, debe esperar verlo reaparecer, organizado y con elementos económicos para la lucha, ya sea presentando francamente un candidato en las próximas elecciones, ya aliándose a aquel de los grupos en que el Partido Constitucionalista tendrá que dividirse, y con el cual considere tener más afinidad.
Por otra parte, los principios de la Revolución Constitucionalista están conquistados ya, y han sido inscritos en la Constitución de 1917; pero no se encuentran todavia suficientemente consolidados, sino que falta desarrollarlos en las leyes orgánicas respectivas y hallar las fórmulas prácticas y prudentes de aplicación, para que puedan subsistir. Es. por lo tanto, un deber de todos los miembros del Partido Constitucionalista, que han luchado por esos principios, no disgregarse ni dividirse, ni perder de vista los ideales por lo que se ha luchado, antes de estar seguros de que la obra de la Revolución no corre ya ningún peligro de verse deshecha nuevamente por el enemigo.
Es, pues, preciso mantener la mayor unión que sea posible entre los elementos que hasta ahora han ayudado con todo patriotismo y perseverancia. La demasiada anticipación para iniciar trabajos electorales, tendria que producir un relajamiento en los lazos que unen a los miembros del Partido Constitucionalista que colaboran con el gobierno, mermándole, por consiguiente, fuerza política y elementos de acción para continuar el trabajo de consolidación de los principios revolucionarios.
La difícil situación internacional en que se encuentra el mundo entero, no ha llegado aún a una solución definitiva, y así como todos los países que tomaron parte en la contienda mundial no han creído conveniente deponer las armas, ni aún siquiera abandonar algunas de las medidas de prudencia a que la guerra los obligó, así también el gobierno Constitucionalista, que durante esta contienda, con la aprobación general del pueblo mexicano, consideró conveniente asumir una actitud neutral, debe continuar todavía con la suficiente cohesión para perseverar en esa actitud de nacionalismo, hasta tanto que no hayan tenido una solución final los graves y trascendentales problemas que en los momentos actuales se discuten entre las naciones beligerantes.
En esta situación y mientras las cuestiones internacionales sigan todavía preocupando tan hondamente la opinión pública de todos los países del mundo, y la de México en particular, debemos poner todos nuestros esfuerzos y nuestra buena voluntad, para que en la próxima contienda electoral no hagan sentir su influencia factores de orden internacional o de carácter extraño a nuestro país, pues esto echaría una gran responsabilidad sobre los partidos contendientes, y dejaría una mancha en la reputación de quienes acudieron a influencias exteriores para la resolución de un problema tan indiscutiblemente nuestro, como es la elección de un nuevo mandatario que rija los destinos de nuestro país.
Desde el punto de vista gubernamental, una demasiada anticipación en la campaña electoral tiene que producir serias perturbaciones en la administración pública, supuesto que el gobierno se vería privado por largo tiempo de los servicios de algunos de sus más valiosos colaboradores, que tal vez tuvieran que dedicarse por completo a sus labores electorales. Por lo que hace a la generalidad de los empleados y funcionarios públicos que ahora coadyuvan con el gobierno, que necesariamente deben tener su libertad de criterio en la cuestión presidencial y cuyas opiniones y derechos políticos deben respetarse, si se vieran en el caso de declarar anticipadamente sus opiniones, simpatías o tendencias, darían lugar a que se entorpecieran las funciones del gobierno, y, sobre todo, a que comenzaran injustas suposiciones de parcialidad del Poder Ejecutivo, imputación que ha sido siempre costumbre hacer al jefe del Estado por uno y otro, si no es que por todos los grupos que contienden en una campaña electoral.
Los efectos de la efervescencia política electoral demasiado anticipada, tendrían que hacerse sentir, no solamente entre los miembros, funcionarios y empleados del Poder Ejecutivo, debilitando la acción de éste, sino que ya comienzan a trascender al funcionamiento del Poder Judicial y afectar las relaciones entre los tres poderes.
La ingerencia que conforme a la nueva Constitución y a las nuevas leyes electorales, debe tener el Poder Legislativo en la calificación final de las elecciones, es causa de que desde los momentos actuales se sienta ya una seria perturbación en el funcionamiento del Poder Legislativo, el cual, involuntaria o inconscientemente, deja absorber casi toda su atención y embargar una gran parte de sus energías en un trabajo de constitución y reconstitución de los diversos grupos políticos que en el seno del Congreso, tienen que formarse, y que, naturalmente, esperan más tarde hacer sentir su influencia en el resultado de las elecciones presidenciales.
Igual tendría que suceder en el seno del Poder Judicial, originándose de esto dificultades en las buenas relaciones que deben existir siempre entre los tres Poderes, con perjuicios de la marcha de la Administración Pública. y cuando se piense que un fenómeno semejante de perturbación de las actividades gubernamentales tendría que producirse en cada uno de los Poderes de cada uno de los Estados de la República, se comprenderá la verdadera importancia de la cuestión.
Fuera ya de las esferas administrativas, la demasiada anticipación de la lucha electoral es causa de que los ciudadanos, y especialmente los hombres de cierto prestigio político en sus respectivas regiones, contraigan compromisos prematuros, antes de haber tenido tiempo de reflexionar suficientemente, viéndose en el caso de que, sin haber formado todavía su criterio respecto de los posibles candidatos, están obligados a declarar sus preferencias por algunos de los ya conocidos, viéndose de esa manera cohibidos para afiliarse a nuevos candidatos, o para rectificar su opinión cuando se conozcan los programas políticos de los diversos partidos contendientes.
La división que naturalmente debe efectuarse en el seno del Partido Constitucionalista con motivo de la próxima campaña electoral, debería ser sólo una división transitoria, si es que está basada únicamente en las simpatías o en la confianza que merezca uno de los candidatos que vayan surgiendo; pero debería ser una división natural, si ésta se efectuara según los principios que deban adoptarse para el Gobierno futuro de la República.
Es de desearse que la próxima lucha electoral se efectúe exclusivamente entre candidatos de principios constitucionalistas revolucionarios bien definidos, y no es de esperarse que surjan candidatos francamente reaccionarios, aún cuando existen ya indicios de que no sería difícil que los elementos reaccionarios, enemigos de la Revolución Constitucionalista, pretendieran tornar una parte importante de la lucha electoral, adhiriéndose a aquel de los candidatos constitucionalistas con quien creyeran encontrar más fácil acogida.
Es pues, por lo tanto, esencial e importante, que en la lucha democrática que va a entablarse con motivo de las próximas elecciones presidenciales, estén bien deslindados los campos políticos, y, por consiguiente, es indispensable una verdadera preparación, para que la discusión de los programas, y aún el desarrollo de los acontecimientos, puedan precisar los campos en que tenga que dividirse el Partido Constitucionalista, según el criterio que cada uno de ellos adopte para la resolución de los problemas nacionales.
Las naturales consecuencias de la agitación electoral serán menos graves, y la campaña más fácil, si la división que debe efectuarse en el seno del Partido Constitucionalista no se hace únicamente partiendo de las simpatías o prestigio de que gocen los candidatos, sino basándose en el programa político de que cada uno de ellos pueda presentar, y en el cual programa deberán, necesariamente, manifestar, con entera franqueza, cuál es su opinión acerca de los principales problemas que afectan el porvenir de nuestra Patria; nuestros problemas internacionales, cuya solución es de tanta trascendencia para la suerte de nuestro país; nuestros problemas religiosos, educativos, agrarios, financieros, militares y especialmente todos los relativos al trabajo y al desarrollo económico de nuestras riquezas y conservación de los recursos naturales del país.
Por todas las anteriores consideraciones, en mi carácter de encargado del Poder Ejecutivo y corno jefe temporal del Partido Constitucionalista, creo necesario llamar la atención de mis conciudadanos sobre la conveniencia de que se aplacen o pospongan los trabajos electorales para la próxima campaña presidencial por un poco de tiempo, siquiera sea hasta fines del corriente año.
Hago, pues, un llamamiento en particular a los candidatos presidenciales que puedan surgir, para que pospongan su aceptación y el principio de sus trabajos electorales, hasta estar seguros de que su designación significa realmente un principio de voluntad popular y no deriva de meras simpatías de sus amigos personales, y, sobre todo, hasta que hayan tenido ocasión de reflexionar y hacer conocer públicamente a sus conciudadanos, los principios de gobierno que en su concepto deban adoptarse para lo sucesivo.
Hago un llamamiento a los funcionarios y empleados públicos, tanto del Poder Ejecutivo como de los Poderes Legislativo y Judicial Federales, a los de los gobiernos de los Estados, a los militares en servicio, y, en general, a todos los que han sido colaboradores en la obra de la Revolución, para que se abstengan por ahora de comenzar actividades políticas con propósitos de tomar participación en la próxima contienda electoral, a fin de que sus actividades sean completamente aprovechadas, en las importantes funciones que les están encomendadas, y no se vean entorpecidas esas actividades por sus opiniones políticas.
Y, en general, hago un llamamiento a todo el pueblo mexicano, para que espere todavia que el transcurso del tiempo, el desarrollo de los acontecimientos, la discusión politica y la exposición de los programas de los candidatos, precisen mejor la situación politica del pais, dando asi lugar a que surjan todos los candidatos que realmente puedan contar con la voluntad de una considerable porción del pueblo mexicano, y sobre todo, hasta que los mencionados candidatos definan con toda franqueza los principios políticos y de gobierno que crean necesario seguir para la mejor administración de la República y el mayor bienestar de la Patria.
México 15 de enero de 1919.
V. CARRANZA.
Rúbrica.
Dicho manifiesto fue interpretado por los partidarios de los generales Obregón y González como una hábil maniobra para detener la inquietud que se notaba ya en todo el país, que deseaba un cambio de gobierno.
Y más que el deseo de controlar la inquietud que se manifestaba ya apasionada, se dejaba ver en el manifiesto el propósito de pensar en alguna personalidad nueva, que francamente representara los intereses del grupo gobernante. y en efecto, se pensó en el señor ingeniero don Ignacio Bonillas, embajador de México en Washington, para presentarlo como candidato a pretexto de que era necesario iniciar desde aquella época el civilismo en México.
Como los ataques del pequeño grupo carrancista a que me he referido anteriormente se multiplicaban en contra del general Obregón y del general Pablo González, se daba a entender claramente que ninguno de estos hombres satisfacía los deseos del señor Carranza.
Y a fin de evitar desorientación entre sus partidarios, que eran la inmensa mayoría de la Nación. el general Obregón lanzó un manifiesto, en Nogales, Sonora, el día 1° de julio de 1919.
Con este acto prácticamente iniciaba su campaña presidencial. Dicho manifiesto dice así:
Dos años hace que el orden constitucional fue devuelto a la Nación, restaurándose con ese acto todos los derechos que nos habían sido arrebatados por la usurpación, y quise ser uno de los primeros en disfrutar de ellos; ya que significan el triunfo más legitimo conquistado con el sacrificio de todos nuestros compañeros muertos en la lucha, y renuncié de la manera más espontánea a los arreos de soldado a que tuve que sujetarme por varios años por un mandato del deber, cuando éste nos exigió recobrar con las armas en la mano lo que con las armas en la mano nos había sido arrebatado en aquellas memorables jornadas de la Decena Trágica, cuando se creía que habían desaparecido para siempre los benditos fueros que supieron comprar con su sangre nuestros ilustres antepasados para legárnoslos como herencia de civismo.
Dos años hace apenas que vivo dentro del más legítimo bienestar, y ya tengo que abrir un paréntesis de zozobra, responsabilidades y peligros, para no romper los vínculos que al deber me unen.
Para fijar el lugar que me corresponde necesito hacer una investigación minuciosa de las causas que originan el malestar que se está dejando sentir y las zozobras que despierta la próxima campaña electoral en que el pueblo debe designar al sucesor del actual presidente de la República.
ESTUDIO SOBRE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Dos son los puntos capitales que hay que conocer y son:
1. Cuál es la situación política del país.
2. Cuáles son las causas que originan el malestar que se deja sentir cada día más y el que toca los linderos de la angustia.
¿CUANTOS PARTIDOS POLÍTICOS HAY ACTUALMENTE EN EL PAÍS Y CUÁLES SON SUS TENDENCIAS?
Partidos políticos hay sólo uno en actividad y sus tendencias son avanzadas, pero está dividido en infinidad de grupos, que varían entre sí solamente en detalles, que más bien pueden considerarse como variantes que obedecen al carácter de sus organizadores.
¿CUÁNTOS PARTIDOS POLÍTICOS HAN EXISTIDO EN EL PAIS?
Solamente dos: Partido Conservador y Partido Liberal, con tendencias diametralmente opuestas.
¿CÓMO QUEDARON DESLINDADOS ESOS DOS PARTIDOS POLÍTICOS?
Desde que en nuestro país se inició el primer movimiento libertario, quedó dividida la familia mexicana en dos partidos politicos, formado uno por los opresores y otro por los oprimidos, tomando los primeros el nombre de conservadores y los segundos el de liberales.
El primero lo integraron los grandes acaudalados, el alto clero y los extranjeros privilegiados, y el segundo todas las clases trabajadoras: jGrnaleros, Gbreros, profesionales, agricultores, ganaderos e industriales en pequeño, cGnstituyendo este último grupo, una verdadera maYoría de la familia mexicana, cuya fuerza ha quedado plenamente demostrada en las contiendas armadas, de las que ha salido invariablemente victorioso, no obstante las desventajas en que se ha encGntrado siempre al iniciarse la lucha.
¿QUE OTROS ELEMENTOS HAN REFORZADO AL PARTIDO CONSERVADOR?
En loS mGvimientos posteriores al de Independencia, el Partido Conservador se ha visto reforzado por caudillos del Partido Liberal que han prostituido su prestigio, cegados por una ambición o en defensa de fortunas ilícitas, y éstos han sido generalmente utilizados por el Partido Conservador, como vehículos para hacerse conducir hasta el poder. Este tipo de neo-conservadores ha significado en todas las épocas el escollo más serio para la realización de los principios liberales.
¿POR QUÉ SIEMPRE TRIUNFA EL PARTIDO LIBERAL EN LAS LUCHAS ARMADAS?
Porque el Partido Liberal está integrado por una gran mayoría del pueblo, y cuenta, por lo tanto, con la inmensa fuerza que da la opinión pública.
¿POR QUÉ EL PARTIDO CONSERVADOR, EN EL CUAL SEÑALÉ A LOS EXTRANJEROS PRIVILEGIADOS, BUSCA SIEMPRE, POR CONDUCTO DE ÉSTOS, EL APOYO DE SUS RESPECTIVOS GOBIERNOS, HACIENDO ASÍ ODIOSA SU CAUSA ANTE LA CONCIENCIA NACINAL, DANDO FUERZA AL ENEMIGO CON EL AMAGO EXTERIOR QUE LES PRESENTA?
Porque los componentes del Partido Conservador, con muy raras excepciones, no son elementos de combate y encaminan todos sus esfuerzos a la defensa de sus intereses materiales, revistiéndose de una aparente neutralidad, que dista mucho de ser cierta, y su labor resulta deficiente porque se concreta únicamente a comprar prestigio y pagar puñales, ignorando quizás que el prestigio que se vende deja de ser prestigio, y que el puñal que se paga sirve sólo para aumentar el número de los mártires y que éstos han significado siempre el mejor combustible para inflamar la hoguera de las iras populares.
Así van acumulando desaciertos hasta labrar su propio desastre, después de haber sido explotados por los falsos caudillos que les alquilan sus espadas.
¡POR QUÉ FRACASA EL PARTIDO LIBERAL EN LAS CONTIENDAS POLÍTICAS QUE SIGUEN A SUS VICTORIAS ARMADAS, A PESAR DE QUE ESTE PARTIDO SIGNIFICA UNA GRAN MAYORÍA EN EL PAÍS?
Porque al iniciarse la lucha política se hace ésta siempre dentro del mismo partido, y se desintegra, produciéndose divisiones que revisten dos aspectos: generales y locales; debiéndose considerar como las primeras, las que se producen en todo el país y cuyo número lo determina siempre el número de caudillos que al concluír la lucha armada son señalados como presidenciables; en tanto que las segundas se producen con idéntico aspecto dentro de cada Estado.
Por el desprestigio que algunos caudillos, muy especialmente dentro de los de alto relieve, conquistan para su partido al apartarse del camino que señalan los principios, para seguir los que conducen a la opulencia y al poder, aprovechándose del prestigio conquistado con el esfuerzo colectivo para improvisar fortunas y cometer desmanes: actos que, para bien de nuestra patria, son condenados por la opinión pública.
Porque los caudillos que ya dejé señalados en el párrafo anterior, huérfanos ya de prestigio y distanciados de la gran mayoría de sus compañeros que les dieran nombre ilustre con su esfuerzo, olvidados de los compromisos contraídos con la gran familia anónima de combatientes, se convierten en vehículos de la Reacción, y permiten que sobre su desprestigio cabalgue cómodamente el Partido Conservador hasta invadir todos los poderes de la Nación.
¿CUÁL ES ACTUALMENTE LA SITUCIÓN DEL PARTIDO LIBERAL?
Desastrosa.
El Partido Liberal está prácticamente desintegrado porque se han repetido en esta vez todos los fenómenos que he dejado señalados como factores determinantes de sus anteriores fracasos: las divisiones se han producido en todos sus aspectos, degenerando en muchos Estados de la República, en divisiones políticas y en contiendas armadas.
Vemos también con profundo desconsuelo cómo muchos de los hombres de más relieve dentro del orden militar y del orden civil, han desvirtuado completamente las tendencias del movimiento revolucionario, dedicando todas sus actividades a improvisar fortunas, alquilando plumas que los absuelvan falsamente en nombre de la opinión pública.
¿CUÁL SERÍA LA SITUACIÓN DEL PARTIDO LIBERAL SI EL CONSERVADOR, PRESIDIDO POR EL GRUPO DE CAUDILLOS SEÑALADOS EN EL PÁRRAFO ANTERIOR, LLEVARA AL PODER SUPREMO DE LA NACIÓN A UNO DE ÉSTOS?
Insostenible.
Porque el Partido Liberal, desintegrado como está, se vería abandonado de un gran número de los que hoy se hacen llamar sus directores, que están ya distanciados de él y que tendrían necesariamente que incorporarse al poder para salvaguardar sus intereses, dejando en pie para los grupos dispersos del partido y para los jefes militares que no han violado los fueros del honor y que han resistido las tentaciones del oro de fácil adquisición, la más amarga de las disyuntivas: sumarse en las listas de los escépticos, retirándose a sus casas, donde una muerte misteriosa podría sorprenderlos, o empuñar de nuevo el fusil y encender una vez más la guerra civil, que sería, sin duda, la más sangrienta porque revestiría un aspecto vengador, poniendo en peligro millares de vidas, inmensos intereses y quizá la nacionalidad misma.
¿CUÁL SERÍA LA SITUCIÓN DEL EJÉRCITO SI UN NEO-CONSERVADOR LLEGARA AL PODER SUPREMO DE LA NACIÓN, ASESORADO POR EL PARTIDO CONSERVADOR, VENCIDO EN LOS CAMPOS DE BATALLA POR ESE MISMO EJÉRCITO?
El ejército quedaría supeditado, sin ningún género de duda, a los jefes que llevan inscrito como supremo anhelo en sus banderas y que lo cumplirán con devoción, el lema de poder y riqueza, y al ejército le querrían dar el papel de verdugo para acallar la opinión pública, colocándolo entre la ordenanza y la conciencia. entre el deber del soldado y la dignidad del ciudadano, como verdugo al servicio del tirano o la víctima del honor, estableciendo un escándalo de ignominia, donde los grados serían determinados por ella.
¿CUÁL SERÍA EL PORVENIR HISTÓRICO DE LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA Y DE SU PRIMER JEFE, SI EL PARTIDO CONSERVADOR LOGRARA CON LA COMPLICIDAD DE LOS JEFES QUE HE DEJADO SEÑALADOS, CONTROLAR EL PODER SUPREMO DE LA NACIÓN Y DESTRUIR LA OBRA REVOLUCIONARIA EN SU NACIENTE LEGISLACIÓN?
Fatal.
Existe la creencia general de que el primer Jefe del Ejército Constitucionalista observó algunas tolerancias con los jefes militares, especialmente en aquellos actos de medro personal, porque creía que el único objeto durante la lucha, era el derrocamiento por medio de la fuerza armada del usurpador Victoriano Huerta, primero, y someter al infidente Francisco Villa, después, dejando los actos de moralización y corrección para llevarlos a la práctica después de establecido el Gobierno Constitucional y cuando contara ya con mayor suma de autoridad.
Posteriormente se ha creído que los actos de corrección han sido aplazados debido a las difíciles condiciones que ha tenido que atravesar el gobierno, dejándolos para que sean más fácilmente ejecutados por un sucesor que no tenga compromisos políticos que lo detengan.
Pero si al fin esos hombres resultan no solamente impunes, sino adueñados del poder y cubriendo la vanguardia del Partido Conservador que combatió la Revolución, destruirán los frutos que aún es tiempo de cosechar, de la buena simiente que la Revolución sembró y que ha sido regada con torrentes de sangre anónima, y entonces una justa protesta de indignación brotará de toda la República contra los directores de un movimiento armado que ensangrentó y desoló al país por muchos años, que dislocó todo el orden de cosas para producir, como único y amargo fruto, un grupo de ambiciosos que se adueñan del poder y de las riquezas de la Nación.
¿CUÁLES SON LAS CAUSAS DE LAS INCERTIDUMBRES Y ZOZOBRAS QUE INVADEN ACTUALMENTE AL PAIS?
Hay un fundado temor de que los intereses materiales acumulados durante la Revolución por los Jefes poco escrupulosos, signifiquen una barrera infranqueable para la implantación de los principios avanzados proclamados durante la lucha, y muy especialmente el que ha servido de base fundamental y que consiste en la efectividad del sufragio.
Hay además, en la gran mayoría, el legítimo deseo de verse libre de toda tutela oficial a la hora del sufragio, tutela que ha significado en nuestro país, según lo demuestra la amarga experiencia histórica, la guillotina de todas las libertades públicas. A este deseo tan legítimo se le está dando ya torcida interpretación y hay periódicos y encargados de decir que es la obra de la Reacción que pretende arrebatar el poder a los caudillos.
Después de hacer las observaciones anteriores, el criterio se orienta llegando a las siguientes conclusiones:
I. Hay gran ansiedad en todo el país, porque se teme fundadamente que la libertad del sufragio, principio que ha servido de eje cardinal al movimiento armado, se vea entorpecido por la barrera que le presentarán los intereses materiales acumulados durante el período revolucionario por muchos de sus principales caudillos directores.
II. Hay el temor bien fundado de que un fracaso político del Partido Liberal dé al Conservador la oportunidad de destruir las incipientes reformas, de las cuales se cuenta una mayoría que no se ha llevado a la práctica y que signifique el ansiado fruto del movimiento revolucionario, desde su iniciación por el apóstol Francisco I. Madero, a su continuación por el ciudadano Venustiano Carranza. Un triunfo del Partido Conservador, pondría en peligro a todos los miembros del ejército que no han empañado sus espadas con el vaho de la ambición, ni declinado sus laureles al peso del oro que envilece.
III. Hay gran ansiedad también porque se considera la paz en peligro si el pueblo ve defraudar sus anhelos supremos, que han sido durante la lucha su único lenitivo, para atenuar sus dolores y sus miserias.
IV. El Partido Liberal, a cuya custodia ha estado siempre la dignidad nacional, por haber sido el único que la ha defendido, noblemente con su sangre cuando se ha visto amagada por ejércitos extranjeros atraídos por el despecho del Partido Conservador, está en peligro porque unos cuantos de sus llamados directores han desvirtuado sus principios y desertado de sus filas.
V. El único obstáculo para la implantación de los principios avanzados que proclamó y defendió con tanto sacrificio el Partido Liberal durante la pasada lucha, lo constituyeron los intereses materiales creados en la Revolución.
VI. Están en peligro nuestros fueros de ciudadanos.
VII. Está en peligro la personalidad histórica del primer Jefe del Ejército Constitucionalista; si su obra, a pesar de las indiscutibles energías y. atingencia conque venció los mayores escollos para llevarla a cabo, resulta infecunda y viene a ofrecer solamente, como amargo fruto, el resultado funesto de todas nuestras revoluciones anteriores: No permitir al país librarse de sus libertadores.
MEDIOS DE CONJURAR EL PELIGRO Y PONER AL PARTIDO LIBERAL EN CONDICIONES DE OBTENER VICTORIA POLÍTICA
I. Dar al Partido Conservador una franca oportunidad para que figure en la contienda, dentro del amplio margen que dan nuestras leyes liberales para toda lucha política, sin que tenga que disfrazarse con la máscara de la Revolucíón, presentando su programa de retroceso y de opresión, y no con un programa rentado por algún neo-conservador.
II. Poner los medios de que cada miembro del Partido Liberal pueda actuar a su propia iniciativa, sin tener que sujetarse a los compromisos contraídos por sus directores, eliminando así a los que se han apartado del camino que marca el deber.
III. Iniciar una nueva organización, para que todos los ciudadanos de la República puedan emitir su voto sin necesidad de incorporarse a ninguno de los grupos que actualmente actúa en el escenario político, muchos de los cuales están organizados con elementos oficiales cuya independencia tiene que ser muy relativa.
Que den la voz de presente ante la opinión pública.
Al principio anuncié que no tomaría en cuenta hombres ni nombres para estudiar la actual situación política del país, al hablar de los revolucionarios que han convertido en medro personal el triunfo del Partido Liberal, porque quiero dejar a ellos la tarea de dar la voz de presente cuando les pase lista la opinión pública después de leer este manifiesto.
ROMPE LOS VINCULOS DE LA TRANQUILIDAD Y EL BIENESTAR. ABRE UN PARENTESIS DE ZOZOBRAS, RESPONSABILIDADES Y PELIGROS
Consciente de los peligros que he dejado señalados y que amagan de muerte a nuestros fueros de ciudadanos, que significan los principios más caros para todos los que sabemos estimar tan honroso título, rompo los vínculos de la tranquilidad y el bienestar y abro un paréntesis de zozobras, responsabilidades y peligros, para ofrecer a mis conciudadanos todas mis energías y toda mi buena voluntad, si ellos creen que este contingente puede significar en estos momentos un factor de unión para todos los buenos ciudadanos, que sin relajamientos políticos ni relajamientos morales, quieran unificar su esfuerzo en defensa de los intereses nacionales.
¿POR QUÉ NO HE PERMITIDO QUE LA OPOSICIÓN LANCE MI CANDIDATURA NO OBSTANTE LAS REPETIDAS INSINUACIONES QUE DE ELLA HE RECIBIDO?
I. Porque no quiero incurrir en el cargo más serio que hago a los jefes que por ambición o lucro se convierten en vehículos del Partido Conservador.
II. Por estar seguro de que, no obstante de que entre la oposición hay un buen número de revolucionarios de buena cepa que han tenido que distanciarse de la administración por haber señalado con energía algunos actos reprobables: de los altos mandatarios, predominan los elementos despechados e indiferentes; comparsa que estoy muy lejos de querer presidir.
Un camino que rompe todas las fórmulas y los moldes políticos.
Voy entonces a seguir un camino que no tenga los inconvenientes que dejo señalados en los dos que he desechado, rompiendo todas las fórmulas y moldes políticos usados hasta hoy; un camino nuevo, que si es el más azaroso y el que más remoto presenta el triunfo, es, en cambio, el único que no mengua mi moralidad política, y el que colocaría en condiciones de saber con más claridad cuál es el sentir general con respecto a mi candidatura.
Prefiero una y mil veces fracasar antes de llegar al poder, que fracasar después de haber llegado, ya que en el primer caso en nada se menguaría mi dignidad, y tengo la seguridad de que en un futuro no lejano me justificaría; mientras que en el segundo mi fracaso sería definitivo y de lamentables consecuencias para la nación.
A LAS AUTORIDADES Y MIEMBROS DEL EJÉRCITO QUE SE ADHIERAN
Quiero suplicar a las autoridades y miembros del ejército que se adhieran a este manifiesto, se abstengan en lo absoluto de usar su investidura para hacer presión en el ánimo de los ciudadanos que sean adversos a él, porque lo primero que exigiré a los que quieran llamarse partidarios mios será el más completo respeto a los derechos de los demás.
A las agrupaciones políticas y a los ciudadanos que me han ofrecido su apoyo en la próxima campaña electoral.
Quiero decirles desde este manifiesto que acepto y agradezco su ofrecimiento, si después de leer este manifiesto, ratifican su adhesión, y les suplico solamente procuren seguir las instrucciones contenidas en párrafos anteriores.
A la prensa de la capital y de los Estados que no tengan ligas con los afectados en este manifiesto:
Les suplico de la manera más atenta que publiquen este manifiesto, por algunos días consecutivamente.
Todos y cada uno de los ciudadanos de la República debemos darnos cuenta de que en la presente lucha electoral se jugarán los más caros intereses de la nación.
El triunfo del Partido Liberal significará el afianzamiento de los principios avanzados proclamados por la Revolución y que tienen que regir al mundo, cuyas tendencias no podrán ser contenidas con el dique que los intereses materiales pretenden oponerles.
Todos, pues, debemos actuar. No debemos contribuir con nuestra criminal indiferencia a un desastre nacional. Todos debemos actuar, lo repito, consecuentemente con nuestros credos políticos. Yo no exijo, que todos aplaudan y se adhieran a este manífiesto, no, señores, tengo un espíritu ampliamente liberal para querer que todos piensen lo mismo. Lo que yo encarezco es que entren en acción, los adversos a combatir con todas sus energías y todos sus recursos; los simpatizadores a defenderlo y sostenerlo con todos sus recursos y todas sus energías también.
No debemos perder de vista que solamente una acción política decisiva resolverá el actual problema nacional; sin ella quedará en pie y las consecuencias serían desastrosas, como nos lo demuestra nuestro pasado lleno de amargas enseñanzas.
Es tiempo de actuar, el momento es solemne. El futuro de nuestra patria quedará resuelto en la próxima contienda electoral.
Encontrándose aún el general Obregón en el Estado de Sonora, recibió, fechada el día 25 de junio de 1919, la siguiente carta del señor general don Pablo González, candidato también a la presidencia de la República:
Estimado compañero y amigo:
El Partido Antirreeleccionista, agrupación política de principios y de funcionamiento nacionales al que me honro en pertenecer desde el año de 1909 en que quedó constituido y cuyo centro directivo, establecido en la ciudad de México no ha cesado de actuar en la política nacional, celebró un pacto de unión con el Partido Liberal Independiente, del Estado de México, El Gran Partido Progresista y el Partido Laborista que tienen sus centros directivos en el Distrito Federal a efecto de concertar sus elementos y disciplinar sus actividades en la próxima campaña electoral. Estas agrupaciones coaligadas y algunas otras que comienzan a formarse en la ciudad de México y en los Estados con el propósito de coadyuvar con el Partido Anti-Reeleccionista en los trabajos electorales, se han dirigido a mí, manifestándome su resolución de postularme como su candidato a la presidencia de la República, después de ponernos de acuerdo en el programa de gobierno que me comprometa a desarrollar en el caso de triunfo en los comicios; usted por su parte, aceptó ya ser postulado como candidato a la presidencia y desde luego dio publicidad a su manifiesto político. Ahora bien, como de aceptar el ofrecimiento que se me hace, quedaría colocado frente a usted y tendríamos que luchar en demanda del voto de nuestros ciudadanos, considero indispensable, como un acto previo a mi aceptación, dirigirme a usted en carta abierta para hacerle una proposición clara y concreta que encierra un compromiso solemne ante el país, y que conociendo y estimando su patriotismo como lo conozco y estimo, me anticipo a creer que merecerá su aprobación.
Antes de formularlo, conviene que exponga públicamente en términos breves y precisos, mi modo de pensar y de sentir acerca del conjunto de trabajos que, llegado el caso, desarrollaremos mis partidarios y yo en esa lucha democrática que, por los caracteres extraordinariamente delicados del momento histórico en que tienen que verificarse, será una enseñanza grave que justifique o condene, no a los hombres que hicimos la Revolución, sino a la Revolución misma y tendrá en consecuencia una influencia decisiva en los inciertos destinos de nuestra patria. Debo, pues, exponer desde luego, con meridiana claridad, los procedimientos que seguiré y recomendaré a mis partidarios que sigan durante la campaña electoral, y la conducta que observaré y que recomendaré que ellos observen después de hecha por el Congreso Federal que decida sobre quién recayó el triunfo en los comicios.
Con respecto al primer punto regirán por mi parte y por parte de los míos las siguientes reglas generales:
Primera: Ni iniciaremos el uso de la injuria personal de palabra o por escrito, como argumento para restar simpatías a usted y a los suyos ante la opinión pública.
Segunda: No emplearemos procedimientos ilegales o inmorales para conquistar votos, suplantarlos en las casillas o falsear el resultado en el recuento que hagan las diversas Juntas Computadoras.
Tercera: No aprovecharemos la influencia que puedan ejercer, por razones de sus encargos, tanto los militares en servicio activo como los empleados públicos que se muestren partidarios nuestros, sino que sólo les agradeceremos el mero acto de votar a nuestro favor.
Por lo que toca a nuestra conducta posterior al decreto del Congreso, que declare quién obtuvo la mayoría del sufragio, protesto solemnemente:
Primero: Consideramos sagrado y como sagrada, inatacable, la declaración del Congreso, aún cuando pudiera presentar, a nuestro juicio, motivos serios de objeción.
Segundo: Si soy el agraciado, lejos de entablar persecuciones o demostrar siquiera mala voluntad hacia usted y sus partidarios, aprovecharé, por el contrario, la ayuda y colaboración que quieran prestarme en el gobierno de la República, unificándonos en una alta labor patriótica de concordia y de progreso.
Tercero: Si es usted designado, seré el primero en felicitarlo cordialmente y le ofreceré nuestro apoyo moral y material para coadyuvar a la consolidación de su gobierno y al buen funcionamiento legal de éste.
Pablo González.
Como contestación a dicha carta, el general Obregón escribió al general González, el día 25 de julio de 1919, la siguiente comunicación:
Estimado general y amigo:
Ha llegado a mi poder la carta abierta que usted se sirvió dirigirme desde esa capital el día 25 de julio pasado y me he enterado detenidamente de su contenido.
En su carta campea una buena intención, indudablemente, porque tiende a buscar una forma, que usted estima adecuada, para conjurar una posible alteración que sucediera al movimiento electoral; pero el camino que usted señala en dicha carta está errado, en mi concepto, porque la forma propuesta tiene un aspecto indecoroso que, a más de herir el espíritu democrático y la dignidad que debemos conservar los candidatos, heriría directamente a las agrupaciones políticas que nos postulan, porque las declararíamos subordinadas en una forma incondicional a los compromisos o pactos suscritos por nosotros; y no debemos olvidar, bajo ningún concepto, que no podemos contraer compromisos personales para someter a ellos numerosas agrupaciones políticas, que rechazarían de plano, porque éstas necesitan y deben conservar sus derechos a salvo.
El hecho de proponer o aceptar un pacto solemne que nos obligara ante la nación a conducirnos con dignidad, apegados al deber y respetuosos a nuestras leyes, desde la fecha en que se firmara dicho pacto, sería una declaración plena de que antes de tal fecha esa línea de conducta había sido desconocida por nosotros. Por eso la proposición de usted entraña para mí un cargo que desde luego rechazo, porque es línea de conducta que he venido siguiendo durante toda mi vida y no puedo aceptar como un esfuerzo transitorio o como una obligación adaptarme a ella por circunstancias especiales.
No quiero ocultar a usted la pena que me ha causado conocer la declaración que por parte de usted implica en tal sentido la carta de que me ocupo, cuya declaración me abstengo de comentar.
No he podido encontrar justificada la visión del fantasma de una nueva revolución, que es lo que ha motivado la carta de usted, toda vez que es de su conocimiento y del dominio público que, por lo que a mí respecta, hace más de dos años que no tengo bajo mis órdenes un solo soldado y que no cuento con más entradas pecuniarias que las que me produce mi trabajo, las que, aunque son suficientes para proporcionarme una vida holgada, resultarían exiguas si se quisieran aplicar al cohecho y al soborno.
Soy de opinión que las revoluciones las provocan los gobiernos despóticos con sus atentados a la ley, y que ningún pueblo se insurrecciona cuando tiene un amplio margen para ejercitar sus derechos, no siendo entonces facultad de los individuos arrastrar a un país a la guerra ni contenerlo cuando se ven quebrantados los principios y violadas las leyes.
Es pues, en la opinión pública en lo único que buscaré el apoyo de mi candidatura, y esa opinión me condenaría si hiciera pactos para los cuales no tendría más fundamento que el de mi propia voluntad.
Creyendo interpretar los deseos de usted, de que vayan siendo del conocimiento del público todos los detalles de nuestra actuación, durante la lucha electoral, me propongo publicar en breve algunos documentos que obran en mi poder, conexos con su carta, los cuales pueden orientar un poco más el criterio del público.
Lo saludo a usted con todo afecto, repitiéndome su amigo y atento servidor.
A. Obregón.
La gira del general Obregón por los Estados de Sonora, Sinaloa y Nayarit fue en extremo halagadora. El pueblo en masa en todas las ciudades que visitó, lo recibió con entusiasmo y admiración, pronunciándose los discursos más ardientes en apoyo del candidato y censurando todos los oradores la actitud francamente imposicionista del gobierno del presidente Carranza.
En el teatro Degollado de la ciudad de Guadalajara, la noche del 17 de noviembre de 1919, el general Obregón pronunció el siguiente discurso:
Hace más de cien años que la política de nuestra patria, venía quedando a cargo de un grupo de ambiciosos que hicieron de ella una profesión lucrativa; hombres que alquilaban su intelectualidad al mejor postor y que llegaron a corromper el concepto de la política, hasta declarar que consistía en la mayor habilidad de engañar al mayor número de ciudadanos. Este es el principal motivo porque nuestra patria se ha venido debatiendo en las luchas intestinas, sin haber llegado a conquistar definitivamente su independencia politica. Esos grupos de hombres asalariados que giraban alrededor de los tiranos, habían obligado a la gran mayoría de los ciudadanos de la República a abstenerse de tomar participación en las luchas políticas, y oíamos estas desconsoladoras frases: Yo no me mezclo en la política porque vivo de mi trabajo, y esa situación creada por ellos, había retardado él advenimiento de nuestras libertades. Pero un día se produjo la revolución que todo lo removió, que todo lo destruyó y ahora nos presentamos los vástagos de aquella revolución a reconstruir sobre nuevos cimientos. Ahora venimos a ensayar una política de verdad, venimos a pregonarla, y aquí a mi lado no viene el grupo de veteranos profesionales de la política, porque en esta vez ellos han quedado desocupados, no ha habido quien los alquile; viene un grupo de hombres soñadores del ideal, un grupo de hombres esforzados muchos de los cuales abandonaron sus negocios y sus hogares y vienen haciendo sus gastos por su propia cuenta. No nos vinculan los intereses mezquinos, nuestros vínculos no están sujetos a matemáticas; somos hermanos en la lucha y creemos que si llega el momento en que tengamos que sacrificarnos por nuestra patria, al hacerlo apenas habremos cumplido con nuestro deber.
Los políticos de profesión, como modernos Diógenes, han encendido ya sus linternas y las han hecho girar sobre la República, buscando su hombre, y el hombre no aparece, y cuando no han podido encontrar dentro de nuestras fronteras al guardián que venga a cuidar sus intereses a cambio del salario que le fijen, han llevado sus focos hasta nuestra Embajada en Washington. Muchos de ellos, los más incapaces para vivir del trabajo, han declarado que prefieren suicidarse a que una mano honrada los desprenda del presupuesto nacional.
Nuestra historia nos enseña que los movimientos armados que han venido conmoviendo a la República, han seguido una trayectoria que podíamos llamar monótona, porque se han venido repitiendo los mismos ciclos y con los mismos aspectos: a cada movimiento revolucionario le ha sucedido una dictadura y a cada dictadura le ha sucedido una nueva revolución producida por el choque de los intereses morales con los intereses materiales.
Ahora vemos una politica nueva que está empeñada en todo el pais en estos momentos. Todo el país se ha dado cuenta que es el momento solemne de actuar dentro de la ley para ahorrarnos el sacrificio de usar las armas. Todos los pueblos han respondido al llamado de la verdad, y nosotros vamos a la lucha llenos de fe, con esa fe que da la conciencia del deber cumplido. Ya no tenemos en nuestro horizonte político el espectro de la consigna, ese espectro siniestro que habia siempre aparecido en todo movimiento electoral, con su cortejo de chanchullos y de vejaciones; ahora la voluntad nacional se levanta solemnemente y reclama el derecho de hacer uso del voto, principio básico de la Revolución de 1910, el cual podremos ver triunfar a la hora de los comicios.
Cinco dias hace que hemos entrado a Jalisco, y cinco días hace que venimos aplaudiendo el civismo y la cultura de este Estado. Desde que entramos a territorio tapatío, los pueblos en masa, como en los demás Estados de la República que hemos recorrido, se han presentado a alentarnos en la lucha. Hemos presenciado en los pequeños poblados de Jalisco, cómo las multitudes se han apiñado, cómo el entusiasmo se ha vuelto ternura y cómo la ternura en muchas ocasiones, se ha trocado en llanto. Nosotros esperamos que el Estado de Jalisco, como lo está demostrando, sepa en esta vez ser uno de los factores más decisivos en la contienda. potitica.
Nosotros tenemos el derecho de creer que en esta ocasión, ninguna fuerza intentará forzar la opinión pública, y tenemos el derecho de creer esto, porque el actual gobierno, emanado de la revolución tuvo su origen precisamente en la defensa del derecho del sufragio. Y aunque hemos visto con desconsuelo que en algunos Estados de la República la consigna ha podido pasear su impunidad, vemos también que en las cámaras legislativas ya se prepara la justicia para dejar oir su voz y no permitir que se burle el voto popular.
Yo exhorto a todos los ciudadanos aquí reunidos, para que a la hora del sufragio no falte uno solo al cumplimiento de su deber y se presenten resueltos a depositar su voto en favor del candidato que mayor confianza les inspire y que mayores garantías les ofrezca. Nosotros vamos a continuar nuestra peregrinación, como luchadores, como idealistas, y antes de salir de este Estado, antes de salir de esta capital, queremos decir a ustedes que vamos orgullosos y satísfechos porque se nos ha recibido con los brazos abiertos y se nos ha protestado adhesión; y que si el triunfo llega a realizarse, será Jalisco uno de los principales baluartes de un gobierno de moralidad.
Y en la Junta de Agricultores de la Cámara Nacional Jalisciense, se expresó en los siguientes términos:
En nuestro país la agricultura adolece de grandísimos defectos, que es necesario de todo punto corregir. La gran mayoría de los terratenientes viven completamente alejados de sus propiedades y de sus negocios, encomendándolos a manos extrañas, y muchos de ellos ni siquiera las conocen. Eso, en mi concepto, es uno de los principales factores que han retenido el fomento de la agricultura en nuestro pais. La mayor parte de los Estados necesitan cámaras agrícolas, pero creo que esas mismas cámaras, en donde están establecidas, han descuidado mucho sus obligaciones.
Yo creo que en Jalisco, la Cámara Agrícola no ha establecido todavía las necesarias estaciones experimentales. ¿Estoy en un error? Entiendo que no están establecidas.
Las estaciones experimentales son la base del desarrollo agrícola. En Sonora por mucho tiempo se tuvo la creencia de que las tierras arcillosas no sirven para nada, había grandes extensiones de terreno, perfectamente planas y despojadas de maleza que estaban abandonadas por ese lamentable error. Se estableció la primera estación experimental, y después de dos o tres años de experimentos y de estudios, se llegó a la conclusión de que esos terrenos dan el arroz de mejor calidad en la República. Hace tres años, que se hizo la primera siembra y la cosecha en el año actual, será no menor de sesenta mil sacos de cien kilos de arroz. Igual cosa sucedió en Sinaloa. Debemos, pues, dedicar todos nuestros esfuerzos al establecimiento de estaciones experimentales en todo el país, y aún puede considerarse ello como el primer factor para el desarrollo de la agricultura.
El segundo factor sería éste. El conocimiento preciso de aquellos granos que pueden tener mercado ilimitado y puedan tener precios más o menos buenos y el conocimiento de las poblaciones y ciudades nuestras, que no pueden considerarse como mercados amplios para consumir todos nuestros productos.
La experiencia ha demostrado que el maíz, frijol y trigo son una aventura para los agricultores, y si eran una aventura cuando los jornales eran menores, cuando las contribuciones eran de menor cuantía, con mucha mayor razón esos cultivos son aventurados en la actualidad con los jornales altos, las contribuciones crecidas y la dificultad de todo género con que tropieza el agricultor para encontrar mercado a su producto. Llegamos, pues, a la conclusión de que es indispensable que se dedique a esa clase de cultivos, únicamente el terreno que sea necesario para cubrir el presupuesto de consumo en el país y que el resto se dedique exclusivamente a cultivos que produzcan mercancías de exportación.
¿Cómo? Nombrando comisiones de investigación que visiten los mercados de consumo y rindan informes constantes de cuáles sean las ventas, granos que se consumen, los precios que se alcancen, cuáles sean los precios probables, los fletes que se tienen que pagar. Es este un asunto que todas las cámaras agrícolas deben atender, teniendo sus comisiones de investigación y sus informes constantes, para que cualquier agricultor pudiera llegar y estudiar en un minuto, cuánto le produciría un furgón de arvejones, pongo por caso, en cualquier población.
Este es indudablemente uno de los caminos que el agricultor tiene que seguir, y en esa forma, en el occidente de la República se ha logrado alcanzar un desarrollo magnífico.
El Estado de Sinaloa, en estos momentos, tiene en perspectiva una cosecha de tomates no menor de tres millones de cajas con un valor de uno y medio dólares libre para el agricultor por caja. El cultivo de tomate rinde aproximadamente de ochocientas cajas por hectárea, y desde luego se verá que el cultivo de tomate es de mayor rendimiento que el de maíz. Todo eso se ha obtenido a fuerza de estudio, de organización y de contacto constante entre todos los agricultores de esos Estados.
El garbanzo en el Estado de Sonora, se daba muy bien, pero había llegado a relajarse el mercado, porque había una anarquía. Se formó un sindicado agrícola del garbanzo y se ha llegado a poner doscientos cincuenta mil sacos de garbanzo, de cien kilos cada uno, a treinta centavos el kilo, en estación del Sud-Pacífico.
Tenemos, en consecuencia, que después de las estaciones experimentales se necesitan comisiones de investigación. Aquéllas servirán para determinar los cultivos apropiados para cada terreno, y éstas para encontrar los mercados que mejor consumo ofrezcan para la producción.
Aquí, en Jalisco, me he podido dar cuenta de que la naranja ,es una de las frutas que con mayores ventajas se producen. En Sonora estamos exportando naranjas hasta el Canadá, en cantidades de mucha consideración.
Tenemos, pues, dos factores de capital importancia. Pasemos al tercero.
Es éste, los sistemas de cultivo. He podido darme cuenta, con pena, de que en todos estos Estados se laboran las tierras empleando el antiguo arado de palo. Esos arados adolecen de grandes defectos.
Primero, que el trabajo es muy laborioso; segundo, que es deficiente, por lo cual disminuye mucho la producción. En Sinaloa y Sonora, quizá por su proximidad a los Estados Unidos, ningún agricultor usa esos arados, empleando los sistemas modernos y haciendo de la agricultura en aquellas entidades, verdadero ejemplo para los demás Estados de la República.
Yo he sido agricultor durante quince años. Primeramente usé, como todo el mundo, los arados de palo. Dándome cuenta de las deficiencias que presentaba, los substituí por los John Deere, y finalmente he venido a usar los arados de discos, que son los más adecuados para laborar cualquier clase de terreno. Es, pues, absolutamente indispensable atender a ese factor que es de capital importancia. En cuanto los trabajos de campo se hagan conforme a los adelantos modernos en la maquinaria agrícola, tendremos que con una tercera parte del terreno que se emplea en la actualidad habrá suficiente para producir mucho más, con menores gastos.
Voy a cerrar, pues, lo que podríamos llamar conferencia agrícola, puesto que han quedado sentados los tres factores principales que servirán de tripié para conocer nuestra agricultura sobre un plano de adelanto, que esté mucho más en consonancia con nuestra evolución, y pasaré a hablarles a ustedes del problema agrario.
Yo creo que el problema agrario es el problema más intrincado que se presenta en nuestro país, y el que es más difícil para aplicarse en cada una de las diversas regiones. Yo conozco sitios en donde el problema no es agrario, sino de irrigación, porque un noventa por ciento de los terrenos están abandonados por la sequía. De nada serviría a un individuo que se le diera un terreno árido, pues tendría que abandonarlo en seguida. Conozco otros sitios donde el problema de irrigación desaparece por la abundancia de lluvias, y allí precisamente por la abundancia de las lluvias, se explota poco terreno y no se acostumbra el trabajo por la ópulencia espontánea de la producción.
Una de las formas de resolver el problema agrario, es sin duda el fomento de la pequeña agricultura. Yo soy partidario de que la pequeña agricultura se desarrolle, porque soy partidario de que se le dé ayuda a todo aquel que haga esfuerzos por salir de su medio estrecho y mezquino, y que a todo aquel que tenga empeño por lograr su mejoramiento se le tienda la mano; pero no creo de ninguna maneral que se deba recurrir al fraccionamiento de propiedades para dotar de ellas a los pequeños agricultores, antes de que se haya logrado el desarrollo evolutivo de la pequeña agricultura. No opino tampoco que para el desarrollo de esa pequeña agricultura se use de la violencia y del despojo. Yo creo que la manera de fomentarla no consiste en desmembrar una gran propiedad' y dividirla en fracciones -de las cuales corresponderían terrenos a un individuo, el manantial de la hacienda, si lo tiene, a otro, las casas, al de más allá, etc. En esta forma se destruye sin obtener provecho alguno. Yo creo que la pequeña agricultura debe desarrollarse, fomentarse y contar con el apoyo del gobierno, y de esa manera, México sería uno de los países más productores de la tierra y entonces podríamos lograr nuestra independencia económica, sin que gravitaran enormes impuestos sobre un reducido número de contribuyentes.
No creo que este trascendental problema pueda resolverse mediante un ligero estudio ni con la repartición de unos cuantos terrenos.
Yo pondré todo mi esfuerzo, toda mi voluntad y toda mi modesta inteligencia en la labor de fomentar la pequeña agricultura, pues repito, todos estamos en la obligación de ayudar a aquél que procure mejorar, tendiéndole la mano, sin necesidad de lesionar los intereses de los demás. Todo puede lograrse mediante la lógica que siempre debe ser hermana de la ley.
Si llega un día (creo que será tarde) en que todo nuestro territorio se convierta en parcelas y cada una de esas parcelas produzca lo que tiene que producir, habremos llegado al grado sumo de adelanto nacional. Insisto en mi opinión de que ese resultado no se logrará tan pronto, pues la gran mayoría de nuestro pueblo no tiene ni la más ligera noción de economía, y muchas veces logran obtener una cosecha buena, y no saben conservar lo necesario para lograr otra.
Quiero, una vez más, sentar el precedente de que yo soy partidario de que se vaya aumentando esa pequeña agricultura, fomentándola y estimulando los esfuerzos de los pequeños agricultores que verdaderamente estén capacitados para trabajar por su mejoramiento.
Repito que se trata de un problema de tal manera delicado, que no podría resolverse en el tiempo que muchos creen que sería factible su resolución, con una ley que no está en consonancia con las necesidades del momento, porque las leyes no pueden dar nunca resultado, si no están sujetas a la lógica.
Con el fraccionamiento ilógico de las propiedades, solamente lograremos destruirlas, sin ningún beneficio.
Como al principio dije, no he venido a celebrar un pacto tácito. Vine a exponer mis ideas de acuerdo con la obligación que considero tener, de que mis conciudadanos conozcan mi manera de pensar, para que libremente apoyen mi candidatura aquellos que crean obtener beneficios con esas ideas puestas en práctica, y la combatan los que piensen lo contrario.
Dicho esto, doy a ustedes las gracias por su asistencia, pues creo haber dejado satisfechos sus deseos en lo que se relaciona a agricultura y problema agrario.
En Michoacán fue recibido como en todas las poblaciones del Estado con grandes manifestaciones populares.
La llegada a la ciudad de México del candidato presidencial, que viajaba en el tren ordinario de pasajeros, estaba anunciada para las diez de la mañana del día 23 de noviembre de 1919, pero las autoridades imposicionistas ordenaron que el tren de pasajeros en que viajaba el candidato se detuviera en Irapuato cinco horas.
Por fin, el convoy hizo su entrada a la estación del ferrocarril a las dos y media de la tarde.
Encabezaban la multitud los señores general Plutarco Elías Calles, secretario de Industria, Comercio y Trabajo; el general Benjamín Hill, ingeniero José J. Reynoso, Lic. Juan Manuel Alvarez del Castillo, general García Vigil, generales Jaimes y Espinoza, el ministro de la Suprema Corte, Lic. Alberto M. González; el Lic. José Inés Novelo, el Lic. Rafael Zubarán Capmany, el general Esteban Baca Calderón y otras personalidades distinguidas.
Al llegar la manifestación, compuesta de más de 25,000 hombres, se dirigió al hotel San Francis, habiendo hecho uso de la palabra los señores licenciado Miguel Alessio Robles, el ingeniero Luis L. León, el diputado Luis Espinosa y otros oradores.
El general Obregón, ante las aclamaciones de la multitud para que hablara, pronunció las siguientes palabras:
En el curso de mi gira política, había tenido, repetidas veces, que hacer presentes mis sinceros votos de gratitud a todos los que en manifestaciones de adhesión y de cariño se han venido agrupando a mi paso por pueblos y ciudades; y, al llegar a esta capital, tengo que hacer presentes esos votos de gratitud, no solamente a la inmensa muchedumbre que con tanto entusiasmo me da muestras de adhesión y simpatía, sino que se obliga también mi agradecimiento para nuestros enemigos políticos, porque con sus preventivos virulentos, seleccionaron los componentes de esta grandiosa manifestación, ya que a ella no concurrieron, seguramente, los hombres identificados con esos políticos que en estos momentos deben estar bajo la presión de su más absoluta impotencia. Y debemos considerar, entonces, que esta manifestación la integran solamente conscientes y viriles ciudadanos.
Y a estos ciudadanos que se rebelan ante un sátrapa les repito mi gratitud, al mismo tiempo que se la hago patente a quien, con sus procaces ataques, dio margen a que a esta manifestación concurrieran verdaderos patriotas.
Hizo hincapié en la necesidad de reconstruir la sangrante patria, expresando que para ello se necesitaba de un hombre honrado y de buena fe, que contase con el apoyo moral de toda la nación, no con las bayonetas de un numeroso ejército.
Expresó también que es un error creer que un hombre puede salvar un pueblo, puesto que son las naciones las que se salvan cuando cultivan su moral y llegan a un estado de adelanto que les permita designar a sus mandatarios.
En el hotel San Francis estuvo a visitar al general Obregón el jefe de Estado Mayor del presidente Carranza, general don Juan Barragán, a su vez, el candidato presidencial correspondió esta visita saludando al señor Carranza y habiendo tenido con él dos entrevistas.
En estas entrevistas no se trató absolutamente nada de política. El señor Carranza, según lo expresó el general Obregón en conversaciones privadas, rehuyó todo tema sobre la política electoral.
También el señor licenciado Luis Cabrera, secretario de Hacienda y Crédito Público del presidente Carranza, hizo un visita de cortesía al candidato presidencial.
Obregón y Cabrera eran viejos amigos, aun cuando disentían profundamente en su ideología. En la entrevista, según expresó el general Obregón, le manifestó Cabrera:
Yo no pienso tomar parte en la lucha presidencial, pero si triunfa el general González, sólo deseo que no me fusile. Si triunfas tú, te pido que no me destierres, y si triunfa el ingeniero Bonillas, que no me dé ninguna comisión.
Los atropellos y violaciones a la ley que se iniciaron por las autoridades civiles y militares desde el momento en que el general Obregón inició su gira, fueron multiplicándose al paso y a medida que éste recorría el territorio nacional, llegando los atropellos no sólo a la disolución de organizaciones y clubes políticos, como sucedió en Cholula, sino también al asesinato, como sucedió en Yucatán, en donde el general Jesús Guajardo había dado muerte a dos militares por ser obregonistas.
Y entre tanto los obregonistas, encabezados por el Partido Liberal Constitucionalista, el más fuerte de la época, habían convocado a una Gran Convención Nacional que inició sus labores el día 3 de febrero de 1920, con asistencia de 300 agrupaciones que representaban más de 100,000 ciudadanos. En dicha convención fue lanzada la candidatura del general Obregón.
Los grupos adictos al señor Carranza habían lanzado meses antes la candidatura del señor ingeniero don Ignacio Bonillas, embajador de México en Washington, y quien, cuando el general Obregón lanzó su manifiesto, le puso un mensaje felicitándolo y declarándose su partidario.
Estaba de moda en esos años una canción que se llamaba Flor de Té, una de cuyas estrofas decía:
Flor de Té, Flor de Té, nadie sabe de dónde ha venido, ni quién lo conoce, ni dónde nació.
Y en los teatros de zarzuela, Soto, la Montalbán, María Conesa y otros conocidos artistas entonaban la canción Flor de Té, aplicándola al candidato de la imposición, don Ignacio Bonillas, a quien se le llegó a considerar como un Rey de Burlas. Se le hizo inclusive el cargo de haber nacido en los Estados Unidos.
Don Ignacio Bonillas era un ciudadano respetable, culto, honorable, que había prestado servicios a la Revolución Constitucionalista, pero era absolutamente desconocido por el pueblo, y a fin de dar forma a la postulación del mencionado señor, se reunió en la Casa del Lago una junta de gobernadores a la que se le llamó El Cónclave de los Gobernadores, que tuvo por objeto discutir, se decía, asuntos de interés nacional.
El cónclave, al que asistieron 16 gobernadores, constituyó uno de los más grandes fracasos, pues la opinión pública se burló de aquel grupo de incondicionales, que fueron el instrumento de la imposición.
El cónclave de gobernadores lanzó un manifiesto a la Nación, en el que se proponía al Ejecutivo Federal, tomara algunas medidas para garantizar la libertad del sufragio y alejar todo motivo de alteración de la paz en la República.
Por supuesto, que de aquel cónclave, salieron comprometidos los gobernadores para lanzar la candidatura del ingeniero Bonillas.
Al cónclave no asistieron el gobernador de Zacatecas general Enrique Estrada, ni el gobernador de Michoacán, ingeniero Pascual Ortiz Rubio, que hicieron pública manifestación de no estar de acuerdo con el resultado de aquella reunión.
El profesor Francisco Figueroa, gobernador constitucional del Estado de Guerrero, que estuvo en el cónclave, informó a la Legislatura Local en la sesión del 25 de abril de 1920 sobre la situación que guardaba la entidad, así como el país, y al hacer alusión a la política electoral seguida por don Venustiano Carranza, expuso lo siguiente:
¿Por qué el presidente de la República, que nos ha puesto grandes ejemplos encabezando la Revolución Constitucionalista, nos quiere obligar ahora a que violemos la Constitución? Cuando fue llamado a la Junta de Gobernadores, me dijo que la candidatura que tenía que triunfar sería la de Bonillas, y el ministro de Gobernación me dio a conocer la lista de los diputados que habrían de salir por Guerrero, aprobada por el presidente de la República, de manera que nuestra labor era imponer esos candidatos.
En todas las ciudades de la República, grandes o pequeñas, el general Obregón era recibido con aclamaciones de entusiasmo. Su popularidad era incontenible, y todo hacía prever que resultaría triunfante en la lucha presidencial.
Y a pesar de las promesas del presidente Carranza, los atropellos se multilicaban.
El 17 de marzo de 1920, el candidato Bonillas inició su gira presidencial, entrando por Nuevo Laredo.
En Saltillo se hallaba el general Obregón cuando pasó el candidato de la imposición. Con él nos encontrábamos un grupo de sus partidarios, y cuando en el teatro se celebraba un mitin bonillista, Aurelio Manrique, valientemente se dirigió a la multitud haciendo ver que la candidatura del señor Bonillas era impopular, puesto que el pueblo en su inmensa mayoría estaba con el general Obregón.
Aquel mitin se convirtió en obregonista, saliendo la casi totalidad do los allí reunidos vitoreando al general Obregón.
Igual pasó en la ciudad de México. La inmensa mayoría de la manifestación organizada por el gobierno en favor de Bonillas se convirtió francamente en obregonista, por lo cual las autoridades aprehendieron a varios diputados y a más de 150 obregonistas.
Basilio Badillo, Martín Barragán, Ezequiel Ruiz Landeros, Francisco Rojas y Enrique Meza, fueron reducidos a prisión sin que se les respetara el fuero de que gozaban.
La Comisión Permanente elevó una protesta por esta violación a la ley.
El cebo del civilismo fue lo que aducían los carrancistas para realizar la propaganda en favor del señor ingeniero Bonillas.
A su vez, los partidarios del general don Pablo González fueron víctimas de los atropellos que cometían las autoridades, los malos militares y los funcionarios inmorales.
En Tamaulipas, el Partido Demócrata, que yo encabezaba; la Federación de Sindicatos Obreros; en Yucatán, las ligas de Resistencia que jefaturaba Felipe Carrillo Puerto, y en todos los Estados de la República, otros partidos secundaron al candidato presidencial.
El recibimienfo que el pueblo de Tampico hizo al general Obregón fue grandioso. Más de 15,000 personas, campesinos, obreros y clase media, se hicieron presentes para aclamar al candidato de la oposición, que estuvo a punto de ser víctima de un atentado por parte de las autoridades militares, como puede verse de la siguiente carta que el candidato dirigió al presidente del Comité Obregonista de la ciudad de México:
Nuestra entrada a Tampico ha sido uno de los éxitos de mayor significación en nuestra gira política. De todas las clases sociales, predominando naturalmente la obrera que es tan numerosa en este puerto, se congregó para recibirnos una multitud que pasaba de quince mil ciudadanos. Al llegar a la Plaza de la Libertad celebróse un mitin habiendo hecho uso de la palabra tres de mis compañeros y yo desde el balcón de mi alojamiento en el Hotel Continental. El entusiasmo de la muchedumbre fue desbordante, habiendo sido constantemente interrumpidos nuestros discursos por las aclamaciones y aplausos de los concurrentes. El mitin terminó dentro del mayor orden no obstante la actitud provocativa de las autoridades militares quienes destacaron gruesas escoltas de gendarmes montados y de soldados de Infantería que se mezclaron en la manifestación e interrumpían y molestaban a cada paso a los manifestantes. Momentos después de terminado el mitin fueron aprehendidos dos de mis compañeros, los oradores Lic. Rafael Martínez de Escobar y Aurelio Manrique, Jr.; una hora después fue asaltado mi alojamiento por un grupo de siete agentes del Gobierno, quienes penetraron de improviso levantando sus pistolas y pronunciando injuriosas palabras. El atentado se frustró por haberme encontrado, casualmente en esos momentos, fuera de mi alojamiento. Los agentes no presentaron orden escrita alguna y sólo gritaban que eran enviados del Corl. Carlos Orozco y del general Murguía, entablando un altercado con tres de mis compañeros que estuvo apunto de degenerar en una riña armada a no haberlo evitado con toda oportunidad y valor el Lic. Emilio Portes Gil. Los agentes del Gobierno, sin respetar el fuero constitucional que ampara a los diputados al Congreso de la Unión, aprehendieron con lujo de fuerza al diputado Manlio Fabio Altamirano que se encontraba en mi alojamiento y se llevaron a la cárcel en donde estaban ya Manrique y Martínez de Escobar. Estos dos últimos, después de ser aprehendidos fueron golpeados personalmente por el Corl. Carlos Orozco e injuriados soezmente. La indignación más justa e intensa reina entre todos los habitantes de Tampico que han presenciado estos actoR repugnantes.
Estando en Monterrey, el general Obregón elevó una queja ante el señor Carranza, protestando por la aprehensión y encarcelamiento de los generales Cipriano Jaimes, Manuel B. Román y coronel José López Zuazua.
En el mensaje decía el general Obregón:
Me permito reclamar con todo respeto un espíritu de mayor equidad para mis partidarios, pues mientras se da toda clase de facilidades a los militares que muestran su disposición de incorporarse a la camarilla que constituye el llamado civilismo, entre los que figuran algunos altos jefes del ejército, como el señor general Cándido Aguilar, hijo político de usted, se persigue y se hostiliza a los jefes del ejército que en cualquier forma demuestran simpatías a mi candidatura.
La gira del general Obregón a través de la República fue cada día más intensa; y como los atropellos que se cometían a diario con sus partidarios en presencia misma del candidato aumentaban, los discursos de los propagandistas y del mismo general Obregón eran cada día más violentos y más enérgicos.
Y como la popularidad del candidato se multiplicaba cada día, el gobierno, para tratar de impedir el éxito de esa campaña, recurrió a procedimientos manifiestamente antidemocráticos, tendientes a inhabilitar al candidato.
Trató de complicarlo con el movimiento felicista del general Roberto Cejudo, que estaba levantado en Puebla, atribuyéndole complicidad con ese jefe militar.
En forma autoritaria, la Secretaría de Guerra, encontrándose el general Obregón en Matamoros, Tamaulipas, le ordenó presentarse en un Juzgado Militar de la ciudad de México.
El general Obregón no tenía cargo militar. Se había separado del ejército desde el año de 1917 y había pedido al Senado de la República no reconocerle ningún grado. Se creyó que el general Obregón rehuiría el llamado que se le hizo, pasándose a los Estados Unidos, con lo cual quedaría inhabilitado. Pero, Obregón, de inmediato obedeció las órdenes del secretario de la Guerra.
El candidato, con tal motivo, declaró en Monterrey:
Iré a la ciudad de México. Posiblemente presentarán muchos testigos, posiblemente dispondrán de muchos jueces, pero el tribunal supremo que es el pueblo fallará en este proceso. Voy escudado en mi conciencia, voy con la tranquilidad del que sabe cumplir con su deber y voy conscientemente al encuentro de todos los obstáculos que se pongan en nuestro camino. Es posible que en unos días más, la prensa que se paga con el dinero del Erario, para injuriar al candidato del pueblo, para desorientar al mismo pueblo, dé cuenta a la República de que pesan sobre mí delitos que nadie conocía, de que se forma alrededor de mí, un proceso que me incapacita para ser candidato a la Presidencia de la República, pero me compensará el fallo de mi conciencia y el de la opinión pública.
Ayer el ladrón de Guayule, Francisco I. Madero, fue internado en la penitenciaría de San Luis Potosí. El licenciado J. Natividad Macías, había sido el denunciante del delito y quien había preparado la incapacidad legal de don Francisco I. Madero para continuar su gira triunfal democrática, como candidato del pueblo. Es ahora el mismo licenciado Macías, todos lo sabemos, uno de los mentores de la actual administración. Es posible que ahora el conspirador Obregón, el rebelde Obregón, tenga que ir también a donde fue el ladrón de Guayule; pero ya antes he dicho a qué fallo someteré mi juicio.
Al presentarse el general Obregón ante el Juez Militar, que lo era el general y licenciado Pascual Morales y Molina, se le mostró una carta firmada por Cejudo, que se decía enviada al candidato, en la que aparecía éste, estar de acuerdo con objeto de simular su rendición con el gobierno de Carranza, hacerse de nuevos elementos que le proporcionaría el gobierno, y después, nuevamente, lanzarse a la lucha ya con el carácter de obregonista.
El general Obregón negó rotundamente que hubiera tenido relación con Cejudo, expresando que, en el caso se trataba de una intriga vulgar, mal realizada, puesto que incluso la firma que calzaba la carta habíase calcado, afirmación ésta que confirmó un perito calígrafo.
Cuando salía el general del hotel San Francis, donde se hospedaba, para dirigirse a la prisión militar de Santiago, donde se hallaba el juzgado que lo citaba, una multitud que se reunió frente a su alojamiento quería acompañarlo.
Ante estas demandas de la multitud, el general Obregón les pidió que se disolvieran, pues iría solo, acompañado nada más de los abogados Rafael Zubarán Capmany, Miguel Alessio Robles y Eduardo Neri.
Como la finalidad que se perseguía por el gobierno con aquel proceso incoado en contra del general Obregón era, sin duda, reducirlo a prisión para inhabilitarlo como candidato, el general Obregón optó por salir subrepticiamente de la ciudad de México, lo cual hizo el día 13 de abril, burlando la vigilancia de la policía, y protegido por el ferrocarrilero Margarito Ramírez, que le proporcionó un disfraz de garrotero y una lámpara, partiendo confundido con la carga del carro del express, rumbo al Estado de Guerrero.
De Iguala se dirigió a Chilpancingo y en un pueblo llamado El Túnel, cercano a Mezcala, se le presentó el general Fortunato Maycotte, Jefe de las fuerzas carrancistas, con una orden de aprehensión que había recibido de la Secretaría de Guerra. Al enterarse de su contenido, el general Obregón le dijo a Maycotte: Estoy a sus órdenes, pero éste le contestó: No, mi general. Soy yo quien está a las de usted.
Al llegar a Chilpancingo, el gobernador del Estado, profesor Francisco Figueroa, lo recibió afectuosamente, ofreciendo ayudarlo y darle su apoyo en los futuros trabajos electorales.
La situación que presentaba el país en aquellos años, 1918-1920, era por demás anárquica. Más de 40 mil hombres se hallaban levantados contra el gobierno, entre éstos el grupo más numeroso era el zapatista, que seguía fiel al Plan de Ayala luchando por la Reforma Agraria.
En San Luis Potosí y sur de Tamaulipas, los generales Magdaleno y Saturnino Cedillo, Alberto y Francisco Carrera Torres controlaban parte de esos Estados.
En otras entidades cundían también levantamientos que iban en aumento. Villa, con la colaboración del general Angeles, atacó Hidalgo del Parral y Ciudad Juárez.
En Veracruz, los rebeldes mandados por Peláez, Félix Díaz y Pedro Gabay, ayudados por las compañías petroleras, a quienes imponían fuertes préstamos, amenazándoles con destruirles sus campamentos en caso de que no les dieran armas y dinero, se habían apoderado de la mayor parte de la huasteca veracruzana, que el gobierno carrancista se vio en la imposibilidad de recuperar.
Juan Andrew Almazán, Marcelo Caraveo, Francisco Medrano, Mucio Pérez y otros antiguos revolucionarios, se hallaban levantados en el Estado de Tamaulipas en contra del gobierno carrancista.
Peláez, que también tenía un núcleo poderoso, con Caraveo, Félix Díaz, Blanquet y otros ex-federales, representaban la reacción.
El día 30 de abril el general Obregón lanzó en Chilpancingo el siguiente manifiesto:
Al aceptar que figurara mi nombre como candidato a la Presidencia de la República, en mi maniffesto lanzado a la Nación desde la Villa de Nogales, Sonora, el 19 de junio de 1919, lo hice con la certeza de que la lucha política se desarrollaría con absoluto apego a la ley, y que el actual primer Mandatario de la Nación, que acaudilló la sangrienta revolución de 1913, continuación de la que iniciara en 1910 el Apóstol de la Democracia, don Francisco I. Madero, que tuvo por principio básico la libertad de sufragio, velaría porque en la lucha política las autoridades todas del país observaran la más estricta neutralidad para que el pueblo todo de la República pudiera de la manera más libre y espontánea elegir a sus mandatarios.
Los hechos nos han venido a colocar frente a la más dolorosa de las realidades, hechos que se han traducido en atentados de todo género, inspirados por el primer Mandatario de la Nación y ejecutados sin escrúpulos por muchos subalternos, que a la voz de la consigna se han disputado el honor de vestir la librea del lacayo.
El actual primer Mandatario de la Nación, olvidando su alta investidura de suprema autoridad, se convirtió en jefe de una bandera política y puso al servicio de ésta todos los recursos que la Nación le confió para su custodia, y violando todo principio moral, abiertas las cajas del Tesoro Público y utilizando sus caudales como arma de soborno para pagar prensa venal, ha tratado de hacer del Ejército Nacional un verdugo al servicio de su criterio político, y la posterga, la intriga y la calumnia han gravitado alrededor de los miembros de dicho Ejército, que conscientes de su honor de soldados y de su dignidad de ciudadanos se han negado a desempeñar funciones que mancillan su honor y su espada. El mismo primer Mandatario se ha despojado, en su apasionamiento político, del respeto que toda autoridad debe guardar a nuestras leyes, dictando una serie de atentados en contra de los adictos a la candidatura independiente y contra el mísmo candidato, cuyos actos lo han exhibido como un ambicioso vulgar, y apartado por completo del camino que marcan el deber y la ley, trata de imponer al país un sucesor que concilie su pasado y sirva de instrumento a sus insondables ambiciones de él y a la del círculo de amigos que han hecho de la Cosa Pública una fuente moderna de especulación.
Que el mismo primer Mandatario, Jefe nato del partido bonillista, al darse cuenta de que una mayoría aplastante de los ciudadanos de la República rechazaban con dignidad y con civismo la brutal imposición, provocó un conflicto armado, para en él, encomendar a la violencia un éxito que no pudo alcanzar dentro de la ley, y a este conflicto que fue provocado para el Estado de Sonora, han respondido las autoridades y los hijos de aquel Estado con una dignidad que ha merecido el aplauso de todos los buenos hijos de la Patria.
El mismo primer Mandatario, al sentirse azuzado. por la humillación y el desprecio que le produjera la actitud de Sonora, creyó detener los acontecimientos y hacer variar el criterio político de aquella entidad con un nuevo plan que se tradujo en la más burda de las calumnias contra el candidato independiente, iniciando un proceso en el que aparece, el primero, como acusador, estableciendo, además, sobre el mismo candidato la más estricta vigilancia por él encomendada a los mismos ejecutores del asalto de Tampico. En tales condiciones, se hace imposible continuar la campaña política e indispensable empuñar de nuevo las armas, para reconquistar, con las armas en la mano, lo que con las armas en la mano se trata de arrebatar.
Suspendida la lucha política por los hechos antes relatados, y siguiendo la vieja costumbre de servir a mi Patria cuando sus instituciones están en peligro, me improviso nuevamente en soldado, y al frente del Gran Partido Liberal, que con distintas denominaciones sostuvo mi candidatura en la lucha política, me pongo a las órdenes del ciudadano gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Sonora, para apoyar su decisión y cooperar con él, hasta que sean depuestos los altos poderes: el Ejecutivo, por los hechos enumerados antes; los otros dos, porque han sancionado con su complicidad la serie de atentados dichos. No es por el camino de la violencia por el que pretendo llegar al Poder, y declaro solemnemente que actuaré subordinado, en lo absoluto, al ciudadano gobernador Constitucional de Sonora.