Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO V - La Revolución ConstitucionalistaCAPÍTULO V - La Revolución Constitucionalista - Desocupación de VeracruzBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO QUINTO

LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

OCUPACIÓN DEL PUERTO DE VERACRUZ POR LOS AMERICANOS
Intervención armada de Norteamérica. Desembarco de marinos en Tampico. Ocupación del puerto de Veracruz. Enérgica protesta del Primer Jefe de la Revolución ante la Casa Blanca. El A, B, C. y las conferencias de Niágara Falls. Mal comportamiento de Argentina, Brasil y Chile, que sirvieron de instrumento a los Estados Unidos para hacer presión sobre México.


En el mes de abril de 1914, cuando el puerto de Tampico estaba siendo atacado por las fuerzas constitucionalistas, mandadas por el general Pablo González, y defendido por el general Ignacio Morelos Zaragoza, un grupo de marinos norteamericanos del acorazado Dolphin desembarcó de improviso, y en una lancha se dirigió río arriba del Pánuco, hasta llegar al puente de Iturbide.

El jefe del sector, coronel Ramón H. Hinojosa, ordenó su aprehensión, siendo conducidos, los marinos, ante el general Morelos Zaragoza, a quien declararon que habían desembarcado con el fin de adquirir gasolina en el puerto.

Morelos Zaragoza dio una disculpa a los marinos poniéndolos en libertad y arrestando al coronel Hinojosa.

Ante tal actitud del jefe militar de Tampico, el gobierno de Washington no se dio por satisfecho y pidió que se le hicieran honores a la bandera de los Estados Unidos.

El general Huerta, previo Consejo de Ministros, acordó que se dispararan 21 cañonazos frente a la bandera americana, siempre que respondiendo a tal cortesía, se procediera en igual forma frente a la bandera de México.

El gobierno de Washington no accedió a lo pedido, dándose por terminadas las negociaciones.

Con pretexto tan fútil, y sin previa declaración de guerra, los marinos de los acorazados Prieri, Utah y Florida, desembarcaron en Veracruz.

Con tan flagrante violación a nuestra soberanía, los alumnos de la Escuela Naval, los soldados del 19° Batallón y numerosos vecinos, hombres, mujeres y niños, hicieron heroica resistencia, obligando a los marinos a replegarse, causando algunas bajas al poderoso enemigo, que inició el ataque con sus cañones sobre el indefenso puerto, destruyendo la Escuela Naval y algunos otros edificios.

El general Gustavo A. Mas, Comandante Militar de la plaza, recibió órdenes de replegarse a Tejería; mientras tanto los alumnos de la Escuela Naval, dirigidos por el teniente Azueta, abrieron el fuego sobre los invasores, que se posesionaron de la ciudad, quedando muertos en el campo Azueta, Virgilio Uribe, José Gómez Alcalde, García N. Martínez y muchos civiles y soldados que defendieron el puerto.

¡Así se repitió en el año de 1914 la heroica hazaña de los alumnos del Colegio Militar del 47, que defendieron el Castillo de Chapultepec, no sin dar una lección de valor y heroicidad al poderoso ejército de Norteamérica!

De toda la República surgieron voces de protesta por la inicua invasión, y el primer Jefe del Ejército Constitucionalista, que se encontraba en Ciudad Juárez, dirigió enérgica nota al gobierno del presidente Wilson, protestando por la violación a la soberanía de México, transcribiendo a las Repúblicas Latinoamericanas el contenido de dicha nota. Insistió ante el Departamento de Estado Americano en que México estaba dispuesto a ir a la guerra, caso que se nos obligara a ello, expresando lo siguiente:

Mas la invasión de nuestro territorio, la permanencia de vuestras fuerzas en el puerto de Veracruz, o la violación de los derechos que forman parte de nuestra existencia como Estado soberano, libre e independiente, sí nos arrastraría a una guerra desigual, pero digna, que hasta hoy queremos evitar.

Ante los informes mandados por el cónsul don Francisco Urquidi, secretario de nuestro Agente Confidencial en Washington, en el que expresaba que el gobierno norteamericano tomaría determinaciones drásticas, el señor Carranza ordenó al licenciado Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones, que girase mensajes urgentes a todos los jefes militares con mando de fuerzas, a lo largo de nuestra línea divisoria, ordenándoles que concentraran sus tropas en lugares apropiados cerca de nuestra frontera y estuvieran listos por si surgiera un conflicto armado con el gobierno norteamericano.

Al mismo tiempo Fabela, por instrucciones del señor Carranza, tuvo una entrevista con el señor Mario Letcher, cónsul norteamericano en Chihuahua, en la cual le preguntó de manera privada y particular si el gobierno de los Estados Unidos estaría dispuesto a recibir a un alto comisionado de la primera Jefatura, para tratar sobre el estado de cosas, y, especialmente, sobre la situación que prevalecía como resultado de los recientes sucesos de Tampico y Veracruz.

En su oportunidad el cónsul norteamericano le expresó su satisfacción por aquella actitud amigable de la primera Jefatura, manifestando al mismo tiempo que el presidente Wilson no podía recibir al enviado especial, en virtud de que el señor Carranza había hecho declaraciones que en los Estados Unidos se interpretaban como una protesta en contra del gobierno americano; pero que en caso de que el primer Jefe hiciera una nueva declaración pública en el sentido de que se mantenía neutral con respecto á los sucesos ya desarrollados o que pudieran desarrollarse entre los Estados Unidos y el general Huerta, y que no prestara auxilio a éste ni contrariara a los Estados Unidos en sus esfuerzos encaminados a obtener amplia satisfacción por los insultos lanzados al gobierno americano por oficiales del general Huerta, lo cual influiría poderosamenteen la eliminación de Huerta y pondría a salvo a México y a los mexicanos de todo peligro que directa o indirectamente pudieran tener por las ofensas cometidas, quizá se encontraría la manera de solucionar todos los problemas suscitados.

Ante la insistencia del presidente Wilson, Fabela dijo a Letcher que la Revolución, como se había expresado en la nota del señor Carranza dirigida al Departamento de Estado, no podía ser neutral y que insistía en demandar del presidente Wilson suspender los actos de hostilidad ya enunciados, ordenando a las fuerzas invasoras la desocupación de los lugares que se encuentran en su poder en el puerto de Veracruz, y retractarse Carranza de esa actitud sería tanto como reconocer legítimamente la invasión del territorio patrio, lo que Carranza jamás podría aceptar.

Al mismo tiempo en esos días el presidente Wilson se dirigió al Congreso pidiendo autorización para usar de la fuerza armada de los Estados Unidos en la forma y manera que fuesen necesarias a fin de obtener del general Huerta y sus adherentes el reconocimiento más amplio de los derechos y dignidad de los Estados Unidos.

En nota que el señor licenciado Fabela, por acuerdo del señor' Carranza, presentó al cónsul Letcher, le decía en síntesis:

La permanencia de tropas en un país independiente y soberano es una ínvasión ínjustificada porque no puede haber derecho contra el derecho de inviolabilidad territorial ...

El pueblo de México tiene el derecho de arreglar sus problemas domésticos del modo que más le cuadre, y nosotros abrigamos los mejores deseos de respetar ese derecho ...

Y en declaraciones que hizo la Cancillería Mexicana se agregaba:

Bien sabemos que la exigencia del gobierno de los Estados Unidos es la de castigar una injuria a la dignidad de la nación americana, cometida por el usurpador Huerta; pero es fácil comprender que el castigo no es para Huerta sino para la patria mexicana y Huerta no es la nación, sino un delincuente vulgar.

Ante situación tan grave, los embajadores en Washington de Argentina, Brasil y Chile, tomaron el acuerdo de interponer sus buenos oficios para lograr un arreglo pacífico del conflicto.

El señor Carranza aceptó con gusto la mediación, asegurándose previamente la Cancillería de que la oferta fuera absolutamente espontánea, sin que hubiese ninguna insinuación de nuestra parte.

La Secretaría de Relaciones consideró que los mediadores creían al principio que iban efectivamente a mediar en las diferencias que constituian el motivo ostensible del asalto a Veracruz; pero como el presidente norteamericano les envió una nota en la cual descubría ya su juego; nota en la que expresaba que ningún arreglo tendría perspectivas de terminación ni de ser aceptable a la opinión pública norteamericana, a menos que contenga la eliminación del general Huerta, con la instalación inmediata de un Gobierno Provisional aceptable a todos los partidos ..., basándose en tales reformas que satisfagan las justas pretensiones del pueblo de México a la vida, a la libertad y a la suficiencia para subsistir independientemente, nuestra Cancillería opinó que los mediadores no debieron jamás prestarse, como se prestaron desde un principio, a sobrepasar las atribuciones que en derecho corresponden a lo que se llama buenos oficios y que ellos fueron más allá de sus específicos deberes, porque plegándose a los deseos del presidente Wilson y su secretario Bryan, violaron en realidad la soberanía de un país hermano, que con toda dignidad no les permitió que se ocuparan de estudiar y resolver asuntos internos que no les incumbían de ninguna manera. Por eso protestó Carranza con la entereza que lo caracterizara siempre.

Desde un principio se vio claramente que los representantes del A. B. C., en vez de ceñirse a la función de los buenos oficios, trataban de halagar al gobierno norteamericano, y como Villa dio autorización a una comisión de estadounidenses e ingleses, capitaneados por el cónsul británico de El Paso, Texas, a pasar a territorio mexicano para hacer investigaciones (sobre la muerte de Benton y el primer Jefe se opusiera, dándole órdenes al jefe de la División del Norte que no lo permitiera, lo cual provocó que se volvieran contra el jefe de la Revolución la prensa de los Estados Unidos y naturalmente de la Gran Bretaña), los representantes de Argentina, Brasil y Chile se dirigieron al presidente Wilson y a Huerta, expresándoles que como plenipotenciarios del Brasil, Argentina y Chile debidamente autorizados, ofrecían al gobierno sus buenos oficios para la solución amigable y pacífica del conflicto entre los Estados Unidos y México. Firmaban Dagama, Neón y Suárez Múgica. Desde luego Wilson aceptó el ofrecimiento con satisfacción. Don Venustiano Carranza contestó:

Acepto en principio los buenos oficios que Brasil, Argentina y Chile ofrecen a México.

El día 30 de abril, es decir, al día siguiente al de la contestación de Carranza, dichos representantes se dirigieron a éste en sentido de que desde luego, y a fin de que la mediación tuviera éxito, procedería suspender desde ese momento las hostilidades y movimientos militares entre todos los contendientes, pues no se podían discutir dichas bases si fuesen perturbadas por el doloroso espectáculo de encuentros sangrientos.

Inmediatamente contestó don Venustiano que el conflicto internacional entre los Estados Unidos y México, provocado deliberadamente por Huerta, es independiente de nuestra guerra interna por la libertad y el derecho y no considero justo ni conveniente para mi patria que se suspendan las hostilidades y los movimientos militares, pues dicha suspensión, aprovecharía sólo a Huerta y el ejército a mi mando debe seguir con toda actividad para restablecer cuanto antes el régimen constitucional interrumpido y obtener la paz consiguiente.

En nota del 3 de mayo se expresaba a los mediadores que precisaran los puntos a que debían concretarse sus buenos oficios en el conflicto pendiente entre los Estados Unidos y México, a efecto de nombrar representantes autorizados.

Los mediadores contestaron el día 4 de mayo al señor Carranza expresando que todas las dificultades que han contribuido a producir la situación de México afectan directa o indirectamente a la solución del conflicto ... y entendemos que ellos deben ser materia de consideración en las negociaciones e indispensable la suspensión de las hostilidades. Si así no lo entiende usted, estaríamos en el caso de retirar, por inútil, nuestra invitación para nombramientos de representantes del Partido Constitucionalista en estas negociaciones.

El señor Carranza estuvo dispuesto a nombrar a los señores don Fernando Iglesias Calderón, don Luis Cabrera y don José Vasconcelos, quienes no llegaron a recibir su nombramiento, en virtud de que los delegados se desentendieron de la condición impuesta por el señor Carranza. La primera Jefatura no podía consentir en que los delegados tuvieran plenos poderes y que dicha autoridad aceptara las resoluciones de la junta fueran cuales fuesen.

Carranza, defensor intransigente de los atributos de nuestra soberanía, no podía permitir y no permitió, tal extralimitación de funciones que se autootorgaron los sobredichos mediadores. Como consecuencia de ello; en nota de 11 de junio fechada en Saltillo, se dirigió al Agente Confidencial en Washington haciéndole ver que estaba imposibilitado para participar en las conferencias en virtud de que se exigían condiciones inaceptables que lesionaban la soberanía de México, al pretender dichos mediadores discutir nuestros asuntos internos, tales como la cesación de hostilidades y movimientos militares entre el usurpador Huerta y el Ejército Constitucionalista. La cuestión agraria, la designación del presidente provisional de esta República y otras más.

En cambio, el gobierno de Huerta manifestó que éste por sí mismo puede satisfacer el deseo de los mediadores para que cesen las hostilidades mientras duren las negociaciones.

Las conferencias, sin representación de la Revolución Constitucionalista se celebraron en Niagara Falls, con la sola asistencia de los representantes del gobierno hüertista y los representantes de los Estados Unidos de Norteamérica. En esas conferencias y ante la declaración que hizo la representación huertista en el sentido de que Huerta se hallaba dispuesto a renunciar a su cargo siempre que se fijaran las condiciones que aseguraran el establecimiento de un gobierno firme, los comisionados norteamericanos se mostraron satisfechos con aquella declaración, agregando que querían averiguar la índole de las condiciones a que se refería el representante de Huerta. El Secretario de Estado Bryan, en nota dirigida a los mediadores, indicó que deberían fijarse como puntos fundamentales para la mediación, la eliminación de Huerta, así como encontrar el procedimiento que permita la realización de lo inevitable sin más derramamiento de sangre. Entiéndese como inevitable no sólo la eliminación de Huerta, sino el término de la Revolución mediante la entrega del poder a aquellos que representan las aspiraciones del pueblo, cuyas fuerzas predominan en la actualidad y tratar de poner un hasta aquí al actual proceso de la Revolución, antes de que se pueda sugerir un procedimiento pacífico, lo cual resultaría impracticable e inútil, puesto que se basaría en un programa indefinido.

Insistía también el Departamento de Estado en que todo arreglo dependía, si no se había de usar las armas de los Estados Unidos, de la aceptación del programa por los carrancistas. El uso de la fuerza de los Estados Unidos en contra de ellos, podría ser justificada sólo en el caso de que se negaran a aceptar condiciones de naturaleza tal que hicieran insostenible su negativa; condiciones que significarían la realización completa de las justas aspiraciones de la Revolución sin nuevos derramamientos de sangre.

Como los planes de Wilson no favorecían al proyecto de los mediadores, que claramente tendía a favorecer a Huerta, sugirieron a la Cancillería Americana bases generales de mediación, que consistían en que Huerta, previa la renuncia ante el Congreso, nombrara a un ministro de Relaciones que quedaría al frente dél gobierno Provisional, y que dicho ministro designara un gabinete compuesto de 4 personas que se integraría con un huertista, un constitucionalista y dos neutrales, declarándose una amnistía general; debiendo dicho gobierno Provisional proceder a dar una atención especial a la cuestión agraria, a la educacional, a la creación de una Comisión Internacional que se encargara de ventilar las reclamaciones que presentaran los extranjeros por los daños que hubieren sufrido como consecuencia de las acciones militares. Que los Estados Unidos consentirían en no presentar ninguna reclamación como indemnización por los daños de guerra y que el gobierno Provisional sería reconocido inmediatamente por los Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile, debiendo retirarse las fuerzas de ocupación 15 días después de que el gobierno Provisional de México comunicara su organización.

A tales pretensiones el Secretario de Estado dirigió a los comisionados, por acuerdo del presidente Wilson, el mensaje siguiente:

Estamos seriamente contrariados por la índole de las proposiciones contenidas en el telegrama del 25 de los corrientes. Tenemos razones para creer que la aceptación por parte de Huerta de semejante plan, podía haber sido asegurada por este gobierno desde hace algunos meses. El presidente Wilson considera que la más seria de las cuestiones que suscita el plan, consiste en averiguar quién había de llevarla a la práctica, si el partido victorioso se resistía a aceptar.

Ante la actitud de los mediadores y de los comisionados de Huerta, Carranza se mostró inconmovible defendiendo la soberanía nacional.

Y ante la actitud enérgica, patriótica y valiente del Primer Jefe, la Cancillería de Washington se inclinó en favor de los revolucionarios, y en nota que el secretario de Estado Bryan de fecha 2 de junio dirigió a los comisionados, les comunicaba:

Cómo aceptar y establecer sin nuevos derramamientos de sangre el triunfo del Partido Constitucionalista en pleno avance, o en otros términos, cómo negar el dominio del gobierno a los representantes de tal partido, en condiciones que pueden ser aprobadas y consentidas por el gobierno de los Estados Unidos. No buscamos un plan que tratemos de imponer por medio de las armas, sino el que asegure la paz y un gobierno que podamos reconocer y con el cual nos hallemos en condiciones de tratar.

El reconocimiento o el no reconocimiento es el único instrumento de presión que consideramos viable actualmente.

Sin embargo, el gobierno de Chile insistió en que se celebrara el armisticio. El delegado huertista, licenciado Luis Helguero, declaró que no era verdad que el Partido Constitucionalista representase la voluntad de la nación, y que los principios que proclamaba eran considerados por la mayoría como contrarios al orden social que había prevalecido en México, desgraciadamente con toda clase de excesos en que los constitucionalistas habían incurrido. El representante Lehman de los Estados Unidos expresó su opinión en el sentido de que:

... consideraba que la gran mayoría de los mexicanos es partidaria de los constitucionalistas y que el constitucionalismo, más que ningún otro, representa la única esperanza de introducir las reformas que se consideran necesarias al establecimiento de una paz duradera, agregando que la rápida expansión del constitucionalismo no podía ser obra exclusiva de la facilidad con que contaban los revolucionarios para introducir armas procedentes de los Estados Unidos, puesto que las armas no podían por sí mismas hacer nada. Debe haber hombres dispuestos a usarlas.

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