AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO QUINTO
LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA
CÓMO SE INICIÓ EL DISTANCIAMIENTO ENTRE LA PRIMERA JEFATURA Y EL JEFE DE LA REVOLUCIÓN DEL SUR, GENERAL EMILIANO ZAPATA.
A la entrada del primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, a la Ciudad de México, inició correspondencia con el general Emiliano Zapata, invitándolo a conferenciar en algún lugar entre los límites del Distrito Federal y el Estado de Morelos, a fin de llegar a un acuerdo con el jefe del movimiento suriano.
Este contestó al señor Carranza en los siguientes términos:
República Mexicana, Ejército Libertador.
Cuartel General en Yautepec, agosto 17 de 1914.
Señor V. Carranza.
Tlalnepantla, Méx.
Muy estimado señor:
Recibi la atenta carta de usted de fecha 17 del presente, la cual he leido detenidamente y con profunda meditación, paso a contestar a usted lo que sigue:
Que las personas que se han acercado a usted con carácter de representantes mios, no lo son y no tengo ningún representante en la Ciudad de México.
Efectivamente, el triunfo que dice usted ha llegado, de la causa del pueblo, se verá claro hasta que la Revolución del Plan de Ayala entre a México, dominando con su bandera y para lo cual es muy necesario y como primera parte, que usted y los demás jefes del Norte firmen el acta de adhesión al referido Plan de Ayala y lealmente se sometan a todas las cláusulas del mismo, porque de lo contrario no habrá paz en nuestro pais. Si usted obra de buena fe, no debe temer a ninguna de las cláusulas del mencionado Plan de Ayala, sino que con todo desinterés y patriotismo dejad que la grandiosa obra del pueblo que sufre, siga su curso que tiene trazado, no ponerle obstáculos de ninguna especie.
Con respecto a la conferencia que desea usted tener conmigo, estoy en la mejor disposición de aceptarla y sinceramente la acepto, para lo cual le recomiendo se sirva pasar a esta ciudad de Yautepec, en donde hablaremos con toda libertad, asegurando a usted que tendrá amplias garantias y facilidades para llegar hasta este Cuartel General.
Deseo a usted se conserve bien y soy de usted afectisimo, atento y seguro servidor, que espera terminen las dificultades que al parecer se presentan a la grande obra social, que tiene que implantarse en nuestro pais.
El general Emiliano Zapata.
La respuesta del general Zapata indudablemente disgustó al señor Carranza, ya que Zapata pretendía que fuera el primer Jefe a reunirse con él, y no venir Zapata al lugar al que lo había invitado el señor Carranza.
Posteriormente, con fecha 25 de agosto de 1914 y fechada en Cuernavaca, el general Genovevo de la O. dirigió al primer Jefe una carta que textualmente dice:
Al C. don Venustiano Carranza, jefe del Ejército Constitucionalista, México, D. F.
Muy señor mio:
Antes de entregarme a la precisa necesidad de dirigirle a usted mi presente, empezaré por presentarle por medio de ésta, a los CC. coronel Miguel C. Zamora y capitán primero Juan Torices Mercado, ambos jefes de mi Estado Mayor y que llevan la comisión de entrevistar a usted para que usted se sirva hacerme el favor de darme a conocer por conducto de ellos, su actitud clara y terminante, acerca de nuestro gloriosísimo Plan de Ayala, que acaudilla nuestro no menos general Emiliano Zapata.
Si he decidido enviar a los jefes antes dichos, es tan sólo con el único y firme propósito de saber directamente su actitud para con nosotros, y si usted comulga con nuestras ideas y principios, que no son otros, como usted ya los conoce, que el exacto cumplimiento del Plan de Villa de Ayala.
Deseo, como usted comprenderá, saber también si tendrá usted la suficiente energía para desligarse de ciertos individuos de que está usted rodeado, y que tan sólo ambicionan el puñado de monedas en recompensa de los servicios que a usted le han prestado y que es lo único que desean, y que usted puede darles.
Siempre creyente, que abrazará usted nuestra santa causa aún a pesar de las indicaciones de algunos individuos antipatriotas y criminales, quedo de usted su atento y seguro servidor.
Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
El general Genovevo de la O.
A su vez, el señor Carranza contestó a De la O. en los siguientes términos:
Palacio Nacional, agosto 27 de 1914.
Señor general Genovevo de la O.
Donde se encuentre:
Muy señor mío:
Los señores coronel Miguel C. Zamora y capitán Juan Torices Mercado, miembros de su Estado Mayor, se sirvieron entregarme la atenta de usted, fecha 25 de los actuales, de la que me impuse con todo detenimiento.
Hablé extensamente con los expresados señores acerca del amplio programa de reformas sociales que desarrollará la Revolución Constitucionalista, tendiendo todas a mejorar a la mayor brevedad posible, las condiciones de nuestro pueblo y procurarle un bienestar positivo.
Estimo ya debe usted saber que los correligionarios señores licenciado Luis Cabrera y general Antonio I. Villarreal, fueron a casa, donde deben encontrarse ya, con objeto de imponer al general Zapata y a todos sus jefes los ideales que perseguimos y que, seguramente, son los del pueblo mexicano que nos ha secundado en la lucha y nos ha traído hasta el triunfo de nuestra causa.
Sinceramente estimo el interés que usted y sus compañeros se toman por la pronta resolución de nuestros asuntos y espero que el patriotismo y desinterés que nos guía, hará que de un acuerdo mutuo, venga a consolidar la paz de nuestra acongojada patria, cimentándola con la satisfacción de las necesidades del pueblo.
Me es grato ofrecerme de usted como su afectísimo correligionario y atento seguro servidor.
V. Carranza.
También el general Jesús H. Salgado, que había secundado a Zapata, se dirigió al señor Carranza pidiéndole informes sobre las reformas sociales que pretendía imponer el movimiento constitucionalista.
Salgado era sin duda uno de los jefes surianos de más prestigio y cuyas fuerzas eran también las mejor organizadas.
El señor Carranza, el 29 de agosto, contestó a Salgado lo siguiente:
México, D. F., agosto 29 de 1914.
Sr. general Jesús H. Salgado, Toluca, Méx.
Muy estimado señor general:
Los señores licenciado Lugo y general Aranda, representantes de usted, celebraron una amplia conferencia conmigo y tuve el gusto de exponerles algunas de las principales reformas sociales que entraña la Revolución Constitucionalista y de las cuales espero se servirán imponer a usted.
Muy grande satisfacción me ha causado oír a sus dignos comisionados acerca de la patriótica labor de usted y de la disposición en que se encuentra para cooperar en la causa del pueblo, en vista de la buena fe que anima a todos los que luchamos para un bienestar duradero y positivo.
Celebraria sinceramente, tener el gusto de saludar personalmente a usted en ésta, y espero, si no tuviere inconveniente, pase por acá cuando a bien lo tenga.
"Sin otro asunto por el momento que saludarlo, me ofrezco de usted, como su afectísimo correligionario y atento seguro servidor.
V. Carranza.
Ante la resistencia de Zapata para atender la petición de Carranza a fin de celebrar una conferencia con él, todavía el primer Jefe 'hizo un último esfuerzo comisionando a los señores licenciado Luis Cabrera y general Antonio I. Villarreal, para que conferenciaran con el Jefe de la Revolución del Sur, en Cuernavaca.
En esta conferencia estuvieron presentes los generales Zapata, Palafox, Serratos, licenciado Antonio Díaz Soto y Gama, Enrique S. Villa, Genaro Amezcua, Antonio Briones, Alfredo Cuarón y Reynaldo Lecona.
De esta conferencia resultó claramente cuál era el criterio de la Revolución del Sur en cuanto a la Revolución Constitucionalista.
El criterio que sustentaron los zapatistas, fue el siguiente:
Que violado el Plan de San Luis por el presidente Madero, la Revolución de Ayala, debía considerarse como la continuación legítima de la de 1910.
Que la Revolución Constitucionalista, teniendo por bandera el Plan de Guadalupe, sólo era un incidente en el momento nacional, por lo que debía considerarse supeditada a la Revolución de Ayala.
Que la Revolución de Ayala tenía principios y tendencias bien definidos, mientras que la Constitucionalista, no era más que un plan político para cambiar de gobierno.
Que el artículo segundo del Plan de Ayala, desconocía a don Francisco I. Madero, como presidente de la República.
En realidad lo que pretendía Zapata era el reconocimiento absoluto al Plan de Ayala y a su jefatura, para lo cual debía firmarse un Pacto de Adhesión en que se aceptara dicho Plan.
Exigía también Zapata que el primer Jefe abandonara el poder, o en caso contrario, debía admitir a su ladO a una persona de la confianza de Zapata para que todas las medidas, nombramientos y en general, todo acto de gobierno, fueran discutidos y aprobados con ese representante.
Cabrera y Villarreal propusieron a los zapatistas que se adoptaría el Plan, pero sólo en sus principios fundamentales, incorporándolos a un arreglo o convenio, sin subordinarse, naturalmente la Revolución Constitucionalista al movimiento que tenía como bandera el Plan de Ayala.
Sin llegar a ningún arreglo, los comisionados del señor Carranza regresaron a la ciudad de México.
Como puede apreciarse, ningún mexicano y menos con el poder que tenía Carranza, contando con 200,000 hombres a sus órdenes, ni menos un hombre de su estatura moral, que además de ser el iniciador de la Revolución Constitucionalista, reunía grandes calidades de caudillo y de estadista, podía aceptar las condiciones que trataba de imponerle Zapata, cuyas fuerzas disgregadas en varios Estados de la República, aún cuando perseguían una finalidad noble, eran fuerzas anárquicas que no obedecían al mismo Zapata, y quien a pesar de sus convicciones profundamente agraristas, no tenía la capacidad bastante para organizar un gobierno estable.
El primer Jefe, contestando a los señores Villarreal y Cabrera en su informe sobre la comisión que les había conferido acerca del general Zapata, les dijo:
He recibido el informe que ustedes me han transmitido como resultado de su entrevista con el general Emiliano Zapata.
Como de dicho informe se deduce que el señor general Zapata considera indispensable para cualquier arreglo, que previamente haga yo una declaración de sumisión al Plan de Ayala, suplico a ustedes transmitan por escrito al general Zapata, mi contestación que es la siguiente:
Habiendo recibido la investidura de primer Jefe del Ejército Constitucionalista, por delegación de los diversos jefes militares que, con sujeción al Plan de Guadalupe, colaboraron conmigo para el derrocamiento de la dictadura del general Huerta, no podría yo abdicar este carácter para someterme a la jefatura del general Zapata, ni desconocer el Plan de Guadalupe para adoptar el de Ayala. Considero, por lo demás, innecesaria esa sumisión, supuesto que, como manifesté a ustedes, estoy dispuesto a que se lleven a cabo y legalicen las reformas agrarias que pretende el Plan de Ayala, no sólo en el Estado de Morelos, sino en todos los Estados de la República que necesiten de dichas medidas.
Si el general Zapata y los jefes que lo siguen pretenden realmente que se lleven a cabo las reformas que exige el bienestar del pueblo suriano, tienen el medio de verificado, uniendo sus fuerzas a las de esta Primera Jefatura, reconociendo la autoridad de ella y concurriendo a la Convención de Jefes que he convocado para el dia primero de octubre del corriente año, precisamente con el objeto de discutir el programa de reformas que el pais exige.
Agradeciendo a ustedes sus patrióticos esfuerzos en bien de la paz, reitero a ustedes mi atenta consideración y particular aprecio.
Constitución y Reformas.
Palacio Nacional, México, D. F., a 5 de septiembre de 1914.
El primer Jefe del E. C. Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.
V. Carranza.
A los CC. general de brigada Antonio I. Villarreal y licenciado Luis Cabrera.
Presentes
Es interesante por todos conceptos la declaración que el primer Jefe hiciera al Dr. Henry Allen Tupper, comisionado especial del Foro Internacional de la Paz, quien se trasladó a México, a fin de entrevistar al señor Carranza. El señor Tupper recibió de manos del señor Carranza la siguiente declaración:
En mi calidad de primer Jefe, he cumplido y me propongo cumplir hasta el fin, el Plan de Guadalupe, expedido el 26 de marzo de 1913. De conformidad con ese Plan, que fue suscrito por todos los jefes y oficiales que estaban de mi lado, cuando, como gobernador del Estado de Coahuila me negué a reconocer al usurpador Huerta, plan que posteriormente fue apoyado por tOdos los jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista, estoy obligado a expulsar a los usurpadores de los puestos que, sin la menor sombra de derecho, ocupan ahora en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Como primer Jefe del Ejército, pugnaré por establecer la: paz en el país a la mayor brevedad posible, de manera que se efectúen elecciones que permitan el establecimiento del orden constitucional en México. Por esta causa, el Plan de Guadalupe no es ni puede ser un programa de gobierno ni un plan revolucionario, sino sencillamente es un plan político ni más ni menos.
En mi calidad de gobernador de Coahuila, mi deber único era el de protestar contra los actos anticonstitucionales cometidos en México en febrero de 1913 y negarme a reconocer, por la fuerza de las armas al gobierno usurpador. Pero después, conforme avanzaba la lucha por la justicia y los derechos humanos se manifestaron, como lo deseaba y' esperaba, las ideas de una renovación social, anhelada desde largo tiempo por el pueblo, y así, el movivimiento constitucionalista, se transformó en una verdadera Revolución Social.
Esto lo explican fácilmente las siguientes declaraciones:
Después de más de treinta años de la dictadura del general Díaz, el pueblo de México necesitaba un cambio en la vida nacional; por esta causa, siguió con entusiasmo y valentía al apóstol y mártir Francisco I. Madero, quien al osarse a desafiar al general Díaz, despertó las ansias de libertad del pueblo. Pero la Revolución de 1910, que falló en los tratados de paz concertados en Ciudad Juárez, elevó a la presidencia de la República a Francisco León de la Barra, producto de la dictadura, hombre de espíritu reaccionario que fue traidor al señor Madero y a los intereses nacionales. Por esta razón, el pueblo exige ahora las reformas que no pudo hacer la Revolución de 1910, y, también por esta causa yo, como primer Jefe del Ejército Constitucionalista, además de cumplir con el Plan de Guadalupe, creo que estoy obligado a satisfacer las tendencias revolucionarias del presente movimiento, que fueron despertadas en 1910, tendencias que yo sostengo hoy y para cuyo fin he ordenado y seguiré ordenando la implantación de los reglamentos que necesita el pueblo de México, con excepción de los que el próximo gobierno Constitucional tenga que ratificar o reformar. Además, tengo absoluta confianza en un rápido triunfo sobre el enemigo, cuyos principales jefes y oficiales serán obligados a huir a países extranjeros o a rendirse. Dentro de unos cuantos días, las tres divisiones de los generales Pablo González, Francisco Villa y Alvaro Obregón, avanzarán sobre la Capital de la República. No creo que el usurpador pueda resistir la ofensiva del Ejército Constitucionalista. En caso de que se unan las columnas del Noreste, del Norte y del Noroeste, asumiré el mando de todas ellas y dirigiré las operaciones militares en combinación con las dos Divisiones del Centro, a las órdenes del general Jesús Carranza y Pánfilo Natera y de la División del Oriente al mando del general Aguilar.
Por lo que se refiere a mi actitud hacia los países extranjeros, he sostenido y seguiré sosteniendo el mayor respeto y las más cordiales relaciones.
He dado órdenes terminantes y positivas a todos los jefes del Ejército Constitucionalista, para que den toda clase de protección a los extranjeros, sea cual fuere su nacionalidad tanto por lo que toca a sus vidas como a sus intereses. Estos extranjeros que como consecuencia de nuestra guerra civil probablemente padecerán graves daños en sus propiedades, pueden demandar, conforme a la ley que fue promulgada el 13 de mayo de 1913, una indemnización y al restablecerse el orden constitucional las pérdidas padecidas serán compensadas, en cuanto sean probadas.
Las órdenes que he dado por lo que se refiere a la protección de los extranjeros, fueron dictadas sin tomar en cuenta la actitud de ciertos países que cometieron la grave injusticia y el gran error de reconocer al gobierno del asesino y usurpador Huerta y aun cuando han procedido contra la legalidad, quiero ser justo y generoso en todos mis actos.
La fuerza del Ejército Constitucionalista ha de fundarse en la moralidad de sus actos.
Afortunadamente el Gobierno de los Estados Unidos, haciéndose honor a sí mismo y trabajando en favor de la libertad, tomo el bando de la justicia al no reconocer al gobierno espúreo de Victoriano Huerta.
Todos los cónsules de los países extranjeros que se me han acercado, han sido recibidos con gran placer y he aceptado, y seguiré aceptando, todas las representaciones extraoficiales que me han hecho en relación con sus nacionales, pues quiero demostrar con hechos, que en todo el territorio dominado por las fuerzas de mi mando, el extranjero será bien recibido y protegido.
Los extranjeros que transitoriamente abandonaron el país, han estado regresando a sus ocupaciones, a las que se dedican sin dificultades.
Ha sido motivo de gran contento para mi el que algunos cónsules hayan felicitado a varios Jefes Constitucionalistas por la cabal protección que han dado a los extranjeros.
AIlen Tupper, a su vez, comentó la declaración del señor Carranza en los siguientes términos:
Un cuidadoso estudio de esta deciaración del general Carranza nos indica los elevados propósitos y el admirable espíritu del hombre; si éste lleva venturosamente a la práctica las ideas que ha expuesto, pronto amanecerá para México un día mejor.
Los últimos mensajes recibidos de México parecen confirmar las declaraciones del general Carranza y, con toda probabilidad, las Divisiones de las fuerzas militares del Ejército Constitucionalista, se unirán pronto no lejos de la Capital del país y, mandadas por el primer Jefe, harán una marcha ordenada sobre la Ciudad de México.
En caso de que las ideas y los ideales del general Carranza se realicen, el Plan de Guadalupe será llevado cabalmente a la práctica, con el apoyo total y la fuerza moral del mundo civilizado, con lo que ocurrirá el nacimiento de una nueva era en este país de ricos recursos naturales y de magníficas posibilidades.
Documento importante que se entregó al señor Allen Tupper, es el Decreto expedido por el gobernador del Estado de Nuevo León, general Antonio I. Villarreal, sobre las reformas sociales que reclamaban los trabajadores.
Dicho Decreto dice así:
La redención del proletariado bajo los auspicios directos y la acción inmediata y enérgica del Poder Público, fue el principal anhelo de la gloriosa Revolución de 1910, cuyos nobles propósitos, apenas iniciada su realización, estuvieron a punto de fracasar al golpe homicida que asestó la deslealtad y la impudicia y que llevó a la tumba a los primeros magistrados de la República.
Pero otra vez el pueblo noble y sufrido se lanzó a la lucha por conquistar la libertad, apenas saboreada, que un histrión de charreteras quiso arrebatarle, y hoy aquel anhelo santo, causa de tantos sacrificios, está a punto de realizarse plenamente.
La Revolución actual, que es la continuadora de la de 1910, no quiere esperar el triunfo definitivo de sus armas para implantar las reformas sociales a que aspira, y tiene el firme propósito de irlas llevando al terreno de la práctica, a la vez que va conquistando palmo a palmo el territorio nacional ocupado por las fuerzas del usurpador.
Corresponde, pues, al Gobierno de mi cargo, apenas iniciadas sus laboriosas tareas de reconstrucción, dar principio al cumplimiento de cuanto se ha ofrecido al pueblo mexicano para ir cimentando desde ahora el hermoso edificio de nuestras libertades futuras.
En el Estado de mi Gobierno -y éste debe ser un timbre de orgullo para los nuevoleoneses- puede decirse que no existe el proletariado con los caracteres de miseria y abyección con que se perfila en la mayor parte de los Estados Mexicanos. La división de la propiedad, la extendida costumbre de antaño arraigada de celebrar contratos de aparcería con los labradores, la pequeña industria siempre floreciente; la multitud de escuelas esparcidas por todo su territorio, etc., etc., han contribuido a que sea un poco menos aflictiva la condición de la casta desamparada y huérfana, objeto de todas nuestras solicitudes; pero todavía quedan resabios coloniales y restos de tiranía feudal; aún existen peones y sirvientes que de generación en generación vienen soportando el peso de las cuentas inacabables debidas a los amos; aún en los talleres y en las fábricas se consumen los obreros sin poder redimir ni con su sangre las deudas al patrón; aún en el seno de las familias, vegetan desesperados sirvientes de todas clases que no alcanzan jamás a ver el fruto de sus ímprobos trabajos, porque todo lo abonan a la deuda, esa deuda que mientras más se afana por solventarla, más crece; y es por todo lo expuesto, obligación de este Gobierno, exigir el sacrificio de los pudientes en auxilio y beneficio de los miserables.
En consecuencia, usando de las facultades de que me hallo investido
DECRETO
Primero: Queda estrictamente prohibido exigir trabajos personales en compensación de deudas.
Segundo: Los contraventores serán consignados como enemigos de la causa y castigados severamente.
Tercero: Amos, patrones, etc., quedan obligados a dar a conocer este Decreto a los sirvientes de ambos sexos, fijándolo en lugares visibles.
Cuarto: Habrá inspectores para el mejor cumplimiento de esta disposición.
Quinto: Este Decreto comenzará a surtir sus efectos desde la fecha de su publicación.
Es dado en el Palacio de Gobierno de Monterrey, Nuevo León.
Antonio I. Villarreal.
El Secretario General de Gobierno, licenciado A. de la Paz Guerra (1).
NOTAS
(1) Datos tomados de la Historia del Ejército Constitucionalista, del general Juan Barragán.