AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO OCTAVO
PORTES GIL, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. SU DOCTRINA Y SU OBRA
LA AUTONOMÍA DE LA UNIVERSIDAD. CÓMO ESTALLÓ EL CONFLICTO ESTUDIANTIL. PETICIONES DE LOS ALUMNOS A LA PRESIDENCIA. LEY DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
El conflicto estudiantil que se provocó en el mes de mayo de 1929 y que dio por resultado el acuerdo del Ejecutivo de la Unión para otorgar a la Universidad Nacional la autonomía, nació como consecuencia de la decisión, que tomó la Rectoría del plantel, en el sentido de que los alumnos de las escuelas profesionales se sometieran a pruebas de reconocimiento, que deberían sustentar por escrito -tres veces al año- en lugar del examen oral acostumbrado. Tal disposición de la rectoría dio origen a que la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y Ciencias Sociales declarara la huelga general. Como consecuencia del estado de huelga, se provocaron algunos lamentables desórdenes entre maestros y alumnos, los cuales obligaron a la dirección de la escuela y a la rectoría, a dictar enérgicas medidas disciplinarias. Estas, a su vez dieron resultados contraproducentes ya que muy pocos días después la huelga fue secundada por todas las escuelas profesionales. Los estudiantes, enardecidos por los acuerdos de represión que tomaron las autoridades inferiores, comenzaron a cometer actos de violencia en contra del personal docente de la institución, viéndose obligado el rector a solicitar de la Secretaría de Educación Pública las debidas garantías para someter a los escandalosos.
Por su parte, la Secretaría de Educación se dirigió al jefe del Departamento del Distrito Federal, doctor José M. Puig Casauranc, para que dispusiera que la fuerza pública resguardara los edificios de las escuelas universitarias, originándose con tal motivo choques entre los bomberos, la policía y los estudiantes, de los cuales resultaron algunos heridos. Como el escándalo se generalizaba ya de manera alarmante para solucionar un conflicto que tomaba caracteres de suma gravedad y, tras de dar las órdenes del caso -para que la policía que resguardaba la Universidad y las escuelas profesionales se retirara- hice a la prensa de la capital, el 25 de mayo de 1929, las siguientes declaraciones:
Los sucesos ocurridos el día de ayer, con motivo de la huelga de los estudiantes de la Facultad de Jurisprudencia, secundada por algunos otros de las Escue]as Universitarias, han sido profundamente lamentados por mí. Estimo conveniente que esta sítuación anómala termine cuanto antes. A tal efecto, la Presidencia de la República ha dictado las medidas necesarias, que desde luego han sido puestas en práctica y que, inicialmente, consisten en el retiro de las fuerzas de la policía y de los bomberos que custodiaban los edificios escolares.
En consecuencia, los estudiantes pueden, con toda libertad, volver a sus escuelas y deliberar en ellas cuanto deseen, en la inteligencia de que no se les molestará en sentido alguno. El orden dentro de los edificios escolares respectivos y la guarda de los 'muebles y demás objetos que en ellos se encuentran, quedan exclusivamente a su cuidado y encomendados al honor de los mismos estudiantes.
Como es necesario conocer a fondo cuáles son los propósitos que animan la actitud de los estudiantes en huelga, me permito exhortarlos para que, previas las deliberaciones que tengan, se presenten ante el suscrito, ya sea personalmente o por escrito, a la hora y momento que lo juzguen pertinente (Declaraciones reproducidas en las ediciones del dia 28 de mayo de 1929 de los diarios El Universal, Excelsior y La Prensa. Precisión de Chantal López y Omar Cortés).
Tan pronto como los estudiantes conocieron el sentir del Ejecutivo nombraron una comisión que me hizo entrega del pliego de peticiones que aprobó la asamblea general que convocó el Comité de Huelga, y que textualmente reproduzco. Dice así:
C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Palacio Nacional.
Con plena autorización de todos los estudiantes del Distrito Federal, hoy en huelga, conforme a los deseos de usted, manifiestos en sus declaraciones del 25 del presente y con el fin de expresar los postulados fundamentales para resolver el actual conflicto, postulados que sintetizan las aspiraciones y deseos de la clase estudiantil, ante usted, con todo respeto, exponemos:
CONSIDERANDO PRIMERO: Que el ciudadano licenciado Ezequiel Padilla, actual secretario de Educación Pública, demostró indiferencia primero e incapacidad después para resolver, desde un principio, en forma pacífica el conflicto estudiantil; y, más tarde, tácitamente aprobó los sangrientos atropellos cometidos por la Policía y Bomberos en contra de estudiantes inermes; pues siendo el secretario de Educación Pública la máxima autoridad educativa, debió seguir con todo interés el desarrollo de los acontecimientos, e intervenir oportunamente a fin de evitar criminales abusos de fuerza como el realizado por los cuerpos antes dichos el 23 de los corrientes, habiéndose abstenido hasta de reprobar los atentados que se cometieron, por lo que ha perdido la confianza y la estimación de nuestra clase.
CONSIDERANDO SEGUNDO: Que el señor profesor Moisés Sáenz, actual subsecretario de Educación Pública, siendo también una alta autoridad escolar, y por los mismos motivos que el ciudadano licenciado Padilla, tiene una gran responsabilidad en los sucesos a que nos hemos referido y es además el causante de numerosas dificultades escolares por los métodos y sistemas extranjeros e inadecuados que, a pesar de numerosas protestas, ha implantado en las escuelas en donde la práctica demuestra su más completo fracaso, provocando esto un general e intenso malestar entre todos los estudiantes.
CONSIDERANDO TERCERO: Que el ciudadano licenciado Antonio Castro Leal, rector de la Universidad Nacional, demostró una absoluta ineptitud para resolver las dificultades existentes y una intransigencia rayana en la terquedad para escuchar las solicitudes que se le hicieron, faltando en diversas ocasiones a las promesas conciliatorias que hizo a los comisionados para entrevistarlo y habiendo aprobado con su silencio los acontecimientos del 23 de mayo, pues se limitó a hacer una protesta tibia cuando ya los hechos estaban consumados.
CONSIDERANDO CUARTO: Que nuestro movimiento está en todo asistido por la razón y justicia, y que, a pesar de ello, algunos directores de escuelas expulsaron a los mantenedores del mismo y se caracterizaron por una antidemocrática hostilidad a los representantes de la huelga, vulnerando los derechos que la Sociedad de Alumnos había adquirido desde hace ya largo tiempo, por lo que no son ya acreedores al puesto que desempeñan.
CONSIDERANDO QUINTO: Que los ciudadanos Valente Quintana y Pablo Meneses, jefe de la Policía del Departamento del Distrito Federal y jefe de las Comisiones de Seguridad, respectivamente, abusando de la fuerza que la sociedad les confía para fines nobles y extralimitándose en sus funciones, en una forma arbitraria ordenaron que la gendarmería hiciera fuego sobre una multitud de estudiantes, hiriendo a varios de gravedad, entre ellos al compañero Loaeza, habiendo tanto la policía como los bomberos desplegado una saña y encarnizamiento salvaje, pues varios estudiantes estando ya caidos fueron brutalmente golpeados y heridos con hachas y rifles, hechos que testifican numerosas personas, entre ellas algunos ciudadanos extranjeros que en aquellos momentos se encontraban en las puertas del Hotel Regis.
CONSIDERANDO SEXTO: Que hechos como los registrados el 23 de mayo constituyen atentados de cultura que menguan el prestigio y manchan el buen nombre de México y que la impresión que esos hechos causaron sólo puede ser contrarrestada abriendo una minuciosa y tenaz investigación, que exhiba al culpable de ellos y permita aplicar un ejemplar y enérgico castigo.
CONSIDERANDO SEPTIMO: Que todas las dificultades estudiantiles provienen de que la voz y voto de los estudiantes, en la forma en que actualmente está integrado el Consejo Universitario, no tiene ningún valor, pues sus representantes son en número muy inferior al número de los representantes de las autoridades escolares y de profesores, quienes llevan siempre una opinión unificada e intransigente, que echa por tierra todas las proposiciones y deseos de los estudiantes, siendo esto el origen de conflictos como el actual y deseamos aprovechar la buena disposición de usted para que la clase estudiantil, única a la que aún no llega en una forma eficaz la obra de la Revolución, realice una verdadera conquista que resuelva con justicia y equidad problemas presentes y futuros.
CONSIDERANDO OCTAVO: Que las escuelas técnicas no tienen un órgano en el cual los estudiantes de las mismas puedan hacerse oír, cuestión ésta que quedaría resuelta para bien del funcionamiento de dichas escuelas, con la creación de un Consejo Técnico integrado en la misma¡ forma y que por las mismas razones que en el considerando anterior se exponen para el Consejo Universitario.
CONSIDERANDO NOVENO: La esencial importancia que tiene la enseñanza normal para tener una benéfica y efectiva difusión de la cultura en México, cosa en que estriba la solución de uno de nuestros grandes problemas nacionales hace que se tenga en cuenta que dicha enseñanza recibiría un beneficio e impulso con la creación de un Consejo de Escuelas Normales, integrado en forma idéntica por las mismas razones expuestas en los considerandos relativos a los Consejos Universitarios.
CONSIDERANDO DECIMO: Que la causa principal del bajo nivel y la falta de unidad de la cultura que desde hace algunos años se nota en las diversas Facultades, es el haber dividido la Escuela Nacional Preparatoria creando las Escuelas Secundarias en donde se imparte una enseñanza elemental y débil; y creyendo de fundamental importancia la reincorporación de dichas secundarias a la Preparatoria, para evitar así el descenso cultural que cada día se acentúa y que constituye una amenaza para el futuro de México.
A usted, C. Presidente de la República, con todo el respeto que su alta investidura nos merece, pedimos en nombre de todos los estudiantes en huelga y con la amplia autorización que ellos nos han conferido, que, tomando en consideración las razones expuestas en los considerandos respectivos, tenga a bien dictar los siguientes acuerdos en beneficio de la clase estudiantil:
I.-a) Pídanseles sus renuncias a los ciudadanos licenciado Ezequiel Padilla, secretario de Educación Pública; profesor Moisés Sáenz, subsecretario de Educación Pública; licenciado Antonio Castro Leal, rector de la Universidad Nacional.
b) A todos aquellos ciudadanos directores y empleados de Educación Pública y de la Universidad Nacional que resulten responsables de las represalias ejercidas en contra de los estudiantes en huelga.
II.- Destitúyase, por indignos de los puestos que actualmente desempeñan, a los ciudadanos Valente Quintana y Pablo Meneses.
III.- Acéptese que, a partir de la renuncia del señor licenciado Castro, Leal, el rector de la Universidad Nacional sea electo por el C. Presidente de la República, de una terna que en cada caso presentará el Consejo Universitario. Intégrese, a partir de esta fecha, en lo sucesivo dicho Consejo por un número de delegados estudiantiles igual al número de delegados que formen los directores y profesores de las escuelas; dándose en el mismo, derecho a voz y voto a un delegado de la Confederación Estudiantil de la República y a un delegado de la Federación Estudiantil del Distrito Federal; que el Rector tenga en dicho Consejo voto de calidad para caso de empate. El espíritu de este acuerdo deberá ser el de que nunca y por ningún motivo los delegados oficiales y docentes: con voz y voto, sean en mayor número que los delegados estudiantiles con el mismo derecho de voz y voto.
IV.- Créese con la misma organizacción y funcionamiento del Consejo Universitario, un Consejo de Escuelas Técnicas y un Consejo de Escuelas Normales.
V.- Reincorpórense todas las Escuelas Secundarias existentes a la Escuela Nacional Preparatoria, sin perjuicio de que, de no ser posible reunirlas en el mismo edificio, ocupen diversos locales, teniendo cada una la denominación de Escuela Nacional Preparatoria.
VI.- Abrase una minuciosa y tenaz investigación a fin de determinar quiénes fueron los responsables de la agresión en que resultaron víctimas los estudiantes y aplíquese a los culpables un enérgico castigo.
Esperamos todos los estudiantes, señor Presidente, de los antecedentes de justicia y de los méritos revolucionarios que en usted se reúnen, tenga a bien acceder a estas peticiones que constituyen un viejo e insatisfecho anhelo nuestro y compendian las más altas y ardientes aspiraciones de la, clase estudiantil. Ellas, serán, si usted se digna resolverlas favorablemente, la máxima conquista revolucionaria de nuestra clase, que, como la obrera y campesina y como todas las clases sociales de la República, desea que llegue hasta ella la obra avanzada y reivindicadora de la Revolución Mexicana.
México, D. F., a 27 de mayo de 1929.
Por el Comité General de Huelga, el Secretario, Ricardo García Villalobos.
Rúbrica.
Después de meditar serenamente los puntos que los estudiantes en huelga sometieron a la consideración de la presidencia de la República, llegué a la conclusión de que lo que ellos pedían no resolvería fundamentalmente ninguno de los graves problemas planteados y sí implicaba un quebrantamiento de la autoridad gubernamental; pues acudir a la destitución de funcionarios o a la aceptación de renuncias, que ninguno había presentado -no existiendo motivo alguno para presentarlas- era tanto como relajar el principio de autoridad. En mi opinión, los escándalos callejeros que habían dado margen a la represión que la policía y los bomberos se habían visto obligados a ejecutar, se debían exclusivamente a la torpeza y falta de previsión con que procedieron las autoridades universitarias, únicas responsables de aquellos lamentables acontecimientos.
Como, por otra parte, los estudiantes eran azuzados constantemente por líderes políticos interesados en provocar situaciones ventajosas, consideré necesario ahondar, tanto como fuera posible, en la serie de problemas universitarios que desde hacía mucho tiempo se venían presentando al gobierno y a los que, anteriormente, no se había procurado dar una solución adecuada, bien por falta de confianza, bien porque no se había tenido la decisión de afrontarlos con entereza. Así fue como, al contestar el memorial que presentaron a mi consideración los estudiantes, les manifesté: que el Ejecutivo iba desde luego a someter al Congreso de la Unión un proyecto de Ley que otorgara a la Universidad Nacional la autonomía a que tenía pleno derecho.
Mucho se comentó en aquellos días la resolución del Ejecutivo y hasta alguno de mis colaboradores, que no procedió con la debida lealtad (el Dr. Puig Casauranc), se llegó a vanagloriar de ser él el autor de aquella medida salvadora para la Universidad. A mí no me interesó hacer aclaraciones de ninguna especie, convencido de que la idea de la autonomía universitaria venía siendo auspiciada desde la época del ilustre licenciado don Justo Sierra. Pensé que, cualesquiera que fueran los comentarios que se hicieran por mis amigos o por mis enemigos, yo cumplía lisa y llanamente con un deber patriótico y me satisfacía plenamente el hecho de que me correspondiera el honor de haber realizado tal proyecto, que antes no se había tenido el valor de llevar a la práctica, no obstante que algunos de los secretarios de Educación que habían figurado en períodos anteriores (el mismo Dr. Puig Casauranc) habían halagado a la juventud universitaria con vanas promesas de autonomía que, como digo antes, no se atrevieron a satisfacer.
Al memorial que los estudiantes sometieron a la consideración del Ejecutivo, di la siguiente contestación:
Palacio Nacional, 28 de mayo de 1929.
Secretario del Comité General de Huelga de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
Presente.
Estimado amigo:
Quiero. contestar su comunicado de ayer con una carta, para establecer así el tono de serena cordialidad con que deseo referirme a sus peticiones, y a la conducta que en los últimos días han venido ustedes observando. Espero de este modo encontrar en ustedes una colaboración tan generosa como la deseo, llegando hasta usted y hasta sus compañeros no como un funcionario público ocasionalmente revestido con la máxima autoridad, sino como un hombre de extracción universitaria, que está bastante cerca todavía de la vida estudiantil, con sus anhelos, con sus preocupaciones y hasta con sus apasionamientos, criticables tal vez si se juzgan con un criterio puritano y extremista; pero alentadores si se piensa que son testimonio de virilidad y dinamismo.
Mis primeras palabras deberán ser, naturalmente, para lamentar que los excesos de una represión que soy el primero en desautorizar, hayan hecho que un conflicto escolar, que debió resolverse dentro de los muros de la Facultad de Derecho, en un ambiente de libre discusión y de razonamiento técnico y pedagógico, haya salido del recinto de la Escuela, dando ocasión o pretexto a violencias y a excesos, cuyos resultados afortunadamente no degeneraron en tragedia pero que son, de todas maneras, sensibles y bochornosos.
Seguros así de que, por mi parte, sólo encontrarán simpatía para actitudes generosas, espero que, a su vez aceptarán con sinceridad la responsabilidad que les corresponde en su categoría de estudiantes, de hombres que, por estar ya en posesión de una cultura, tienen el deber de juzgar de acuerdo con los dictados de la razón y del interés social y no en obediencia a los impulsos de un arrebato, lógico como resistencia a una represión violenta, pero injustificado y reprobable si se le quiere elevar hasta la categoría de norma general de conducta.
En este espíritu, será fácil a ustedes comprender las razones que me obligan a no referirme concretamente a algunas de las peticiones contenidas en su memorial. Ni me sería posible aceptarlas, ni en su aceptación o rechazo estriba el problema que ha dado origen a los últimos acontecimientos. No podríamos aceptarlas por injustificadas y porque la responsabilidad de la integración de mi Gobierno y de sus resultados me corresponde íntegramente, y dejaría de afrontarla plegándome a las exigencias transitorias de la masa estudiantil de la capital, apasionada por las circunstancias del momento, en capítulo tan importante como la designación de mis colaboradores, ya que ello equivaldría a relajar mi responsabilidad y a diluir así, junto con esa responsabilidad, el principio de autoridad que sólo en ella se basa y que no por vanidad personal, sino por conveniencia del país, debo hacer respetar.
Además, repito, algunas de sus peticiones son fruto del acaloramiento consiguiente a la violencia, y ello les resta la fuerza que tendrían si hubieran sido formuladas serenamente, como resultado del convencimiento íntimo y fundado de todas las clases estudiantiles del país y como expresión, así, de un verdadero sentimiento general que el Presidente de la República debería oír para no autorizar la ejecución de resoluciones que el país repudiara.
Por otra parte, el problema real que en el fondo agita a ustedes y cuyo estudio y resolución ha motivado en el caso la actuación de las autoridades universitarias, no es un problema de funcionarios, ni puedo admitir que desde el punto de vista de ustedes y por su propio decoro se plantee como un problema nacido del deseo de ahorrar esfuerzos o trabajo para elevar la calidad de los estudios universitarios.
Aunque no explícitamente formulado, el deseo de ustedes es el de ver su Universidad libre de la amenaza constante que para ella implica la ejecución, posiblemente arbitraria en muchas ocasiones, de acuerdos, sistemas y procedimientos que no han sufrido previamente la prueba de un análisis técnico y cuidadoso, hecho sin otra mira que el mejor servicio posible para los intereses culturales de la República. Para evitar ese mal, sólo hay un camino eficaz: el de establecer y mantener la autonomía universitaria.
Al dar un paso tan trascendental, la dirección de la Universidad quedará libre y definitivamente en manos de sus miembros, maestros y alumnos; pero, junto con la libertad, alumnos y maestros deberán asumir cabalmente el peso de todas las responsabilidades que la gestión universitaria trae consigo, y esa responsabilidad deberá extenderse no sólo a los maestros y alumnos actuales, sino a todos los hombres de extracción universitaria que existen en la República, que deban al país su cultura y los cuales es mi deseo que sean los responsables, ante el mismo país, de la conservación, incremento y debida difusión de esa cultura.
Profundamente convencido de lo que antes digo, hoy mismo he formulado un proyecto de Decreto convocando al Congreso de la Unión a sesiones extraordinarias, para el estudio de la ley mediante la cual quedará resuelto el establecimiento de la Universidad Nacional Autónoma, sobre las bases generales siguientes:
La Universidad libremente resolverá sus programas de estudios, sobre sus métodos de enseñanza y sobre la aplicación de sus fondos y recursos.
En el Gobierno de la Universidad participarán los maestros, los alumnos y los ex-alumnos ya salidos de las aulas por haber concluido sus estudios.
Los nombramientos de Rector y de Directores de las distintas Facultades o Escuelas y dependencias universitarias, serán hechos como lo indique la ley reglamentaria respectiva, por el Presidente de la República a propuesta en terna, del Consejo Universitario.
Formarán parte de la Universidad Autónoma todas las Facultades y dependencias que ahora la constituyen, a reserva de que se les incorporen más tarde otras escuelas o dependencias ya establecidas por el Estado o que la Universidad funde nuevas Facultades o establezca nuevos institutos.
El Estado pasará a la Universidad un subsidio global cada año, en los términos que apruebe el presupuesto dentro de los límites mínimos que la ley orgánica de la Universidad deberá señalar.
Espero que todos los miembros de la Universidad recibirán este proyecto con profundo júbilo; pero, a la vez, con un claro sentido de la responsabilidad que van a contraer y con un firme e inquebrantable propósito de aplicar todo su esfuerzo para no defraudar a la Nación, que pone bajo su cuidado y vigilancia sus más altos intereses educacionales. Espero también, por lo tanto, que inmediatamente recobrará la Universidad su vida normal, mientras se cubren los trámites necesarios para que este proyecto alcance debida realización.
Y ahora, como en lo sucesivo, deseo que todos los problemas universitarios sean tratados siempre dentro de la Universidad, por medios y razones técnicos hasta resolverlos racionalmente, con provecho para los intereses del país. Cuando -después de un ilustrado estudio, sin otra mira que el bien común- sin la menor transigencia con la pereza o con el deseo de eludir el cumplimiento de sus deberes escolares, los miembros de la Universidad libremente apoyen el establecimiento de planes y métodos de estudio, con los cuales no estén todos de acuerdo, podrán los inconformes recurrir al docentismo privado o la creación de otras universidades libres en donde puedan adquirir, de acuerdo con su sentir particular, los conocimientos que en la Universidad Nacional Autónoma se impartan en forma que ellos juzguen inconveniente para sus intereses.
Fundamentalmente confío en que todos los universitarios de la República, alumnos o maestros actuales o antiguos miembros de la Universidad, demostrarán, como lo han hecho en un momento de arrebato las clases estudiantiles de la capital, su firme voluntad de unificarse para perseguir siempre los fines culturales que más convengan a la Nación. Cuento, además, con su virilidad para defender el tesoro que pronto quedará en sus manos, lo mismo contra las bajas pasiones que pretendan disminuir la seriedad y la eficacia de las labores universitarias que contra los actos arbitrarios de las autoridades. Así lo exigen las circunstancias de nuestro país, en que tan necesario es que todos los mexicanos se esfuercen para lograr los más altos propósitos y aprendan a cuidar de que la autoridad nunca se exceda.
Los saludo con afecto y me ofrezco de ustedes atento amigo y servidor.
E. Portes Gil.
Así terminó el grave conflicto que culminara con la huelga general de las escuelas profesionales y que dio cima a la autonomía de la Universidad Nacional, la cual venía siendo, desde el año de 1910, una legítima aspiración del conglomerado universitario.