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Capítulo CIII
CÓMO ENTRETANDO QUE CORTÉS ESTABA EN CASTILLA CON EL TÍTULO DE MARQUÉS DEL VALLE VINO LA REAL AUDIENCIA A NUEVA ESPAÑA Y EN LO QUE ENTENDIO
Pues estando Cortés en Castilla con título de marqués, en aquel instante llegó la Real Audiencia a México, según Su Majestad lo había mandado. como dicho tengo en el capítulo que de ello atrás habla, y vino por presidente Nuño de Guzmán, que solía estar por gobernador en Pánuco, y cuatro licenciados por oidores; los nombres de ellos se decían: Matienzo, decían que era natural de Vizcaya o cerca de Navarra; y Delgadillo de Granada; y un Maldonado de Salamanca (no es éste el licenciado Alonso Maldonado, el Bueno, que fue gobernador de Guatemala); y vino el licenciado Parada, que solía estar en la isla de Cuba, y así como llegaron estos cuatro oidores a México, después que les hicieron gran recibimiento en la entrada de la ciudad, en obra de quince o veinte días que habían llegado se mostraron muy justificados en hacer justicia, y traían los mayores poderes que nunca a la Nueva España después trajeron visorreyes ni presidentes, y era para hacer el repartimiento perpetuo y anteponer a los conquistadores y hacerles muchas mercedes, porque así se lo mandó Su Majestad. Y luego hacen saber de su venida a todas las ciudades y villas que en aquella sazón estaban pobladas en la Nueva España, para que envíen procuradores con las memorias y copias de los pueblos de indios que hay en cada provincia, para hacer el repartimiento perpetuo, y en pocos días se juntaron en México los procuradores de todas las ciudades y villas, y aun de Guatemala, y otros muchos conquistadores.
Y en aquella sazón estaba yo en la ciudad de México por procurador y síndico de la villa de Guazacualco, donde en aquel tiempo era vecino, y como vi lo que el presidente y oidores mandaron, fui en posta a nuestra villa para elegir quiénes habían de venir por procuradores para hacer el repartimiento perpetuo, y desde que llegué hubo muchas contrariedades en elegir los que habían de venir, porque unos vecinos querían que viniesen sus amigos y otros no lo consentían, y por votos hubimos de salir elegidos el capitán Luis Marín y yo. Pues llegados a México demandamos todos los procuradores de las más villas y ciudades que se habían juntado el repartimiento perpetuo, según Su Majestad mandaba, ya en aquella sazón estaba trastocado Nuño de Guzmán y Matienzo, y Delgadillo, porque los otros dos oidores, que fueron Maldonado y Parada, y luego que (a) aquella ciudad llegaron fallecieron de dolor de costado. Y si allí estuviera Cortés, según hay maliciosos, también le infamaran y dijeran que él los había muerto.
Y volviendo a nuestra relación, quien fue causa de mudarlos el propósito que no hiciesen el repartimiento según Su Majestad mandaba, dijeron muchas personas, que lo entendieron muy bien, fue el factor Salazar, porque se hizo tan íntimo amigo de Nuño de Guzmán y de Delgadillo, que no se hacía otra cosa sino lo que mandaba, y tal como el consejo dieron, en tal paró todo.
Dejemos esto y diré en lo que entendieron luego que a México llegaron, así Nuño de Guzmán, y Matienzo, y Delgadillo, fue en tomar residencia al tesorero Alonso de Estrada, la cual dió muy buena, y si se mostrara tan varón como creímos que lo fuera, él se quedara por gobernador, porque Su Majestad no le mandaba quitar la gobernación; antes, como dicho tengo en el capítulo pasado, había venido mandado, pocos meses había, de Su Majestad que gobernase sólo el tesorero, y no juntamente con Gonzalo de Sandoval, ya otras veces por mí memorado, y dió por muy buenas las encomiendas que había antes dado, y a Nuño de Guzmán no le nombraban en las provisiones más de por presidente y repartidor juntamente con los oidores.
Dejemos de hablar en esto, y diré en lo que luego entendió la Audiencia Real, y fue en ser muy contrarios a las cosas del marqués, y enviaron a Guatemala a tomar residencia a Jorge de Alvarado, y vino un Orduña, el Viejo, natural de Tordesillas, y lo que pasó en la residencia yo no lo sé. Y luego ponen en México muchas demandas a Cortés por vía de fiscal, y el factor Salazar, en sí mismo, le puso otras demandas, y en los escritos que daban en los estrados eran con muy gran desacato y palabras muy mal dichas; lo que en los escritos decían era que Cortés era tirano y traidor, y que había hecho muchos deservicios a Su Majestad, y otras muchas cosas feas y tan malas, que el licenciado Juan Altamirano, ya por mí otra vez nombrado, que era la persona que Cortés hubo dejado su poder cuando fue a Castilla, se levantó en pie, con su gorra quitada, en los mismos estrados, y dijo al presidente y oidores con mucho acato que suplicaban a Su Alteza que mandasen al factor Salazar que en los escritos que diese que sea bien mirado, y que no le consientan que diga del marqués, pues es buen caballero y tan gran servidor de Vuestra Alteza, tan malas y feas palabras, y que demande su justicia como debe. Y no aprovechó cosa ninguna en lo que el licenciado Altamirano allí en los estrados les suplicó, en ello, después para nombrarle Nuño de Guzmán y Delgadillo lo debían obligar a ello, porque para otro día tuvo el factor otros más feos escritos, y fue la cosa de tal manera, que el licenciado Altamirano y el factor allí delante del presidente y oidores, sobre los escritos, vinieron a palabras muy feas y sentidas que entre ellos dijeron, y Altamirano echó mano a un puñal para el factor, y le iba a dar si no se abrazaran con él Nuño de Guzmán y Matienzo y Delgadillo; y luego toda la ciudad revuelta, y luego llevaron preso a las atarazanas al licenciado Altamirano, y al factor a su posada, y los conquistadores fuimos al presidente a suplicar por Altamirano, y de ahí a tres días le sacaron de la prisión y les hicimos amigos con el factor.
Dejemos este ruido, que ya estaba pacificado y hechos amigos, y pasemos adelante. Que hubo luego otra tormenta mayor, y fue que en aquella sazón había aportado allí, a México, un deudo del capitán Pánfilo de Narváez, el cual se decía Zaballos, que le enviaba desde Cuba su mujer de Narváez, la cual se decía María de Valenzuela, en busca de su marido, Narváez, que había ido por gobernador al río de Palmas, porque ya tenía fama que era perdido o muerto, y Nuño de Guzmán y Matienzo y Delgadillo le hablaron para que ponga demanda y dé queja de todos los conquistadores que fuimos juntamente con Cortés en desbaratar a Narváez, y se le quebró el ojo y se quemó su hacienda, y también demandó la muerte de los que allí murieron; y Zaballos dada su queja como se lo mandaron y grandes informaciones de ello, prendieron a todos los más conquistadores que en aquella ciudad nos hallamos, que en las probanzas vieron que fueron en ello, que pasaron más de trescientos y cincuenta, y a mí también me prendieron, y nos sentenciaron en ciertos pesos de oro de tepuzque, y nos desterraron cinco leguas de México, y luego nos alzaron el destierro; y aun muchos de nosotros no nos demandaron dinero de la sentencia porque era poca cosa.
Y tras esta tormenta ponen a Cortés otra demanda las personas que mal le querían, y también tuvieron manera y concertaron para que un Juan Juárez, cuñado de Cortés, ya por mí otras veces memorado, demandase públicamente en los estrados la muerte de su hermana doña Catalina Juárez, la Marcaida, la cual demandó en los estrados como se lo mandaron, y presentó testigos cómo y de qué manera dicen que fue su muerte. Y luego tras esto hubo otro embarazo, y fue que como le pusieron a Cortés la demanda que dicho tengo de la recámara de Guatemuz y del oro y plata que se hubo en México, muchos de los que éramos amigos de Cortés nos juntamos, con licencia de un alcalde ordinario, en casa de un García Holguín, y firmamos que no queríamos parte de aquellas demandas del oro ni de la recámara, ni por nuestra parte fuese compelido Cortés a que pagase ninguna cosa de ello, y decíamos que sabíamos cierto y claramente que lo enviaba a Su Majestad, y lo hubimos por bueno.
Volvamos a nuestro cuento. Que como Nuño de Guzmán hacia aquellas franquezas y herraba tantos indios por esclavos, e hizo muchas molestias a Cortés, y del licenciado Delgadillo decian que hacia dar indios a personas que le acudían con cierta renta, y hada compañías, y también porque puso por alcalde mayor en la villa de Oaxaca a un su hermano, que se decia Berrio, y le hallaron que el hermano llevaba cohechos, y hacía muchos agravios a los vecinos, y también se halló que en la villa de los Zapotecas puso otro teniente que se decía Delgadillo como él, que también se halló llevaba cohechos y hacía injusticia, y el licenciado Matienzo era viejo, pusiéronle que era vicioso de beber mucho vino, y que iban muchas veces a las huertas (a) hacer banquetes y llevaba consigo tres o cuatro hombres alegres que bebían bien, y después que todos estaban como convenía y asidos, que tomaba uno de ellos una bota con vino y que desde lejos hacia con la misma bota huichucho, como cuando llaman al señuelo a los gavilanes, y el viejo iba como desalado a la bota y la empinaba y bebía de ella; y también se le pusieron por cargos que toda la semana y algunos días de fiesta se le iba en mandar echar suertes, y que el mismo Nuño de Guzmán y Delgadillo y Matienzo eran jueces de ello, y que más querían estar en las suertes que en los estrados, y aun sospecharon que salían muchas suertes a quien ellos querían ser aficionados, y fueron tantas quejas que de ellos decían con probanzas, y aun cartas de los prelados y religiosos, que viendo Su Majestad y los señores de su Real Consejo de Indias las informaciones y cartas que contra ellos fueron, mandó que luego sin más vacilaciones se quitase redondamente toda la Audiencia Real y los castigasen, y pusiesen otro presidente y oidores que fuesen de ciencia y buena conciencia y rectos en hacer justicía, y mandó que luego fuesen a la provincia de Pánuco a saber qué tantos mil esclavos habían herrado, y fue el mismo Matienzo, por mandado de Su Majestad, que a este viejo oidor le hallaron con menos cargos y mejor juez que a los demás.
Y además de esto, luego se dieron por ningunas las cédulas que habían dado para herrar esclavos, y se mandó quebrar todos los hierros con que herraban, y que desde allí adelante no hiciesen más esclavos, y aun se mandó hacer memoria de los que había en toda la Nueva España para que no se vendiesen ni se sacasen de una provincia a otra. Y además de esto mandó que todos los repartimientos y encomiendas de indios que habían dado Nuño de Guzmán y los demás oidores a deudos y paniaguados, o a sus amigos o a otras personas que no tenían méritos, que luego, sin haber más oídos, se los quitasen.
Y en aquella sazón llegó don Pedro de Alvarado a México, que había venido de Castilla, y traía la gobernación de Guatemala, y adelantado y comendador de Santiago, y casado con una señora que se decía doña Francisca de la Cueva, y falleció aquella señora así como llegó a la Veracruz. Pues, como dicho tengo, llegado a México con mucho luto él y todos sus criados, y después que entendió los capítulos que enviaban por parte del presidente y oidores, túvose orden que el mismo adelantado, con los demás procuradores y algunos conquistadores, escribiésemos a Su Majestad todo lo que la Audiencia Real intentaba.
Y que fueran por procuradores a Castilla Bernaldino Vázquez de Tapia por la parte de Cortés, y por la parte de los oidores un Antonio Carvajal, con los recaudos y capítulos que habían de pedir, y los del Real Consejo de Indias conocieron que todo iba guiado contra Cortés por pasión, no quisieron hacer cosa que conviniese a Nuño de Guzmán ni a los demás oidores, porque estaba ya mandado por Su Majestad que de hecho le quitasen el cargo, y también en este instante Cortés estaba en Castilla, que en todo les fue muy contrario, y volvía por su honra y estado, y luego se apercibió Cortés para venir a la Nueva España con la señora marquesa su mujer y casa. Y entretanto que viene diré cómo Nuño de Guzmán fue a poblar una provincia que se dice Jalisco, y acertó en ello muy mejor que Cortés en lo que envió a descubrir.
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