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Capítulo CIV
CÓMO LLEGÓ LA REAL AUDIENCIA A LA NUEVA ESPAÑA Y LO QUE SE HIZO MUY JUSTIFICADAMENTE EN MÉXICO
Ya he dicho en el capítulo pasado cómo Su Majestad mudó toda la Real Audiencia de México y por presidente vino don Sebastián Ramírez de Villaescusa, que en aquella sazón era obispo de Santo Domingo, y cuatro licenciados por oidores, que se decían: el licenciado Alonso Maldonado, de Salamanca; y el licenciado Zeinos, de Toro o de Zamora; y el licenciado Vasco de Quiroga, de Madrigal, que después fue obispo de Michoacán; y el licenciado Salmerón, de Madrid.
Y primero llegaron a México los oidores que viniese el obispo de Santo Domingo, y se les hizo dos grandes recibimientos, así a los oidores, que vinieron primero, como al presidente, que vino de ahí a pocos días; luego mandan pregonar residencia general, y de todas las ciudades y villas vinieron muchos vecinos y procuradores, y aun caciques y principales, y dan tantas quejas del presidente y oidores pasados, de agravios y cohechos y sinjusticias que les habían hecho, que estaban espantados el presidente y oidores que les tomaban residencia. Pues los procuradores de Cortés pónenles tantas demandas de los bienes y hacienda que le hicieron vender en las almonedas, como dicho tengo antes de ahora, que si todo en lo que les condenaba hubieran de pagar, montaba sobre doscientos mil pesos de oro. Y como Nuño de Guzmán estaba en Jalisco y no quería venir a la Nueva España a dar su residencia, respondía Delgadillo y Matienzo, en la residencia que les tomaba, que todas aquellas demandas que les ponían eran a cargo de Nuño de Guzmán, que como presidente lo mandaba de hecho, y no era a su cargo, y que mandasen enviar por él que venga a México a descargarse de los cargos que le ponen. Y puesto que ya había enviado a Jalisco la Real Audiencia provisiones para que pareciese personalmente en México, no quiso venir; y el presidente y oidores, por no alborotar la Nueva España, disimularon la cosa y hacen sabedor de ello a Su Majestad, y luego enviaron sobre ellos el Real Consejo de Indias a un licenciado que se decía fulano de la Torre, natural de Badajoz, para que le tomase residencia en la provincia de Jalisco y para que le traiga preso a México, y que le eche preso en la cárcel pública; y trajo comisión para que nos pagase Nuño de Guzmán todo en lo que nos sentenció a los conquistadores sobre lo de Narváez, y lo de las firmas cuando nos echaron presos, como dicho tengo en el capítulo pasado que de ello habla.
Y dejaré apercibiendo a este licenciado de la Torre para venir a la Nueva España, y diré en qué paró la residencia. Y es que a Delgadillo y a Matienzo les vendieron sus bienes para pagar las sentencias que contra ellos dieron y los echaron presos en la cárcel pública por lo que más debían, que no alcanzó a pagar con sus bienes; y a un hermano de Delgadillo, que se decía Berrio, que estaba por alcalde mayor en Oaxaca, hallaron contra él tantos agravios y cohechos que había llevado, que le vendieron sus bienes para pagar a quien los había tomado, y le echaron preso por lo que no alcanzaba, y murió en la cárcel; y otro tanto hallaron contra otro pariente de Delgadillo que estaba por alcalde mayor en los Zapotecas, que también se llamaba Delgadillo como el pariente, y murió en la cárcel.
Y ciertamente eran tan buenos jueces y rectos en hacer justicia los nuevamente venidos, que no entendían sino solamente en hacer lo que Dios y Su Majestad manda, y en que los indios conociesen que les favorecían y que fuesen bien doctrina dos en la santa doctrina, y además de esto luego quitaron que no se herrasen esclavos e hicieron otras buenas cosas. Y como el licenciado Salmerón y el licenciado Zeinos eran viejos. acordaron de enviar a demandar licencia a Su Majestad para irse a Castilla, porque ya habían estado cuatro años en México y estaban ricos y habían servido bien en los cargos que trajeron. Su Majestad les envió la licencia después de haber dado residencia, que dieron muy buena. Pues el presidente, don Sebastián Ramírez, obispo que en aquella sazón era de Santo Domingo, también fue a Castilla, porque Su Majestad le envió a llamar para informarse de las cosas de la Nueva España y para ponerle por presidente de la Real Chancillería de Granada, y desde a cierto tiempo le pasaron a Valladolid; y así como llegó le dieron el obispado de Túy, y de allí a pocos días vacó el de León y se le dieron, y era presidente, como dicho tengo, en la chancillería de Valladolid, y en aquel instante vacó el obispado de Cuenca y se le dieron, por manera que se alcanzaban unas bulas a otras; y por ser buen juez vino a subir en el estado que he dicho. Y en esta sazón vino la muerte a llamarle, y paréceme a mi, según nuestra santa fe, que está en la gloria con los bienaventurados, porque a lo que conocí y comuniqué con él cuando era en México presidente, en todo era muy recto y bueno, y como tal persona había sido, antes que fuese obispo de Santo Domingo, inquisidor en Sevilla.
Volvamos a nuestra relación, y diré del licenciado Alonso Maldonado que Su Majestad le mandó que viniese a las provincias de Guatemala y Honduras y Nicaragua por presidente y gobernador, y en todo fue muy bueno y recto juez Y gran servidor de Su Majestad, y aun tuvo título de adelantado de Yucatán por capitulación que tuvo hecha con su suegro, don Francisco de Montejo. Pues el licenciado Quiroga fue tan bueno, que le dieron el obispado de Michoacán. Dejemos de contar de estos prosperados por sus virtudes, y volvamos a decir de Delgadillo y Matienzo, que fueron a Castilla y a sus tierras muy pobres y no con buenas famas, y de allí a dos o tres años dijeron que murieron.
Y ya en esta sazón había Su Majestad mandado que viniese a la Nueva España, por visorrey, el ilustrísimo y buen caballero y digno de loable memoria don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondéjar, y vinieron por oidores el doctor Quesada, natural de Ledesma, y el licenciado Tejada, de Logroño, y aún en aquel tiempo estaba por oidor el licenciado Maldonado, que aún no había ido a ser presidente de Guatemala, y también vino por oidor un licenciado anciano que se decía el licenciado Loaisa, natural de Ciudad Real, y como era hombre viejo estuvo tres o cuatro años en México, y allegó pesos de oro para irse a Castilla, y se volvió a su casa; y de ahí a poco tiempo vino un licenciado de Sevilla, que se decía el licenciado Santillana, que después fue doctor, y todos fueron muy buenos jueces, y después que se les hizo grandes recibimientos en la entrada de aquella gran ciudad, se pregonó residencia general contra el presidente y oidores pasados, y todos los hallaron muy rectos y buenos, y hacían conforme a justicia.
Y volviendo a nuestra relación cerca de Nuño de Guzmán, que se estaba en Jalisco, y como el virrey don Antonio de Mendoza alcanzó a saber que Su Majestad mandó venir al licenciado de la Torre a tomarle residencia en Jalisco y a echarle preso en la cárcel pública, y hacer que pagase al marqués del Valle lo que se hallase deberle, y a los conquistadores también nos pagase en lo que nos sentenció sobre lo de Narváez, y por hacerle bien y porque no fuese molestado y afrentado, le envió a llamar que viniese luego a México sobre su palabra, y le señaló por posadas sus palacios, y Nuño de Guzmán así lo hizo, que se vino luego; y el virrey le hacía mucha honra y le favorecía y comía con él. Y en este instante llegó a México el licenciado de la Torre, que ya he nombrado, y como traía mandado de Su Majestad que luego echase preso a Nuño de Guzmán y que en todo hiciese justicia, puesto que primero lo comunicó con el virrey, y parece ser no halló tanta voluntad para ello como quisiera, acordó de sacarle de la posada del virrey, adonde estaba, y decía a voces: Esto manda Su Majestad; así se ha de hacer, y no otra cosa, y le llevó a la cárcel pública de aquella ciudad y estuvo preso ciertos días, hasta que rogó por él el mismo visorrey, que le sacaron de la cárcel, y como conocieron en el de la Torre que traía recios aceros para no dejar de ejecutar la justicia y tomar residencia muy a las derechas a Nuño de Guzmán, y como la malicia humana muchas veces no deja cosa en que pueda infamar que no infame, parece ser que como el licenciado de la Torre era algo aficionado al juego, especial de naipes, puespuesto que no jugaba sino al triunfo y a la primera por pasatiempo, quienquiera que fue por parte de Nuño de Guzmán, y como en aquel tiempo se usaban traer unos tabardos con mangas largas, en especial traían los juristas, metieron en una de las mangas del tabardo del licenciado de la Torre una baraja de naipes de los chicos, y ataron la manga de arte que no se pudiesen salir. Y en aquella sazón, yendo el licenciado por la plaza de México acompañado de personas de calidad, y quienquiera que fue en meterle los naipes en la manga, tuvo manera que se le desató, y sálenle los naipes pocos a pocos y dejó rastro de ellos en el suelo en la plaza por donde iba; y las personas que le iban acompañando, de que vieron salir de aquella manera los naipes, se lo dijeron que mirase lo que traía en la manga del tabardo; y cuando el licenciado vió tan gran burla, dijo con gran enojo: Bien parece que no quieren que yo haga justicia a las derechas; mas si no me muero, yo la haré de manera que Su Majestad sepa de este desacato que conmigo se ha hecho. Y de allí a pocos días cayó malo, y de pensamiento de ello o de otras cosas que ocurrieron, de calenturas murió.
Y luego proveyó la Audiencia Real, juntamente con el virrey, del poder que traía el de la Torre a un hidalgo que se decía Francisco Vázquez Coronado, natural de Salamanca, y era muy íntimo amigo del visorrey, y todo se hizo de la manera que Nuño de Guzmán quiso en la residencia que le tomaron. Este Francisco Vázquez Coronado fue de allí a cierto tiempo por capitán a la conquista de Zibola, que en aquel tiempo llamaban las Siete Ciudades, y dejó en su lugar en la gobernación de Jalisco a un Cristóbal de Oñate, persona de calidad.
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