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Capítulo CV

CÓMO VINO DON HERNANDO CORTÉS, MARQUES DEL VALLE, DE ESPAÑA, CASADO CON LA SEÑORA DOÑA JUANA DE ZUÑIGA Y CON TÍTULO DE MARQUES DEL VALLE Y CAPITAN GENERAL DE LA NUEVA ESPAÑA Y DE LA MAR DEL SUR, Y DEL RECIBIMIENTO QUE AQUÍ SE LE TRIBUTO

Como había mucho tiempo que Cortés estaba en Castilla y ya casado, como dicho tengo, y con título de marqués y capitan general de la Nueva España y de la Mar del Sur, tuvo gran deseo de volverse a la Nueva España, a su casa y estado y marquesado, y tomar posesión de su marquesado. Y como supo que estaban en el estado que he dicho las cosas en México, se dió prisa y se embarcó con toda su casa en ciertos navíos, y con buen tiempo que le hizo en la mar, llegó al puerto de la Veracruz, y se le hizo gran recibimiento, y luego se fue por villas de su marquesado. Y llegado a México se le hizo otro recibimiento, mas no tanto como solía. Y en lo que entendió fue presentar sus provisiones de marqués y hacerse pregonar por capitán general de la Nueva España y de la Mar del Sur, y demandar al virrey y Audiencia Real que le contasen sus vasallos. Y esto me parece a mí que vino mandado de Su Majestad para que se los contase, porque, a lo que yo entendí, cuando le dieron el marquesado demandó a Su Majestad que le hiciese merced de ciertas villas y pueblos con tantos mil vecinos tributarios. Porque esto yo no lo sé bien, remítome a los caballeros y a otras pérsonas que saben mejor los pleitos que sobre ello se ha traído, porque tenía el marqués en el pensamiento, cuando demandó a Su Majestad aquella merced de los vasallos, que se habían de contar cada casa de vecino o cacique o principal de aquellas villas por un tributario, y como si dijésemos ahora que no se habían de contar los hijos varones que eran ya casados, ni yernos, ni otros muchos indios que estaban en cada casa en servicio del dueño de ella, sino solamente que cada vecino un tributario, ora tuviese muchos hijos, o yernos, y otros allegados o criados.

Y la Audiencia Real de México proveyó que lo fuese a contar un oidor de la misma Real Audiencia que se decía (el) doctor Quesada. Y comenzó a contar de esta manera: que el dueño de cada casa, por un tributario; y si tenía hijos de edad, cada hijo un tributario; y si tenía yemos, cada yemo un tributario; y los indios que tenía en su servicio, y aunque fuesen esclavos cada uno contaba por un tributario; por manera que en muchas de las casas contaban diez y doce y quince y más tributarios; y Cortés tenía por sí, y así lo proponía y demandó a la Real Audiencia, que cada casa era un vecino y se había de contar sólo un tribtuario; y si cuando el marqués suplicó a Su Majestad le hiciese merced del marquesado le declarara y le diera tal villa, y tal villa con los vecinos y moradores que tenía, Su Majestad le hiciera merced de ellas; y el marqués creyó y tenía por cierto que demandando los vasallos, que acertaba en ello, y salióle al contrario. Por manera que nunca le faltaron pleitos, y a esta causa estuvo muy mal con las cosas del doctor Quesada, que se los fue a contar, y aun con el visorrey y Audiencia Real no le faltaron cosquillas. Y se hizo relación de ello a Su Majestad por parte de la Real Audiencia, para saber de la manera que se habían de contar, y estuvo suspenso el contar de los vasallos ciertos años, que siempre el marqués llevó sus tributos de ellos sin haber cuenta.

Volvamos a nuestra materia. Y después que esto pasó, de ahí a pocos días se fue desde México a una villa de su marquesado que se dice Cornavaca, y llevó a la marquesa, e hizo allí su asiento, que nunca más lo trajo a la ciudad de México; y además de esto, como dejó capitulado con la serenísima emperatriz doña Isabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, y con los del Real Consejo de Indias que había de enviar armadas por la Mar del Sur a descubrir tierras nuevas adelante, y todo a su costa, comenzó a hacer navíos en un puerto de una su villa que era en aquel tiempo del marquesado, que se dice Teguantepeque, y en otros puertos de Zacatula y Acapulco. Y las armadas que envió adelante, y nunca tuvo ventura en cosa que pusiese la mano, sino todo se le tornaba espinas; que muy mejor acertó Nuño de Guzmán.

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