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Capítulo XIII

CÓMO EL ESPAÑOL QUE ESTABA EN PODER DE INDIOS (QUE) SE LLAMABA JERÓNIMO DE AGUILAR, SUPO CÓMO HABÍAMOS ARRIBADO A COZUMEL, Y QUE LUEGO SE VINO A NUESTRO REAL. Y LO QUE DESPUÉS ACONTECIÓ

Cuando tuvo noticia cierta el español que estaba en poder de indios que habíamos vuelto a Cozumel con los navíos, se alegró en gran manera y dió gracias a Dios, y mucha prisa en venirse él y los dos indios que le llevaron las cartas y rescate, a embarcarse en una canoa; y como la pagó bien, en cuentas verdes del rescate que le enviamos, luego la halló alquilada con seis indios remeros con ella; y dan tal prisa en remar, que en espacio de poco tiempo pasaron el golfete que hay de una tierra a otra, que serían cuatro leguas, sin tener contraste de la mar. Y llegados a la costa de Cozumel, ya que estaban desembarcando, dijeron a Cortés unos soldados que iban a cazar, porque había en aquella isla puercos de la tierra, que había venido una canoa grande allí, junto del pueblo, y que venía de la punta de Cotoche. Y mandó Cortés a Andrés de Tapia y a otros dos soldados que fuesen a ver qué cosa nueva era venir allí junto a nosotros indios sin temor ninguno, con canoas grandes. Y luego fueron; y desde que los indios que venían en la canoa que traían a Aguilar vieron los españoles, tuvieron temor y queríanse tornar a embarcar y hacer a lo largo con la canoa; y Aguilar les dijo en su lengua que no tuviesen miedo, que eran sus hermanos. Y Andrés de Tapia, como los vió que eran indios, porque Aguilar ni más ni menos era que indio, luego envió a decir a Cortés con un español que siete indios de Cozumel son los que allí llegaron en la canoa. Y después que hubieron saltado en tierra, en español, mal mascado y peor pronunciado, dijo: Dios y Santamaría y Sevilla. Y luego le fue (a) abrazar Tapia: y otro soldado, de los que habían ido con Tapia a ver qué cosa era, fue a mucha prisa a demandar albricias a Cortés cómo era español el que venía en la canoa, de que todos nos alegramos. Y luego se vino Tapia con el español adonde estaba Cortés, y antes que llegasen ciertos soldados preguntaban a Tapia: ¿Qué es del español? y aunque iba junto con él, porque le tenían por indio propio, porque de suyo era moreno y tresquilado a manera de indio esclavo, y traía un remo al hombro, una cotara vieja calzada y la otra atada en la cintura, y una manta vieja y muy ruin, y un braguero peor, con que cubría sus vergüenzas, y traía atada en la manta un bulto que eran Horas muy viejas. Pues desde que Cortés los vió de aqueIla manera también picó, como los demás soldados, que preguntó a Tapia que qué era del español, y el español, como le entendió, se puso en cuclillas, como hacen los indios, y dijo: Yo soy. Y luego le mandó dar de vestir, camisa y jubón y zaragüelles, y caperuza y alpargates, que otros vestidos no había, y le preguntó de su vida, y cómo se llamaba. y cuándo vino (a) aquella tierra. Y él dijo, aúnque no bien pronunciado, que se decía Jerónimo de Aguilar, y que era natural de Ecija, y que tenía órdenes de Evangelio; que había ocho años que se habían perdido él y otros quince hombres y dos mujeres que iban desde el Darién a la isla de Santo Domingo.

Y le dijo Cortés que de él sería bien mirado y gratificado, y le preguntó por la tierra y pueblos. Y Aguilar dijo que, como le tenían por esclavo, que no sabía sino servir de traer leña y agua y en cavar los maizales. que no había salido sino hasta cuatro leguas, que le llevaron con una carga, y que no la pudo llevar y cayó malo de ello; y que ha entendido que hay muchos pueblos. Y luego le preguntó por Gonzalo Guerrero, y dijo que estaba casado y tenía tres hijos, y que tenía labrada la cara y horadadas las orejas y el bezo de abajo, y que era hombre de la mar, de Palos, y que los indios le tienen por esforzado; y que había poco más de un año que cuando vinieron a la punta de Cotoche un capitán con tres navíos. (parece ser fueron cuando vinimos los de Francisco Hernández de Córdoba) que él fue inventor que nos diesen la guerra que nos dieron, y que vino él allí juntamente con un cacique de un gran pueblo, según he ya dicho en lo de Francisco Hernández de Córdoba. Y después que Cortés lo oyó, dijo: En verdad que le querría haber a las manos, porque jamás será bueno. Y dejarlo he, y diré cómo los caciques de Cozumel, desde que vieron a Aguilar que hablaba su lengua, le daban muy bien de comer, y Aguilar les aconsejaba que siempre tuviesen acato y reverencia a la santa imagen de Nuestra Señora y a la cruz, y que conocerían que por ello les venía mucho bien. Y los caciques, por consejo de Aguilar, demandaron una carta de favor a Cortés para que si viniesen (a) aquel puerto otros españoles, que fuesen bien tratados y no les hiciesen agravios; la cual carta luego se la dió. Y después de despedidos, con muchos halagos y ofrecimientos, nos hicimos a la vela para el río de Grijalva.

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