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Capítulo XXIII
CÓMO NUESTROS PROCURADORES, CON BUEN TIEMPO, DESEMBOCARON EL CANAL DE BAHAMA Y EN POCOS DIAS LLEGARON A CASTILLA Y LO QUE EN LA CORTE LES PASO
En póco tiempo llegaron a las islas de la Tercera, y desde allí a Sevilla, y fueron en posta a la Corte, que estaba en Valladolid, y por presidente del Real Consejo de Indias don Juan Rodríguez de Fonseca, que era Obispo de Burgos y se nombraba arzobispo de Rosano, y mandaba toda la Corte, porque el emperador nuestro señor estaba en Flandes; y como nuestros procuradores le fueron a besar las manos al presidente muy ufanos, creyendo que les hiciera mercedes, y a darle nuestras cartas y relaciones, y a presentar todo el oro y joyas. y le suplicaron que luego hiciese mensajero a Su Majestad y le enviasen aquel presente y cartas, y que ellos mismos irían con ello a besar los reales pies; y porque se lo dijeron les mostró tan mala cara y peor voluntad, y aun les dijo palabras mal miradas, que nuestros embajadores estuvieron para responderle de manera que se reportaron.
Y el obispo escribió a Su Majestad a Flandes, en favor de su privado y amigo Diego Velázquez y muy malas palabras contra Cortés y contra todos nosotros, y no hizo relación de las cartas que le enviábamos, salvo que se había alzado Hernando Cortés a Diego Velázquez, y otras cosas que dijo.
Volvamos a decir de Alonso Hernández Puerto Carrero y de Francisco de Montejo, y aun de Martín Cortés, padre del mismo Cortés, y de un licenciado Núñez, relator del Real Consejo de Su Majestad y cercano pariente de Cortés, que hacían por él, acordaron de enviar mensajero a Flandes con otras cartas como las que dieron al obispo, porque venían duplicadas las que enviamos con los procuradores, y escribieron a Su Majestad todo lo que pasaba, y la memoria de las joyas de oro del presente, y dando quejas del obispo y descubriendo sus tratos que tenía con Diego Velázquez, y aun otros caballeros les favorecieron, que no estaban muy bien con don Juan Rodríguez de Fonseca, porque, según decían, era malquisto por muchas demasías y soberbias que mostraba con los grandes cargos que tenía. Y como nuestros grandes servicios son por Dios Nuestro Señor y por Su Majestad, y siempre poníamos nuestras fuerzas en ello, quiso Dios que Su Majestad lo alcanzó a saber muy claramente, y desde que lo vió y entendió fue tanto el contentamiento que mostró, y los duques y marqueses y condes y otros caballeros que estaban en su real Corte, que en otra cosa no hablaban por algunos días sino de Cortés y de todos nosotros los que le ayudamos en las conquistas, y las riquezas que de estas partes le enviamos. Y así por las cartas glosadas que sobre ello le escribió el obispo de Burgos, después que vió Su Majestad que todo era al contrario de la verdad, desde alli adelante le tuvo mala voluntad al obispo, en especialmente que no envió todas las piezas de oro, y se quedó con gran parte de ellas. Todo lo cual alcanzó a saber el mismo obispo, que se lo escribieron desde Flandes, de lo cual recibió muy grande enojo; y si de antes que fuesen nuestras cartas ante Su Majestad el obispo decía muchos males de Cortés y de todos nosotros, desde allí adelante a boca llena nos llamaba traidores; mas quiso Dios que perdió la furia y braveza, que desde ahí a dos años fue recusado y aun quedó corrido y afrentado, y nosotros quedamos por muy leales servidores, como adelante diré, que venga a coyuntura. Y escribió Su Majestad que presto vendría a Castilla, y entendería en lo que nos conviniese y nos haría mercedes.
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