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Capítulo XXIV
CÓMO DESPUES QUE PARTIERON NUESTROS EMBAJADORES PARA SU MAJESTAD CON TODO EL ORO Y CARTAS Y RELACIONES, LO QUE EN EL REAL SE HIZO Y LA JUSTICIA QUE NUESTRO CAPITÁN CORTÉS MANDO QUE SE HICIERA
Después de cuatro días que partieron nuestros procuradores para ir ante el emperador nuestro señor, como dicho habemos, y los corazones de los hombres son de muchas calidades y pensamientos, parece ser que unos amigos y criados de Diego Velázquez, que se decían Pedro Escudero, y un Juan Cermeño, y un Gonzalo de Umbría, piloto, y un Bernardino de Coria, vecino que fue después de Chiapa, padre de un fulano Centeno, y un clérigo que se decía Juan Díaz, y ciertos hombres de la mar que se decían Peñates, naturales de Gibraleón, estaban mal con Cortés, los unos porque no les dió licencia para volverse a Cuba cuando se la había prometido, y otros porque no les dió parte del oro que enviamos a Castilla: los Peñates porque les azotó en Cozumel, cuando hurtaron los tocinos a un Barrio; acordaron todos de tomar un navío de poco porte e irse con él a Cuba a dar mandado a Diego Velázquez para avisarle cómo en la Habana podían tomar en la estancia de Francisco de Montejo a nuestros procuradores con el oro y recaudos, que según pareció que de otras personas que estaban en nuestro real fueron aconsejados que fuesen a aquella estancia, y aun escribieron para que Diego Velázquez tuviese tiempo de haberlos a las manos: por manera que las personas que he dícho ya tenían metido matalotaje, que era pan cazabe y aceite y pescado y agua y otras pobrezas de lo que podían haber. Y ya que se iban a embarcar y era más de medianoche, el uno de ellos, que era el Bernardino de Coria, parece ser que se arrepintió volverse a Cuba, lo que fue a hacer saber a Cortés.
Y cómo lo supo, y de qué manera y cuántos y por qué causa se querían ir, y quién fueron en los consejos y tramas para ello, les mandó luego sacar las velas y aguja y timón del navío, y los mandó echar presos, y les tomó sus confesiones; y confesaron la verdad y condenaron a otros que estaban con nosotros que se disimuló por el tiempo, que no permitía otra cosa, y por sentencia que dió mandó ahorcar a Pedro Escudero y a Juan Cermeño, y cortar los pies al piloto Gonzalo de Umbría, y azotar a los marineros Peñates, a cada doscientos azotes, y al padre Juan Díaz si no fuera de misa también le castigaran, mas metióle harto temor. Acuérdome que cuando Cortés firmó aquella sentencia dijo con grandes suspiros y sentimientos: ¡Oh, quién no supiera escribir, por no firmar muertes de hombres! Y paréceme que este dicho es muy común entre jueces que sentencian algunas personas a muerte, que tomaron de aquel cruel Nerón, en el tiempo que dió muestras de buen emperador.
Y así como se hubo ejecutado la sentencia, se fue Cortés luego a matacaballo a Cempoal, que son cinco leguas de la villa, y nos mandó que luego fuésemos tras él doscientos soldados y todos los de caballo.
Estando en Cempoal, como dicho tengo, platicando con Cortés en las cosas de la guerra y camino que teníamos por delante, de plática en plática le aconsejamos los que éramos sus amigos, y otros hubo contrarios, que no dejase navío ninguno en el puerto, sino que luego diese al través con todos y no quedasen embarazos, porque entretanto que estábamos en la tierra adentro no se alzasen otras personas, como los pasados; y de más de esto, que tendríamos mucha ayuda de los maestres y pilotos y marineros, que serían al pie de cien personas, y que mejor nos ayudarían a velar y a guerrear que no estar en el puerto. Y según entendí, esta plática de dar con los navíos al través, que allí le propusimos, el mismo Cortés lo tenía ya concertado, sino quiso que saliese de nosotros, porque si algo le demandasen que pagase los navíos, que era por nuestro consejo y todos fuésemos en los pagar. Y luego mandó a un Juan de Escalante que era alguacil mayor y persona de mucho valor y gran amigo de Cortés y enemigo de Diego Velázquez, porque en la isla de Cuba no le dió buenos indios, que luego fuese a la villa y que de todos los navíos se sacasen todas las anclas y cables y velas y lo que dentro tenían de que se pudiesen aprovechar, y que diese con todos ellos al través, que no quedasen más de los bateles, y que los pilotos y maestres viejos y marineros que no eran para ir a la guerra, que se quedasen en la villa, y con dos chinchorros que tuviesen cargo de pescar, que en aquel puerto siempre había pescado y aunque no mucho. Y Juan de Escalante lo hizo según y de la manera que le fue mandado, y luego se vino a Cempoal con una capitanía de hombres de la mar, que fueron los que sacó de los navíos, y salieron algunos de ellos muy buenos soldados.
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