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Capítulo LXXV
CÓMO CORTÉS ENVIÓ TRES PRINCIPALES MEXICANOS QUE SE HABÍAN PRENDIDO EN LAS BATALLAS PASADAS A ROGAR A GUATEMUZ QUE TUVIESEMOS PACES, Y LO QUE GUATEMUZ RESPONDIÓ. Y DE OTRAS COSAS QUE PASARON
Después que Cortés vió que íbamos ganando en la ciudad muchas puentes y calzadas y albarradas, y derrocando casas, como tenía presos tres principales personas, que eran capitanes de México, les mandó que fuesen a hablar a Guatemuz para que tuviese paces con nosotros, y los principales dijeron que no osarían ir con tal mensaje, porque su señor Guatemuz les mandaría matar; en fin de palabras, tanto se lo rogó Cortés, y con promesas que les hizo y mantas que les dió, fueron, y lo que mandó que dijesen a Guatemuz fue que porque le quiere bien, por ser deudo tan cercano del gran Montezuma, su amigo, y casado con su hija, y porque ha mancilla que aquella gran ciudad, porque no se acabe de destruir, y por excusar la gran matanza que cada día se hacia en sus vecinos y forasteros, que le ruega que vengan de paz, y que en nombre de Su Majestad les perdonará todas las muertes y daños que nos han hecho y les hará muchas mercedes, y que tengan consideración a que ya se lo ha enviado a decir cuatro veces, y que él, como mancebo, y por sus consejeros, y la más principal causa por sus malditos ídolos y papas, que le aconsejan mal no ha querido venir sino darnos guerra; y pues que ya ha visto tantas muertes como en las batallas que nos dan les ha venido, y tenemos de nuestra parte todas las ciudades y pueblos de toda aquella comarca, y que cada día nuevamente vienen más contra ellos, que se conduela de tal perdimiento de sus vasallos y ciudad; y también les envió a decir que sabíamos que se les habían acabado los mantenimientos y que agua no la tenían, y otras muchas palabras bien dichas.
Y los tres principales lo entendieron muy bien por nuestras lenguas y demandaron a Cortés una carta, y ésta no porque la entendían, sino que ya sabían claramente que cuando enviábamos alguna mensajería o cosas que les mandábamos, era un papel de aquellos que llaman amales, señal como mandamiento. Y desde que los tres mensajeros parecieron ante su señor Guatemuz, con grandes lágrimas y sollozando le dijeron lo que Cortés les mandó, y Guatemuz después que los oyó, y sus capitanes que juntamente con él estaban, según supimos, que al principio recibió pasión de que tuviesen atrevimiento de venirles con aquellas pláticas; mas como Guatemuz era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, y de buena disposición y rostro alegre, y aun la color tenía algo más que tiraba a blanco que a matiz de indios, que era de obra de veinticinco o veintiséis años, y era casado con una muy hermosa mujer, hija del gran Montezuma, su tío, y según después alcanzamos a saber, tenía voluntad de hacer paces, y para platicarlo mandó juntar todos sus principales y capitanes y papas de los ídolos, y les dijo que él tenía voluntad de no tener guerra con Malinche, y todos nosotros, y la plática que sobre ello les puso fue que ya había probado todo lo que se puede hacer sobre la guerra, y mudado muchas maneras de pelear, y que somos de tal manera que cuando pensaba que nos tenía vencidos, que entonces volvíamos muy más reciamente sobre ellos, y que al presente sabía los grandes poderes de amigos que nuevamente nos habían venido, y que todas las ciudades eran contra ellos; y que ya los bergantines les habían roto sus estacadas, y los caballos corrían a rienda suelta por todas las calles de su ciudad, y les puso por delante otras muchas desventuras que tenían sobre los mantenimientos y agua; que les rogaba o mandaba que cada uno de ellos diesen su parecer, y los papas también dijesen el suyo y lo que sus dioses Uichilobos y Tezcatepuca les han oído hablar y prometido; que ninguno tuviese temor de decir la verdad de lo que sentían; y, según pareció, le dijeron: Señor y nuestro gran señor: ya te tenemos por nuestro rey, y es muy bien empleado en ti el reinado, pues en todas tus cosas te has mostrado varón y te viene de derecho el reino; las paces que dices buenas son, mas mira y piensa en ello; desde que estos teules entraron en estas tierras y en esta ciudad cuál nos ha ido de mal en peor; mira los servicios y dádivas que les dió nuestro señor, vuestro tío el gran Montezuma, en qué paró; pues vuestro primo Cacamatzin, rey de Tezcuco por el consiguiente; pues vuestros parientes los señores de Iztapalapa y Coyoacán, y de Tacuba y de Talatzingo, qué se hicieron; pues los hijos de nuestro gran Montezuma todos murieron; pues oro y riquezas de esta ciudad, todo se ha consumido; pues ya veis que a todos tus súbditos y vasallos de Tepeaca y Chalco, y aun de Tezcuco, y todas vuestras ciudades y pueblos les han hecho esclavos y señalado las carnes; mira primero lo que nuestros dioses te han prometido, toma buen consejo sobre ello y no te fíes de Malinche y de sus palabras halagüeñas que todo es mentiras y maldades, que más vale que todos muramos en esta ciudad peleando que no vernos en poder de quien nos haría esclavos y nos atormentarán por oro.
Y los papas también en aquel instante le dijeron que sus ídolos les habían prometido victoria tres noches arreo cuando sacrificaban. Y entonces el Guatemuz, medio enojado, dijo: Pues que así queréis que sea, guardad mucho el maíz y bastimento que tenemos y muramos todos peleando, y desde aquí adelante ninguno sea osado a demandarme paces; si no, yo le mandaré matar. Y ahí todos prometieron de pelear noches y días o morir en defensa de su ciudad. Pues ya esto acordado, tuvieron trato con los de Xochimilco y otros pueblos que les metiesen agua en canoas, de noche, y abrieron otras fuentes en partes que tenían agua, aunque salobre. Dejemos ya de hablar en este su concierto; y digamos de Cortés y todos nosotros, que estuvimos dos días sin entrarles en su ciudad esperando la respuesta, y cuando no nos catamos vienen tantos escuadrones de indios guerreros en todos tres reales y nos dan tan recia guerra, que como leones muy bravos se venían a entrar con nosotros, que creyeron de llevarnos de vencida; esto que digo es por nuestra parte de Pedro de Alvarado, que en la de Cortés y en la de Sandoval también dijeron que les llegaron a sus reales, que no los podían defender, aunque más les mataban y herían, y cuando peleaban tocaban la corneta de Guatemuz; y entonces habíamos de tener orden en que no nos desbaratasen, porque ya he dicho otras veces se metían por las puntas de las espadas y lanzas por echarnos mano, y como ya estábamos acostumbrados a los reencuentros, puesto que cada día herían y mataban de nosotros, teníamos con ellos pie con pie, y de esta manera pelearon seis o siete días arreo, y nosotros les matábamos y heríamos muchos de ellos, y con todo esto no se les daba nada por morir peleando.
Acuérdome que nos decían: ¡En qué se anda Malinche cada día que tengamos paces con vosotros! Ya nuestros ídolos nos han prometido victoria, y tenemos mucho bastimento y agua, y ninguno de vosotros hemos de dejar a vida; por eso no tornen a hablar de paces, pues las palabras son para las mujeres y las armas para los hombres; y diciendo esto viénense a nosotros como perros dañados, todo era uno, y hasta que la noche nos despartía estábamos peleando; y luego, como dicho tengo, al retraer con gran concierto, porque nos venían siguiendo grandes capitanías de ellos y echábamos los amigos fuera de la calzada porque ya habían venido muchos más que de antes, y nos volvíamos a nuestras chozas, y luego ir a velar todos juntos, y en la vela cenábamos nuestra pobreza de quelites, que son yerbas como dicho tengo otras veces; y bien de madrugada pelear, porque no nos daban más espacio; y de esta manera estuvimos muchos días. Y estando de esta manera tuvimos otro muy malo contraste, y es que se juntaban de tres provincias, que se decían los de Mataltzingo y Malinalco y otro pueblo que se dice Tulapa que ya no se me acuerdan los nombres de los demás, que estaban obra de ocho o diez leguas de México, para venir sobre nosotros y mientras estuviésemos batallando con los mexicanos darnos en las espaldas y en nuestros reales, y que entonces saldrían los poderes mexicanos, y los unos por una parte y los otros por otra tenían pensamiento de desbaratarnos, y porque hubo otras pláticas y lo que sobre ello se hizo diré adelante.
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