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Capítulo LXXX
CÓMO GONZALO DE SANDOVAL LLEGÓ CON SU EJÉRCITO A UN PUEBLO QUE SE DICE TUSTEPEQUE, Y LO QUE ALLÍ HIZO, Y DESPUÉS PASO A GUAZACUALCO, Y TODO LO MAS QUE LE A VINO; ENTIÉNDASE QUE UNO ES TUSTEPEQUE Y QUE OTRO ES TUTUTEPEQUE, QUE SON DOS
Llegado Gonzalo de Sandoval a un pueblo que se dice Tustepeque, que sería de México cien leguas, toda la provincia le vino de paz, excepto unos capitanes mexicanos que fueron en la muerte de sesenta españoles y mujeres de Castilla, que se habían quedado en aquel pueblo cuando vino Narváez, y era en el tiempo en que en México nos desbarataron, entonces los mataron, en el mismo pueblo, y de allí a dos meses que hubieron muerto a los por mí dichos, porque entonces fui con Sandoval, y posé en una como torrecilla que era adoratorio de ídolos, adonde se habían hecho fuertes cuando les daban guerra, y allí los cercaron, y de hambre y sed y de heridas los acabaron. Y digo que posé en aquella torrecilla a causa que había en aquel pueblo de Tustepeque muchos mosquitos de día, y como estaba muy alto y con el aire no había tantos (mos)quitos como abajo, y también por estar cerca del aposento donde posaba Sandoval.
Y volviendo a nuestra plática, procuró Sandoval de prender a los capitanes mexicanos, que les dio guerra y les mató, y prendió el más principal de ellos e hizo proceso contra él, y por justicia lo mandó quemar; otros muchos había juntamente con él que merecían pena de muerte, y disimuló con ellos, y aquél pagó por todos; y desde que esto fue hecho envió a llamar de paz a unos pueblos zapotecas. Y no quisieron venir. Y envió contra ellos a un capitán Briones.
Dejemos de esta entrada que no aprovechó, antes dañó, y digamos cómo el mismo Gonzalo de Sandoval envió a llamar de paz a otra provincia que se dice Xaitepeque, que también eran zapotecas y confinan con otros pueblos que se decían los minxes, gentes muy sueltas y guerreras, que tenían diferencias con los de Xaltepeque, que ahora como digo son a los que se envía a llamar; y vinieron de paz obra de veinte caciques y principales, y trajeron un presente de oro en joyas de muchas hechuras, y diez canutillos de oro en grano que entonces habían sacado de las minas, y fuimos a aquella provincia a ver las minas y llevamos muchos indios de los de aquellos pueblos, y con unas como hechuras de bateas lavaron en tres ríos delante de nosotros, y en todos tres sacaron oro e hincheron cuatro canutillos de ello, y que era cada uno del tamaño de un dedo de la mano, el de en medio, y eran poco más anchos que cañones de patos de Castilla; y con aquella muestra de oro volvimos donde estaba Gonzalo de Sandoval, y se holgó creyendo que la tierra era rica, y luego entendió en hacer los repartimientos de aquellos pueblos y provincias a los vecinos que habían de quedar allí poblados, y tomó para sí unos pueblos que se dicen Guazpaltepeque, que en aquel tiempo era la mejor cosa que había en aquella provincia muy cerca de las minas; y aún le dieron luego sobre quince mil pesos de oro, creyendo Sandoval que tomaba una buena cosa, y la provincia de Xaltepeque, donde trajimos el oro, que depositó en el capitán Luis Marín: pensaba que le daba un condado, y todos salieron muy malos repartimientos, así lo que tomó Sandoval como lo que dió a Luis Marín. Y aun a mí me mandaba quedar a poblar en aquella provincia y me daba muy buenos indios y de mucha renta, que plugiera a Dios que los tomara, que se dicen Matlatán y Orizaba, donde está ahora el ingenio del virrey, y otro pueblo que se dice Ozotequipa, y no los quise por parecerme que si no iba en compañía de Sandoval, teniéndole por amigo. que no hacía lo que convenía a la calidad de mi persona; y Sandoval verdaderamente conoció mi voluntad, y por hallarme con él en las guerras, si las hubiese adelante, lo hice.
Dejemos de esto, y vamos camino de Guazacualco, que será de la villa de la Veracruz que dejamos poblada, obra de setenta leguas, y entramos en una provincia que se dice Zitla, la más fresca y llena de bastimentos y bien poblada que habíamos visto; y luego vino de paz, y es aquella provincia que he dicho de doce leguas de largor y otras tantas de ancho, muy poblado todo, y llegamos. al gran río de Guazacualco; y enviamos a llamar a los caciques de aquellos pueblos que eran cabeceras de aquellas provincias; y estuvieron tres días que no vinieron ni enviaban respuesta, por lo cual creímos que estaban de guerra, y aun así dizque lo tenían consultado que no nos dejasen pasar el río; y después tomaron acuerdo de venir de ahí a cinco días, y trajeron de comer y unas joyas de oro muy fino, y dijeron que cuando quisiésemos pasar que ellos traerían muchas canoas grandes.
Entonces le halagó Sandoval y le mandó que trajesen cien canoas atadas de dos en dos, y pasamos los caballos un día después de Pascua del Espíritu Santo; y, por acortar palabras, poblamos en el pueblo que estaba junto al río, y era muy bueno para el trato de la mar, porque está el puerto de allí cuatro leguas el río abajo; y pusimos nombre la Villa de Espíritu Santo, y pusimos aquel sublimado nombre, lo uno, porque en Pascua Santa del Espíritu Santo desbaratamos a Narváez, y lo otro, porque el santo nombre fue nuestro apellido cuando le prendimos y desbaratamos; lo otro, pasar aquel río en este mismo dia, y porque todas aquellas tierras vinieron de paz sin dar guerra; y allí poblamos toda la flor de los caballeros y soldados que habíamos salido de México a poblar con Sandoval, y el mismo Sandoval y el mismo Luis Marín y un Diego de Godoy, y el capitán Francisco de Medina, y Francisco Marmolejo, y Francisco de Lugo, y Juan López de Aguirre, y Hernando de Montes Doca, y Juan de Salamanca, y Diego Azamar, y un Mansilla, y otro soldado que se decía Mejía Rapapelo, y Alonso de Grado, y el licenciado Ledesma, y Luis de Bustamante, y Pedro Castellar, y el capitán Briones, y yo y otros muchos caballeros y personas de calidad, que si los hubiese aquí de nombrar a todos es no acabar tan presto.
Volvamos a nuestra relación, y es que estando Sandoval entendiendo en la poblazón de aquella villa y llamando otras provincias de paz, le vinieron cartas cómo había entrado un navío en el río de Ayagualulco, que es puerto, aunque no bueno, que estaba de allí quince leguas, y en él venían de la isla de Cuba la señora doña Catalina Juárez la Marcaida, que así tenía el sobrenombre, mujer que fue de Cortés, y la traía un su hermano, Juan Juárez, el vecino que fue el tiempo andando de México; y venía otra señora, su hermana, y Villegas el de México, y su mujer la Zambrana, y sus hijas, y aun la abuela, y otras muchas señoras casadas; y aun me parece que entOnces vino Elvira López, la Larga, mujer que entonces era de un Juan de Palma, el cual Palma vino con nosotros, que después fue mujer de un Argueta; y también vino un Antonio Diosdado, el vecino que fue de Guatemala; y vinieron otros muchos que no se me acuerdan sus nombres. Y como Gonzalo de Sandoval lo alcanzó a saber, él en persona con todos los más capitanes y soldados fuimos por aquellas señoras y por todos los demás que traía en su compañía; y acuérdome que en aquella sazón llovió tanto que no podíamos ir por los caminos, ni pasar ríos ni arroyos, porque venían muy crecidos, que salieron de madre, y había hecho grandes nortes, y con mal tiempo y por no dar al través entraron con el navío en aquel puerto de Ayagualulco; y la señora doña Catalina Juárez, la Marcaida, y toda su compañía se holgaron con nosotros; y luego trajimos a todas aquellas señoras y su compaña a nuestra villa de Guazacualco, y lo hizo saber Sandoval muy en posta a Cortés de su venida, y las llevó luego camino de México, y fueron acompañándolas el mismo Sandoval y Briones, y Francisco de Lugo y otros caballeros. Y desde que Cortés lo supo dijeron que le había pesado mucho de su venida, puesto que no lo mostró, y les mandó salir a recibir, y en todos los pueblos les hacían mucha honra hasta que llegaron a México; y en aquella ciudad hubo regocijos y juego de cañas, y de allí a obra de tres meses que había llegado oímos decir que la hallaron muerta de asma una noche, y que habían tenido un banquete el día antes y en la noche, y muy gran fiesta, y porque yo no sé más de esto que he dicho no tocaremos en esta tecla. Otras personas lo dijeron más claro y abiertamente en un pleito que sobre ello hubo el tiempo andando en la Real Audiencia de México.
Dejemos de hablar de esto, pues ya pasó, y digamos de lo que le acaeció a Villa fuerte, el que fue a poblar a Zacatula, y a Juan Alvarez Chico, que también fue a Colima. A Villa fuerte le dieron mucha guerra y le mataron ciertos soldados, y estaba la tierra levantada que no les querían obedecer ni dar tributos; y a Juan Alvarez Chico, ni más ni menos; y desde que lo supo Cortés le pesó de ello, y como Cristóbal de Olid había venido de lo de Michoacán, y venía rico, y la había dejado de paz, y le pareció a Cortés que tenía buena mano para ir (a) asegurar y a pacificar aquellas dos provincias de Zacatula y Colima, acordó de enviarle por capitán y le dió quince de (a) caballo y treinta escopeteros y ballesteros.
Pues después que Cristóbal de Olid vió que ya tenía apaciguada aquella provincia y le habían venido de paz, fue desde Zacatula a Colima y halló la de guerra, y tuvo con los naturales de ella ciertos reencuentros, y le hirieron muchos soldados, los desbarató y quedaron de paz. Juan Alvarez Chico, que había ido por capitán, no sé qué se hizo de él; paréceme que murió en aquella villa. Pues como Cristóbal de Olid hubo pacificado a Colima y le pareció que estaba de paz, como era casado con una portuguesa hermosa que se decía doña Felipa de Araúz, o Zaraúz, dió la vuelta para México; y no se hubo bien vuelto cuando se tornó a levantar los de Colima y Zacatula; y en aquel instante había llegado a México Gonzalo de Sandoval con la señora doña Catalina Juárez Marcaida, y con Juan Juárez y todas sus compañas, como ya otra vez dicho tengo en el capítulo que de ello habla, acordó Cortés de enviarle por capitán para apaciguar aquellas provincias. Y con muy pocos de a caballo que entonces le dió, obra de quince ballesteros y escopeteros, conquistadores viejos, fue a Colima y castigó a dos caciques, y tal maña se dió, que toda la tierra dejó muy de paz, y nunca más se levantó, y se volvió por Zacatula e hizo lo mismo y de presto se volvió a México.
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