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Capítulo LXXXIII
CÓMO CORTÉS ENVIÓ UNA ARMADA PARA QUE PACIFICASE Y CONQUISTASE LAS PROVINCIAS DE HIBUERAS Y HONDURAS, Y ENVIÓ POR CAPITÁN A CRISTOBAL DE OLID. Y OTRAS COSAS QUE PASARON DIRÉ ADELANTE
Como Cortés tuvo nueva que había ricas tierras y buenas minas en lo de Hibueras y Honduras, y aun e hicieron en creyente unos pilotos que habían estado en aquel paraje, o bien cerca de él, que habían hallado unos indios pescando en la mar y que les tomaron las redes, y que las plomadas que en ellas traían para pescar que eran de oro revuelto con cobre, y le dijeron que creían que había por aquel paraje estrecho, y que pasaban por él de la banda norte a la del sur, y también, según entendimos, Su Majestad le encargó y mandó a Cortés por cartas que en todo lo que descubriese mirase y adquiriese con gran diligencia y solicitud de buscar el estrecho o puerto o pasaje para la Especería, ahora sea por lo del oro o por buscar el estrecho, Cortés acordó de enviar por capitán para aquella jornada a un Cristóbal de Olid, que fue maestre de campo en lo de México, lo uno porque le había hecho de su mano y era casado con una portuguesa que se decía doña Felipa de Araúz, ya la he nombrado otras veces, y tenía Cristóbal de Olid buenos indios de repartimiento cerca de México, creyendo que le sería fiel y haría lo que le encomendase; y porque para ir por tierra tan largo viaje era gran inconveniente y gran trabajo y gasto, acordó que fuese por la mar, porque no era tan gran estorbo y costa, y dióle cinco navíos y un bergantín muy bien artillados y con mucha pólvora y bien bastecidos, y dióle trescientos y setenta soldados, y en ellos cien ballesteros y escopeteros y veintidós caballos.
Y le mandó que buenamente, sin haber muertes de indios, ni guerras después que hubiese desembarcado, procurase poblar una villa en algún buen puerto, y que a los naturales de aquellas provincias los atrajese de paz y buscase oro y plata, y procurase de saber e inquirir si había estrecho o qué puertos había en la banda del Sur, si a ella pasase; y le dió dos clérigos, que el uno de ellos sabía la lengua mexicana, y le encargó que con diligencia les predicasen las cosas de nuestra santa te y que no consintiese sodomías ni sacrificios, sino que buena y mansa mente se los desarraigasen; y le mandó que todas las casas de madera adonde tenían indias o indios encarcelados a engordar para comer y sacrificar, que se las quebrase y soltase los tristes encarcelados, y le mandó que en todas partes pusiese cruces; y le dió muchas imágenes de Nuestra Señora la Virgen Santa María para que pusiesen en los pueblos, y le dijo estas palabras: Mirad, hermano Cristóbal de Olid, de la manera que habéis visto que lo hemos hecho en esta Nueva España, de esa manera lo procurad de hacer.
Y después de abrazados y despedidos con mucho amor y paz, se despidió Cristóbal de Olid de Cortés y de toda su casa, y fue a la Villa Rica, donde estaba toda su armada muy a punto, y en ciertos días del mes y año (11 de enero de 1524) se embarcó con todos sus soldados y con buen tiempo llegó a la Habana y halló los caballos comprados y todo lo demás de bastimentos, y cinco soldados que eran personas de calidad de los que habían echado de Pánuco (y) los mandó Diego de Ocampo, porque eran muy bandoleros y bulliciosos, y estos soldados ya los he nombrado algunos de ellos cómo se llamaban en el capítulo pasado, cuando la pacificación de Pánuco, y por esta causa los dejaré ahora de nombrar; y estos soldados aconsejaron a Cristóbal de Olid, pues que había fama de la tierra rica donde iba, y llevaba buena armada y bien bastecida y muchos caballos y soldados, que se alzase desde luego a Cortés y que no le conociese desde allí por superior ni le acudiese con cosa ninguna, y Briones, otras veces por mí nombrado. se lo había dicho muchas veces secretamente; y yendo con él en la nao, capitana y hecho este concierto. luego escribió sobre el caso al gobernador de aquella isla, que ya he dicho otras muchas veces que se decía Diegó Velázquez, enemigo mortal de Cortés, y Diego Velázquez vino adonde estaba la armada, y lo que se concertó fue que entre él y Cristóbal de Olid, tuviesen aquella tierra de Hibueras y Honduras por Su Majestad y en su real nombre Cristóbal de Olid, y que Diego Velázquez le proveería de lo que hubiese menester y haría sabedor de ello en Castilla a Su Majestad para que le traigan la gobernación, y de esta manera se concertó la compañía de la armada.
Y quiero aquí decir la condición y presencia de Cristóbal de Olid, que si fuera tan sabio y prudente como era de esforzado y valiente por su persona así a pie como a caballo, fuera extremado varón, mas no era para mandar, sino para ser mandado, y era de edad de hasta treinta y seis años, y natural de cerca de Baeza o Linares, y su presencia y altor era de buen cuerpo, muy miembrudo y grande espalda, bien entallado, y era algo rubio, y tenía muy buena presencia en el rostro, y traía en el bezo de abajo siempre como hendido a manera de grieta; en la plática hablaba algo gorda y espantosa, y era de buena conversación, y tenía otras buenas condiciones de ser franco, y era al principio, cuando estaba en México, gran servidor de Cortés, sino que esta ambición de mandar y no ser mandado lo cegó, y con los malos consejeros, y también como fue criado en casa de Diego Velázquez cuando mozo, y fue lengua de la isla de Cuba, reconocióle el pan que en su casa comió; más obligado era a Cortés que no a Diego Velázquez.
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