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Capítulo LXXXVII

CÓMO VINIERON AL PUERTO DE LA VERACRUZ DOCE FRAILES FRANCISCOS DE MUY SANTA VIDA, Y VENIA POR SU VICARIO Y GUARDIAN FRAY MARTIN DE VALENCIA, Y ERA TAN BUEN RELIGIOSO QUE HABIA FAMA QUE HACIA MILAGROS; ERA NATURAL DE UNA VILLA DE TIERRA DE CAMPOS QUE SE DICE VALENCIA DE DON JUAN. Y SOBRE LO QUE EN SU VENIDA EL CAPITAN CORTES HIZO

Ya he dicho en los capítulos pasados que sobre ello hablan cómo habíamos escrito a Su Majestad suplicándole nos enviase religiosos franciscos, de buena y santa vida, para que nos ayudasen a la conversión y santa doctrina de los naturales de esta tierra para que se volviesen cristianos y les predicasen nuestra santa fe, como se la dábamos a entender desde que entramos a la Nueva España, y sobre ello había escrito Cortés juntamente con todos nosotros los conquistadores que ganamos la Nueva España a don fray Francisco de los Angeles, que era general de los franciscos, que después fue cardenal, para que nos hiciese mercedes que los religiosos que enviasen fueran de santa vida, para que nuestra santa fe siempre fuese ensalzada, y los naturales de estas tierras conociesen lo que les decíamos cuando estábamos batallando con ellos, que les decíamos que Su Majestad enviaría religiosos de mucho mejor vida que nosotros éramos, para que les diesen a entender los razonamientos y predicaciones que les decíamos que eran verdaderos; y el general don fray Francisco de los Angeles nos hizo mercedes que luego envió los doce religiosos que dicho tengo, y entonces vino con ellos fray Toribio Motolinía, y pusiéronle este nombre de Motolinía los caciques y señores de México, que quiere decir en su lengua el fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba a los indios y se quedaba algunas veces sin comer, y traía unos hábitos muy rotos y andaba descalzo, y siempre les predicaba, y los indios lo querían mucho porque era una santa persona.

Volvamos a nuestra relación. Como Cortés supo que estaban en el puerto de la Veracruz, mandó en todos los pueblos, así de indios como donde vivían españoles, que por donde viniesen les barriesen los caminos, y donde posasen les hiciesen ranchos, si fuese en el campo; y en poblado, cuando llegasen a las villas o pueblos de indios, que les saliesen a recibir y les repicasen las campanas, que en aquella sazón había en cada pueblo, y que todos comúnmente después de haberles recibido les hiciesen mucho acato, y que los naturales llevasen candelas de cera encendidas, y con las cruces que hubiese y con más humildad, y porque los indios lo viesen, para que tomasen ejemplo, mandó a los españoles se hincasen de rodillas a besarles las manos y hábitos, y aun les envió Cortés al camino mucho refresco y les escribió muy amorosamente. Y viniendo, por su camino, ya que llegaban cerca de México, el mismo Cortés, acompañado de nuestros valerosos y esforzados soldados, los salimos a recibir; juntamente fueron con nosotros Guatemuz, el señor de México, con todos los más principales mexicanos que había y otros muchos caciques de otras ciudades; y cuando Cortés supo que llegaban, se apeó del caballo, y todos nosotros juntamente con él; y ya que nos encontramos con los reverendos religiosos, el primero que se arrodilló delante de fray Martín de Valencia y le fue a besar las manos fue Cortés, y no lo consintió, y le besó los hábitos y a todos los más religiosos, y así hicimos todos los más capitanes y soldados que allí íbamos, y Guatemuz y los señores de México. Y de que Guatemuz y los demás caciques vieron ir a Cortés de rodillas a besarle las manos, espantáronse en gran manera, y como vieron a los frailes descalzos y flacos, y los hábitos rotos, y no llevaron caballos, sino a pie y muy amarillos, y ver a Cortés, que le tenían por ídolo o cosa como sus dioses, así arrodillado delante de ellos, desde entonces tomaron ejemplo todos los indios, que cuando ahora vienen religiosos les hacen aquellos recibimientos y acatos según de la manera que dicho tengo; y más digo, que cuando Cortés con aquellos religiosos hablaba que siempre tenía la gorra en la mano quitada y en todo les tenía gran acato; y ciertamente estos buenos religiosos franciscos hicieron mucho fruto en toda la Nueva España.

Dejémoslos en buena cosa y digamos de otra materia, y es que de allí a tres años y medio, o poco tiempo más adelante, vinieron doce frailes dominicos, y venía por provincial o prior de ellos un religioso que se decía fray Tomás Ortiz; era vizcaíno, y decian que había estado por prior o provincial en unas tierras que se dicen las Puntas; y quiso Dios que cuando vinieron les dió dolencia de mal de modorra, de que todos los más murieron, lo cual diré adelante, y cómo y cuándo y con quién vinieron, y la condición que decian tenía el prior, y otras cosas que pasaron; y de cómo han venido otros muchos y buenos religiosos y de santa vida de la misma Orden de Santo Domingo, y han sentido su gran ejemplo, y muy santos, y han industriado a los naturales de esta provincia de Guatemala en nuestra santa fe muy bien, y han sido muy provechosos para todos.

Quiero dejar esta santa materia de los re1fgiosos; y diré que como Cortés siempre temía que en Castilla por parte del obispo de Burgos se juntarían otra vez los partidarios de Diego de Velázquez, gobernador de Cuba, y dirían mal de él delante del emperador nuestro señor, y como tuvo nueva cierta, por cartas que le enviaron su padre Martín Cortés y Diego de Ordaz, que le trataban casamiento con la señora don Juana de Zúñiga, sobrina del duque de Béjar, don Alvaro de Zúñiga, procuró de enviar todos los más pesos de oro que podía allegar, así de su gobernación como de lo que le ofrendaban los caciques de toda la tierra, lo uno para que conociese el duque de Béjar sus grandes riquezas, juntamente con sus heroicos hechos y buenas hazañas, y lo más principal que Su Majestad le favoreciese e hiciese mercedes. Y entonces le envió treinta mil pesos, y con ellos escribió a Su Majestad, cómo estaba entendiendo en la conversión de los naturales y reedificación de México, y de cómo había enviado un capitán que se decia Cristóbal de Olid a pacificar las provincias de Honduras con una buena armada, y se alzó con ella, y dió relación de otras cosas que habían pasado en México, y en el navío que iban con las cartas de Cortés envió otras cartas muy secretas el contador, que se decia Rodrigo de Albornoz, y en ellas decia mucho mal de Cortés y de todos los que con él pasamos, y viendo Su Majestad la justicia clara que Cortés y todos nosotros teníamos, mandó proveer que le viniese a tomar residencia persona que fuese caballero, y de calidad y ciencia, y temeroso de Dios. En aquella sazón estaba la Corte en Toledo, y por teniente de corregidor el conde de Alcaudete un caballero que se decía el licenciado Luis Ponce de León, primo del mismo conde don Martín de Córdoba, que así se llamaba, que en aquella sazón era corregidor de aquella ciudad; Su Majestad mandó llamar a este licenciado Luis Ponce, le mandó que fuese luego a la Nueva España y le tomase residencia a Cortés, y que si en algo fuese culpante de lo que le acusaban, que con rigor de justicia le castigase. Y el licenciado dijo que él cumpliría el real mando, y se comenzó a apercibir para el camino; y no vino con tanta prisa porque tardó en llegar a la Nueva España más de dos años.

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