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Capítulo XCVI
CÓMO EL CAPITÁN GONZALO DE SANDOVAL, QUE ESTABA EN NACO, PRENDIÓ A CUARENTA SOLDADOS ESPAÑOLES QUE VENÍAN DE LA PROVINCIA DE NICARAGUA Y HACIAN MUCHO DAÑO Y ROBOS A LOS INDIOS DE LOS PUEBLOS POR DONDE PASABAN. Y OTRAS COSAS MÁS
Y Sandoval les dijo con palabras algo desabridas si les parecía bien andar robando a los vasallos de Su Majestad, y que si era buena conquista y pacificación aquella. Y unos indios e indias traían en cadenas con colleras, se las hizo sacar de ellas y se las dió al cacique de aquel pueblo, y los demás mandó que se fuesen a su tierra, que era cerca de allí. Pues como aquello fue hecho, mandó al capitán que allí venía, que se decía Pedro de Garro, que él y sus soldados fuesen presos y se fuesen luego con nosotros al pueblo de Naco; lo cual caminamos con ellos; y traían muchas indias de Nicaragua, y algunas de ellas hermosas, e indios naborías, que tenían para su servicio, y todos los más de ellos traían caballos. Y como nosotros estábamos tan trillados y deshechos de los caminos pasados y no teníamos indias que nos hiciesen pan, sino muy pocas, eran ellos unos condes en el servirse para según nuestra pobreza.
Pues como llegamos con ellos a Naco, Sandoval les dió posadas en parte convenible, porque venían entre ellos ciertos hidalgos y personas de calidad, pues después que hubieron reposado un día, su capitán Garro vió que éramos de los de Cortés, que tan mentado era, hízose muy amigo de Sandoval y de todos nosotros, y se holgaban con nuestra compañía. Y quiero decir cómo y de qué manera y por qué causa venía aquel capitán con aquellos soldados, y es de esta manera que diré. Pareció ser que Pedrarias de Avila, gobernador que fue en aquella sazón de Tierra Firme, envió un capitán que se decía Francisco Hernández, persona muy principal entre ellos, a conquistar y pacificar las tierras de Nicaragua y que descubriese otras, y dióle copia de soldados así de a caballo como de ballesteros; y llegó a las provincias de Nicaragua y León, que así las llamaban, las cuales pacificó y pobló; y como se vió con muchos soldados y próspero y apartado de Pedrarias de Avila, y por consejeros que tuvo para ello, y también, según entendí, un bachiller Moreno, por mí ya memorado, que la Audiencia Real de Santo Domingo y los frailes jerónimos que gobernaban en las islas le habían enviado a Tierra Firme a cierto pleito, que tengo en mi pensamiento que era sobre la muerte de Balboa, yerno de Pedro Arias, al cual degolló después que le hubo casado con su hija doña Isabel Arias de Peñalosa, que así se llamaba, y el bachiller Moreno dijo al capitán Francisco Hernández que como conquistase cualquiera tierra y acudiese a nuestro rey y señor para que le hiciese gobernador de ella que no hacían traición, y que Balboa que degolló al Pedrarias siendo su yerno, que fue contra justicia, pues que Balboa primero envió su procurador a Su Majestad para ser adelantado; y so color de estas palabras que tomó el bachiller Moreno envió Francisco Hernández a su capitán Pedro de Garro para que por la banda del Norte le buscase puerto para hacer sabedor a Su Majestad de las provincias que había pacificado y poblado, para que le hiciese merced fuese él gobernador de ellas, pues estaban tan apartadas de la gobernación de Pedrarias; y viniendo que venía Pedro de Garro para aquel efecto, le prendimos, como dicho tengo.
Y después que Sandoval entendió el intento a lo que venían, platicó con Garro muy secretamente y dióse orden que lo hiciésemos saber a Cortés, que estaba en Trujillo, y que Sandoval tenía por cierto que Cortés le ayudaría que quedase Francisco Hemández por gobernador de Nicaragua. Pues ya esto concertado. envían Sandoval y Garro diez hombres, los cinco de los nuestros y otros cinco soldados de los de Garro, para que costa a costa fuesen a Trujillo con las cartas, porque allí residía Cortés entonces, como dicho tengo en el capítulo que de ello habla, y llevaron sobre veinte indios de Nicaragua de los que trajo Garro para ayudarse a pasar los ríos. Y yendo por sus jornadas no pudieron pasar el río de Pichín ni otro que se dice de Balahama, porque venían muy crecidos, y al cabo de quince días vuelven los soldados a Naco sin hacer cosa ninguna de lo que les fue mandado; de lo cual hubo tanto enojo Sandoval, que de palabras trató mal al que iba por caudillo, y luego sin más tardar ordena que vaya por la tierra adentro el capitán Luis Marín con diez soldados, y los cinco de Garro y los demás de los nuestros, y yo fuí uno de ellos. Y fuimos todos a pie, y atravesamos muchos pueblos que estaban de guerra. Y si hubiese de escribir por extenso los grandes trabajos y reencuentros que con indios de guerra tuvimos, y los ríos y ancones que pasamos en balsas y a nado, y la hambre que en algunos días tuvimos, era para no acabar tan presto, y cosas muy de notar; mas digo que habia día que pasábamos tres ríos caudales en balsas y a nado. Dejemos de contar trabajos pasados, y digo que en otros dos días de camino llegamos a Trujillo; y antes de entrar en él, que sería hora de vísperas, vimos a unos cinco de a caballo, y era Cortés y otros caballeros a caballo que se habían ido a pasear por la costa; y cuando nos vieron desde lejos no sabían qué cosa nueva podía ser; y desde que nos conoció Cortés se apeó del caballo y con las lágrimas en los ojos nos vino (a) abrazar, y nosotros a él, y nos dijo, ¡Oh, hermanos y compañeros míos, qué deseo tenía de veros y saber qué tales estabais! y estaba flaco que hubimos mancilla de verle, porque según supimos había estado a punto de muerte de calenturas y tristeza que en si tenía, y aun en aquella sazón no sabía cosa buena ni mala de México, y dijeron otras personas que estaba ya tan a punto de muerte, que le tenían ya hechos unos hábitos de Señor San Francisco para enterrarle con ellos. Y luego a pie se fue con todos nosotros a la villa y nos aposentó y cenamos con él; y tenía tanta pobreza, que aun de cazabe no nos hartamos.
Y después que le hubimos dado relación a lo que veníamos y leído las cartas sobre lo de Francisco Hernández para que le ayudase, dijo que haría cuanto pudiese por él. Y en aquella sazón que allegamos a Trujillo había tres días que habían venido los dos navíos chicos con las mercaderías, que valiera más que aquellos navíos no vinieran, según todos nos adeudamos en comprar de aquellas bujerías y potros. Pues estando que estábamos con Cortés dando cuenta de nuestro camino trabajoso, vieron venir en la alta mar un navío a la vela, y llegado a puerto venía de la Habana, que le enviaba el licenciado Zuazo.
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