Congreso de Bolonia de la Del 1° al 4 de julio de 1920 CAPÍTULO TERCERO Segundo día.
Unión Comunista Anárquica Italiana
(2 de julio de 1920)
(Sesión de la mañana) El frente único A las 9 se inicia la discusión sobre el tema Frente único para la acción revolucionaria. Como con este tema se entra en la discusión de los problemas más vitales e importantes llevados al Congreso -el cual aumenta siempre en número con la continua llegada de nuevos delegados- el informe de Fabbri, o mejor dicho, el comentario razonado que hace a su propio informe ya publicado en Umanita Nova es escuchado atentamente. Aclara Fabbri su pensamiento diciendo que no se ha propuesto hablar de un frente único de partidos revolucionarios, sino entre los elementos revolucionarios en las diversas localidades, aun en oposición a la voluntad de los dirigentes y sin el beneplácito de los distintos organismos, la Unión Anárquista Italiana inclusive. Se trata, entonces, de agrupaciones locales, si fuera posible con afinidad de miras, en cuanto respecta a una acción determinada. Cita casos recientes que dan como ya realizados en otros países tal unión, sin menoscabo de nuestra intransigencia teórica. Fabbri termina reservándose el derecho de presentar una Orden del día adecuada a la discusión que se haga. Bottai concuerda en todo lo manifestado por Fabbri. Boldrini, basándose en observaciones locales, en su mayor parte favorables, expone sin embargo algunas dudas. Delli, en nombre de los compañeros de Empoli, acepta el informe de Fabbri, agregando algunas consideraciones que refuerzan la tesis sostenida. Mincigrucci concuerda en todo lo anterior, pero hace presente que en muchas localidades este frente único de las masas encuentra inconvenientes en el culto absoluto por la disciplina de partido; aun entre aquellos trabajadores que de hecho quieren la revolución, pero que, en los momentos decisivos, vacilan y retroceden ante la presión de sus dirigentes. Trae a colación el recuerdo de las luchas de los compañeros de Brescia. Vella está por el frente único entre las masas y rebate algunas observaciones de Boldrini. Termina por mocionar en el sentido de cerrar el debate, lo cual es rechazado por unanimidad. Tisi aprueba la iniciativa del frente único, pero pone también de manifiesto el fetichismo de ciertos elementos, por sus dirigentes, que con fines sectarios obstaculizan, no solamente el desarrollo de nuestro partido sino también el de nuestro programa revolucionario. Cita a su vez algunos casos en que el acuerdo fracasó, porque los elementos jóvenes socialistas, después de las primeras reuniones, no aparecieron más. Libero Merlino, a pesar de considerarse relativamente escéptico ante los entusiasmos que se demuestran por el frente único, es de opinión que se debe insistir en sostenerlo entre las masas, aun cuando sus resultados prácticos no guarden relación con los esfuerzos hechos, puesto que nuestra propaganda en ese sentido tiene una gran importancia moral. Todos los trabajadores veran así, que efectivamente, nosotros queremos la revolución social sin sacrificar todo el espíritu sectario de que ponen el partido y su propia situación dentro del partido por encima de las mismas teorías socialistas. Critica después la acción de los que, sin quererla, predican la revolución con fines electorales y observa que tal acción favorece nuestra desinteresada propaganda. Ataca el frente único como anteriormente estaba proyectado, esto es de partidos, considerándolo perjudicial. Fabbri, de Cesena, basándose en observaciones locales está por el acuerdo con los elementos extremos de los otros partidos subversivos. Della Casa está por el frente único como ahora ha sido proyectado, y refiere cuanto a este respecto se ha tratado en Modena, donde el frente único ha sido de estériles resultados por culpa de los anarquistas. Gobi, de Reggio, a pesar de que procede de la Meca prampoliniana, donde no se puede hablar de frente único con los reformistas, está por el acuerdo entre las masas o, mejor aun, entre los compañeros revolucionarios de cada localidad. Bernucci es favorable al frente único y distingue entre los socialistas y subversivos que tienen todavía el culto de la disciplina que los castra y aquellos otros que han dejado ya de lado tal prejuicio en interés de la causa revolucionaria. Binazzi declara que aunque en el Congreso Anarquista se está en general de acuerdo, es de observar sin embargo, que toda vez que se ha buscado un acuerdo con los demás partidos, no se ha conseguido sino adhesiones inciertas, esfumadas ante el primer hecho práctico. Por esto propicia el acuerdo local, subordinado a un intenso programa de propaganda nuestra, puesto que cuanto más fuertes seamos tanto mayor será nuestra influencia sobre las masas trabajadoras y mayor será nuestra presión libertadora sobre los elementos extremistas que se resienten de la influencia de los dirigentes y sobre los dirigentes mismos. Guadagnini está de acuerdo con Binazzi, esto es, está de acuerdo con el convenio como se proyecta ahora, que excluye toda limitación de nuestra propaganda. Basándose sobre lo tratado en Imola, cree en la posibilidad de un acuerdo con el proletariado revolucionario. Boldrini habla para aclarar su situación personal y dice no haber sido comprendido por Vella, quien le atribuye razonamientos contrarios al frente único. Malatesta toma la palabra, no para turbar la reunión, sino para dejar constancia de que las dudas de muchos compañeros carecen de fundamento. En Milan la juventud socialista se ha batido junto con los anarquistas, resistiendo a una meditada masacre y se ha tenido un buen número de muertos. Agrega que si nosotros queremos la revolución debemos buscar la ayuda de todos los que quieren la revolución, porque la anarquía no podrá hacerse si no se despeja el camino. Hace referencia a Brindisi y termina, entre aplausos, diciendo que nosotros debemos acercarnos a las masas y no a los jefes. Las masas terminaran por venir con nosotros porque los dirigentes se desprestigian ellos mismos. Radich, de Trieste, está de acuerdo con lo dicho por Fabbri y con las observaciones de Malatesta, basándose también sobre la experiencia adquirida respecto a los últimos sucesos de Trieste. Rappalini considera un absurdo la unión entre los partidos, porque cree que la unión proletaria madurará por la fuerza de las cosas. Pelli desiste de hablar después de haber oído la exposición de los anteriores oradores. Nozzoli declara lo que se debe entender por acuerdo entre los revolucionarios. Sintoni recuerda la acción desarrollada por los anarquistas de Forli para que cesaran las luchas sangrientas entre socialistas y republicanos, acción que todos aplaudieron y de cuyos resultados mucho se esperaba. Acutis dice que mientras estemos solos no haremos la revolución; de ahí la necesidad de buscar un acuerdo con aquellos elementos que, especialmente hoy, no ocultan su propia disconformidad con la equívoca conducta de sus dirigentes. Refuerza su opinión refiriéndose a la última huelga de Turin, afirmando que el frente único, contra la voluntad de los dirigentes, fue un hecho en el Piamonte. Fieramonti no encuentra prejuiciosa para nuestras ideas la exposición de Fabbri. Zauli lamenta que al Congreso no se haya traido alguna idea nueva y termina concordando, salvo pequeños detalles, con la exposición Fabbri por los efectos morales que nuestra acción puede tener sobre las masas subversivas. Mincigrucci hace nuevas observaciones. Masotti, de Forli, recuerda que los jóvenes socialistas de aquella ciudad dieron últimamente a sus dirigentes bofetadas, no solamente morales. Fabbri dice que no expondrá nada nuevo, puesto que todo cuanto podría decir ha sido ya repetido por otros. Presenta una Orden del dia que después de algunas observaciones de Garino y Malatesta, se aprueba en los términos siguientes: El Congreso aprueba y aconseja -al margen de los partidos y de las organizaciones existentes- la formación, en cada localidad, de núcleos de acción entre todos los elementos que en la primera ocasión aprovechable se comprometan a bajar al campo de los hechos para abatir por todos los medios las actuales instituciones. La situación en Ancona El compañero Antonio Vella, que ha pasado ayer por Ancona, trae nuevas informaciones sobre lo ocurrido y lo que aun ocurre en dicha ciudad, en donde las uniones obreras declararon nuevamente la huelga general, no debilitada por la reacción imperante. Binazzi dice que no hay que abandonar a los compañeros de Ancona y hace notar que, a pesar de las promesas del gobierno, y del elogio a una pretendida victoria, siguen partiendo soldados para Valona. En efecto, llegan noticias de Carmons y de Gorizia anunciando la partida de contingentes para Albania. Dubbini agrega algunas palabras sobre la situación de Ancona. Borghi pide que se examine atentamente cada proposición, y que no se exageren las críticas a los compañeros de las distintas localidades que aun no hicieron nada en defensa de los compañeros de Ancona. Malatesta propone y se aprueba que se suspenda la discusión de este asunto, a fin de reunir más informaciones al respecto. Acerca de la postergación del convenio Fantozzi dice que ha ido con otros compañeros a la Comisión del Sindicato Ferroviario Italiano para exponerles las resoluciones adoptadas ayer en nuestra reunión, y que éstos aprobaron una Orden del día por la que la Comisión del Sindicato ferroviario Italiano telegrafía a la Dirección del Partido Socialista Italiano, pidiendo la urgente convocación del convenio de Génova. Spinaci hace algunas consideraciones sobre la posibilidad de una nueva postergación o de un rechazo absoluto por parte de la Dirección del Partido Socialista Italiano. A este respecto hablan Fantozzi, Borghi y nuevamente Spinaci. Pelli, ferroviario, expone su pensamiento y dice que los ferroviarios jamás abandonarán al proletariado. Sassi dice que debe postergarse toda otra deliberación, hasta tanto la dirección del Partido Socialista Italiano no responda al despacho de los ferroviarios. Moretti expone sus reservas, aun en el caso de que el Partido Socialista Italiano y la Confederación General del Trabajo desistan de la suspensión. Garino pide que, en los futuros convenios nacionales de los diversos organismos, se invite también al Comité de los Consejos de Fábrica. La indicación es aprobada. Relaciones con las organizaciones obreras de resistencia Faltando el relator, la presidencia encarga al compañero Fabbri, que ha tratado ampliamente el asunto en los periódicos, de sustituirlo. Fabbri habla brevemente, sosteniendo que no queda otra cosa que volver a confirmar las deliberaciones del Congreso de Florencia del año pasado, límite extremo, más allá del cual no se puede obligar a los compañeros, para dejar las organizaciones obreras y las organizaciones políticas independientes entre sí. Acerca de los grupos locales de resistencia al reformismo en el seno de la organización, aprueba la propuesta de los compañeros de Roma de constituirlos, pero para esto es necesario dejar el asunto a los compañeros de cada localidad. Cree más importante preocuparse de la obra de los compañeros anarquistas en las organizaciones, porque es así siempre más revolucionaria y libertaria la finalidad. Fantozzi de Florencia, sostiene que los anarquistas, aun llamándose organizadores, se preocupan demasiado poco de la organización obrera. No basta la simpatía platónica por la Unión Sindical, sino que es necesario que todos le presten el apoyo más incondicional. Cree vergonzoso que aun existan obreros anarquistas inscriptos en la Confederación del Trabajo; todos ellos deberían salir de allí para inscribirse en la Unión Sindical, para hacer desde afuera y no desde adentro la crítica al reformismo. Belli no está de acuerdo con Fantozzi y dice que respecto a la organización obrera es necesario dejar a los compañeros de las diversas localidades la máxima libertad de expresión. Un paréntesis. Tamburini, congresal y ferroviario, lee al Congreso la conversación sostenida esta mañana entre los delegados del Congreso y el Comité de ferroviarios respecto al convenio de Génova. Se reanuda la discusión sobre el movimiento obrero. Mincigrucci sostiene la necesidad de extender la influencia de la Unión Sindical, aun en las regiones donde ella es hasta ahora desconocida. La Unión Sindical es el terreno sobre el cual los anarquistas pueden trabajar anárquicamente -tal vez el sólo y único terreno. Nozzoli de Florencia, sostiene que se puede hacer acción anarquista y revolucionaria, trabajando activamente según las propias ideas aun en las organizaciones confederadas. Adelmo Fabbri sostiene en líneas generales la necesidad de entrar en las organizaciones obreras. Vella, de Milán, declara sus simpatías por la Unión Sindical Italiana, pero cree que no se puede obligar a los compañeros a entrar en ella. Tisi relata la historia de la acción de los anarquistas en las organizaciones obreras desde antes de 1890, exponiendo las razones de las respectivas escisiones. Molinari sostiene la formación, dentro de la Confederación, de grupos de oposición, entre anarquistas, sindicalistas y comunistas revolucionarios. Girolo y Lugli hablan en el mismo sentido que Molinari. Borghi, como secretario de la Unión Sindical Italiana, cree que le corresponde hablar. Sostiene que la forma de vencer al reformismo sería dar con la puerta de las organizaciones en las narices de los reformistas. La Unión Sindical representa una tentativa de creación de un organismo verdaderamente independiente, con finalidad revolucionaria. Hace una distinción entre sindicalismo y anarquismo y explica por qué los anarquistas adheridos al movimiento sindical de acción directa fueron llamados sindicalistas. La crítica negativa que hicieron los anarquistas a las organizaciones de viejo estilo, constituye hoy el programa positivo de la Unión Sindical. La fuerza de la Unión Sindical Italiana está precisamente en ser fuerza de minoría que no se preocupa, para tratar de seguir siempre adelante, del sólo aumento de número, sino que da más importancia a su programa. Nosotros, por consiguiente, no pedimos promesas, deliberaciones de Congreso que obliguen a todos a venir hacia nosotros; somos nosotros quienes nos empeñamos en luchar contra el reformismo para la destrucción del Estado burgués. Nosotros tenemos a todos en contra nuestra: los socialistas de todas las tendencias, de Turati a Gennari, a Bordiga, la Confederación del Trabajo, los socialistas comunistas, las cooperativas, etc. Es necesario continuar siempre la concordia y la amistad entre los anarquistas de dentro y los anarquistas de fuera de la Unión Sindical. Garino, de Turín, polemiza con Borghi, aun considerándose de acuerdo con él en tres cuartas partes de lo dicho. Sostiene que, aun afirmando la máxima simpatía por la Unión Sindical, la organización no puede sin más dejar a esa su dirección, porque los dos movimientos, político y sindical, deben ser autónomos el uno del otro, bajo pena de dañarse el uno y el otro y de no hacerse comprender por las masas. Trae como ejemplo los casos especiales de Turín. No cree que este es el momento de provocar la escisión, aun en los sitios donde existe la unión proletaria, dados los tiempos que corren. Prevee que pronto se verá la escisión necesaria por todas partes, pero no es conveniente precipitarla artificialmente. Boldrini, de Siena, protesta enérgicamente contra el sistema de boicott sobre el trabajo que se aplica aun contra aquellos compañeros que rehusan de organizarse por sus ideas contrarias a la organización. Sassi, de Valdarno, polemiza con Garino, sosteniendo las ideas de Borghi, y dice que los anarquistas muestran mucha frialadad hacia laUnión Sindical Italiana. Binazzi de Spezia, encuentra que en sustancia, entre una y otra tesis no hay nada inconciliable, pues unos y otros, aunque con razonamientos y mentalidad diversa, llegan a idénticas conclusiones. Hace un llamado a la concordia. Sartini, invita a los anarquistas que están en la Confederación, desde el momento que no pueden salir de ella, a un mayor espíritu de solidaridad con los compañeros atacados ferozmente por la prensa confederal. Malatesta contesta a Sassi que no es verdad que los anarquistas se muestren fríos hacia la Unión Sindical Italiana Ocurre todo lo contrario. Él personalmente debe en gran parte a la acción de la Unión Sindical Italiana el haber podido venir a Italia. Pero la cuestión aquí es otra. No encuentra nada inconciliable, sobre el terreno prático, entre las diversas opiniones manifestadas ante el Congreso, en cuanto el ser anarquista, en la acción, une a todos cada vez que se tiene que hacer algo. Perella y Rapparini exponen ideas concordantes con las de Garino. Bonazzi, de Bolonia, asociándose a Borghi, recalca especialmente las dificultades opuestas a los anarquistas y a la Unión Sindical para prevalecer en esa provincia reformista. Libero Merlino expone las conclusiones de la discusión para encontrar los puntos de contacto entre las diversas tendencias. Declara que ya en el pasado hubo de criticar al compañero Borghi, pues cree haber comprendido mejor la acción desarrollada por él y por sus compañeros. Se pone a votación la Orden día concebida así: El Congreso, reafirmando la necesidad de la organización y de la lucha obrera contra el capitalismo y, por consiguiente, de la unidad proletaria en ese terreno; frente a la situación de hecho de la existencia de muchas organizaciones de trabajadores; constata una vez más que la Unión Sindical Italiana es la que tiene hoy mayor dirección revolucionaria y libertaria, y manifiesta su solidaridad con los compañeros que en ella desarrollan tanta actividad y espíritu de abnegación; aconseja a los compañeros favorecer la acción de la Unión Sindical Italiana en tanto y hasta cuanto ella permanezca sobre el terreno de la acción revolucionaria y antiestatal, sea adhiriéndose a ella y ayudando a la formación de nuevas secciones, sea (donde esto no fuese posible por necesidades locales o para no crear escisiones nocivas) uniendo, en grupos o comités de acción directa para la oposición al reformismo, a todos los elementos revolucionarios aun adherentes, por la necesidad antes mencionada, a otras organizaciones, manteniendo tales grupos o comités en relaciones de actividad con la Unión Sindical Italiana. Es aprobada y en seguida se levanta la sesión.