Índice del libro Historia de las Bolsas de Trabajo de Fernand PelloutierCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo cuarto

Crónica histórica de las Bolsas del Trabajo

Aunque de reciente creación, las Bolsas del Trabajo tienen un origen lejano. En el aspecto social tanto como en el resto del orden físico no se dan generaciones espontáneas, y las Bolsas del Trabajo obreras constituyen la más alta y definitiva aplicación de los consejos de grupo y de solidaridad dados treinta años antes al proletariado por la Internacional.

Políticamente las Bolsas del Trabajo existían ya hacía un siglo, es decir, el 2 de marzo de 1790, cuando un informe (hoy imposible de hallar) de De Corcelles promueve el proyecto. Sometido a examen por el departamento de los Trabajos públicos, el proyecto desaparece, como es costumbre, en los archivos nacionales, donde se enterraron tantos excelentes proyectos. Por espacio de cincuenta años el nombre de Bolsa del Trabajo desapareció del vocabulario. En 1845, De Molinari, redactor jefe del Journal des Economistes, reencontró -o tal vez la concibió- la idea de una Bolsa del Trabajo obrera sobre la base del modelo que De Corcelles había trazado en su famosa obra (1) y para desarrollarla se puso en relación con las asociaciones populares y con los empresarios parisinos. ¿A qué se debe que ni unos ni otros aceptaran su idea? ¿Acaso les pareció a los empresarios capaz de comprometer el derecho de cualquier patrón a fijar por sí mismo y soberanamente el límite de los salarios? ¿La creyeron por su parte las asociaciones inconciliable con el desarrollo de la cooperación productiva a la que dedicaban casi por completo su esfuerzo? Sea como fi1era, De Molinari, que había tropezado aquí con la indiferencia y por otra parte contra una evidente hostilidad, tuvo que aplazar primero y después (siete años más tarde intentaría publicar un periódico, el Bulletin de la Bourse du Travail) abandonar definitivamente el proyecto.

Sin embargo, en este período la cuestión de una Bolsa de los trabajadores halló cierto eco tanto en el Consejo municipal de París como en la Asamblea legislativa. En el Consejo municipal, Decoux, a la sazón prefecto de policía presentó (1848) un proyecto muy detallado. El 3 de febrero de 1851 el mismo Decoux, convertido en representante del pueblo sostenía lo siguiente en la Asamblea, en relación con la Bolsa de los valores: Poco importa que vuestros agitadores se paseen en un suntuoso palacio. Nosotros debemos acordar un modesto asilo, un lugar de reuniones para los trabajadores. ¡Vana súplica! Ni aquel día ni el siguiente obtuvo Decoux la institución que había solicitado (2).

Todavía transcurrieron veinticuatro años antes de que esta cuestión, ya tratada por el Consejo municipal de París, fuera de nuevo presentada. El 24 de febrero de 1875. En esta fecha se trataron dos interpelaciones, una relativa a la construcción en la Avenida Laumiere, de una amplia rotonda acristalada; la otra, la creación en la Rue de Flandre de una Bolsa del Trabajo, o cuando menos de un lugar cerrado y cubierto, a fin de proveer resguardo a los numerosos grupos obreros que se reúnen allí por la mañana para la contratación en los trabajos portuarios y otros. Estas dos reclamaciones, en fin, como ocurriera con la efectuada en otro tiempo por De Corcelles, cayó en el olvido de las Comisiones, y a ellas se reunieron en los años siguientes otras, inspiradas por el mismo espíritu. Todavía se necesitarían once años para que apareciese sobre las mesas de la oficina del Consejo municipal (5 nov. 1886) el siguiente informe debido a Mesureur:

EI Consejo, vistas las resoluciones propias relativas a la creación de una Bolsa del Trabajo, considera:

El Prefecto del Sena es invitado a negociar inmediatamente con la asistencia pública para el arrendamiento o adquisición del inmueble dicho de la Redoute y a someter al Consejo los resultados de esta gestión con el presupuesto para adecuación de dicho inmueble, al objeto de instalar en él una de las sucursales de la Cámara del Trabajo.

Siguiendo igualmente sobre el terreno de la libertad estipulada en los contratos, decía Mesureur, vosotros tenéis el derecho, si no el deber, de permitir a los trabajadores los medios para luchar con armas iguales y legales con el capital. Sin la Cámara del Trabajo la existencia de las cámaras sindicales resultará siempre precaria, porque los resultados obtenidos por éstas distan de ser representativos de la gran mayoría de los obreros. Por esto es necesario. que tengamos locales y oficinas suficientes donde todos puedan acudir sin temor de tener que enfrentarse a sacrificios de tiempo y de dinero por encima de sus posibilidades. El libre uso y permanente disposición de las salas de reuniones permitirá a los trabajadores discutir con mayor madurez y precisión las múltiples cuestiones que afectan a su industria e influyen sobre sus salarios. Tendrán para informarse y esclarecerse todos los medios de información, de correspondencia, los elementos provistos por las estadísticas, una biblioteca industrial o comercial, el movimiento de producción de cada industria, no solamente en Francia, sino en el mundo entero. Tal vez entonces veremos consolidarse a las verdaderas representaciones del trabajo ...

Esta vez la causa de la Bolsa del Trabajo por fin vencía y el 3 de febrero de 1887 el Consejo municipal ponía solemnemente en manos de los sindicatos parisinos el inmueble de la calle Jean-Jacques Rousseau, al cual más tarde debía unirse (1892) el palacio de la calle del Cháteau-d'Eau.

Este es el origen aparente de las Bolsas del Trabajo, aunque hay que consignar que la iniciativa del Consejo municipal de París no fue imitada en ninguna otra parte, teniendo que organizarse primeramente los sindicatos de provincias como Bolsas del Trabajo libres, antes de poder obtener un mínimo de ... favores comunales. Las Bolsas del Trabajo tal como hoy existen, salvo el nombre, son muy anteriores a la inauguración del inmueble de la calle Jean-Jacques Rousseau. Los equivalentes de las mismas se pueden hallar en dos o tres federaciones obreras creadas por la Internacional y en la mayor parte de las uniones locales o regionales de los sindicatos que se constituirán después del Congreso obrero de Francia, celebrado en París en 1876. Cuando por fin los sindicatos socialistas aparten definitivamente de sus filas a algunos sindicatos mutualistas, los cuales gracias a una subvención gubernativa intentaron en 1886 (congreso de Lyon) un último esfuerzo para recobrar la dirección del movimiento obrero, se constituirán algunos sindicatos locales nuevos, tal vez departamentales, los cuales, provistos de servicios de colocación, de socorros en caso de paro y de huelga, de comisiones de estudios, etc., constituirán una prefiguración de las Bolsas del Trabajo.

Hemos expuesto los motivos que impidieron a la Federación Nacional de Sindicatos y los grupos corporativos obreros unir sus esfuerzos en torno al objetivo para el que la había creado el congreso de Lyon. Los principales fueron el error inexplicable que consistía en querer afiliar directamente a una federación nacional que tenía la evidente necesidad, para gestionar convenientemente los propios intereses, de conservar federaciones lo más restringidas posibles: regionales, departamentales e incluso locales. De aquí la imposibilidad, debida a este error, en que se encuentra el Consejo nacional de la federación de ofrecer a los centenares de grupos obreros dispersos sobre el territorio el mínimo servicio.

Y en fin y sobre todo, la manifiesta intención de este Consejo de hacer de la Federación, no un instrumento de emancipación económica obteniendo exclusivamente sus medios del movimiento corporativo, sino un vivero de militantes guesdistas, interesados sobre todo por la acción parlamentaria, por la conquista de los poderes públicos y dispuestos a arrastrar a toda la clase obrera. Las uniones sindicales cuyos miembros no habían rechazado por completo la propaganda electoral, pero que consideraban que debía proscribirse del sindicato, donde esta cuestión originaba disputas y disensiones, para confinarse en círculos de estudios políticos, prosiguieron por tanto su trabajo económico libres de cualquier tutela de escuela y reagruparon a los elementos que habían dado vida a las Cámaras del Trabajo de Lyon, de Nlmes y de otras veinte ciudades.

En 1892 existían catorce Bolsas del Trabajo. El personal de élite que las administraba había tenido tiempo de comprobar en ocasiones cómo, faltando una unión entre ellas, su desarrollo material y moral se daba con excesiva lentitud. Efectivamente, en el aislamiento no podían utilizar su experiencia recíproca y en consecuencia se encontraban condenadas, bien a perder un tiempo precioso en tentativas que se consideraban irrealizables o imperfectas, o a desechar iniciativas que tal vez hubieran dado excelentes resultados. La idea de una federación nacional de las Bolsas del Trabajo no debía tardar mucho en surgir y vio la luz en febrero de 1892, en el curso del primer congreso (Saint-Etienne), en el que se reunieron las Bolsas del Trabajo. Al mismo tiempo se venía elaborando el pacto federativo que dos años después (congreso de Nantes, 1894) (3) debía sancionar la ruptura total y definitiva entre el partido socialista político y la organización socialista económica. Las Bolsas del Trabajo se declararon determinadas (declaración que no fue del todo platónica) a rechazar, bajo cualquier forma que se presentara, la ingerencia en su administración de las autoridades gubernativas y comunales.

A partir de ese momento el número y la importancia de las Bolsas del Trabajo se acrecienta con maravillosa rapidez. En junio de 1895 las federaciones contaban (4) con 34 Bolsas del Trabajo y 606 sindicatos adheridos, y en 1896 con 46 Bolsas y 862 sindicatos. Este desarrollo pareció incluso inquietante al Comité federal porque las Bolsas del Trabajo le parecían constituidas sin poseer una fuerza sindical suficiente, lo que le exponía a una disolución o al embate de huelgas peligrosas, o también porque existiendo problemas momentáneos en las Bolsas del Trabajo de Rouen, Cholet y Burdeos, era de temer que este ejemplo se contagiara, de tal modo que la mayoría de ellas quedaran mortalmente afectadas. Por tanto el comité juzgó prudente, si no moderar el ardor organizativo de los militantes obreros, por lo menos reclamar su atención sobre la utilidad de extender a las circunscripciones administrativas (arrondissements) e incluso a un departamento entero, la propaganda hasta entonces circunscrita a las locales cercanas. Dos o tres Bolsas por departamento, escribía entonces justamente el Comité, reagruparían de modo más rápido a los trabajadores y a cambio de menores esfuerzos que siete u ocho insuficientemente utilizadas y necesariamente débiles.

Efectivamente, este consejo fue escuchado y, en los años sucesivos, al mismo tiempo que se registraba la creación de otras once nuevas Bolsas del Trabajo, el Comité federal aprendía que Rouen se había anexionado la mayor parte de los sindicatos del Sena inferior, que desde el norte se extiende hasta Dijón e incluso hasta Montceau-les-Mines, mientras Amiens abrigaba la ambición de federar a todos los sindicatos del Soma y Nimes, todos los del Gard y, sobre todo, a los sindicatos de los obreros agrícolas, y otros.

En la apertura del VII congreso, celebrado por la federación el 21 de septiembre de 1898 en Rennes, el comité anunció la asistencia de cincuenta y una Bolsas del Trabajo, con un total de 947 sindicatos. Y en el curso del año 1899, otras tres Bolsas del Trabajo con un total de 34 sindicatos vieron a aportar a la asociación federativa una colaboración especialmente preciosa, porque una de ellas administraba sobre todo intereses marítimos (todavía insuficientemente representados en las uniones corporativas) y porque las dos restantes eran de regiones diferentes, pero hostiles hasta entonces a la federación.

En breve, hacia el 31 de junio de 1900, es decir, hasta la víspera de la apertura del VII congreso (París, 5-8 septiembre) se podían contar cincuenta y siete Bolsas del Trabajo con un total de 1065 sindicatos, es decir, el 48 por ciento del número total de los sindicatos obreros industriales esparcidos por el territorio francés. De estas cincuenta y siete Bolsas del Trabajo, cuarenta y ocho formaban parte de la Federación y agrupaban a 870 sindicatos (5).



Notas

(1) Les Bourses du Travail. I vol.

(2) Esta propuesta tendiente a facilitar las relaciones entre propietarios, patronos y obreros, es presentada el 12 de junio de 1851 y estaba concebida de la manera siguiente:

Articulo 1. En todas las comunas con una población de por lo menos 3.000 habitantes se crearán oficinas de información para los propietarios y patronos que deseen procurarse obreros, y para los obreros que quieran encontrar ocupación. Oficinas similares se crearán en comunas con población inferior a 3.000 habitantes si los consejos municipales lo juzgan útil para la agricultura y para las clases obreras de la localidad.

Articulo 2. Estas oficinas sedn instituidas bajo supervisión de comisiones especiales nombradas por los consejos municipales representados en el campo del comercio, de la industria y de la propiedad.

Artículo 3. Estas comisiones procurado asimismo que en las comunas se abran registros en los que se hagan constar, en base a las categorías profesionales, las demandas de empleo, el nombre y la dirección de los obreros y asalariados, el nombre y domicilio de los patronos y propietarios, asi como el empleo u ocupación ofrecidos.

Artículo 4. En las ciudades con población superior a 20.000 habitantes se designarán uno o varios empleados (según la importancia de la ciudad) para atender los registros, que serán inspeccionados por uno de sus miembros. Estos empleados serán retribuidos con fondos municipales.

Artículo 5. En las ciudades superiores a los 20.000, los registros serán atendidos por los secretarios de los sindicatos, con la ayuda y cooperación de los miembros de la Comisión especial de turno.

Artículo 6. En las ciudades en que existan consejos municipales los miembros de los mismos formarán parte por derecho de la Comisión especial.

Artículo 7. En París habrá una Comisión para circunscripciones y oficinas especiales para las industrias importantes.

Un cuadro sumario del número de las inscripciones recibidas se transmitirá quincenalmente por los sindicatos al prefecto del Sena, para publicación de las mismas, en interés de la industria y de la clase obrera.

Artículo 8. Las ordenanzas establecidas por las Comisiones especiales y adoptadas por los consejos municipales de las ciudades con una población de 100.000 habitantes o más, serán sometidos a la aprobación del ministro del Interior.

Artículo 9. Un reglamento de administración pública determinará el modo de correspondencia entre las oficinas de información.

(3) Véase el articulo de Felix Roussel, Revue politique et parlementaire, nov. 1898.

4) Declaraciones hechas en la prefectura del Sena, número de registro 2.012.

(5) El número de Bolsas del Trabajo aumentó sensiblemente en lo que quedaba del año. De ellas existen actualmente 614, de las cuales 65 pertenecen a la Federación. Véase los Documents complémentaíres; la situación en la fecha del 30 de junio de 1901. (Nota de Maurice Pelloutier).


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