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CAPÍTULO XXIV
De cómo se escapó Nezahualcoyotzin por dos veces de las manos del tirano y de la muerte del rey Chimalpopoca y de Tlacateotzin señor de Tlatelulco
Muy en el alma de Nezahualcoyotzin quedaron escritas las palabras de su tío Chimalpopoca, por cuya causa no tan solamente guardó y cumplió sus consejos, que alegóricamente y por metáforas le había dicho, sino que también ejecuto y guardo el sentido literal de ellas, pues así como llegó a la ciudad de Tetzcuco, mandó luego de secreto trasminar las paredes por donde cabía su estrado y asiento, que después le valió para escaparse con la vida (como delante se dirá); el cual hecha esta diligencia, se volvió a la ciudad de Azcaputzalco para ver al tirano y darle las gracias de la merced que a su tío le había hecho en soltarle, a donde llegó al amanecer y se fue luego a palacio, en cuyo patio principal vio mucha gente armada y por las paredes arrimadas muchas lanzas y rodelas, que el rey Maxtla acababa de mandarles a que fuesen a la ciudad de Tetzcuco a matarle y viéndole uno de aquellos capitanes, se adelantó a recibirlo y le dijo: seáis muy bien venido, señor, que en este punto el rey nos despacha para vuestra ciudad y corte a buscar a Páncol, que anda herido y luego lo llevo a una sala para que allí aguardase lo que Maxtla mandaba y determinaba. Nezahualcoyotzin, pasando por entre aquellos soldados los saludó a todos y les dijo quería ver al gran señor. Y uno de los criados de palacio avisó luego al rey cómo le quería ver y estaba aguardando en una sala Nezahualcoyotzin; al cual mandó llamar y yendo a su presencia, le volvió el rostro y no le quiso hablar y Nezahualcoyotzin vido que allí en un estrado estaba con las damas y concubinas de su tío el rey Chimalpopoca, las cuales se decían la una de ellas Quetzalmalin y la otra Pochtlampa y dándoles Nezahualcoyotzin al rey unos ramilletes de flores en las manos, no los admitió y así los puso delante de él y hablando con él, no le respondió. Visto esto, Nezahualcoyotzin se salió y Chacha el recamarero le dijo en secreto cómo el rey su señor había mandado matarle y aquella gente armada que había visto en el palacio, las acababa de despachar para el efecto; que procurase salirse y escapar con la vida, si hubiese lugar y así Nezahualcoyotzin se salió por un postigo, que entraba a unos jardines que el rey tenía dentro de su palacio y se fue a una sala grande que el techo tenía de paja y a Xiconocatzin que era el que había venido a acompañarle desde la ciudad de Tetzcuco, le mandó que se pusiese a la puerta y mirase si parecía alguno mientras él se escapaba y salía y que si viniesen a buscarle, dijese que había salido fuera a cierta necesidad que se le había ofrecido y que si pudiese escapar, que cerca de Tlatelulco le aguardaba. Y así desbaratando el techo de la sala en la parte que vio más conveniente se salió por allí y se fue huyendo a la parte referida. Aún no había bien escapado, cuando a gran prisa vinieron ciertos capitanes derechos a Xiconocatzin, al cual le dijeron que le fuese a llamar porque el rey le buscaba. El cual no aguardó más razones porque luego se salió de palacio a toda prisa, poniendo su persona en cobro hasta ir a alcanzar a Nezahualcoyotzin y ya a esta razón toda aquella gente de guerra y guarda del rey estaba alborotada y buscándole por toda la ciudad y aunque algunos de los que habían ido en su seguimiento, le habían dado alcance, era tan ligero, que se les fue de entre las manos, amenazándolos que antes de mucho a su sangre y fuego los destruiría. Cerca de Tlatelulco, después de haber pasado los peligros y trances referidos se juntaron Nezahualcoyotzin y Xiconocatzin, los cuales iban muy fatigados de hambre, que los obligó a comprar de comer en las primeras casas que toparon de la ciudad y luego se embarcaron y pasaron a su ciudad de Tetzcuco. Y viendo el tirano Maxtla que Nezahualcoyotzin se había escapado y los soldados no lo habían podido matar, ejecutó en ellos su ira y rigor, no dejando a ninguno con vida y luego despachó a México con mandato expreso matasen a Chimalpopoca y a Acateotzin y yendo derechos a Tenochtitlan, hallaron que el rey estaba en una sala del templo, en donde estaban labrando unos escultores a un ídolo llamado Techuxílotl, los cuales luego que vieron al rey lo apartaron de entre aquellos oficiales y lo llevaron a otra sala del templo, que se decía Huitzcali, como que querían tratarle de algunas cosas graves y estando con él a solas en aquella sala; lo mataron dándole en la cabeza con una porra y así como salieron de la sala dijeron a los mexicanos que entrasen a ver a su señor que quedaba durmiendo y ellos se fueron a gran prisa hacia Tlatelulco. Los mexicanos viendo a su rey muerto, se fueron en seguimiento y habiéndolos alcanzado tuvieron una refriega con ellos. Aunque Tlacateotzin se pudo escapar por entonces, entrándose en una canoa grande cargada de preseas de oro y pedrería y tomando la vía de Tetzcuco se fue huyendo por la laguna. Los tepanecas dieron tras de él y lo alcanzaron en medio de ella y lo alancearon; que éste fue el fin que estos dos señores mexicanos tuvieron. Después de muertos los cogieron los mexicanos sus vasallos y les hicieron las exequias y honras que ellos acostumbraban y harto quisieran vengar esta injusticia; mas lo remitieron a otra ocasión, porque sus fuerzas no eran bastantes para ello y lo que a la sazón les importaba era darles sucesores, que los rigiesen y gobernasen y así los tenochcas juraron y dieron la obediencia a Itzcoatzin, hermano menor de Chimalpopoca, persona en quien concurrían todas las partes y requisitos necesarios a un rey en una ocasión de tanta calamidad y aprieto. Los tlatelulcos eligieron por su señor a Quautlatoatzin, no menos valeroso que el rey Itzcoatzin.
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