Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XLIICapítulo XLIVBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XLIII

De cómo el rey Nezahualcoyotzin se casó con Azcalxochitzin, hija del infante Temictzin su tío y del extraño modo con que se consiguió este matrimonio

En todo este discurso de tiempo Nezahualcoyotzin no había casádose conforme a la costumbre de sus pasados, que es tener una mujer legítima de donde naciese el sucesor del reino, aunque a esta sazón, de sus concubinas (que tenía muchas en sus palacios y jardines) tenía muchos hijos, que algunos de ellos le habían ayudado en las guerras y conquistas atrás referidas y eran ya famosísimos capitanes. El rey Itzcoatzin su tío y el rey Motecuhzomatzin, que a esta sazón lo era de México, no se habían atrevido a tratarle casamiento alguno hostigados de lo pasado, cuando volvió a las veinticinco doncellas no admitiéndolas y así se estaba por casar; y acordando de tomar estado, mandó que le trajesen algunas doncellas que fuesen hijas legítimas que fuesen de los señores de Huexotla y Coatlichan (que eran las casas más principales y antiguas del reino y en donde se habían casado sus pasados los emperadores chichimecas), de las cuales no se halló más de una de la casa de Coatlichan y ésa era tan niña que se la entregó a su hermano el infante Quauhtlehuanitzin para que la criase y doctrinase y siendo de edad la trajese a palacio para luego celebrar con ella las bodas. En este medio tiempo falleció el infante Quauhtlehuanitzin que ya era muy viejo y Ixhuetzcatocatzin su hijo, heredero de su casa y estado, entrado que fue en la sucesión de su padre, viendo aquella tan noble y no sabiendo para que efecto se criaba, se casó con ella; que cuando el rey se vino a acordar, ya era dueño de ella su sobrino y no sabiendo aquéllo que había le envió a llamar y le dijo trajese aquella señora, que había criado su padre, a palacio para tomar estado con ella, pues para este efecto la había dado a su padre, el cual le respondió al rey, que aquella señora era ya su esposa, que la había recibido no sabiendo lo que entre su padre y su alteza se había tratado, y que bajo de esto hiciese lo que fuese servido. El rey sin responderle palabra lo remitió a los jueces para que lo castigasen si había cometido delito, los cuales hallaron no tener culpa y lo dieron por libre; y viéndose el rey tan desdichado en esta parte, habiendo sido tan venturoso en todas sus cosas, le causó muy gran tristeza y melancolía, que casi desesperado se salió solo y sin compañía de palacio y se fue hacia los bosques que tenía en la laguna, y no dándole gusto cuanto había, fue prosiguiendo su viaje hasta ir a dar en el pueblo de Tepechpan, que viéndole Quaquauhtzin señor de allí y uno de los catorce grandes del reino, le salió a recibir y lo llevó a sus palacios, en donde le sirvió con comida, que hasta entonces no había comido aquel día; y para más regalarle quiso que en la mesa le sirviese Azcalxochitzin señora mexicana hija del infante Temictzin su tío y prima hermana suya, que este señor la criaba para tomar estado con ella y ser su mujer legítima, y hasta entonces no la había gozado por no tener edad para el efecto, porque sus padres se la dieron niña pequeña en recompensa de un gran presente de oro, piedras preciosas, mantas, plumería y esclavos que les dio, que era de los despojos de una de las conquistas atrás referidas, en que se había hallado por capitán general. El rey, cuando vio aquella señora, que era su prima hermana, tan hermosa y dotada de gracias y bienes de naturaleza, le quitó todas las melancolías y tristezas que traia consigo y le robó el corazón, y disimulando lo mejor que pudo su pasión, se despidió de este señor y se fue a su corte, en donde dio orden con todo el secreto del mundo (sin jamás dar a sentir sus designios) de mandar quitar la vida a Quaquauhtzin por parecer mejor su hecho, y fue de esta manera: despachó a la señoría de Tlaxcalan un mensajero (que era de su casa y de quien más se fiaba), a decir que a su reino convenía que fuese muerto Quaquauhtzin, uno de los grandes de él, por ciertos delitos graves que había cometido, y para darle muerte honrosa pedía a la señora mandase a sus capitanes lo matasen en la batalla, que para tal día lo enviaría al efecto, de manera que no lo dejasen volver con vida; y luego llamó el rey dos capitanes de quienes él mucho se fiaba y les dijo que para tal día quería enviar a la guerra que se acostumbraba hacer en el campo de la frontera de Tlaxcalan a Quaquauhtzin, y que los metiesen en lo más peligroso de ella, de manera que los enemigos lo matasen y no escapase con vida, porque convenía así por cierto delito grave que había cometido, y que le daba esta muerte honrosa por la buena voluntad que le tenía. Luego le envió a llamar y apercibir que se dispusiese a esta guerra y jornada por general de ella. Quaquauhtzin obedeció el mandato de su rey, aunque le causó admiración y novedad, que siendo como era, soldado viejo y que no competía a su persona y calidad ir a esta jornada, se le enviase a ella: y así sospechó su daño y compuso unos cantos lastimosos que cantó en un despedimiento y convite que hizo de todos sus deudos y amigos. Ido que fue a esta jornada se quedó en ella muerto y hecho pedazos por los tlaxcaltecas. Hecha que fue esta diligencia le restaba otra, que era saber la voluntad de su prima, y porque nadie echase de ver sus designios fue a visitar a su hermana la infanta Tozcuentzin a quien comunicó su deseo, diciéndole que quería tomar estado y no hallaba otra persona en el reino con quien lo pudiese hacer, si no era con Azcalxochitzin, mujer que había de ser de Quaquauhtzin señor de Tepechpan, que los tlaxcaltecas habían muerto pocos días había, y que sólo le restaba saber la voluntad de esta señora, y por ser tan reciente la muerte de su esposo que había de ser, no le sería bien notado tratarlo a lo público, que ella diese orden como hablarla de secreto y saber su gusto. La infanta respondió que en su casa tenia una vieja criada suya, que muy de ordinario la iba a visitar y curar el cabello, con quien podía su alteza enviarle a hablar. Y así, el rey le mandó que de su parte le dijese a su prima que le pesaba de la muerte de su esposo que había de ser, y por la obligación grande que le tenía, pues era su prima hermana, tenía propuesto de tomarla por mujer y ser reina y señora de su estado y señorío, que esto se lo dijese muy en secreto, sin que persona ninguna lo entendiese. La vieja se dio tan buena maña, que dio su mensaje a la señora a solas y muy a gusto, porque ella respondió que su alteza hiciese lo que fuese servido de ella, pues tenía obligación de honrarla y ampararla, pues era su deuda. Sabiendo el rey la voluntad de esta señora, mandó luego que desde Tepechpan hasta el bosque de Tepetzinco se hiciese una calzada toda estacada, y acabada, se trajese de Chiuhnauhtla una peña que estaba en una recreación en donde fue puesto el pellejo de su hermano Acotlótlil que mandó matar y desollar el tirano Tezozómoc como atrás queda referido, dando cierto término para hacerla todo, y luego mandó a la vieja fuese a verse con Azcalxochitzin, su prima, y le dijese, que para tal día pasaría por su pueblo una peña que había de traer de Chiuhnauhtla para ponerla en el bosque de Tepetzinco, y que ella saliese tras de ella y fuese a verla poner en el bosque con todo el más acompañamiento de gente que pudiese, sin dar a sentir que era por su orden, sino por curiosidad de ver aquella grandeza: y que él estaría en un mirador desde donde la vería, y mandaría llevar a palacio, en donde después se celebrarían las bodas, y ella sería jurada y recibida por reina y señora de Tetzcuco: lo cual se puso a efecto, y el día citado fue esta señora con todos los caballeros de Tepechpan, acompañada de todas sus amas, criadas y de otras señoras, y el rey estando en un mirador con todos sus grandes, como admirando ver tan grande acompañamiento de gente y tantas mujeres en parte donde pocas veces parecían, preguntó muy al disimulo a sus grandes ¿quién era aquella señora?: dijeron que era Azcalxochitzin, su prima, que venía a ver aquella peña que se había traído en dónde se había de poner. El rey, oído esto, dijo que no era razón que su prima siendo tan niña anduviese en semejante lugar, y que así la llevasen a palacio, en donde estaría mejor. Llevada que fue, pasados algunos días, y habiendo comunicado el rey a sus grandes cómo sería bien casarse con ella, pues era doncella y de tan alto linaje, a los grandes les pareció muy bien, y así se celebraron las bodas con mucha solemnidad y regocijos y fiestas, hallándose en ellas Motecuhzomatzin y Totoquihuatzin y otros muchos señores, y fue jurada y recibida por reina y señora de los aculhuas chichimecas. Con la astucia referida hubo esta señora Nezahualcoyotzin, sin que jamás supiesen con cercioridad si la muerte de Quaquauhtzin fuese de intento o caso fortuito que le sucediese, aunque los autores que alcanzaron este secreto, y fueron su hilo y nietos, le condenan por la cosa más mal hecha que hizo en toda su vida, y no le hallan otra más de ésta, digna de ser tenida por mala y abominada, aunque el celo y amor le cegó.

Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XLIICapítulo XLIVBiblioteca Virtual Antorcha