Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XLVCapítulo XLVIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XLVI

Que trata de la muerte del rey Motecuhzomatzin de México, y elección de Axayacatzin; y de algunos dichos, hechos y sentencias admirables del rey Nezahualcoyotzin

El príncipe Nezahualpiltzintli nació en el día que llamaron matlactliome cóatl, que era el octavo día de su quincena mes, llamado atemoztli y en su año llamado matlactlioce técpatl, que conforme a nuestra cuenta, fue a primero de enero del año de 1465 de la encarnación de Cristo nuestro Señor, y este mismo año (que fue el siguiente de los naturales que llaman matlactliomome calli) comenzaron los chalcas a edificar salas y aposentos de increíble grandeza en las casas y palacios del rey, en las demás de los señores y caballeros de su reino, y en las de los otros dos reyes y cabezas del imperio, por castigo de su obstinación y rebeldía, trayendo de su provincia, madera, piedras y los demás materiales para los edificios referidos, con tan grave y excesivo trabajo suyo que más no podía ser en el mundo, y cómo con las guerras pasadas que ellos habían tenido tantos años, se había muerto la mayor parte de los varones, eran aún hasta las mujeres compelidas a este trabajo. El rey Nezahualcoyotzin, acertó a ver esta calamidad que padecían los chalcas y lo peor de todo que perecían de hambre, el cual confundido y lastimado de ver esto, mandó que hiciesen unas muy grandes casas pajizas que llaman jacales, y que en ellas sus mayordomos tuviesen grandísima máquina de comida para los chalcas que andaban ocupados en los edificios referidos. Demás de que ellos recibieron este gran refugio, fue parte para poder sobrellevar el hambre que corría en aquellos tiempos en su provincia; con que de su voluntad venían bandadas de ellos a la obra que hacían, viendo que con esto mitigaban el hambre que tenían; habiéndose ocupado los chalcas casi en estos cuatro años sucesivos. El siguiente año de 1469, casi a los últimos del que llaman el calli, murió el gran Motecuhzomatzin Iihuicamina en su ciudad de México, y llegada la nueva a Nezahualcoyotzin, hizo lo que la vez pasada, y en su lugar fue recibido y jurado Axayacatzin, hijo de Tezozómoc, hijo de Itzcóatl y de Atotoxtli, hija legítima del difunto Motecuhzomatzin, que no tuvo otro legítimo; y así demás de sus partes, calidad y virtudes, vino a exceder a su abuelo. Recibido que fue y hechas las fiestas de su jura y coronación, se vino a la ciudad de Tetzcuco, en donde asistió muchas veces mientras vivió el rey Nezahualcoyotzin, el cual, entre otras cosas que hizo dignas de su fama y nombre fue que alargó los montes, porque de antes tenía puestos límites señalados hasta donde podían ir a traer maderas para sus edificios y leña para su gasto ordinario, y tenía puesta pena de la vida al que se excedía de los límites; y fue que yendo una vez con uno de sus grandes de su reino en traje de cazador (que lo acostumbraba hacer muy de ordinario, saliendo a solas y disfrazado para que no fuese conocido, a reconocer las faltas y necesidades que había en la República para remediarlas), con el mismo intento se fue hacia la montaña, y cerca de los límites referidos halló a un niño con harta miseria y penuria, juntando palitos para llevar a su casa; el rey le dijo que ¿por qué no entraba a la montaña adentro, pues había tanta suma de leña seca que poder llevar?, respondió el niño: ni pienso hacer tal, porque el rey me quitará la vida. Preguntóle que ¿quién era el rey? y respondió el niño: un hombrecillo miserable, pues quita a los hombres lo que Dios a manos llenas les da. Replicó el rey que bien podía entrar adentro de los límites que el rey tenía puestos, que nadie se lo iría a decir: visto por el muchacho, comenzó a enojarse y a reñirle, diciéndole que era un traidor y enemigo de sus padres, pues le aconsejaba cosa con que pudiese costarles la vida; y dando la vuelta el rey para su corte dejó dada orden a un criado suyo (que desde lejos les había seguido) cogiese aquel niño y a sus padres y los llevase a palacio; lo cual puso luego por obra, y llevándolos bien afligidos y atemorizados, no sabiendo a qué eran llamados a la presencia del rey, llegados que fueron, mandó a sus mayordomos les diesen cierta cantidad de fardos de mantas y mucho maíz, cacao y otros dones, y los despidió, dando las gracias al muchacho por la corrección que le había dado, y el guardar las leyes que él tenía establecidas; y desde entonces mandó que se quitasen los términos señalados, y que todos entrasen en los montes y se aprovechasen de las maderas y leñas que en ellos había, con tal que no cortasen ningún árbol que estuviese en pie, pena de muerte. Otra vez estando en un mirador, que caía a una de las puertas de la plaza y palacios del rey, llegó a descansar al pie de él un leñador que venía fatigado con su carga de leña y con él, su mujer, y al tiempo que se recostó un poco sobre su carga, miró la magnificencia y la grandeza de los palacios y alcázares del rey, y dijo a su mujer: el dueño de toda esta máquina estará harto y repleto, y nosotros cansados y muertos de hambre. La mujer le respondió que callase la boca, no le oyese alguno, y por sus palabras fuesen castigados. El rey llamó a un criado suyo a quien mandó fuese a traer aquel leñador, que estaba descansando al pie del mirador, y se lo trajese a la sala de su consejo, el cual lo hizo así, y el rey se fue a aguardarle a la sala; y estando en su presencia atemorizados el leñador y su mujer, le dijo qué es lo que había dicho y murmurado del rey, que le dijese la verdad, y diciéndosela le dijo que otra vez no le aconteciese murmurar y decir mal de su rey y señor natural, porque las paredes oían, además de que, aunque a él le parecía que estaba repleto y harto, y lo demás que había dicho, que considerase la mucha máquina y peso de negocios que sobre él cargaban, y el cuidado de amparar, defender y mantener en justicia a un reino tan grande como era el suyo; y llamó a un mayordomo suyo, y mandóle que le diese cierta cantidad de fardos de mantas, cacao y otras cosas, y habiéndoselas traido en presencia del rey, le dijo que con aquello poco le bastaba y viviría bienaventurado; y él, con toda la máquina que le parecía que tenía harto, no tenía nada, y así lo despidió. Otro lance le sucedió con un cazador, y fue que éste ganaba su vida en cazar, y una vez, después de haber andado en montañas y quebrados, volvió a su casa cansado sin haber podido matar ninguna caza, y para poderse sustentar aquel día, comenzó a andar tras de los pajaritos pequeños que por allí había en los árboles; un mancebo vecino suyo viéndole cuán afligido andaba, y cómo no podía tirar a aquellos pajarillos, le dijo por modo de burla y vituperio que le tirase al miembro viril, y que quizá acertaría mejor; y como el cazador estaba afligido, enarcó y apuntó con la flecha, y disparándole, le acertó; viéndose herido con la flecha, comenzó a dar voces de tal manera que alborotó el barrio, y fue preso el cazador y llevado a palacio con el herido ante los jueces, y al tiempo que iban pasando por el patio principal de palacio, preguntó el rey que los estaba mirando ¿que qué era aquel murmullo? y habiéndole informado, que un herido que un cazador, que allí traían preso, había flechado, los mandó traer ante sí, y sabida la verdad del caso, mandó que el cazador curase al herido, y si sanaba quedase por su esclavo o diese su rescate, con que salió libre el cazador, el cual, viendo la magnificencia que había usado con él su rey, quiso buscar modo para que le hiciese mercedes, y fue que puso un galli-pavo a la puerta de su casa una noche, y en parte donde pudiese ser cogido de algún coyote, que es un animal que parece a los adives, que es un género de lobos, y se puso en parte donde poder ver la presa cuando la hiciese el lobo; el cual, antes que llegase la medianoche, llegó el olor del gallo y lo arrebató, y él se fue en su seguimiento, de tal manera que no le dejó comer el gallo hasta que se fue a meter a su cueva que la tenía en el interior de la montaña, en donde le dio un flechazo y lo mató, y luego se lo cargó y llevó juntamente con el gallo a palacio, y llego a ocasión que el rey se estaba vistiendo por ser muy de mañana, y diciendo a los de la recámara que le quería besar las manos y pedir justicia, mandó el rey que entrase a donde estaba, y llegado que fue a su presencia le dijo: poderoso señor, a pedir vengo justicia contra el nombre de vuestra alteza, que esta noche me llevó este gallo, que juntamemte con él traigo, que no tenía otra hacienda; vuestra alteza lo remedie; el cual le respondió que si su nombre lo había ofendido en matarle el gallo que traía muerto, que si lo trajera vivo lo castigara, y que otro día no le aconteciera semejante caso, porque en burlas sería castigado, y mandó pagarle lo que podían valer diez gallos, y que aquel lobo fuera desollado, y su piel se pusiese entre sus armas en el almacén. Era tan misericordioso este rey con los pobres, que de ordinario salía a un mirador que caía a la plaza, a ver la gente miserable que en ella vendía (que era de ordinario la que vendía sal, leña y legumbres que apenas se podía sustentar), y viendo que no vendían, no quería sentarse a comer, hasta tanto que sus mayordomos hubiesen ido a comprarles todo cuanto vendían a doblado precio de lo que valía, para darlo a otros, porque tenían muy particular cuidado de dar de comer y vestir a los viejos enfermos lisiados en las guerras, a la viuda y al huérfano, gastando en esto gran parte de los tributos, que para el efecto tenía señalados ciertos señores y caballeros que estaban a su cargo, porque nadie podía andar demandando por las calles ni fuera de ellas, pena de la vida.

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