Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva Ixtlilxochitl | Capítulo LXIII | Capítulo LXV | Biblioteca Virtual Antorcha |
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CAPÍTULO LXIV
Que trata de la extraña severidad con que castigó el rey Nezahualpiltzintli a la reina mexicana por el adulterio y traición que contra él se cometió
Al tiempo que al rey Nezahualpiltzintli le enviaron Axayacatzin, rey de México y otros señores a sus hijas para que de allí escogiese la que había de ser la reina y su mujer legítima, y las demás por concubinas (para que cuando faltase sucesor de la legítima, pudiese entrar alguno de los hijos de estas señoras, la que más derecho tuviese a la herencia por su nobleza y mayoría de linaje) entre las señoras mexicanas vino la princesa Chalchiuhnenetzin su hija legítima, la cual por ser tan niña en aquella sazón, no la recibió sino que la mandó criar en unos palacios con gran aparato y servicio de gente como hija de tan gran señor como lo era el rey su padre, y así pasaban de dos mil personas las que trajo consigo para su servicio, de amas, criadas, pajes y otros sirvientes y criados; y aunque niña era tan astuta y diabólica, que viéndose sola en sus cuartos y que sus gentes la tenían y respetaban por la gravedad de su persona, comenzó a dar en mil flaquezas y fue que a cualquier mancebo galán y gentil hombre acomodado a su gusto y afición, daba orden en secreto de aprovecharse de ella, y habiendo cumplido su deseo, lo hacía matar y luego mandaba hacer una estatua de su figura o retrato, y después de muy bien adornado de ricas vestimentas y joyas de oro y pedrería lo ponía en la sala en donde ella asistía, y fueron tantas las estatuas de los que así mató, que casi cogían toda la sala a la redonda, y al rey cuando la iba a visitar, y le preguntaba por aquellas estatuas, le respondía que eran sus dioses, dándola crédito el rey por ser como era de la nación mexicana muy religiosa de sus falsos dioses, y como ninguna maldad puede ser hecha tan ocultamente, a pocos lances fue descubierta en este modo: que de los galanes por ciertos respetos dejó tres de ellos con vida, los cuales se llamaban Chicuhcóatl, Huitzilihuitl y Maxtla, que el uno de ellos era señor de Tezoyucan y uno de los grandes del reino, y los otros dos caballeros muy principales de la corte. El rey reconoció en uno de ellos una joya muy estimada que había dado a esta señora, y aunque seguro de semejante traición, todavía le dio algún recelo; y así, yendo una noche a visitarla, le dijeron las amas y criadas que tenía que estaba reposando, entendiendo que el rey desde allí se volvería como otras veces había hecho; mas con el recelo entró en la cámara en donde ella dormía y llegó a despertarla y no halló sino una estatua con que estaba echada en la cama con su cabellera, la cual muy al vivo y natural representaba a esta señora; visto por el rey semejante simulacro y que la gente comenzaba a turbarse y afligirse, llamó a los de su guardia y comenzó a aprehender toda la gente de la casa, e hizo gran diligencia en hacer parecer a esta señora que a pocos lances fue hallada, que en ciertos saraos estaba ella con sus tres galanes, los cuales con ella fueron presos. El rey remitió el caso a los jueces de su casa y corte para que hiciesen inquisición y pesquisa de todos los que eran culpados, los cuales con toda diligencia y cuidado lo pusieron por obra con muchas personas culpantes e indiciadas en este delito y traición, aunque los más eran criados y criadas de ella, y muchos oficiales de todos oficios y mercaderes, que se habían ocupado unos en el adorno y compostura y servicio de las estatuas, y otros en traer y entrar en palacio los galanes que representaban aquellas estatuas, y los que les habían dado a muerte y ocultado sus cuerpos. Estando ya la causa muy bien probada y fulminada, despachó sus embajadores a los reyes de México y Tlacopan dándoles aviso del caso y señalando el día en que se había de ejecutar el castigo de aquella señora, y en los demás cómplices en aquel delito, y asimismo envió por todo el imperio a llamar a todos los señores para que trajesen a sus mujeres e hijas, aunque fuesen niñas muy pequeñas, porque se hallasen a este ejemplar castigo que se había de hacer; y asimismo hizo treguas con todos los reyes y señores contrarios al imperio, para que también libremente pudiesen venir o enviar a ver el castigo referido. Llegado el tiempo fue tan grande el número de las gentes y naciones que vinieron a hallarse en él, que con ser tan grande como era la ciudad de Tetzcuco, apenas podían caber en ella. Se ejecutó la sentencia públicamente, y a vista de todo el pueblo, dando garrote vil a esta señora y a los otros tres señores sus galanes, y por ser gente de calidad, sus cuerpos fueron quemados con las estatuas referidas; y a los demás, que pasaron de dos mil personas, les fueron dando garrote, y en una barranca cerca de un templo del ídolo de los adulterios, los fueron echando en el centro de un hoyo tan grande que para el efecto se hizo. Fue este castigo tan ejemplar y severo que todos loaron al rey, aunque los señores mexicanos deudos de esta señora quedaron sentidos, y corridos del castigo tan público que el rey hizo, y procuraron su venganza remitiéndolo al tiempo, y no haciéndose sentidos ni agraviados de esta severidad. Y si bien se notase esta traición y trabajo que al rey le vino en su casa, no fue sin misterio, porque parece que él pagó casi por los mismos filos, la extraña manera y modo con que el rey su padre alcanzó a la reina su madre.
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