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CAPÍTULO LXVI
Que trata de una inundación grande que hubo en la ciudad de México, procedida de un ojo de agua llamado Acuecuéxatl
Parece por las historias que hasta los elementos pedían a Dios venganza y se levantaban contra el rey Ahuitxotzin que tan religioso se mostraba en el culto de sus falsos dioses; y así en este tiempo queriendo traer a la ciudad de México por una tarjea de argamasa el agua de un ojo que está en el pueblo de Huitzilopochco cerca del de Coyoacan, llamado Acuecuéxatl, abriendo para el efecto, salió tan gran golpe de agua y tan viva que parecía quererse subir por las paredes de las casas de la ciudad, con tan gran violencia que en breve espacio de tiempo la anegó y ahogó mucha gente de ella; y por otra parte de la laguna se levantaban muchas oleadas de ella, que causó gran terror y espantos a todos los que las veían, que parecía que se levantaban hasta el cielo, que fue caso prodigiosísimo y admirable, por cuya causa todos los más que pudieron escapar con las vidas desampararon la ciudad. El rey que estaba en unos cuartos bajos de unos jardines, por salirse huyendo de ellos (que ya el agua con gran ímpetu iba entrando por ellos) se dio una calabazada en el umbral de la puerta que se descalabró y quedó mal herido, de tal manera que con este achaque vivió muy enfermo hasta que vino a morir de él como adelante se dirá, y si no llegara en esta ocasión gente a socorrerle, allí se quedara ahogado; y viéndose tan afligido envió sus embajadores al rey Nezahualpiltzintli, rogándole como hombre tan sabio le socorriese, y con su industria remediase la ciudad de México. Nezahualpiltzintli se holgó de que se ofreciese ocasión en que poder dar gusto a los mexicanos y al señor de ellos, porque con esto se aseguraba sus asechanzas y mala voluntad que le tenían por la muerte que dio a su princesa, y así convocó a todos los arquitectos de su reino, y con ellos se fue con mucha gente y muchas canoas cargadas de estacada, cespedería, cal y otros materiales a Huixilopochpo, y llegado al ojo de agua, él mismo por su persona entró dentro de él y con ciertos artificios que hizo atajó el agua, y la metió dentro de una fuerte caja y cerca de argamasa, de manera que con esto se cerró el ojo y el agua se fue secando; y volvió por la ciudad de México en donde visitó al rey Ahuixotzin y le consoló de sus trabajos, el cual quedó muy agradecido, y reparó su ciudad.
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