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CAPÍTULO LXXIX
Que trata de las cosas que le acaecieron a Cortés hasta llegar a la Veracruz
Cortés despachó otra vez tres de sus caudillos a comprar vitualla y descubrir tierras, y andando ocupados, los indios les salieron con mano armada, e hirieron a muchos de los españoles, y mataron algunos de los naturales de Cuba, y les sucediera muy mal, si Cortés no fuera luego a socorrerlos. Otro día siguiente puso quinientos hombres en el campo con trece caballos y algunas piezas de artillería, y yendo marchando su ejercito por unas labranzas, salieron al encuentro cuarenta mil hombres con los cuales peleó, y aunque con dificultad y trabajo los venció, en donde según lo que les pareció a los del ejercito, se apareció el glorioso apóstol Santiago en un caballo blanco peleando, que fue la primera vez que en favor de los cristianos se apareció en esta conquista, aunque Cortés dijo siempre ser el bienaventurado príncipe de los apóstoles, San Pedro, su abogado, a quien siempre dedicó sus pensamientos y deseos, invocándole en todas las ocasiones y lances peligrosos en que se vio. Quedaron heridos sesenta españoles, aunque luego hubo tratos de paz entre los nuestros y naturales. Tabasco que era el más principal señor de aquella tierra, con todos los suyos caciques y señores, se dieron por amigos de Cortés, y le abastecieron con muchos mantenimientos su ejército, presentándole cierta cantidad de oro. Preguntoles Cortés dónde lo había y si tenían mucho. A lo que le dijeron que no tenían minas ni las querían, porque su cuidado no se ocupaba en hacerse ricos, sino en vivir contentos; mas que hacia donde el sol se ponía, si buscaban oro lo hallarían; y entre otras razones que trataron, dijeron que entre todos los que habían peleado a caballo, el delantero les había espantado y atemorizado mucho, por donde se echó de ver y confirmar el milagro de haberse aparecido uno de los doce apóstoles. Y habiendo Cortés dado a entender la causa de su venida, que era en razón de enseñarles la ley evangélica y sacarlos de la ceguedad en que vivían, que para el efecto le enviaba el rey de España su señor que era el mayor del mundo, y habiendo puesto en el templo mayor de la ciudad de Potonchan una cruz con gran gusto de los naturales, y hallándose a la fiesta y ceremonias del día de Ramos, infinitas gentes dieron la obediencia al rey de España dándose por sus amigos y vasallos, que fueron los primeros que tuvo la Corona real de Castilla en estas partes. Llamóse Victoria por los nuestros aquella ciudad, de donde se partió Cortés a descubrir, y prosiguiendo su viaje, llegó a un río grande llamado Papaloapan, y por haber sido el primero que lo descubrió Pedro de Alvarado, se llamó de su nombre. Y siguiendo la costa de poniente llegaron a San Juan de Culua (que hoy se llama Ulúa) el jueves de la Cena, y antes que surgiesen, Teotlili, gobernador de aquella costa, puesto por los señores del imperio, envió dos canoas a unos criados suyos a preguntar por el caudillo y cabeza de aquella flota ¿quien era y a qué iba? Cortés los recibió muy bien, y habiéndoles regalado, los despachó enviándole a decir al gobernador que no temiese ni se alborotase, porque su venida no era a otra cosa sino a traerle nuevas de mucho gusto, de que él se holgaría. El viernes santo tomaron tierra y se alejaron en unos arenales, en donde es ahora la Veracruz, y desde entonces se le dio este nombre, por haber llegado en viernes de la Cruz, en donde los vinieron a ver muchos indios, con quienes rescataban oro y plumerías de mucho precio por tijeras y alfileres, cuentas de vidrio y otras cosillas de quinquillería y poco precio, aunque Cortés mandó luego pregonar que nadie rescatase oro, porque los indios no lo entendiesen que ellos no iban a otra cosa. De allí a dos días que fue el lunes de pascua de resurrección, vino el gobernador con cuatro mil hombres que le acompañaban, cargados de bastimentos que dio a Cortés, con algunas preseas y joyas de oro bien ricas, el cual le abrazó y dio un sayo de terciopelo y otras cosas de colonería que las estimó mucho; y no entendiendo Aguilar aquella lengua, fue Dios servido de remediar este inconveniente, con que se halló una de las mujeres que el señor de Potonchan había dado a Cortés, que sabía muy bien la lengua, porque era natural del pueblo de Huilotlan de la provincia de Xalatzinco, hija de padres nobles y nieta del señor de aquella provincia de Coatzacualco, y de mano en mano vino a parar en poder del señor de Potonchan, que después, como dicho es, la dio a Cortés, a la cual con halagos y buen tratamiento convirtió y se volvió cristiana, llamóse Marina, y con ella las demás compañeras que fueron las primeras que hubo en esta Nueva España, y sirvió después de intérprete juntamente con Aguilar porque Cortés decía lo que quería a Aguilar y él en lengua de Potonchan y Tabasco se lo interpretaba a Marina, y ella que sabía muy bien esta lengua, la interpretaba en la mexicana; aunque en breves días aprendió la castellana, con que excusó mucho trabajo a Cortes, que parece haber sido milagroso, y muy importante para la conversión de los naturales y fundación de nuestra santa fe católica. Marina andando el tiempo se casó con Aguilar. Aquel día que llegó el gobernador Teotlili comió con Cortés, después de haberle dicho cómo toda aquella tierra estaba a su cargo por las tres cabezas del imperio, y que era criado del emperador Motecuhzoma, gran señor de la ciudad de México, Tenochtitlan; que le diese parte de su venida, para avisar de ella a su señor y a los demás del imperio. Mandó Cortés a Marina que le dijese, cómo él era embajador del rey don Carlos de España, señor del mundo, y que venia a visitarle de su parte y decirle algunas cosas en secreto que traía por escrito, que su señor se holgaría de saberlas, y que así se lo avisase luego para ver en dónde mandaba diese la embajada que traía. Teotlili respondió que se holgaba mucho haber sabido que hubiese otro señor tan grande como Motecuhzoma, según decía que era el rey de España; pero que no creía que hubiese otro en el mundo que igualase a Motecuhzoma su señor, y que le daría aviso de su venida para saber lo que mandaba. Cortés le preguntó si Motecuhzoma tenía mucho oro, porque era bueno para el mal de corazón, y que algunos de los suyos estaban lisiados de él. Teotlili respondió que sí tenía; el cual luego hizo pintar en unas mantas de algodón el talle de los españoles, caballos, navíos y todo lo demás que Cortés traía, y razón a lo que venía, y despachó con toda diligencia sus mensajeros para México a dar aviso de todo a Motecuhzoma su señor, a Cacama que era rey de Tetzcuco, y a Totoquihuatzin de Tlacopan, y fue el despacho con tal brevedad, que en un día y una noche llegó allá. Teotlili se volvió a Cuetlachtlan donde residía, y dejó con los nuestros a Cuitlalpítoc y otros capitanes con dos mil personas para el servicio y regalo de los españoles.
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