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CAPÍTULO LXXXIX
Que trata de la retirada que hizo Cortés con los suyos a Tlaxcalan en donde se retiró y lo que en este tiempo sucedió
Salido que fue Cortés con los suyos aquella noche con tan gran pérdida, se fue retirando por los altos de Tlacopan que es hacia el cerro Tototépec, que llaman el día de hoy Nuestra Señora de los Remedios, en donde milagrosamente la reina de los ángeles los favoreció y socorrió y según la relación citada de los tlaxcaltecas, se paró allí el capitán Cortés triste, afligido y derramando muchas lágrimas, viendo por una parte la muerte de tantos compañeros y amigos, que dejaba muertos en poder de sus enemigos y por otra el manifiesto milagro que la reina de los ángeles, su abogado el apóstol San Pedro y el de los ejércitos españoles Santiago, habían hecho en haberse escapado él y los más que iban en su seguimiento; y viendo cerca de sí a Aexotécatl Quetzalpopocatzin hermano de Maxixcatzin, Chalchiuhtécatl, Calmecahua y otros caballeros y señores tlaxcaltecas y a Tecocoltzin y Tocpacxochitzin con otros señores que iban en rehenes, hijos del rey de Tetzcuco Nezahualpiltzintli y de Motecuhzoma, dijo por lengua de Marina: que no tuviesen aquel llanto y tristeza que en él había por falta de animo, pues no era; sino lo uno por los muchos compañeros y amigos que dejaban muertos y lo otro por las señaladas mercedes que Dios obraba con él por intercesión de su madre bendita y de sus sagrados apóstoles; y que él no tenía temor a los culhuas, ni estimaba en nada su vida, porque cuando a él le matasen y a todos los que con él iban, no faltarían otros cristianos que los sojuzgasen, porque la ley evangélica se había de plantar en esta tierra, aunque más impedimentos y resistencia hiciesen y que les daba su fe y palabra a todos los señores que le eran leales y amigos, que si salía con victoria y conquistaba la tierra, no tan solamente los conservaría en sus estados y señorios, sino que también en nombre del rey de España su señor, se los aumentaría y los haría participantes de lo que así sojuzgase y conquistase. Todos estos señores y caballeros le consolaron y le animaron y fue a hacer noche en Quauhximalpan, en donde tuvo alguna refriega con los enemigos; otro día llegó a Teocalhueyacan, habiendo tenido por todo el camino debates y contiendas con los mexicanos; aquí reparó y estuvo un día con su ejército, en donde se sustentaron con sólo yerbas y luego prosiguió su camino e hizo noche en Tepotzotlan, en donde tuvo poca resistencia; y descansó un día y otro día llegó a hacer noche en Aychqualco; y otro día llegó a Aztaquemecan, en donde tuvo una sangrienta y peligrosa batalla y un capitán llamado Zinacatzin, famosísimo natural de Teotihuacan que era del bando de los mexicanos, mató el caballo que era de Martín de Gamboa y aquella noche se quedaron aquí y cenaron el caballo. Otro día llegaron a aquellos llanos de la provincia de Otumpan con grandísimo trabajo y allí les salieron más de doscientos mil hombres que iban en su seguimiento, en donde tuvieron una muy cruel batalla, tomando enmedio a Cortés y a los suyos, de tal manera, que no había por donde huir ni retirarse. Cuando se vio Cortés ya en lo último de la desesperación, como quien pretendía morir con algún consuelo, apretó las piernas al caballo, llamando a Dios y a San Pedro su abogado y como un león rabioso peleando, rompió Por todos los enemigos hasta llegar al estandarte real de México que le tenía Zihuatcaltzin, capitán general de aquel ejército, que llaman matlaxopili, que era de una red de oro y dándole de lanzadas quedó muerto a sus pies y le quitó el estandarte, con cuya hazaña todos los suyos desmayaron y comenzaron a huir y los nuestros cobraron nuevo animo y mataron infinitos de ellos. Fue caso milagroso, porque demás de ir muy mal herido el capitán Cortés en la cabeza y con un callo de ella menos, todos los más y los amigos estaban afligidos, heridos, muertos de hambre y maltratados, enmedio de doscientos mil hombres que como tigres rabiosos los iban despedazando; mas fue tanto el valor y fe viva de Cortés, que así como invocó a Dios, a su madre y al apóstol San Pedro su abogado y sus compañeros a Santiago, todo se allanó y rindió (según común opinión de los naturales se aparecieron en su favor y defensa) y cogiendo el estandarte real de México, como cosa ganada en tan peligrosa batalla, fue triunfando con él prosiguiendo su viaje. Sucedió esta batalla en la parte que dice Metépec: y llegando a otra que se dice Teyocan, tuvo otra refriega, en donde murieron infinitos de sus enemigos, que fue la última que tuvo en esta retirada y llegó a hacer noche en Temalacayocan y luego otro día siguiente fue prosiguiendo su viaje hasta Hueyotlipan en donde hizo noche en la parte que llaman Xaltelolco, que es delante del cerro que llaman Quauhtépetl; dio las gracias a los amigos tlaxcaltecas y a los demás que se habían hallado en estas contiendas y retirada, prometiéndoles en nombre de su majestad, que demás de conservados en sus estados y señoríos, se los aumentaría y se les harían muchas mercedes. Allí fue recibido de Zitlalquiauhtzin, que iba en nombre de la Señoría con un gran repuesto de comida y regalo para él y para todos los suyos. Llegado que fue a Hueyotlipan, en donde se le hizo el mismo regalo y durmió, otro día siguiente se fue a recibir Maxixcatzin en nombre de la señoría; en recompensa de su buena voluntad, ofrecimiento y consuelo que le hizo, le dio el estandarte real de México que estimó él mucho y puso por una de sus armas.
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