Indice de Pascual Orozco y la revuelta de Chihuahua de Ramón Puente Capítulo Primero Capítulo TerceroBiblioteca Virtual Antorcha

PASCUAL OROZCO
Y
LA REVUELTA EN CHIHUAHUA

Dr. Ramón Puente

CAPÍTULO SEGUNDO

La reacción busca un hombre del maderismo. Orozco a disposición de aquélla. La salida de don Abraham a México, nombrado Ministro de Gobernación. Interinato del licenciado González. Braulio Hernández se declara vazquista. Trabajos del Cuartel General para organizar el complot. Orozco en persona catequiza a los jefes.


La perspicacia maquiavélica de dos o tres intrigantes, en los que tanto abunda México, vió perfectamente claro el fenómeno, porque no bien se hizo cargo de la Presidencia don Francisco I. Madero, tomó cuerpo en los enemigos el propósito de trabajar por su pronto derrocamiento.

Y no había que buscar la manzana de la discordia entre los hombres del pasado régimen, sino entre los nuevos, entre aquellos productos virgenes de la Revolución, un hombre del maderismo, de la flor y nata del mismo maderismo. ¡Y qué hermoso ejemplar aquel Orozco! ¡Qué bonita figura para dar un golpe efectista, para matar en su propia fuente a los recién llegados! ¡Cuán fácil ponerse en inteligencia y en acuerdo con aquella alma rústica y sencilla, pura como las flores de los campos!

Hacer grande a Orozco y luego enfrentárselo a Madero, este era el busilis.

Y en verdad que nada tenía de imposible ni de complicado siquiera, porque Orozco consentiría, más bien dicho, estaba en ascuas por que se le invitara. Ya hemos dicho sobradamente por qué razones psicológicas y sociales, en Orozco germinó y se desarrolló lujuriosamente la codicia.

Ningún trabajo costó, por tanto, hacerlo aceptar el programa. Los postergados y los inconformes encontraron pronto a su hombre y él supo corresponder a sus aspiraciones.

¡Qué pedían de él y qué esfuerzo o sacrificio se exigía de su persona! La petición no podía ser más halagadora. ¡Por ventura, no significaba esta demanda lo que tanto él como su padre habían deseado! Por lo que toca al sacrificio, es decir, a la defección de una causa con la que ya no simpatizaba y a la traición en política a un hombre por el que sentía el más hondo rencor y la envidia más profunda, ¡podría llamarse sacrificio!

En los hombres incultos y ordinarios la idea del deber y el sentimiento del honor son nociones en extremo vagas e inconsistentes.

La moralidad es producto del medio, de ]a raza y de la educación. No se nace hombre moral con la facilidad con que se nace rubio o pelinegro; y, en cambio, con relativa frecuencia, es una predisposición congénita en las naturalezas mostrarse refractarias y renuentes a los sentimientos morales, pudiendo ser éstos casi nulos en los llamados criminales natos.

Una circunstancia inesperada vino a favorecer las intrigas y fue ésta la partida de don Abraham para la Ciudad de México y la licencia que, pocos días después, pidió este señor al Congreso, para encargarse de la Secretaria de Gobernación interinamente.

A decir verdad, todo Chihuahua vió con malos ojos la separación del señor González, suponiéndose que pudiera dar pábulo a multitud de dificultades; y algunos, hasta queriendo ver en ella algo así como un ataque a la soberanía del Estado, encontraban en este hecho politico analogía con los procedimientos porfirianos, por medio de los cuales se removía a los funcionarios públicos.

Y aunque se alegaba que el ciudadano Presidente había menester, al inaugurar su gobierno, de contar entre sus colaboradores y consejeros con hombres de la Revolución, y, sobre todo, de su entera confianza, pocos estaban dispuestos a entender y a disculpar estas explicaciones; y los más se mostraban disgustados, porque sentían que aquel alejamiento demasiado prematuro del señor González vendría a ser, a la postre, motivo de discordias.

Muy bien supieron aprovechar esta coyuntura los del bando contrario; incontinente se dieron a explotarla y supieron sacarle todo su jugo.

Cubriendo el interinato de don Abraham, a quien sólo se concedieron primero quince días y después tres meses improrrogables para permanecer fuera del Estado, quedó el licenciado Aureliano S. González; y el primer conflicto lo tuyo este señor con el profesor Braulio Hernández que funcionaba como Secretario de Gobierno y decía ser uno de los leaders de la revolución pasada.

Hernández había creído ser el gobernador en ausencia de don Abraham. Para esa fecha se había declarado vazquista y había insultado en un meeting a don Francisco V Madero, no obstante el ofrecimiento solemne que hizo desde su entrada a la Secretaría de no hablar para nada, en público, sobre asuntos políticos.

Apenas pasaron diez días, cuando Hernández, sintiéndose lastimado en su amor propio y en su orgullo de leáder de la Revolución, tuvo un serio disgusto con el Gobernador Interino y se separó del cargo para ir a hacer descaradamente propaganda vazquista, invitando al pueblo en sus arengas místico-políticas que recordaban las de su época de pastor protestante, a una santa revolución, a una lucha de reivindicaciones y de libertades que dos meses más tarde, cuando se levantó en armas, resumió en un lema - Tierra y Justicia - risible por lo presuntuoso y por lo manoseado entre apóstoles socialistas.

Durante la ausencia de don Abraham los trabajos de zapa tomaron cuerpo, y sus autores se apresuraron para organizarse en toda regla, mayormente desde principios de enero, época en que salieron de Chihuahua las tropas federales.

El Cuartel General no se dió tregua en estos dias conferenciando con los distintos jefes de los principales destacamentos en el Estado; y como casi todos eran amigos de Orozco, y algunos hasta parientes muy cercanos, muy pronto se logró ponerlos de acuerdo en el complot, haciendo que se comprometieran a defeccionar con sus tropas al primer aviso.

El General en persona iba a las casas de algunos compañeros a exponerles sus pensamientos y a ganarse sus voluntades.

Alguno hubo de ellos que, tratando de resistirse a las insinuaciones de Orozco, le dijera entre sorprendido y temeroso: Bueno, ¿y el honor? Pero el General tenia ya aprendida una contestación solemne para tan fútil pretexto: Qué honor, ni qué honor. ¡Primero es la Patria!

A todos les decía lo mismo; él quería pronunciarse por estas poderosas e inquebrantables razones:

I.- Por falta de cumplimiento al Plan de San Luis Potosí.
II.- Por la liga de Madero con los científicos.
III.- Por los enormes abusos que la familia del Presidente estaba llevando a cabo en el Tesoro Público, y;
IV.- Por altos deberes de patriotismo
.

Él quería salvar a la Patria de un tirano más grande que el mismo general Porfirio Díaz.

Ya se comprenderá el tremendo efecto que estas declaraciones, en boca de su General, hacían en los jefes, todos ellos individuos ignorantes y de extrema rudeza, algunos de los cuales solían contestarle con una sencillez verdaderamente conmovedora y digna de mejor empeño: Señor, si usted cree que Madero no sirva para nada y que la Patria está en peligro, estamos dispuestos a perder la vida. Lo seguiremos a usted a todas partes.

El espíritu diabólico de los hombres de la intriga se había infiltrado en el alma de Orozco y lo hacía ser hasta elocuente. A muchos de aquellos badulaques que estaban sometidos a sus órdenes les hacía pinturas espeluznantes del presidente Madero.

Se lloraba con ellos de las ingratitudes que había tenido el gobierno para con él y para con los revolucionarios; sí, muchachos, ha sido un ingrato, ha traicionado a la Revolución. ¡Que las maldiciones de la Patria caigan sobre nosotros si no derrocamos al gobierno!

Y repetía ore rotundo: A mí me obligan a ello altos deberes de patriotismo.

La lección iba bien aprendida y el efecto era sorprendente. No había uno que lo resistiera.

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