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XIII
VIERNES 15 DE FEBRERO.
Ayer después del sol puesto comenzó a mostrarse claro el cielo de la banda del Oueste, y mostraba que quería de hacia allí ventar: dio la boneta a la vela mayor: todavía era la mar altísima, aunque iba algo bajándose: anduvo al Lesnordeste 4 millas por hora y en trece horas de noche fueron 13 leguas. Después del sol salido vieron tierra: parecíales por proa al Lesnordeste, algunos decían que era la Isla de Madera, otros que era la Roca de Cintra en Portugal, junto a Lisboa. Saltó luego el viento por proa Lesnordeste, y la mar venía muy alta del Oueste, habría de la carabela a la tierra 5 leguas. El Almirante por su navegación se hallaba estar con las Islas de los Azores, y creía que aquella era una dellas: los pilotos y marineros se hallaban ya con tierra de Castilla.
SABADO 16 DE FEBRERO.
Toda esta noche anduvo dando bordos por encabalgar la tierra que ya se cognoscía ser isla, a veces iba al Nordeste, otras al Nornordeste, hasta que salió el sol que tomó la vuelta del Sur por llegar a la isla que ya no vían por la gran cerrazón, y vida por popa otra isla que distaría 8 leguas. Después del sol salido hasta la noche anduvo dando vueltas por llegarse a la tierra con el mucho viento y mar que llevaba. Al decir la salve, ques a boca de noche, algunos vieron lumbre de sotavento, y parecía que debía ser la isla que vieron ayer primero; y toda la noche anduvo barloventeando y allegándose lo más que podía para ver si al salir del sol vía alguna de las islas. Esta noche reposó el Almirante algo porque desde el miércoles no había dormido ni podido dormir, y quedaba muy tollido de las piernas por estar siempre desabrigado al frío y al agua, y por el poco comer. El sol salido navegó al Sursudueste, y a la noche llegó a la isla, y por la gran cerrazón no pudo cognoscer qué isla era.
LUNES 18 DE FEBRERO.
Ayer después del sol puesto anduvo rodeando la isla para ver dónde había de surgir y tomar lengua: surgió con una ancla que luego perdió: tornó a dar la vela y barloventeó toda la noche. Después del sol salido llegó otra vez de la parte del norte de la isla, y donde le pareció surgió con un ancla, y envió la barca en tierra, y hobieron habla con la gente de la isla, y supieron como era la Isla de Santa María, una de las de los Azores, y enseñáronles el puerto donde habían de poner la carabela, y dijo la gente de la isla que jamás habían visto tanta tormenta como la que había hecho los quince días pasados, y que se maravillaban cómo habían escapado; los cuales (dizque) dieron muchas gracias a Dios, y hicieron muchas alegrías por las nuevas que sabían de haber el Almirante descubierto las Indias. Dice el Almirante que aquella su navegación había sido muy cierta, y que había carteado bien, que fuesen dadas muchas gracias a nuestro Señor, aunque se hacía algo delantero; pero tenía por cierto questaba en la comarca de las Islas de los Azores, y que aquella era una dellas. Y dizque fingió haber andado más camino por desatinar a los pilotos y marineros que carteaban, por quedar él Señor de aquella derrota de las Indias, como de hecho queda, porque ninguno de todos ellos traía su camino cierto, por lo cual ninguno puede estar seguro de su derrota para las Indias.
MARTES 19 DE FEBRERO.
Después del sol puesto vinieron a la ribera tres hombres de la isla y llamaron: envióles la barca, en la cual vinieron y trujeron gallinas y pan fresco, y era día de Carnestolendas, y trujeron otras cosas que enviaba el capitán de la isla, que se llamaba Juan de Castañeda, diciendo que lo conocía muy bien, y que por ser noche no venía a vello; pero que en amaneciendo vendría y traería más refresco, y traería consigo tres hombres que allá quedaban de la carabela, y que no los enviaba por el gran placer que con ellos tenía oyendo las cosas de su viaje. El Almirante mandó hacer mucha honra a los mensajeros, y mandó les dar camas en que durmiesen aquella noche, porque era tarde y estaba la población lejos. Y porque el jueves pasado, cuando se vido en la angustia de la tormenta, hicieron el voto y votos susodichos, y el de que en la primera tierra donde hobiese casa de nuestra Señora saliesen en camisa, acordó que la mitad de la gente fuese a complillo a una casita questaba junto con la mar como ermita, y él iría después con la otra mitad. Viendo que era tierra segura, y confiando en las ofertas del Capitán y en la paz que tenía Portugal con Castilla, rogó a los tres hombres que se fuesen a la población y hiciesen venir un clérigo para que les dijese una misa. Los cuales idos en camisa, en cumplimiento de su romería, y estando en su oración, saltó con ellos todo el pueblo a caballo y a pie con el Capitán y prendiéronlos a todos. Después estando el Almirante sin sospecha esperando la barca para salir él a cumplir su romería con la otra gente hasta las once del día, viendo que no venían sospechó que los detenían o que la barca se había quebrado, porque toda la isla está cercada de peñas muy altas. Esto no podía ver el Almirante porque la ermita estaba detrás de una punta. Levantó el ancla y dio la vela hasta en derecho de la ermita, y vido muchos de caballo que se apearon y entraron en la barca con armas, y vinieron a la carabela para prender al Almirante. Levantóse el Capitán en la barca y pidió seguro al Almirante: dijo que se lo daba; pero ¿qué inovación era aquella que no vía ninguna de su gente en la barca? y añadió el Almirante que viniese y entrase en la carabela, quel haría todo lo quel quisiese. Y pretendía el Almirante con buenas palabras traello por prendello para recuperar su gente, no creyendo que violaba la fe dándole seguro, pues él habiéndole ofrecido paz y seguridad lo había quebrantado. El Capitán, como dizque traía mal propósito, no se fió a entrar. Visto que no se llegaba a la carabela, rogóle que le dijese la causa por qué detenía su gente, y que dello pesaría al Rey de Portugal, y que en tierra de los Reyes de Castilla recebían los portugueses mucha honra, y entraban y estaban seguros como en Lisboa; y que los Reyes habían dado cartas de recomendación para todos los Príncipes y Señores y hombres del mundo, las cuales le mostraría si se quisiese llegar; y quel era su Almirante del mar Océano y Visorey de las Indias, que agora eran de sus Altezas, de lo cual mostraría las provisiones firmadas de sus firmas y selladas con sus sellos, las cuales le enseñó de lejos; y que los Reyes estaban en mucho amor y amistad con el Rey de Portugal, y le habían mandado que hiciese toda la honra que pudiese a los navíos que topase de Portugal; y que dado que no le quisiese darle su gente, no por eso dejaría de ir a Castilla, pues tenía harta gente para navegar hasta Sevilla, y serían él y su gente bien castigados, haciéndoles aquel agravio. Entonces respondió el Capitán y los demás no conocen acá Rey e Reina de Castilla, ni sus cartas, ni le habían miedo, antes les darían a saber qué era Portugal, cuasi amenazandó. Lo cual oído, el Almirante haba mucho sentimiento, y dizque pensó si había pasado algún desconcierto entre un reino y otro después de su partida, y no se pudo sufrir que no les respondiese lo que era razón. Después tornóse dizque a levantar aquel Capitán desde lejos, y dijo al Almirante que se fuese con la carabela al puerto, y que todo lo que él hacía y había hecho el Rey su Señor se lo había enviado a mandar; de lo cual el Almirante tomó testigos los que en la carabela estaban, y tornó el Almirante a llamar al Capitán y a todos ellos, les dio su fe, y prometió, como quien era, de no descender ni salir de la carabela hasta que llevase un ciento de portugueses a Castilla, y despoblar toda aquella isla. Y así se volvió a surgir en el puerto donde estaba primero, porquel tiempo y viento era muy malo para hacer otra cosa.
MIÉRCOLES 20 DE FEBRERO.
Mandó aderezar el navío y hinchir las pipas de agua de la mar por lastre, por questaba en muy mal puerto, y temió que se le cortasen las amaras. Y así fue; por lo cual dio la vela hacia la Isla de San Miguel, aunque en ninguna de las de los Azores hay buen puerto para el tiempo que entonces hacía, y no tenía otro remedio sino huir a la mar.
JUEVES 21 DE FEBRERO.
Partió ayer de aquella Isla de Santa María para la de San Miguel para ver si hallaba puerto para poder sufrir tan mal tiempo como hacía, con mucho viento y mucha mar, y anduvo hasta la noche sin poder ver tierra una ni otra por la gran cerrazón y oscurana quel viento y la mar causaban. El Almirante dice que estaba con poco placer porque no tenía sino tres marineros solos que supiesen de la mar, porque los que más allí estaban no sabían de la mar nada. Estuvo a la corda toda esta noche con muy mucha tormenta y grande peligro y trabajo, y en lo que nuestro Señor le hizo merced, fue que la mar o las ondas della venían de sola una parte, porque si cruzaran como las pasadas, muy mayor mal padeciera. Después del sol salido, visto que no vía la Isla de San Miguel, acordó tornarse a la Santa María por ver si podía cobrar su gente y la barca y las amarras y anclas que allá dejaba. Dice que estaba maravillado de tan mal tiempo como había en aquellas islas y partes, porque en las Indias navegó todo aquel invierno sin surgir, e había siempre buenos tiempos, y que una sola hora no vido la mar que no se pudiese bien navegar, y en aquellas islas había padecido tan grave tormenta, y lo mismo le acaeció a la ida hasta las Islas de Canaria; pero pasada dellas siempre halló los aires y la mar con gran templanza. Concluyendo dice el Almirante, que bien dijeron los sacros teólogos y los sabios filósofos, quel Paraíso terrenal está en el fin de Oriente, porque es lugar temperadísimo. Así que aquellas tierras que agora él había descubierto, es (dice él) el fin del Oriente.
VIERNES 22 DE FEBRERO.
Ayer surgió en la Isla de Santa María en el lugar o puerto donde primero había surgido, y luego vino un hombre a capear desde unas peñas que allí estaban fronteras, diciendo que no se fuesen de allí. Luego vino la barca con cinco marineros, y dos clérigos y un escribano: pidieron seguro, y dado por el Almirante subieron a la carabela, y porque era noche durmieron allí, y el Almirante les hizo la honra que pudo. A la mañapa le requirieron que les mostrase poder de los Reyes de Castilla para que a ellos les constase cómo con poder dellos había hecho aquel viaje. Sintió el Almirante que aquello hacían por mostrar color que no habían en lo hecho errado, sino que tuvieron razón, porque no había podido haber la persona del Almirante, la cual debieran de pretender coger a las manos, pues vinieron con la barca armada, sino que no vieron quel juego les saliera a bien, y con temor de lo quel Almirante había dicho y amenazado, lo cual tenía propósito de hacer, y creyó que saliera con ello. Finalmente por haber la gente que le tenían, hobo de mostralles la carta general de los Reyes para todos los Príncipes y Señores de encomienda, y otras provisiones; y dioles de lo que tenía y fuéronse a tierra contentos, y luego dejaron toda la gente con la barca, de los cuales supo que si tomaran al Almirante nunca le dejaran libre, porque dijo el Capitán quel Rey su Señor se lo había así mandado.
SABADO 23 DE FEBRERO.
Ayer comenzó a querer abonanzar el tiempo, levantó las anclas y fue a rodear la isla para buscar algún buen surgidero para tomar leña y piedra para lastre, y no pudo tomar surtidero hasta horas de completas.
DOMINGO 24 DE FEBRERO.
Surgió ayer en la tarde para tomar leña y piedra, y porque la mar era muy alta no pudo la barca llegar en tierra, y al rendir de la primera guardia de noche comenzó a ventar Oueste y Sudueste: mandó levantar las velas por el gran peligro que en aquellas islas hay en esperar el viento Sur sobre el ancla, y en ventando Sudueste luego vienta Sur. Y visto que era buen tiempo para ir a Castilla, dejó de tomar leña y piedra, y hizo que gobernasen al Leste, y andaría hasta el sol salido, que habría seis horas y media, 7 millas por hora, que son 45 millas y media. Después del sol salido hasta el ponerse anduvo 6 millas por hora, que en once horas fueron 66 millas, y 45 y media de la noche fueron 111 y media, y por consiguiente 28 leguas.
LUNES 25 DE FEBRERO.
Ayer después del sol puesto navegó al Leste su camino 5 millas por hora: en trece horas de esta noche andaría 65 millas, que son 16 leguas y cuarta. Después del sol salido hasta ponerse anduvo otras 16 leguas y media con la mar llana, gracias a Dios. Vino a la carabela un ave muy grande que parecía águila.
MARTES 26 DE FEBRERO.
Ayer después del sol puesto navegó a su camino al Leste, la mar llana, a Dios Gracias: lo más de la noche andaría 8 millas por hora, anduvo 100 millas, que son 25 leguas. Después del sol salido, con poco viento: tuvo aguaceros, anduvo obra de 8 leguas al Lesnordeste.
MIÉRCOLES 27 DE FEBRERO.
Esta noche y día anduvo fuera de camino por los vientos contrarios y grandes olas y mar, y hallábase 125 leguas del Cabo de San Vicente, y 80 de la Isla de la Madera, y 106 de la de Santa María. Estaba muy penado con tanta tormenta agora questaba a la puerta de casa.
JUEVES 28 DE FEBRERO.
Anduvo de la mesma manera esta noche con diversos vientos al Sur y al Sueste, y a una parte y a otra, y al Nordeste, y al Lesnordeste, y desta manera todo este día.
VIERNES 1° DE MARZO.
Anduvo esta noche al Leste cuarta al Nordeste, 12 leguas: de día corrió al Leste cuarta del Nordeste, 23 leguas y media.
SABADO 2 DE MARZO.
Anduvo esta noche a su camino al Leste cuarta del Nordeste, 28 leguas, y el día corrió 20 leguas.
DOMINGO 3 DE MARZO.
Después del sol puesto navegó a su camino al Leste. Vínole una turbiada que le rompió todas las velas y vídose en gran peligro, mas Dios los quiso librar. Echó suertes para enviar un peregrino dizque a Santa María de la Cinta en Huelva, que fuese en camisa, y cayó la suerte al Almirante. Hicieron todos también voto de ayunar el primer sábado que llegasen a pan y agua. Andaría 60 millas antes que se le rompiesen las velas: después anduvieron a árbol seco por la gran tempestad del viento y la mar que de dos partes los comía. Vieron señales de estar cerca de tierra; hallábanse todos cerca de Lisboa.
LUNES 4 DE MARZO.
Anoche padecieron terrible tormenta, que se pensaron perder de las mares de dos partes que venían, y los vientos que parecía que levantaban la carabela en los aires, y agua del cielo y relámpagos de muchas partes; plugo a nuestro Señor de lo sostener, y anduvo así hasta la primera guardia que nuestro Señor le mostró tierra, viéndola los marineros; y entonces por no llegar a ella hasta conoscella por ver si hallaba algún puerto o lugar donde se salvar, dio el papahigo por no tener otro remedio y andar algo, aunque con gran peligro, haciéndose a la mar, y así los guardó Dios hasta el día, que diz fue con infinito trabajo y espanto. Venido el día conosció la tierra, que era la Roca de Cintra, ques junto con el río de Lisboa, adonde determinó entrar porque no podía hacer otra cosa: tan terrible era la tormenta que hacía en la villa de Cascaes, que es a la entrada del río. Los del pueblo dizque estuvieron toda aquella mañana haciendo plegarias por ellos, y después questuvo dentro venía la gente a verlos por maravilla de cómo habían escapado, y así a hora de tercia vino a pasar a Rastelo dentro del río de Lisboa, donde supo de la gente de la mar que jamás hizo invierno de tantas tormentas, y que se habían perdido 25 naos en Flandes, y otras estaban allí que había cuatro meses que no habían podido salir. Luego escribió el Almirante al Rey de Portugal, questaba 9 leguas de allí, de cómo los Reyes de Castilla le habían mandado que no dejase de entrar en los puertos de Su Alteza a pedir lo que hobiese menester por sus dineros, y quel Rey le mandase dar lugar para ir con la carabela a la ciudad de Lisboa, porque algunos ruines pensando que traía mucho oro, estando en puerto despoblado, se pusiesen a cometer alguna ruindad, y también porque supiese que no venía de Guinea sino de las Indias.
MARTES 5 DE MARZO.
Hoy, después que el Patrón de la nao grande del Rey de Portugal, la cual estaba también surta en Rastelo, y la más bien artillada de artillería y armas, que dizque nunca nao se vido, vino el Patrón della, que se llamaba Bartolomé Díaz de Lisboa, con el batel armado a la carabela, y dijo al Almirante que entrase en el batel para ir a dar cuenta a los hacedores del Rey e al Capitán de la dicha nao. Respondió el Almirante quel era Almirante de los Reyes de Castilla, y que no daba él tales cuentas a tales personas, ni saldría de las naos ni navíos donde estuviese si no fuese por fuerza de no poder sufrir las armas. Respondió el Patrón que enviase al Maestre de la carabela; dijo el Almirante que ni al Maestre ni a otra persona si no fuese por fuerza, porque en tanto tenía el dar persona que fuese como ir él, y que sta era la costumbre de los Almirantes de los Reyes de Castilla de antes morir que se dar ni dar gente suya. El Patrón se moderó y dijo que pues estaba en aquella determinación, que fuese como él quisiese; pero que le rogaba que le mandase mostrar las cartas de los Reyes de Castilla si las tenía. Al Almirante plugo de mostrárselas, y luego se volvió a la nao, e hizo relación al Capitán, que se llamaba Alvaro Dama, el cual con mucha orden con atabales y trompetas y añafiles, haciendo gran fiesta vino a la carabela, y habló con el Almirante, y le ofreció de hacer todo lo que le mandase.
MIÉRCOLES 6 DE MARZO.
Sabido cómo el Almirante venía de las Indias, hoy vino tanta gente a verlo y a ver los indios, que la ciudad de Lisboa, que era cosa de admiración, y las maravillas que todos hacían, dando gracias a nuestro Señor, y diciendo, que por la gran fe que los Reyes de Castilla tenían y deseo de servir a Dios, que su alta Majestad los daba todo esto.
JUEVES 7 DE MARZO.
Hoy vino infinitísima gente a la carabela y muchos caballeros, y entre ellos los hacedores del Rey, y todos daban infinitísimas gracias a nuestro Señor por tanto bien y acrecentamiento de la cristiandad que nuestro Señor había dado a los Reyes de Castilla, el cual dizque apropiaban porque sus Altezas se trabajaban y ejercitaban en el acrecentamiento de la Religión de Cristo.
VIERNES 8 DE MARZO.
Hoy rescibió el Almirante una carta del Rey de Portugal con D. Martín de Noroña, por la cual le rogaba que se llegase adonde él estaba, pues el tiempo no era para partir con la carabela, y así lo hizo por quitar sospecha, puesto que no quisiera ir, y fue a dormir a Sacanben: mandó el Rey a sus hacedores que todo lo que hobiese el Almirante menester y su gente y la carabela se lo diese sin dineros, y se hiciese todo como el Almirante quisiese.
SÁBADO 9 DE MARZO.
Hoy partió de Sacanben para ir adonde el Rey estaba, que era el valle del Paraíso, 9 leguas de Lisboa; porque llovió no pudo llegar hasta la noche. El Rey le mandó rescebir a los principales de su casa muy honradamente, y el Rey también le rescibió con mucha honra, y le hizo mucho favor, y mandó sentar y habló muy bien, ofreciéndole que mandaría hacer todo lo que a los Reyes de Castilla y a su servicio compliese complidamente, y más que por cosa suya; y mostró haber mucho placer del viaje haber habido buen término, y se haber hecho; mas que entendía que en la capitulación que había entre los Reyes y él que aquella conquista le pertenecía, a lo cual respondió el Almirante que no había visto la capitulación ni sabía otra cosa sino que los Reyes le habían mandado que no fuese a la mina ni en toda Guinea, y que así se había mandado a pregonar en todos los puertos del Andalucía antes que para el viaje partiese. El Rey graciosamente respondió que tenía él por cierto que no habría en esto menester terceros. Diole por huésped al Prior del Clato, que era la más principal persona que allí estaba, del cual el Almirante rescibió muy muchas honras y favores.
DOMINGO 10 DE MARZO.
Hoy después de misa le tornó a decir el Rey si había menester algo que luego se le daría, y departió mucho con el Almirante sobre su viaje, y siempre le mandaba estar sentado y hacer mucha honra.
LUNES 11 DE MARZO.
Hoy se despidió del Rey, e le dijo algunas cosas que dijese de su parte a los Reyes, mostrándole siempre mucho amor. Partióse después de comer, y envió con él a D. Martín de Noroña, y todos aquellos caballeros le vinieron a acompañar, y hacer honra buen rato. Después vino a un monasterio de San Antonio, ques sobre un lugar que se llama Villafranca, donde estaba la Reina; y fuele a hacer reverencia y besarle las manos, porque le había enviado a decir que no se fuese hasta que la viese, con la cual estaba el Duque y el Marqués, donde rescibió el Almirante mucha honra. Partióse della el Almirante de noche, y fue a dormir a Llandra.
MARTES 12 DE MARZO.
Hoy estando para partir de Llandra para la carabela llegó un escudero del Rey que le ofreció de su parte, que si quisiese ir a Castilla por tierra, que aquel fuese con él para lo aposentar y mandar dar bestias, y todo lo que hobiese menester. Cuando el Almirante dél se partió le mandó dar una mula y otra a su Piloto, que llevaba consigo, y dizque al Piloto mandó hacer merced de 20 espadines, según supo el Almirante: todo dizque se decía que lo hacía porque los Reyes lo supiesen. Llegó a la carabela en la noche.
MIÉRCOLES 13 DE MARZO.
Hoy a las ocho horas, con la marea de ingente y el viento Nornorueste, levantó las anclas y dio la vela para ir a Sevilla.
JUEVES 14 DE MARZO.
Ayer después del sol puesto siguió su camino al Sur, y antes del sol salido se halló sobre el Cabo de San Vicente, ques en Portugal. Después navegó al Leste para ir a Saltes, y anduvo todo el día con poco viento hasta agora questá sobre Furon.
VIERNES 15 DE MARZO.
Ayer después del sol puesto navegó a su camino hasta el día con poco viento, y al salir del sol se halló sobre Saltes, y a hora de medio día con la marea de montante entró por la barra de Saltes hasta dentro del puerto de donde había partido a 3 de agosto del año pasado; y así dice él que acababa agora esta escriptura, salvo que estaba de propósito de ir a Barcelona por la mar, en la cual ciudad le daban nuevas que sus Altezas estaban, y esto para les hacer relación de todo su viaje, que nuestro Señor le había dejado hacer, y le quiso alumbrar en él. Porque ciertamente allende quel sabía y tenía firme y fuerte sin escrúpulo que su alta Majestad hace todas las cosas buenas, y que todo es bueno salvo el pecado, y que no se puede abalar ni pensar cosa que no sea con su consentimiento: esto deste viaje conozco (dice el Almirante) que milagrosamente lo ha mostrado así, como se puede comprender por esta escriptura por muchos milagros señalados que ha mostrado en el viaje, y de mí que ha tanto tiempo questoy en la corte de Vuestras Altezas con opósito y contra sentencia de tantas personas principales de vuestra casa, los cuales todos eran contra mí poniendo este hecho que era burla. El cual espero en nuestro Señor que será la mayor honra de la cristiandad, que así ligeramente haya jamás aparecido. Éstas son finales palabras del Almirante Don Cristóbal Colón de su primer viaje a las Indias, y al descubrimiento dellas.
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