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III
LUNES 15 DE OCTUBRE.
Había temporejado esta noche con temor de no llegar a tierra a sorgir antes de la mañana por no saber si la costa era limpia de bajas, y en amaneciendo cargar velas. Y como la isla fuese más lejos de 5 leguas, antes será 7, y la marea me detuvo, sería mediodía cuando llegué a la dicha isla, y fallé que aquella haz, ques de la parte de la isla de San Salvador, se corre Norte Sur, y hay en ella 5 leguas, y la otra que yo seguí se corría Leste Oueste, y hay en ella más de 10 leguas. Y como desta isla vide otra mayor al Oueste, cargué las velas por andar todo aquel día fasta la noche, porque aún no pudiera haber andado al cabo del Oueste, a la cual puse nombre la isla de Santa María de la Concepción, y cuasi al poner del sol sorgí acerca del dicho cabo por saber si había allí oro, porque estos que yo había hecho tomar en la isla de San Salvador me decían que ahí traían manillas de oro muy grandes a las piernas y a los brazos. Yo bien creí que todo lo que decían era burla para se fugir. Con todo, mi voluntad era de no pasar por ninguna isla de que no tomase posesión, puesto que tomado de una se puede decir de todas; y sorgí e estuve hasta hoy martes que en amaneciendo fui a tierra con las barcas armadas, y salí, y ellos que eran muchos así desnudos, y de la misma condición de la otra isla de San Salvador, nos dejaron ir por la isla y nos daban lo que les pedía. Y porque el viento cargaba a la traviesa Sueste no me quise detener y partí para la nao, y una almadía grande estaba abordo de la carabela Niña, y uno de los hombres de la isla de San Salvador, que en ella era, se echó a la mar y se fue en ella, y la noche de antes a medio echado el otro (espacio en blanco en el original) y fue atrás la almadía, la cual fugió que jamás fue barca que le pudiese alcanzar, puesto que le teníamos grande avante. Con todo dio en tierra, y dejaron la almadía, y alguno de los de mi compañía salieron en tierra tras ellos, y todos fugeron como gallinas, y la almadía que habían dejado la llevamos a bordo de la carabela Niña, adonde ya de otro cabo venía otra almadía pequeña con un hombre que venía a rescatar un ovillo de algodón, y se echaron algunos marineros a la mar porque él no quería entrar en la carabela, y le tomaron; y yo que estaba a la popa de la nao, que vide todo, envié por él, y le di un bonete colorado y unas cuentas de vidrio verdes pequeñas que le puse al brazo, y dos cascabeles que le puse a las orejas, y le mandé volver su almadía que también tenía en la barca, y le envié a tierra; y di luego la vela para ir a la otra isla grande que yo vía al Oueste, y mandé largar tambiéri la otra almadía que traía la carabela Niña por popa, y vide después en tierra al tiempo de la llegada del otro a quien yo había dado las cosas susodichas, y no le había querido tomar el ovillo de algodón puesto quel me lo quería dar; y todos los otros se llegaron a él, y tenía a gran maravilla e bien le pareció que éramos buena gente, y que el otro que se había fugido nos había hecho algún daño y que por esto lo llevábamos, y a esta razón usé esto con él de le mandar alargar, y le di las dichas cosas porque nos tuviesen en esta estima, porque otra vez cuando Vuestras Altezas aquí tornen a enviar no hagan mala compañía; y todo lo que yo le di no valía 4 maravedís. Y así partí, que serían las diez horas, con el viento Sueste y tocaba de Sur para pasar a estotra isla, la cual es grandísima, y adonde todos estos hombres que yo traigo de la de San Salvador hacen señas que hay muy mucho oro, y que lo traen en los brazos en manillas, y a las piernas, y a las orejas, y al nariz, y al pescuezo. Y había de esta isla de Santa María a esta otra 9 leguas Leste Oueste, y se corre toda esta parte de la isla Norueste Sueste, y se parece que bien habría en esta costa más de 28 leguas en esta faz, y es muy llana sin montaña ninguna, así como aquellas de San Salvador y de Santa María y todas playas sin roquedos, salvo que a todas hay algunas peñas acerca de tierra debajo del agua, por donde es menester abrir el ojo cuando se quiere surgir e no surgir mucho acerca de tierra, aunque las aguas son siempre muy claras y se ve el fondo. Y desviado de tierra dos tiros de lombarda hay en todas estas islas tanto fondo que no se puede llegar a él. Son estas islas muy verdes y fértiles, y de aires muy dulces, y puede haber muchas cosas que yo no sé, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro. Y pues éstas dan así estas señas que lo traen a los brazos y a las piernas, y es oro porque les amostré algunos pedazos del que yo tengo, no puedo errar con el ayuda de nuestro Señor que yo no le falle adonde nace. Y estando a medio golfo destas dos islas es de saber de aquella de Santa María y de esta grande, a la cual pongo nombre la Fernandina, fallé un hombre solo en una almadía que se pasaba de la isla de Santa María a la Fernandina, y traía un poco de su pan, que sería tanto como el puño, y una calabaza de agua, y un pedazo de tierra bermeja hecha en polvo y después amasada, y unas hojas secas que debe ser cosa muy apreciada entre ellos, porque ya me trujeron en San Salvador dellas en presente, y traía un cestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentecillas de vidrio y dos blancas, por las cuales conoscí quel venía de la isla de San Salvador, y había pasado a aquella de Santa María, y se pasaba a la Fernandina, el cual se llegó a la nao; yo le hice entrar, que así lo demandaba él, y le hice poner su almadía en la nao, y guardar todo lo que él traía; y le mandé dar de comer pan y miel, y de beber; y así le pasaré a la Fernandína, y le daré todo lo suyo, porque dé buenas nuevas de nos para a nuestro Señor aplaciendo, cuando Vuestras Altezas envien acá, que aquellos que vinieren resciban honra, y nos den de todo lo que hobiere.
MARTES 16 DE OCTUBRE.
Partí de las islas de Santa María de la Concepción, que sería ya cerca del mediodía, para la isla Fernandina, la cual amuestra ser grandísima al Oueste, y navegué todo aquel día con calmería ; no pude llegar a tiempo de poder ver el fondo para surgir en limpio, porque es en esto mucho de haber gran diligencia por no perder las anclas; y así temporicé toda esta noche hasta el día que vine a una población, adonde yo surgí, e adonde había venido aquel hombre que yo hallé ayer en aquella almadía a medio golfo, el cual había dado tantas buenas nuevas de nos que toda esta noche no faltó almadias abordo de la nao, que nos traían agua y de lo que tenían. Yo a cada uno le mandaba dar algo, es a saber algunas contecillas, 10 ó 12 dellas de vidrio en un filo, y algunas sonajas de latón destas que valen en Castilla un maravedí cada una, y algunas agujetas, de que todo tenían en grandísima excelencia, y también los mandaba dal para que comiesen cuando venían en la nao miel de azúcar; y después a horas de tercia envié al batel de la nao en tierra por agua, y ellos de muy buena gana le enseñaban a mi gente adonde estaba el agua, y ellos mismos traían los barriles llenos al batel, y se folgaban mucho de nos hacer placer. Esta isla es grandísima y tengo deI terminado de la rodear, porque según puedo entender en ella, o cerca della, hay mina de oro. Esta isla está desviada de la de Santa María 8 leguas cuasi Leste Oueste; y este cabo adonde yo vine, y toda esta costa se corre Nornorueste y Sursueste, y vide bien 20 leguas de ella, mas ahí no acababa. Agora escribiendo esto di la vela con el viento Sur para pujar a rodear toda la isla, y trabajar hasta que halle Samaot, que es la isla o ciudad adonde es el oro, que así lo dicen todos estos que aquí vienen en la nao, y nos lo decían los de la isla de San Salvador y de Santa María. Esta gente es semejante a aquella de las dichas islas, y una fabla y unas costumbres, salvo questos ya me parecen algún tanto más doméstica gente, y de tracto, y más sotiles, porque veo que han traído algodón aquí a la nao y otras cositas que saben mejor refetar el pagamento que no hacían los otros; y aun en esta isla vide paños de algodón fecho s como mantillos, y la gente más dispuesta, y las mujeres traen por delante su cuerpo una cosita de algodón que escasamente les cobija su natura. Ella es isla muy verde y llana y fertilísima, y no pongo duda que todo el año siembran panizo y cogen, y así todas otras cosas; y vide muchos árboles muy disformes de los nuestros, y dellos muchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra, y tan disforme que es la mayor maravilla del mundo cuanta es la diversidad de la una manera a la otra, verbi gracia, un ramo tenía las fojas a manera de cañas y otro de manera de lentisco; y así en un solo árbol de cinco o seis de estas maneras; y todos tan diversos: ni éstos son enjeridos, porque se pueda decir que el enjerto lo hace, antes son por los montes, ni cura dellos esta gente. No le conozco secta ninguna, y creo que muy presto se tornarían cristianos, porque ellos son de muy buen entender. Aquí son los peces tan disformes de los nuestros ques maravilla. Hay algunos hechos como gallos de los más finos colores del mundo, azules, amarillos, colorados y de todos colores, y otros pintados de mil maneras; y las colores son tan finos que no hay hombre que no se maraville y no tome gran descanso a verlos. También hay ballenas: bestias en tierra no vide ninguna de ninguna mapera, salvo papagayos y lagartos; un mozo me dijo que vido una grande culebra. Ovejas ni cabras ni otra ninguna bestia vide; aunque yo he estado aquí muy poco, que es mediodía, mas si las hobiese no pudiera errar de ver alguna. El cerco desta isla escribiré después que yo la hobiere rodeado.
MIÉRCOLES 17 DE OCTUBRE.
A mediodía partí de la población adonde yo estaba surgido, y adonde tomé agua para ir rodear esta isla Fernandina, y el viento era Sudueste y Sur; y como mi voluntad fuese de seguir esta costa desta isla adonde yo estaba al Sueste, porque así se corre toda Nornorueste y Sursueste, y quería llevar el dicho camino de Sur y Sueste, porque aquella parte todos estos indios que traigo y otro de quien hobe señas en esta parte del Sur a la isla a que ellos llaman Samoet, adonde es el oro; y Martín Alonso Pinzón, capitán de la carabela Pinta, en la cual yo mandé a tres de estos indios, vino a mí y me dijo que uno de ellos muy certificadamente le había dado a entender que por la parte del Nornorueste muy más presto arrodearía la isla. Yo vide que el viento no me ayudaba por el camino que yo quería llevar, y era bueno por el otro: di la vela al Nornorueste, y cuando fue acerca del cabo de la isla, a dos leguas, hallé un muy maravilloso puerto con una boca, aunque dos bocas se le puede decir, porque tiene un isleo en medio, y son ambas muy angostas, y dentro muy ancho para cien navíos si fuera fondo y limpio, y fondo al entrada: parecióme razón del ver bien y sondear, y así surgí fuera dél, y fui en él con todas las barcas de los navíos, y vimos que no había fondo. Y porque pensé cuando yo le vi que era boca de algún río había mandado llevar barriles para tomar agua, y en tierra hallé unos ocho o diez hombres que luego vinieron a nos, y nos amostraron ahí cerca la población, adonde yo envié la gente por agua, una parte con armas otros con barriles, y así la tomaron; y porque era lejuelos me detuve por espacio de dos horas. En este tiempo anduve así por aquellos árboles, que era la cosa más fermosa de ver que otra que se haya visto; veyendo tanta verdura en tanto grado como en el mes de mayo en el Andalucía, y los árboles todos están tan disformes de los nuestros como el día de la noche; y así las frutas, y así las yerbas y las piedras y todas las cosas. Verdad es que algunos árboles eran de la naturaleza de otros que hay en Castilla, por ende había muy gran diferencia, y los otros árboles de otras p1aneras eran tantos que no hay persona que lo pueda decir ni asemejar a otros de Castilla. La gente toda era una con los otros ya dichos, de las mismas condiciones, y así desnudos y de la misma estatura, y daban de lo que tenían por cualquier cosa que les diesen; y aquí vide que unos mozos de los navíos les trocaron azagayas por unos pedazuelos de escudillas rotas y de vidrio, y los otros que fueron por el agua me dijeron como habían estado en sus casas, y que eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón: ellas las casas son todas a manera de alfaneques, y muy altas y buenas chimeneas; mas no vide entre muchas poblaciones que yo vide ninguna que pasase de 12 hasta 15 casas. Aquí fallaron que las mujeres casadas traían bragas de algodón, las mozas no, sino salvo algunas que eran ya de edad de 18 años. Y ahí había perros mastines y branchetes, y ahí fallaron uno que había al nariz un pedazo de oro que sería como la mitad de un castellano, en el cual vieron letras: reñí yo con ellos porque no se lo resgataron y dieron cuanto pedía, por ver qué era y cuya esta moneda era; y ellos me respondieron que nunca se lo osó resgatar. Después de tomada la agua volví a la nao, y di la vela, y salí al Norueste tanto que yo descubrí toda aquella parte de la isla hasta la costa que se corre Leste Oueste, y después todos estos indios tornaron a decir que esta isla era más pequeña que no la isla Samoet, y que sería bien volver atrás por ser en ella más presto. El viento allí luego más calmó y comenzó aventar Ouesnorueste, el cual era contrario para donde habíamos venido, y así tomé la vuelta y navegué toda esta noche pasada al Lestesueste, y cuando al Leste todo y cuando al Sueste; y esto para apartarme de la tierra porque hacía muy gran cerrazón y el tiempo muy cargado: él era poco y no me dejó llegar a tierra a surgir. Así que esta noche llovió muy fuerte después de media noche hasta cuasi el día, y aún está nublado para llover; y nos al cabo de la isla de la parte del Sueste adonde espero surgir fasta que aclarezca para ver las otras islas adonde tengo de ir; y así todos estos días después que en estas Indias estoy ha llovido poco o mucho. Crean Vuestras Altezas que es esta tierra la mejor e más fértil, y temperada, y llana, y buena que haya en el mundo.
JUEVES 18 DE OCTUBRE.
Después que aclaresció seguí el viento, y fui en derredor de la isla cuanto pude, y surgí al tiempo que ya no era de navegar; mas no fui en tierra, y en amaneciendo di la vela.
VIERNES 19 DE OCTUBRE.
En amaneciendo levanté las anclas y envié la carabela Pinta al Leste y Sueste y la carabela Niña al Sursueste, y yo con la nao fui al Sueste, y dado orden que llevasen aquella vuelta fasta mediodía, y después que ambas se mudasen las derrotas y se recogieran para mi; y luego antes que andásemos tres horas vimos una isla al Leste, sobre la cual descargamos, y llegamos a ella todos tres navíos antes de mediodía a la punta del Norte, adonde hace un isleo y una restinga de piedra fuera de él al Norte, y otro entre él y la isla grande; la cual anombraron estos hombres de San Salvador, que yo traigo, la isla Saomete, a la cual puse nombre la Isabela. El viento era Norte, y quedaba el dicho isleo en derrota de la isla Fernandina, de adonde yo había partido Leste Oueste, y se corría después la costa desde el isleo al Oueste, y había en ella 12 leguas fasta un cabo, a quien yo llamé el Cabo Hermoso, que es de la parte del Oueste; y así es fermoso, redondo y muy fondo, sin bajas fuera de él, y al comienzo es de piedra y bajo, y más adentro es playa de arena como cuasi la dicha costa es, y ahí surgí esta noche viernes hasta la mañana, Esta costa toda, y la parte de la isla que yo vi, es toda cuasi playa, y la isla más fermosa cosa que yo vi; que si las otras son muy hermosas, ésta es más: es de muchos árboles y muy verdes, y muy grandes; y esta tierra es más alta que las otras islas falladas, y en ella algún altillo, no que se le pueda llamar montaña, mas cosa que afermosea lo otro, y parece de muchas aguas allá al medio de la isla; de esta parte al Nordeste hace una grande angla, y ha muchos arboledos, y muy espesos y muy grandes. Yo quise ir a surgir en ella para salir a tierra, y ver tanta fermosura; mas era el fondo bajo y no podía surgir salvo largo de tierra, y el viento era muy bueno para venir a este cabo, adonde yo surgí agora, al cual puse nombre Cabo Fermoso, porque así lo es; y así no surgí en aquella angla, y aún porque vide este cabo de allá tan verde y tan fermoso, asi como todas las otras cosas y tierras destas islas que yo no sé adonde me vaya primero, ni me sé cansar los ojos de ver tan fermosas verduras y tan diversas de las nuestras, y aún creo que ha en ellas muchas yerbas y muchos árboles, que valen mucho en España para tinturas y para medicinas de especería, mas yo no los cognozco, de que llevo grande pena. Y llegando yo aquí a este cabo vino el olor tan bueno y suave de flores o árboles de la tierra que era la cosa más dulce del mundo. De mañana antes que yo de aquí vaya iré en tierra a ver que es aquí en el cabo; no es la población salvo allá más adentro adonde dicen estos hombres que yo traigo, que está el Rey y que trae mucho oro; y yo de mañana quiero ir tanto avante que halle la población, y vea o haya lengua con este Rey, que según estos dan las señas él señorea todas estas islas comarcanas, y va vestido, y trae sobre sí mucho oro ; aunque no doy mucha fe a sus decires, así por no los entender yo bien, como en cognoscer quellos son tan pobres de oro que cualquiera poco que este Rey traiga les parece a ellos mucho. Este a quien yo digo Cabo Fermoso creo que es isla apartada de Saometo, y aún hay ya otra entremedias pequeña: yo no curo así de ver tanto por menudo, porque no lo podía facer en cincuenta años, porque quiero ver y descubrir lo más que yo pudiere para volver a Vuestras Altezas, a nuestro Señor aplaciendo, en abril. Verdad es que fallando adonde haya oro o especería en cantidad me deterné fasta que yo haya dello cuanto pudiere; y por esto no fago sino andar para ver de topar en ello.
SÁBADO 20 DE OCTUBRE.
Hoy al sol salido levanté las anclas de donde yo estaba con la nao surgido en esta isla de Saometo al cabo del Sudueste, adonde yo puse nombre el Cabo de la Laguna y a la isla la Isabela, para navegar al Nordeste y al Leste de la parte del Sueste y Sur, adonde entendí de estos hombres que yo traigo que era la población y el Rey de ella; y fallé todo tan bajo el fondo que no pude entrar ni navegar a ello, y vide que siguiendo el camino del Sudueste era muy gran rodeo, y por esto determiné de me volver por el camino que yo había traído del Nornordeste de la parte del Oueste, y rodear esta isla para (espacio en blanco en el original) el viento me fue tan escaso que yo no nunca pude haber la tierra al longo de la costa salvo en la noche; y por ques peligro surgir en estas islas, salvo en el día que se vea con el ojo adonde se echa el apela, porque es todo manchas, una de limpio y otra de non, yo me puse a temporejar a la vela toda esta noche del domingo. Las carabelas surgieron porque se hallaron en tierra temprano, y pensaron que a sus señas, que eran costumbradas de hacer, iría a surgir; mas no quise.
DOMINGO 21 DE OCTUBRE.
A las diez horas llegué aquí a este cabo del isleo, y surgí y asimismo las carabelas; y después de haber comido fui en tierra, adonde aquí no había otra población que una casa, en la cual no fallé a nadie que creo que con temor se habían fugido porque en ella estaban todos sus aderezos de casa. Yo no les dejé tocar nada, salvo que me salí con estos capitanes y gente a ver la isla; que si las otras ya vistas son muy fermosas y verdes y fértiles, ésta es mucho más y de grandes arboledos y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas, y sobre ellas y a la rueda es el arboledo en maravilla, y aquí y en toda la isla son todos verdes y las yerbas como en el abril en el Andalucía; y el cantar de los pajaritos que parece que el hombre nunca se querría partir de aquí, y las manadas de los papagayos que ascurecen el sol; y aves y pajaritos de tantas maneras y tan diversas de las nuestras que es maravilla; y después ha árboles de mil maneras, y todos de su manera fruto, y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mundo de no los cognoscer, porque soy bien cierto que todos son cosa de valía, y de ellos traigo la demuestra, y asimismo de las yerbas. Andando así en cerco de una destas lagunas vide una sierpe, la cual matamos y traigo el cuero a Vuestras Altezas. Ella como nos vido se echó en la laguna, y nos le seguimos dentro, porque no era muy fonda, fasta que con lanzas la matamos; es de 7 palmos en largo; creo que destas semejantes hay aquí en esta laguna muchas. Aquí cognoscí del lináloe, y mañana he determinado de hacer traer a la nao 10 quintales, porque me dicen que vale mucho. También andando en busca de muy buena agua fuimos a una población aquí cerca, adonde estoy surto media legua; y la gente della como nos sintieron dieron todos a fugir, y dejaron las casas, y escondieron su ropa y lo que tenían por el monte; yo no dejé tomar nada ni la valía de un alfiler. Después se llegaron a nos unos hombres dellos, y uno se llegó del todo aquí: yo di unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio, y quedó muy contento y muy alegre, y porque la amistad creciese más y los requiriese algo le hice pedir agua, y ellos después que fui en la nao vinieron luego a la playa con sus calabazas llenas y folgaron mucho de dárnosla, y yo les mandé dar otro ramalejo de cuentecillas de vidrio, y dijeron que de mañana vernían acá. Yo quería hinchir aquí. toda la vasija de los navíos de agua; por ende si el tiempo me da lugar luego me partiré a rodear esta isla fasta que yo haya lengua con este Rey, y ver si puedo haber dél el oro que oyo que trae, y después partir para otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba, en la cual dicen que ha naos y mareantes muchos y muy grandes, y de esta isla otra que llaman Bosio que también dicen ques muy grande, y a las otras que son entremedio veré así de pasada, y según yo fallare recaudo de oro o especería determinaré lo que he de facer. Mas todavía tengo determinado de ir a la tierra firme y a la ciudad de Guisay, y dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can, y pedir respuesta y venir con ella.
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