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IV
LUNES 22 DE OCTUBRE.
Toda esta noche y hoy estuve aquí aguardando si el Rey de aquí o otras personas traerían oro o otra cosa de sustancia, y vinieron muchos de esta gente, semejantes a los otros de las otras islas, así desnudos y así pintados dellos de blanco, dellos de colorado, dellos de prieto, y así de muchas maneras. Traían azagayas y algunos ovillos de algodón a resgatar, el cual trocaban aquí con algunos marineros por pedazos de vidrio, de tazas quebradas, y por pedazos de escudillas de barro. Algunos dellos traían algunos pedazos de oro colgado al nariz, el cual de buena gana daban por un cascabel destos de pie de gavilano y por cuentecillas de vidrio: mas es tan poco, que no es nada: que es verdad que cualquiera poca cosa que se les dé ellos también tenían a gran maravilla nuestra venida, y creían que éramos venidos del cielo. Tomamos agua para los navíos en una laguna que aquí está cerca del Cabo del isleo, que así la nombré; y en la dicha laguna Martín Alonso Pinzón, capitán de la Pinta, mató otra sierpe tal como la otra de ayer de 7 palmos, y fice tomar aquí del lináloe cuanto se falló.
MARTES 23 DE OCTUBRE.
Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza della y riqueza, y no me deterné más aquí ni (espacio en blanco en el original) esta isla alrededor para ir a la población, como tenía determinado, para haber lengua con este Rey o Señor, que es por no me detener mucho, pues veo que aquí no hay mina de oro, y al rodear de estas islas ha menester muchas maneras de viento, y no vienta así como los hombres querrían. Y pues es de andar adonde haya trato grande, digo que no es razón de se detener salvo ir a camino, y calar mucha tierra fasta topar en tierra muy provechosa, aunque mi entender es questa sea muy provechosa de especería; mas que yo no la cognozco que llevo la mayor pena del mundo, que veo mil maneras de árboles que tienen cada uno su manera de fruta, y verde agora como en España en el mes de mayo y junio, y mil maneras de yerbas, eso mesmo con flores, y de todo no se cognosció salvo este lináloe de que hoy mandé también traer a la nao mucho para llevar a Vuestras Altezas. Y no he dado ni doy la vela para Cuba, porque no hay viento, salvo calma muerta y llueve mucho; y llovió ayer mucho sin hacer ningún frío, antes el día hace calor, y las noches temperadas como en mayo en España en el Andalucía.
MIÉRCOLES 24 DE OCTUBRE.
Esta noche a media noche levanté las anclas de la isla Isabela del Cabo del isleo, ques de la parte del Norte a donde yo estaba posado para ir a la isla de Cuba, a donde oí desta gente que era muy grande y de gran trato, y había en ella oro y especerías y naos grandes y mercaderes; y me amostró que al Ouesudueste iría a ella, y yo así lo tengo, porque creo que si es así como por señas que me hicieron todos los indios de estas islas y aquellos que llevo yo en los navíos, porque por lengua no los entiendo, es la isla de Cipango de que se cuentan cosas maravillosas, y en las esferas que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca, y así navegué hasta el día al Ouesudueste, y amaneciendo calmó el viento y llovió, y así casi toda la noche; y estuve así con poco viento fasta que pasaba de mediodía y entonces tornó a ventar muy amoroso, y llevaba todas mis velas de la nao, maestra, y dos bonetas, y tripquete, y cebadera, y mezana, y vela de gavia, y el batel por popa; así anduve al camino fasta que anocheció y entonces me quedaba el Cabo Verde de la isla Fernandina, el cual es de la parte de Sur a la parte de Oueste, me quedaba al Norueste, y hacía de mí a él 7 leguas. Y porque ventaba ya recio y no sabía yo cuánto camino hobiese fasta la dicha isla de Cuba, y por no la ir a demandar de noche, porque todas estas islas son muy fondas a no hallar fondo todo en derredor, salvo a tiro de dos lombardas, y esto es todo manchado un pedazo de coquedo y otro de arena, y por esto no se puede seguramente surgir salvo a vista de ojo, y por tanto acordé de amainar las velas todas, salvo el trinquete, y andar con él, y de a un rato crecía mucho el viento y hacía mucho camino de que dudaba, y era muy gran cerrazón, y llovía: mandé amainar el trinquete y no anduvimos esta noche dos leguas
JUEVES 25 DE OCTUBRE.
Navegó después del sol salido al Oueste Sudueste hasta las nueve horas, andarían 5 leguas: después mudó el camino al Oueste: andaban 8 millas por hora hasta la una después de mediodía, y de allí hasta las tres, y andarían 44 millas. Entonces vieron tierra, y eran 7 a 8 islas, en luengo todas de Norte a Sur: distaban de ellas 5 leguas.
VIERNES 26 DE OCTUBRE.
Estuvo de las dichas islas de la parte Sur, era todo bajo cinco o seis leguas, surgió por allí. Dijeron los indios que llevava que había dellas a Cuba andadura de día y medio con sus almadías, que son navetas de un madero adonde no llevan vela. Estas son las canoas. Partió de allí para Cuba, porque por las señas que los indios le daban de la grandeza y del oro y perlas della pensaba que era ella, conviene a saber Cipango.
SÁBADO 27 DE OCTUBRE.
Levantó las anclas salido el sol de aquellas islas, que llamó las islas de Arena por el poco fondo que tenían de la parte del Sur hasta 6 leguas. Anduvo 8 millas por hora hasta la una del día al Sursudueste, y habrían andado 40 millas, y hasta la noche andarían 28 millas al mesmo camino, y antes de noche vieron tierra. Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió. Anduvieron el sábado fasta el poner del sol 17 leguas al Sursudueste.
DOMINGO 28 DE OCTUBRE.
Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudueste, a la tierra della más cercana, y entró en un río muy hermoso y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes, y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio fasta tierra: tenía la boca del río 12 brazas, y es bien ancha para barloventear; surgió dentro, dizque a tiro de lombarda. Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vida, lleno de árboles todo cercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente: había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras; de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa, y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas; la tierra muy llana: saltó el Almirante en la barca y fue a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores y que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro que nunca ladró, y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles, y anzuelo de cuerno, y fisgas de hueso y otros aparejos de pescar, y muchos huegas dentro, y creyó que en cada una casa se juntan muchas personas: mandó que no se tocase en cosa de todo ello, y así se hizo. La yerba era grande como en el Andalucía por abril y mayo. Halló verdolagas muchas y bledos. Tornóse a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato, y dizque era gran placer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podía dejallas para se volver. Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se debía de alzar porque la yerba de la playa llegaba hasta cuasi el agua, la cual no suele llegar donde la mar es brava: hasta entonces no había experimentado en todas aquellas islas que la mar fuese brava. La isla, dice, ques llena de montañas muy hermosas, aunque no son muy grandes en longura salvo altas, y toda la otra tierra es alta de la manera de Sicilia: llena es de muchas aguas, según pudo entender de los indios que consigo lleva, que tomó en la isla de Guanahaní, los cuales le dicen por señas que hay 10 ríos grandes, y que con sus canoas no la pueden cercar en veinte días. Cuando iba a tierra con los navíos salieron dos almadías o canoas, y como vieron que los marineros entraban en la barca y remaban para ir a ver el fondo del río para saber dónde habían de surgir, huyeron las canoas. Decían los indios que en aquella isla había minas de oro y perlas, y vido el Almirante lugar apto para ellas y almejas, ques señal dellas, y entendía el Almirante que allí venían naos del Gran Can, y grandes, y que de allí a tierra firme había jornada de diez días. Llamó el Almirante aquel río y puerto de San Salvador.
LUNES 29 DE OCTUBRE.
Alzó las anclas de aquel puerto y navegó al Poniente para ir dizque a la ciudad donde le parecía que le decían los indios que estaba aquel Rey. Una punta de la isla le salía a Norueste seis leguas de allí, otra punta le salía al Leste 10 leguas: andada otra legua vido un río, no de tan grande entrada, al cual puso nombre el río de la Luna: anduvo hasta hora de vísperas. Vido otro río muy más grande que los otros, y así se lo dijeron por señas los indios, y cerca de él vido buenas poblaciones de casas: llamó al río el río de Mares. Envió dos barcas a una población por haber lengua, y a una dellas un indio de los que traía porque ya los entendían algo y mostraban estar contentos con los cristianos, de las cuales todos los hombres y mujeres y criaturas huyeron, desamparando las casas con todo lo que tenían, y mandó el Almirante qUe no se tocase en cosa. Las casas dizque eran ya más hermosas que las que habían visto, y creía que cuanto más se allegase a la tierra firme serían mejores. Eran hechas a manera de alfaneques, muy grandes, y parecían tiendas en real sin concierto de calles, sino una acá y otra acullá, y de dentro muy barridas y limpias, y sus aderezos muy compuestos. Todas son de ramas de palmas muy hermosas. Hallaron muchas estatuas en figura de mujeres, y muchas cabezas en manera de caratona muy bien labradas. No sé si esto tienen por hermosura o adoran en ellas. Había perros que jamás ladraron: había avecitas salvajes mansas por sus casas: había maravillosos aderezos de redes y anzuelos y artificios de pescar; no le tocaron en cosa dello. Creyó que todos los de la costa debían de ser pescadores que llevan el pescado la tierra dentro, porque aquella isla es muy grande, y tan hermosa que no se hartaba de decir bien della. Dice que halló árboles y frutas de muy maravilloso sabor; y dice que debe haber vacas en ella y otros ganados, porque vido cabezas en hueso que le parecieron de vaca. Aves y pajaritos y el cantar de los grillos en toda la noche con que se holgaban todos: los aires sabrosos y dulces de toda la noche ni frío ni caliente. Mas por el camino de las otras islas en aquellas dizque hacía gran calor y allí no, salvo templado como en mayo; atribuye el calor de las otras islas por ser muy llanas y por el viento que traían hasta allí ser Levante y por eso cálido. El agua de aquellos ríos era salada a la boca: no supieron de dónde bebían los indios aunque tenían en sus casas agua dulce. En este río podían los navíos voltejar para entrar y para salir, y tienen muy buenas señas o marcas: tienen siete u ocho brazas de fondo a la boca y dentro cinco. Toda aquella mar dice que le parece que debe ser siempre mansa como el río de Sevilla, y el agua aparejada para criar perlas. Halló caracoles grandes, sin sabor, no como los de España. Señala la disposición del río y del puerto que arriba dijo y nombró San Salvador, que tiene sus montañas hermosas y altas como la Peña de los enamorados, y una dellas tiene encima otro montecillo a manera de una hermosa mezquita. Este otro río y puerto, en que agora estaba, tiene de la parte del Sueste dos montañas así redondas y de la parte del Oueste Norueste un hermoso cabo llano que sale fuera.
MARTES 30 DE OCTUBRE.
Salió del río de Mares al Norueste, y vido cabo lleno de palmas y púsole Cabo de Palmas, después de haber andado 15 leguas. Los indios que iban en la carabela Pinta dijeron que detrás de aquel cabo había un río y del río a Cuba había cuatro jornadas, y dijo el capitán de la Pinta que entendía que esta Cuba era ciudad, y que aquella tierra era tierra firme muy grande, que va mucho al Norte, y que el Rey de aquella tierra tenía guerra con el Gran Can, al cual ellos llamaban Cami, y a su tierra o ciudad Fava, y otros muchos nombres. Determinó el Almirante de llegar a aquel río y enviar un presente al Rey de la tierra y enviarle la carta de los Reyes, y para ella tenía un marinero que había andado en Guinea en lo mismo, y ciertos indios de Guanahaní que querían ir con él, con que después los tornasen a su tierra. Al parecer del Almirante distaba de la línea equinocial 42 grados hacia la banda del Norte, si no está corrupta la letra de donde trasladé esto, y dice que había de trabajar de ir al Gran Can, que pensaba que estaba por allí o a la ciudad de Cathay ques del Gran Can, que dizque es muy grande, según le fue dicho antes que partiese de España. Toda aquesta tierra dice ser baja y hermosa y fonda la mar.
MIÉRCOLES 31 DE OCTUBRE.
Toda la noche martes anduvo barloventeando, y vida un río donde no pudo entrar por ser baja la entrada, y pensaron los indios que pudieran entrar los navíos como entraban sus canoas, y navegando adelante halló un cabo que salía muy fuera, y cercado de bajos, y vida una concha o bahía donde podían estar navíos pequeños, y no lo pudo encavalgar porquel viento se había tirado del todo al Norte, y toda la costa se corría al Nornorueste y Sueste, y otro cabo que vida adelante le salía más afuera. Por esto y porquel cielo mostraba de ven tal recio se hoba de tornar al río de Mares.
JUEVES 1° DE NOVIEMBRE.
En saliendo el sol envió el Almirante las barcas a tierra a las casas que allí estaban, y hallaron que era toda la gente huida, y desde a buen rato pareció un hombre, y mandó el Almirante que lo dejasen asegurar, y volviéronse las barcas, y después de comer tornó a enviar a tierra uno de los indios que llevaba, el cual desde lejos les dio voces diciendo que no hobiesen miedo porque era buena gente, y no hacían mal a nadie, ni eran del Gran Can, antes daban de lo suyo en muchas islas que habían estado, y echóse a nadar el indio y fue a tierra, y dos de los de allí lo tomaron de brazos y lleváronlo a una casa donde se informaron dél. Y como fueron ciertos que no se les había de hacer mal, se aseguraron y vinieron luego a los navíos más de 16 almadías o canoas con algodón hilado y otras casillas suyas, de las cuales mandó el Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante salvo oro a que ellos llaman nucay; y así en todo el día anduvieron y vinieron de tierra a los navíos, y fueron de los cristianos a tierra muy seguramente. El Almirante no vido a alguno dellos oro, pero dice el Almirante que vido a uno dellos un pedazo de plata labrado colgado a la nariz, que tuvo por señal que en la tierra había plata. Dijeron por señas que antes de tres días vernían muchos mercaderes de la tierra dentro a comprar de las cosas que allí llevan los cristianos, y darían nuevas del Rey de aquella tierra, el cual según se pudo entender por las señas que daban questaba de allí cuatro jornadas, porque ellos habían enviado muchos por toda la tierra a le hacer saber del Almirante. Esta gente, dice el Almírante, es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca, que fasta hoy aquestos que traigo no he visto hacer ninguno oración, antes dicen la Salve y el Ave María, con las manos al cielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas islas y que tengan guerra con el Gran Can, a que ellos llaman Cavila y a la provincia Bafan, así andan también desnudos como los otros. Esto dice el Almirante. El río, dice, que es muy hondo, y en la boca pueden llegar los navíos con el bordo hasta tierra: no llega el agua dulce a la boca con una legua, y es muy dulce. Y es cierto, dice el Almirante questa es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayto y Guinsay, 100 leguas poco más o poco menos lejos de lo uno y de lo otro, y bien se amuestra por la mar que viene de otra suerte que fasta aquí no ha venido, y ayer que iba al Norueste fallé que hacía frío.
VIERNES 2 DE NOVIEMBRE.
Acordó el Almirante enviar dos hombres españoles: el uno se llamaba Rodrigo de Jerez, que vivía en Ayamonte, y el otro era un Luis de Torres que había vivido con el Adelantado de Murcia, y había sido judío, y sabía dizque hebraico y caldeo y aun algo arábigo, y con estos envió dos indios, uno de los que consigo traía de Guanahaní, y el otro de aquellas casas que en el río estaban poblados. Dioles sartas de cuentas para comprar de comer si los faltase, y seis días de término para que volviesen. Dioles muestras de especería para ver si alguna della topasen. Dioles instrucción de cómo habían de preguntar por el Rey de aquella tierra, y lo que le habían de hablar de partes de los Reyes de Castilla, cómo enviaban al Almirante para que les diese de su parte sus cartas, y un presente, y para saber de su estado y cobrar amistad con él y favorecelle en lo que hobiese dellos menester, y que supiesen de ciertas provincias, y puertos y ríos de que el Almirante tenía noticia, y cuánto distaban de allí. Aquí tomó el Almirante el altura con un cuadrante esta noche, y halló que estaba 42 grados de la línea equipodal, y dice que por su cuenta halló que había andado desde la isla de Hierro 1.142 leguas, y todavía afirma que aquella es tierra firme.
SABADO 3 DE NOVIEMBRE.
En la mañana entró en la barca el Almirante, y porque hace el río en la boca un gran lago, el cual hace un singularísimo puerto muy hondo y limpio de piedras, muy buena playa para poner navíos a monte y mucha leña, entró por el río arriba hasta llegar al agua dulce, que sería cerca de dos leguas, y subió en un montecillo por descubrir algo de la tierra, y no pudo ver nada por las grandes arboledas, las cuales eran muy frescas, odoríferas, por lo cual dice no tener duda que no haya yerbas aromáticas. Dice que todo era tan hermoso lo que vía, que no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza, y los cantos de las aves y pajaritos. Vinieron en aquel día muchas almadías o canoas a los navíos a resgatar cosas de algodón, filado y redes en que dormían, que son hamacas.
DOMINGO 4 DE NOVIEMBRE.
Luego en amaneciendo entró el Almirante en la barca y salió a tierra a cazar de las aves que el día antes había visto. Después de vuelto vino a él Martín Alonso Pinzón con dos pedazos de canela, y dijo que un portugués que tenía en su navío había visto a un indio que traía dos manojos della muy grandes; pero que no se la osó resgatar por la pena quel Almirante tenía puesta que nadie resgatase. Decía más, que aquel indio traía unas cosas bermejas corno nueces. El Contramaestre de la Pinta dijo que había hallado árboles de canela. Fue el Almirante luego allá y halló que no eran. Mostró el Almirante a unos indios de allí canela y pimienta, parece que de la que llevaba de Castilla para muestra, y conociéronla dizque, y dijeron por señas que cerca de allí había mucho de aquello al camino del Sueste. Mostróles oro y perlas, y respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaron Bohio había infinito, y que lo traían al cuello y a las orejas, y a los brazos, y a las piernas, y también perlas. Entendió más que decían que había naos grandes y mercaderías, y todo esto era al Sueste. Entendió también que lejos de allí había hombres de un ojo, y otros con hocicos de perros, que comían los hombres, y que en tomando uno lo degollaban y le bebían su sangre, y le cortaban su natura. Determinó de volver a la nao el Almirante a esperar los dos hombres que había enviado para determinar de partirse a buscar aquellas tierras, sino trujesen aquellos alguna buena nueva de lo que deseaban. Dice más el Almirante: esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley. Estas tierras son muy fértiles: ellos las tienen llenas de mames, que son como zanahorias, que tienen sabor de castañas, y tienen faxones y fabas muy diversas de las nuestras, y mucho algodón, el cual no siembran y nace por los montes, árboles grandes, y creo que en todo tiempo lo haya para coger porque vi los cogujos abiertos, y otros que se abrían y flores todo en un árbol, y otras mil maneras de frutas que me no es posible escribir, y todo debe ser cosa provechosa. Todo esto dice el Almirante.
LUNES 5 DE NOVIEMBRE.
En amaneciendo mandó poner la nao a monte y los otros navíos, pero no todos juntos, sino que quedasen siempre dos en el lugar donde estaban por la seguridad, aunque dice que aquella gente era muy segura y sin temor se pudieran poner todos los navíos juntos en monte. Estando así vino el contramaestre de la Niña a pedir albricias al Almirante porque había hallado almáciga, mas no traía la muestra porque se le había caído. Prometióselas el Almirante, y envió a Rodrigo Sánchez, y a Maestre Diego a los árboles, y trujeron un poco della, la cual guardó para llevar a los Reyes, y también del árbol; y dice que se cognosció que era almáciga, aunque se ha de coger a sus tiempos, y que había en aquella comarca para sacar 1.000 quintales cada año. Halló dizque allí mucho de aquel palo que le pareció lináloe. Dice más, que aquel puerto de Mares es de los mejores del mundo y mejores aires y más mansa gente, y porque tiene un cabo de peña altillo se puede hacer una fortaleza, para que si aquello saliese rico y cosa grande estarían allí los mercaderes seguros de cualquiera otras naciones; y dice: nuestro Señor, en cuyas manos están todas las victorias, aderezca todo lo que fuere su servicio. Dizque dijo un indio por señas que el almáciga era buena para cuando les dolía el estómago.
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