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V

MARTES 6 DE NOVIEMBRE.

Ayer en la noche, dice el Almirante, vinieron los dos hombres que había enviado a ver la tierra dentro, y le dijeron cómo habían andado 12 leguas que había hasta una población de 50 casas, donde dizque había 1.000 vecinos porque viven muchos en una casa. Estas casas sqn de manera de alfaneques grandísimos. Dijeron que los habían rescebido con gran solemnidad según su costumbre, y todos así hombres como mujeres los venían a ver, y aposentáronlos en las mejores casas; los cuales los tocaban y les besaban las manos y los pies, maravillándose y creyendo que venían del cielo, y así se lo daban a entender. Dábanles de comer de lo que tenían. Dijeron que en llegando los llevaron de brazos los más honrados del pueblo a la casa principal, y diéronles dos sillas en que se asentaron, y ellos y todos se asentaron en el suelo en derredor de ellos. El indio que con ellos iba les notificó la manera de vivir de los cristianos, y cómo eran buena gente. Después saliéronse los hombres y entraron las mujeres y sentáronse de la misma manera en derredor dellos besándoles las manos y los pies atentándoles si eran de carne y de hueso como ellos. Rogábanles que se estuviesen allí con ellos al menos por cinco días. Mostraron la canela y pimienta y otras especias quel Almirante les había dado, y dijéronles por señas que mucha della había cerca de allí al Sueste; pero que en allí no sabían si la había. Visto como no tenían recaudo de ciudades se volvieron, y que si quisieran dar lugar a los que con ellos se querían venir, que más de 500 hombres y mujeres vinieran con ellos, porque pensaban que se volvían al cielo. Vino empero con ellos un principal del pueblo y un su hijo y un hombre suyo; habló con ellos el Almirante, hízoles mucha honra, señalóle muchas tierras e islas que había en aquellas partes, pensó de traerlos a los Reyes, y dizque no supo que se le antojó, parece que de miedo y de noche escuro quísose ir a tierra; y el Almirante dizque porque tenía la nao en seco en tierra, no le queriendo enojar, le dejó ir diciendo que en amaneciendo tornaría, el cual nunca tornó. Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mujeres y hombres con un tizón en la mano, yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbraban: no hallaron población por el camino de más de cinco casas, y todos les hacían el mismo acatamiento. Vieron muchas maneras de árboles e yerbas y flores odoríferas. Vieron aves de muchas maneras diversas de las de España, salvo perdices y ruiseñores que cantaban, y ánsares, y desto hay allí harto: bestias de cuatro pies no vieron, salvo perros que no ladraban. La tierra muy fértil y muy labrada de aquellos mames y fexoes y habas muy diversas de las nuestras, eso mismo panizo y mucha cantidad de algodón cogido y filado y obrado, y que en una sola casa habían visto más de 500 arrobas, y que se pudiera haber allí cada año 4.000 quintales. Dice el Almirante que le parecía que no lo sembraban y que da fruto todo el año: es muy fino, tiene el capillo muy grande: todo lo que aquella gente tenía dizque daba por muy vil precio, y que una gran espuerta de algodón daba por cabo de agujeta o otra cosa que le dé. Son gente, dice el Almirante, muy sin mal ni de guerra: desnudos todos hombres y mujeres como sus madres los parió. Verdad es que las mujeres traen una cosa de algodón solamente tan grande que le covija su natura y no más, son ellas de muy buen acatamiento, ni muy negras, salvo menos que canarias. Tengo por dicho, serenísimos Príncipes (dice el Almirante), que sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas religiosas, que luego todos se tornarían cristianos; y así espero en nuestro Señor que Vuestras Altezas se determinarán a ello con mucha diligencia para tornar a la Iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán, así como han destruido aquellos que no quisieron confesar el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo; y después de sus días, que todos somos mortales, dejarán sus reinos en muy tranquilo estado, y limpios de herejía y maldad, y serán bien rescebidos delante el Eterno Criador, al cual plega de les dar larga vida y acrecentamiento grande de mayores reinos y señoríos, y voluntad y disposición para acrecentar la santa religión cristiana, así como hasta aquí tienen fecho, amén. Hoy tiré la nao de monte y me despacho para partir el jueves en nombre de Dios e ir al Sueste a buscar del oro y especerías y descobrir tierra. Estas todas son palabras del Almirante, el cual pensó partir el jueves; pero porque le hizo el viento contrario no pudo partir hasta doce días de noviembre.


LUNES 12 DE NOVIEMBRE.

Partió del puerto y río de Mares al rendir del cuarto de alba para ir a una isla que mucho afirmaban los indios que traía, que se llamaba Babeque, adonde, según dicen por señas, que la gente della coge el oro con candelas de noche en la playa; y después con martillo dizque hacían vergas dello, y para ir a ella era menester poner la proa al Leste cuarta del Sueste. Después de haber andado ocho leguas por la costa delante halló un río, y dende andadas otras cuatro halló otro río que parecía muy caudaloso y mayor que ninguno de los otros que había hallado. No se quiso detener ni entrar en alguno dellos por dos respectos, el uno y principal porque el tiempo y viento era bueno para ir en demanda de la dicha isla de Babeque, lo otro porque si en el hobiera alguna populosa o famosa ciudad cerca de la mar se pareciera, y para ir por el río arriba eran menester navíos pequeños, lo que no eran los que llevaba; y así se perdiera también mucho tiempo, y los semejantes ríos son cosa para descobrirse por sí. Toda aquella costa era poblada mayormente cerca del río, a quien puso por nombre el río del Sol: dijo, quel domingo antes 11 de noviembre le había parecido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar a los Reyes, porque aprendieran nuestra lengua para saber lo que hay en la tierra, y porque volviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la fe, porque yo vi e cognozco (dice el Almirante) questa gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos, y sin saber que sea mal, ni matar a otros, ni prender, y sin armas, y tan temerosos que a una persona de los nuestros fuyen 100 dellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y cognoscedores que hay Dios en el cielo, e firmes que nosotros habemos venido del cielo, y muy presto a cualquiera oración que nos les digamos que digan y hacen el señal de la cruz . Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que si comienzan, en poco tiempo acabará de los haber convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras grandísimas suma de oro, que no sin causa dicen estos indios que yo traigo, que ha en estas islas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a los brazos e a las piernas, y son manillas muy gruesas, y también ha piedras y ha perlas preciosas y infinita especería; y en este río de Mares, de adonde partí esta noche, sin duda ha grandísima cantidad de almáciga, y mayor si mayor se quisiere hacer, porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y ha muchos y muy grandes, y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo ques mayor así los árboles como la hoja, como dice Plinio, e yo he visto en la isla de Xió, en el archipiélago, y mandé sangrar muchos destos árboles para ver si echaría resina para la traer, y como haya siempre llovido el tiempo que yo he estado en el dicho río no he podido haber della, salvo muy poquita que traigo a vuestras Altezas, y también puede ser que no es el tiempo para los sangrar, que esto creo que conviene al tiempo que los árboles comienzan a salir del invierno y quieren echar la flor; y acá ya tienen el fruto cuasi maduro agora. Y también aquí se habría grande suma de algodón, y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Can que se descubrirán sin duda, y otras muchas de otros señores que habrán en dicha servir a Vuestras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de Oriente, pues éstas son a nos en Poniente, y aquí ha también infinito lináloe, aunque no es cosa para hacer gran caudal, más del almáciga es de entender bien porque no la ha, salvo en la dicha isla de Xió, y creo que sacan dello bien 50.000 ducados, si mal no me acuerdo; y ha aquí en la boca del dicho río el mejor puerto que fasta hoy vi, limpio e ancho, e fondo, y buen lugar y asiento para hacer una villa e fuerte, e que cualesquier navíos se puedan llegar el bordo a los muros, e tierra muy temperada y alta, y muy buenas aguas. Así que ayer vino a bordo de la nao una almadía con seis mancebos, y los cinco entraron en la nao; estos mandé detener e los traigo. Y después envié a una casa, que es de la parte del río del Poniente, y trujeron siete cabezas de mujeres entre chicas e grandes y tres niños. Esto hice porque mejor se comportan los hombres en España habiendo mujeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas veces se acaeció traer los hombres de Guinea para que deprendiesen la lengua en Portugal, y después que volvían y pensaban de se aprovechar dellos en su tierra por la buena compañía que le habían hecho y dádivas que se les habían dado, en llegando en tierra jamás parecían. Otros no lo hacían así. Así que teniendo sus mujeres teman gana de negociar lo que se les encargare, y también estas mujeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas estas islas de India, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea adonde es mil maneras de lenguas que la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el marido de una destas mujeres, y padre de tres fijos, un macho y dos fembras, y dijo que yo le dejase venir con ellos, y a mí me aplogó mucho, y quedan agora todos consolados con el que deben todos ser parientes, y él es ya hombre de 45 años. Todas estas palabras son formales del Almirante. Dice también arriba que hacía algún frío, y por esto que no le fuera buen consejo en invierno navegar al Norte para descubrir. Navegó este lunes hasta el sol puesto 18 leguas al Leste cuarta del Sueste hasta un cabo, a que puso nombre el Cabo de Cuba.


MARTES 13 DE NOVIEMBRE.

Esta noche todo estuvo a la corda, como dicen los marineros, que es andar barloventeando y no andar nada, por ver un abra, que es una abertura de sierras como entre sierra y sierra, que le comenzó a ver al poner del sol, adonde se mostraban dos grandísimas montañas, y parecía que se apartaba la tierra de Cuba con aquella de Bohió, y esto decían los indios que consigo llevaban por señas. Venido el día claro dio las velas sobre la tierra, y pasó una punta que le pareció a noche obra de dos leguas, y entró en un grande golfo, cinco leguas al Sursudeste, y le quedaban otras cinco para llegar al cabo adonde en medio de dos grandes montes hacía un degollado, el cual no pudo determinar si era entrada de mar; y porque deseaba ir a la isla que llamaban Babeque adonde tenía nueva, según él entendía, que había mucho oro, la cual isla le salía al Leste, como no vido alguna grande población para ponerse al rigor del viento que le crecía más que nunca hasta allí, acordó hacerse a la mar, y andar al Leste con el viento que era Norte, y andaba ocho millas cada hora, y desde las diez del día que tomó aquella derrota, hasta el poner del sol anduvo 56 millas, que son 14 leguas al Leste desde el Cabo de Cuba. Y de la otra tierra del Bohio que le quedaba a sotaviento comenzando del cabo del sobredicho golfo descubrió a su parecer 80 millas, que son 20 leguas, y corríase toda aquella costa Lesueste y Ouesnoreste.


MIÉRCOLES 14 DE NOVIEMBRE.

Toda la noche de ayer anduvo al reparo y barloventeando (porque decía que no era razón de navegar entre aquellas islas de noche hasta que las hobiese descubierto), porque los indios que traía le dijeron ayer martes que habría tres jornadas, desde el río de Mares, hasta la isla de Babeque, que se debe entender jornadas de sus almadías, que pueden andar 7 leguas, y el viento también le escaseaba, y habiendo de ir al Leste no podía sino a la cuarta del Sueste, y por otros inconvenientes que allí refiere se hobo de detener hasta la mañana. Al salir del sol determinó de ir a buscar puerto porque de Norte se había mudado el viento al Nordeste, y si puerto no hallara fuérale necesario volver atrás a los puertos que dejaba en la isla de Cuba. Llegó a tierra habiendo andado aquella noche 24 millas al Leste cuarta del Sueste, anduvo al Sur millas hasta tierra, adonde vio muchas entradas y muchas isletas, y puertos, y por quel viento era mucho y la mar muy alterada no osó acometer a entrar, antes corrió por la costa al Norueste cuarta del Oueste, mirando si había puerto, y vido que había muchos, pero no muy claros. Después de haber andado así 64 millas halló una entrada muy honda, ancha un cuarto de milla, y buen puerto y río, donde entró y puso la proa al Sursudueste, y después al Sur hasta llegar al Sueste, todo de buena anchura y muy fondo, donde vida tantas islas que no las pudo contar, todas, de buena grandeza, y muy altas tierras llenas de diversos árboles de mil maneras e infinitas palmas. Maravillóse en gran manera ver tantas islas y tan altas, y certifica a los Reyes que las montañas que desde antier ha visto por estas costas y las destas islas, que le parece que no las hay más altas en el mundo ni tan hermosas y claras sin niebla ni nieve, y al pie dellas grandísimo fondo; y dice que cree que estas islas son aquellas innumerables que en los mapamundos en fin de Oriente se ponen; y dijo que creía que había grandísimas riquezas y piedras preciosas y especería en ellas, y que duran muy mucho al Sur, y se ensanchan a toda parte. Púsoles nombre la mar de nuestra Señora; y al puerto que está cerca de la boca de la entrada de las dichas islas puso puerto del Príncipe, en el cual no entró más de velle desde fuera hasta otra vuelta que dio el sábado de la semana venidera, como allí parecerá. Dice tantas y tales cosas de la fertilidad y hermosura y altura destas islas que halló en este puerto, que dice a: los Reyes que no se maravillen de encarecellas tanto, porque les certifica que cree que no dice la centésima parte: algunas dellas que parecía que llegan al cielo y hechas como puntas de diamantes: otras que sobre su gran altura tienen encima como una mesa, y al pie dellas fondo grandísimo que podrá llegar a ellas una grandísima carraca, todas llenas de arboledas y sin peñas.


JUEVES 15 DE NOVIEMBRE.

Acordó de andallas estas islas con las barcas de los navíos y dice maravillas dellas, y que halló almáciga e infinito lináloe, y algunas dellas eran labradas de las raíces de que hacen su pan los indios, y halló haber encendido fuego en algunos lugares: agua dulce no vida, gente había alguna y huyeron: en todo lo que anduvo halló hondo de 15 y 16 brazas, y toda basa, que quiere decir, quel suelo de abajo es arena y no peñas, lo que mucho desean los marineros, porque las peñas cortan los cables de las anclas de las naos.


VIERNES 16 DE NOVIEMBRE.

Porque en todas las partes, islas y tierras donde entraba dejaba siempre puesta una cruz: entró en la barca y fue a la boca de aquellos puertos, y en una punta de la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que el otro, y el uno sobre otros hechos una cruz, que dizque un carpintero no los pudiera poner más proporcionados; y adorada aquella cruz mandó hacer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz. Halló cañas por aquella playa que no sabía dónde nacían, y creía que las traería algún río y las echaba a la playa, y tenía en esto razón. Fue a una cala dentro de la entrada del puerto de la parte del Sueste (cala es una entrada angosta que entra el agua del mar en la tierra): allí hacía un alto de piedra y peña como cabo, y al pie dél era muy fondo, que la mayor carraca del mundo pudiera poner el bordo en tierra, y había un lugar o rincon donde podían estar seis navíos sin anclas como en una sala. ParecÍóle que se podía hacer allí una fortaleza a poca costa, si en algún tiempo en aquella mar de islas resultase algún resgate famoso. Volviéndose a la nao halló los indios que consigo traía que pescaban caracoles muy grandes que en aquellas mares hay, y hizo entrar la gente allí e buscar si había nácaras, que son las ostias donde se crían las perlas, y hallaron muchas, pero no perlas, y atribuyólo a que no debía de ser el tiempo dellas que creía él que era por mayo y junio. Hallaron los marineros un animal que parecía taso o taxo. Pescaron también con redes y hallaron un pece, entre otros muchos, que parecía propio puerco, no como tonina, el cual dizque era todo concha, muy tiesta, y no tenía cosa blanda sino la cola y los ojos, y un agujero debajo della para expeler sus superfluidades; mandólo salar para llevarlo que viesen los Reyes.


SÁBADO 17 DE NOVIEMBRE.

Entró en la barca por la mañana y fue a ver las islas que no había visto por la banda del Sudueste: vida muchas otras y muy fértiles y muy graciosas, y entre medio dellas muy gran fondo: algunas dellas dividían arroyos de agua dulce, y creía que aquella agua y arroyos salían de algunas fuentes que manaban en los altos de las sierras de las islas. De aquí yendo adelante halló una ribera de agua muy hermosa y dulce, y salía muy fría por lo enjuto della: había un prado muy lindo y palmas muchas y altísimas más que las que había visto: halló nueces grandes de las de India, creo que dice, y ratones grandes de los de India también, y cangrejos grandísimos. Aves vida muchas y olor vehemente de almizque, y creyó que lo debía de haber allí. Este día de seis mancebos que tomó en el río Mares, que mandó que fuesen en la carabela Niña, se huyeron los dos más viejos.


DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE.

Salió en las barcas otra vez con mucha gente de los navíos y fue a poner la gran cruz que había mandado hacer de los dichos dos maderos a la boca de la entrada del dicho puerto del Príncipe, en un lugar vistoso y descubierto de árboles: ella muy alta y muy hermosa vista. Dice que la mar crece y descrece allí mucho más que en otro puerto de lo que por aquella tierra haya visto, y que no es más maravilla por las muchas islas, y que la marea es al revés de las nuestras, porque allí la luna al Sudueste cuarta del Sur es baja mar en aquel puerto. No partió de aquí por ser domingo.


LUNES 19 DE NOVIEMBRE.

Partió antes quel sol saliese y con calma, y después al mediodía ventó algo el Leste y navegó al Nornordeste; al poner del sol le quedaba el puerto del Príncipe al Sursudueste, y estaría dél 7 leguas. Vido la isla de Babeque al Leste justo, de la cual estaría 60 millas. Navegó toda esta noche al Nordeste escaso, andaría 60 millas y hasta las diez del día martes otras 12, que son por todas 18 leguas, y al Nordeste cuarta del Norte.


MARTES 20 DE NOVIEMBRE.

Quedábanle el Babeque o las islas del Babeque al Lesueste, de donde salía el viento que llevaba contrario. Y viendo que no se mudaba y la mar se alteraba, determinó de dar la vuelta al puerto del Príncipe, de donde había salido, que le quedaba 25 leguas. No quiso ir a la isleta que llamó Isabela, que le estaba 12 leguas que pudiera ir a surgir aquel día, por dos razones: la una porque vida dos islas al Sur, las quería ver; la otra porque los indios que traía, que había tomado en Guanahani, que llamó San Salvador, que estaba 8 leguas de aquella Isabela, no se le fuesen, de los cuales dizque tiene necesidad, y por traellos a Castilla. Tenían dizque entendido que en hallando oro los había el Almirante de dejar tornar a su tierra. Llegó en paraje del puerto del Príncipe; pero no lo pudo tomar porque era de noche y porque lo decayeron las corrientes al Norueste. Tornó a dar la vuelta y puso la proa al Nordeste con viento recio; amansó y mudóse el viento al tercero cuarto de la noche, puso la proa en el Leste cuarta del Nordeste: el viento era Susueste y mudóse al alba de todo en Sur, y tocaba en el Sueste. Salido el sol marcó el puerto del Príncipe, y quedábale al Sudueste y cuasi a la cuarta del Oueste, y estaría dél 48 millas, que son 12 leguas.


MIÉRCOLES 21 DE NOVIEMBRE.

Al sol salido navegó al Leste con viento Sur: anduvo poco por la mar contraria; hasta horas de vísperas hobo andado 24 millas. Después se mudó el viento al Leste y anduvo al Sur cuarta del Sueste, y al poner del sol había andado 12 millas. Aquí se halló el Almirante en 42° de la línea equinocial a la parte del Norte, como en el puerto de Mares; pero aquí dice que tiene suspenso el cuadrante hasta llegar a tierra que lo adobe. Por manera que le parecía que no debía distar tanto, y tenía razón, porque no era posible como no estén estas islas sino en ... grados. Para creer quel cuadrante andaba bueno le movía ver, dizque el Norte tan alto como en Castilla, y si esto es verdad mucho allegado y alto andaba con la Florida; pero ¿dónde están luego agora estas islas que entre manos traía? Ayudaba a esto que hacía dizque gran calor; pero claro es que si estuviera en la costa de la Florida que no hobiera calor sino frío: y es también manifiesto que en 42° en ninguna parte de la tierra se cree hacer calor sino fuese por alguna causa de per accidens, lo que hasta hoy no creo yo que se sabe. Por este calor que allí el Almirante dice que padecía, arguye que en estas Indias, y por allí donde andaba, debía de haber mucho oro. Este día se apartó Martín Alonso Pinzón con la carabela Pinta, sin obediencia y voluntad del Almirante, por cudicia dizque pensando que un indio que el Almirante había mandado poner en aquella carabela le había de dar mucho oro, y así se fue sin esperar sin causa de mal tiempo, sino porque quiso. Y dice aquí el Almirante, otras muchas me tiene hecho y dicho.


JUEVES 22 DE NOVIEMBRE.

Miércoles en la noche pavegó al Sur cuarta del Sueste con el viento Leste, y era cuasi calma: al tercero cuarto ventó Nornordeste: todavía iba al Sur por ver aquella tierra que por allí le quadaba, y cuando salió el sol se halló tan lejos como el día pasado por las corrientes contrarias, y quedábale la tierra 40 millas. Esta noche Martín Alonso siguió el camino del Leste para ir a la isla de Babeque, donde dicen los indios que hay mucho oro, el cual iba a vista del Almirante, y habría hasta él 16 millas. Anduvo el Almirante toda la noche la vuelta de tierra, y hizo tomar algunas de las velas y tener farol toda la noche, porque le pareció que venía hacia él, y la noche hizo muy clara, y el ventecillo bueno para venir a él si quisiera.


VIERNES 23 DE NOVIEMBRE.

Navegó el Almirante todo el día hacia la tierra, al Sur siempre, con poco viento, y la corriente nunca le dejó llegar a ella, antes estaba hoy tan lejos della al poner del sol, como en la mañana. El viento era Lesnordeste y razonable para ir al Sur, sino que era poco; y sobre este cabo encavalga otra tierra o cabo que va también al Leste, a quien aquellos indios que llevaba llamaban Bohio, la cual decían que era muy grande y que había en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban Caníbales, a quien mostraban tener gran miedo. Y desque vieron que lleva este camino, dizque no podían hablar porque los comían, y que son gente muy armada. El Almirante dice que bien cree que había algo dello, más que pues eran armados sería gente de razón, y creía que habían captivado algunos, y que porque no volvían a sus tierras dirían que los comían. Lo mismo creían de los cristianos y del Almirante al principio que algunos los vieron.

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