Índice del Primer viaje de Cristobal Colón versión de Fray Bartolomé de las Casas | Quinta parte | Séptima parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
VI
SÁBADO 24 DE NOVIEMBRE.
Navegó aquella noche toda, y a la hora de tercia del día tomó la tierra sobre la isla llana, en aquel mismo lugar donde había arribado la semana pasada cuando iba a la isla de Babeque. Al principio no osó llegar a la tierra porque le parecía que aquella abra de sierras rompía la mar mucho en ella. Y en fin llegó a la mar de nuestra Señora, donde había las muchas islas, y entró en el puerto questá junto a la boca de la entrada de las islas, y dice que si él antes supiera este puerto, y no se ocupara en ver las islas de la mar de nuestra Señora, no le fuera necesario volver atrás, aunque dice que lo da por bien empleado por haber visto las dichas islas. Así que llegando a tierra envió la barca y tentó el puerto, y halló muy buena barra, honda de seis brazas, y hasta 20, y limpio, todo basa: entró en él poniendo la proa al Sudueste, y después volviendo al Oueste, quedando la isla llana de la parte del Norte, la cual con otra su vecina hace una laguna de mar en que cabrían todas las naos de España y podían estar seguras sin amarras de todos los vientos. Y esta entrada de la parte del Sueste, que se entra poniendo la proa al Susudueste, tiene la salida al Oueste muy honda y muy ancha; así que se puede pasar entremedio de las dichas islas, y por cognoscimiento dellas, a quien viniese de la mar de la parte del Norte, ques su travesía desta costa. Están las dichas islas al pie de una grande montaña ques su longura de Leste Oueste, y es harto luenga y más alta y luenga que ninguna de todas las otras que están en esta costa adonde hay infinitas, y hace fuera una restinga alluengo de la dicha montaña como un banco que llega hasta la entrada. Todo esto de la parte del Sueste y también de la parte de la isla llana hace otra restinga, aunquesta es pequeña, y así entremedias de ambas hay grande anchura y fondo grande, como dicho es. Luego a la entrada a la parte del Sueste dentro en el mismo puerto, vieron un río grande y muy hermoso, y de más agua que hasta entonces habían visto, y que bebía el agua dulce hasta la mar. A la entrada tiene un banco, mas después adentro es muy hondo de ocho y nueve brazas. Está todo lleno de palmas y de muchas arboledas como los otros.
DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE.
Antes del sol salido entró en la barca, y fue a ver un cabo o punta de tierra al Sueste de la isleta llana, obra de una legua y media, porque le parecía que había de haber algún río bueno. Luego a la entrada del cabo de la parte del Sueste, andando dos tiros de ballesta, vio venir un grande arroyo de muy linda agua que decendía de una montaña abajo, y hacía gran ruido. Fue al río, y vio en él unas piedras relucir con unas manchas en ellas de color de oro, y acordóse que en el río Tejo, que al pie dél junto a la mar se halló oro, y parecióle que cierto debía tener oro, y mandó coger ciertas de aquellas piedras para llevar a los Reyes. Estando así dan voces los mozos grumetes, diciendo que vían pinales. Miró por la sierra, y vídolos tan grandes y tan maravillosos que no podía encarecer su altura y derechura como husos gordos y delgados, donde conosció que se podían hacer navíos e infinita tablazón y másteles para los mayores naos de España. Vido robles y madroños, y un buen río, y aparejo para hacer sierras de agua. La tierra y los aires más templados que hasta allí, por la altura y hermosura de las sierras. Vido por la playa muchas otras piedras de color de hierro y otras que decían algunos que eran de minas de plata, todas las cuales trae el río. Allí cogió una entena y mástel para la mezan a de la carabela Niña. Llegó a la boca del río, y entró en una cala al pie de aquel cabo de la parte del Sueste muy honda y grande, en que cabrían 100 naos sin alguna amarra ni anclas, y el puerto que los ojos otro tal nunca vieron. Las sierras altísimas, de las cuales descendían muchas aguas lindísimas; y todas las sierras llenas de pinos, y por todo aquello diversísimas y hermosísimas florestas de árboles. Otros dos o tres ríos le quedaban atrás. Encarece todo esto en gran manera a los Reyes, y muestra haber rescebido de verlo, y mayormente los pinos, inestimable alegría y gozo, porque se podían hacer allí cuantos navíos desearen, trayendo los aderezos, sino fuere madera y pez que allí se hará harta, y afirma no encarecello la centésima parte de lo que es, y que plugó a nuestro Señor de le mostrar siempre una cosa mejor que otra, y siempre en lo que hasta allí había descubierto iba de bien en mejor, así en las tierras y arboledas, y yerbas y frutos y flores como en las gentes, y siempre de diversa manera, y así en un lugar como en otro. Lo mismo en los puertos y en las aguas. Y finalmente dice que cuando el que lo ve le es tan grande admiración, cuánta más será a quien lo oyere, y que nadie lo podrá creer sino lo viere.
LUNES 26 DE NOVIEMBRE.
Al salir el sol levantó las anclas del puerto de Santa Catalina adonde estaba dentro de la isla llana, y navegó de luengo de la costa con poco tiempo Sudueste al camipo del Cabo del Pico, que era al Sueste. Llegó al cabo tarde porque le calmó el viento, y llegado vida al Sueste cuarta del Leste, otro cabo questaría dél sesenta millas, y de allí vido otro cabo que estaría hacia el navío al Sueste cuarta del Sur, y pareció le que estaría dél 20 millas; al cual puso nombre el Cabo de Campana, al cual no pudo llegar de día porque le tornó a calmar del todo el viento. Andaría en todo aquel día 32 millas, que son 8 leguas. Dentro de las cuales notó y marcó nueve puertos muy señalados, los cuales todos los marineros hacían maravillas, y cinco ríos grandes, porque iba siempre junto con tierra para verlo bien todo. Toda aquella tierra es montañas altísimas muy hermosas, y no secas ni de peñas sino todas andables y valles hermosísimos. Y así los valles como las montañas eran llenos de árboles altos y frescos, que era gloria mirarlos, y parecía que eran muchos pinales. Y también detrás del dicho Cabo del Pico, de la parte del Sueste, están dos isletas que terná cada una en cerco dos leguas, y dentro dellas tres maravillosos puertos y dos grandes ríos. En toda esta costa no vido poblado ninguno desde la mar; podría ser haberlo, y hay señales dello, porque donde quiera que saltaban en tierra hallaban señales de haber gente y huegos muchos. Estimaba que la tierra que hoy vido de la parte de Sueste del Cabo de Campana era la isla que llamaban los indios Bohio: parécelo porquel dicho cabo está apartado de aquella tierra. Toda la gente que hasta hoy ha hallado dizque tiene grandísimo temor de los de Caniba o Canima, y dicen que viven en esta isla de Bohio; la cual debe de ser muy grande, según le parece, y cree que van a tomar a aquellos a sus tierras y casas, como sean muy cobardes y no saber de armas. Y a esta causa le parecía que aquellos indios que traía no suelen poblarse a la costa de la mar, por ser vecinos a esta tierra, los cuales dizque después que le vieron tomar la vuelta de esta tierra no podían hablar temiendo que los habían de comer, y no les podía quitar el temor, y decían que no tenían sino un ojo y la cara de perro, y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser del señorío del Gran Can, que los captivaban.
MARTES 27 DE NOVIEMBRE.
Ayer al poner del sol llegó cerca de un cabo, que llamó Campana, y porquel cielo claro y el viento poco no quiso ir a tierra a surgir, aunque tenía de sotavento cinco o seis puertos maravillosos, porque se detenía más de lo que quería por el apetito y deleitación que tenía y rescebía de ver y mirar la hermosura y frescura de aquellas tierras donde quiera que entraba, y por no se tardar en proseguir lo que pretendía. Por estas razones se tuvo aquella noche a la corda y temporejar hasta el día. Y porque las aguages y corrientes lo habían echado aquella noche más de cinco o seis leguas al Sueste adelante de donde había anochecido, y le había parecido la tierra de Campana: y allende aquel cabo parecía una grande entrada que mostraba dividir una tierra de otra, y hacía como isla en medio: acordó volver atrás con viento Sudueste, y vino adonde le había parecido el abertura, y halló que no era sino una grande bahía, y al cabo della de la parte del Sueste un cabo, en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parecía isla. Saltó el viento en el Norte y tornó a tomar la vuelta del Sueste, por correr la costa y descubrir todo lo que allí hobiese. Y vido luego al pie de aquel Cabo de Campana un puerto maravilloso y un gran río, y de allí a un cuarto de legua otro río, y de allí a media legua otro río, y dende a otra media legua otro río, y dende a una legua otro río, y dende a otra otro río, y dende a otro cuarto otro río, y dende a otra legua otro río grande, desde el cual hasta el Cabo de Campana habría 20 millas, y le quedan al Sueste; y los más destos ríos tenían grandes entradas y anchas y limpias, con sus puertos maravillosos para naos grandísimas, sin bancos de arena ni de peña ni restingas. Viniendo así por la costa a la parte del Sueste del dicho postrero río halló una grande población, la mayor que hasta hoy haya hallado, y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes voces, todos desnudos con sus azagayas en la mano. Deseó hablar con ellos y amainó las velas, y surgió y envió las barcas de la nao y de la carabela por manera ordenados que no hiciesen daño alguno a los indios ni lo rescibiesen, mandando que les diesen algunas cosillas de aquellos resgates. Los indios hicieron ademanes de no los dejar saltar en tierra y resistillos. Y viendo que las barcas se allegaban más a tierra, y que no les habían miedo, se apartaron de la mar. Y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las barcas no temieran, salielon tres cristianos diciendo que no hobiesen miedo en su lengua, porque sabían algo della por la conversación de los que traen consigo. En fin dieron todos a huir que ni grande ni chico quedó. Fueron los tres cristianos a las casas, que son de paja y de la hechura de las otras que habían visto, y no hallaron a nadie ni cosa en alguna dellas. Volviéronse a los navíos, y alzaron velas a medio día para ir a un cabo hermoso que quedaba al Leste, que habría hasta él ocho leguas. Habiendo andado media legua por la misma bahía vida el Almirante a la parte del Sur un singularísimo puerto, y de la parte del Sueste unas tierras hermosas a maravilla, así como una vega montuosa dentro en estas montañas, y parecían grandes humos y grandes poblaciones en ella, y las tierras muy labradas; por lo cual determinó de se bajar a este puerto, y probar si podía haber lengua o práctica con ellos; el cual era tal que si a los otros puertos había alabado, este dice que alababa más con las tierras y templanza y comarca dellas y población: dice maravillas de la lindeza de la tierra y de los árboles donde hay pinos y palmas, y de la grande vega, que aunque no es llana de llano que va al Sursueste, pero es llana de montes llanos y bajos, la más hermosa cosa del mundo, y salen por ella muchas riberas de aguas que descienden destas montañas. Después de surgida la nao saltó el Almiranteen la barca para sondar el puerto, ques como una escodilla; y cuando fue frontero de la boca al Sur halló una entrada de un río que tenía de anchura que podía entrar una galera por ella, y de tal manera que no se veía hasta que se llegase a ella, y entrando por ella tanto como longura de la barca tenía cinco brazas y de ocho de hondo. Andando por ella fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras, y el agua clarísima, y las aves y amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí. Iba diciendo a los hombres que llevaba en su compañía, que para hacer relación a los Reyes de las cosas que vían no bastaran mil lenguas a referillo ni su mano para lo escribir, que le parecía questaba encantado. Deseaba que aquello vieran muchas otras personas prudentes y de crédito, de las cuales dice ser cierto que no encarecieran estas cosas menos que él. Dice más el Almirante aquí estas palabras: cuánto será el beneficio que de aquí se puede haber, yo no lo escribo. Es cierto, Señores Príncipes, que donde hay tales tierras que debe haber infinitas cosas de provecho; mas yo no me detengo en ningún puerto, porque querría ver todas las más tierras que yo pudiese para hacer relación dellas a Vuestras Altezas, y también no sé la lengua, y la gente destas tierras no me entienden ni yo ni otro que yo tenga a ellos; y estos indios que yo traigo muchas veces le entiendo una cosa por otra al contrario, ni fío mucho dellos porque muchas veces han probado a fugir. Mas agora placiendo a nuestro Señor veré lo más que yo pudiere, y poco a poco andaré entendiendo y conosciendo, y faré enseñar esta lengua a personas de mi casa, porque veo ques toda la lengua una fasta aquí; y después se sabrán los beneficios, y se trabajará de hacer todos estos pueblos cristianos porque de ligero se hará, porque ellos no tienen secta ninguna ni son idólatras, y Vuestras Altezas mandarán hacer en estas partes ciudad e fortaleza, y se convertirán estas tierras. Y certifico a Vuestras Altezas que debajo del sol no me parece que las puede haber mejores en fertilidad, en temperancia de frío y calor, en abundancia de aguas buenas y sanas, y no como los ríos de Guinea que son todos pestilencia, porque, loado nuestro Señor, hasta hoy de toda mi gente no ha habido persona que le haya mal la cabeza ni estado en cama por dolencia, salvo un viejo de dolor de piedra, de que él estaba toda su vida apasionado, y luego sanó al cabo de dos días. Esto que digo es en todos tres navíos. Así que placerá a Dios que Vuestras Altezas enviarán acá o vernán hombres doctos, y verán después la verdad de todo. Y porque atrás tengo hablado del sitio de villa e fortaleza en el río de Mares por el buen puerto y por la comarca; es cierto que todo es verdad lo que yo dije, mas no ha ninguna comparación de allá aquí, ni de la mar de nuestra Señora; porque aquí debe haber infra la tierra grandes poblaciones y gente innumerable y cosas de grande provecho, porque aquí y en todo lo otro descubierto, y tengo esperanza de descubrir antes que yo vaya a Castilla, digo que terná la cristiandad negociación en ellas, cuanto más la España a quien debe estar sujeto todo. Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito que fuese por acrecentamiento y gloria de la Religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano. Todas son sus palabras. Subió allí por el río arriba y halló unos brazos del río, y rodeando el puerto halló a la boca del río estaban unas arboledas muy graciosas como una muy deleitable huerta, y allí halló una almadía o canoa hecha de un madero tan grande como una fusta de 12 bancos, muy hermosa, varada debajo de una atarazana o ramada hecha de madera y cubierta de grandes hojas de palma, por manera que ni el sol ni el agua le podían hacer daño; y dice que allí era el propio lugar para hacer una villa o ciudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas tierras, buenas comarcas y mucha leña.
MIÉRCOLES 28 DE NOVIEMBRE.
Estúvose en aquel puerto aquel día porque llovía y hacía gran cerrazón, aunque podía correr toda la costa con el viento que era Sudueste y fuera a popa, pero porque no pudiera ver bien la tierra, y no sabiéndola es peligroso a los navíos, no se partió. Salieron a tierra la gente de los navíos a lavar su ropa, entraron algunos de ellos un rato por la tierra adentro, hallaron grandes poblaciones y las casas vacías, porque se habían huido todos. Tornáronse por otro río abajo, mayor que aquel donde estaban en el puerto.
JUEVES 29 DE NOVIEMBRE.
Porque llovía y el cielo estaba de la manera cerrado no se partió. Llegaron algunos de los cristianos a otra población cerca de la parte del Norueste, y hallaron en las casas a nadie ni nada; y en el camino toparon con un viejo que no les pudo huir: tomáronle y dijéronle que no le querían hacer mal, y diéronle algunas cosillas del resgate y dejáronlo. El Almirante quisiera vello para vestillo y tomar lengua dél, porque le contentaba mucho la felicidad de aquella tierra y disposición que para poblar en ella había, y juzgaba que debía de haber grandes poblaciones. Hallaron en una casa un pan de cera, que trujo a los Reyes, y dice que donde cera hay también debe haber otras mil cosas buenas. Hallaron también los marineros en una casa una cabeza de hombre dentro en un cestillo, cubierto con otro cestillo, y colgado de un poste de la casa, y de la misma manera hallaron otra en otra población. Creyó el Almirante que debía ser de algunos principales del linaje, porque aquellas casas eran de manera que se acogen en ellas muchas gente en una sola, y deben ser parientes descendientes de uno solo.
VIERNES 30 DE NOVIEMBRE.
No se pudo partir porquel viento era levante muy contrario a su camino. Envió ocho hombres bien armados y con ellos dos indios de los que traía para que viesen aquellos pueblos de la tierra dentro, y por haber lengua. Llegaron a muchas casas y no hallaron a nadie ni nada, que todos se habían huido. Vieron cuatro mancebos questaban cavando en sus heredades, así como vieron los cristianos dieron a huir, no los pudieron alcanzar. Anduvieron dizque mucho camino. Vieron muchas poblaciones y tierra fertilísima, y toda labrada y grandes riberas de agua, y cerca de una vieron una almadía o canoa de 95 palmos de longura de un solo madero, muy hermosa, y que en ella cabrían y navegarían ciento y cincuenta personas.
SÁBADO 1° DE DICIEMBRE.
No se partió por la misma causa del viento contrario, y porque llovía mucho. Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto que creo llamó el Puerto Santo, sobre unas peñas vivas. La punta es aquella questá a la parte del Sueste, a la entrada del puerto, y quien hobiere de entrar en este puerto se debe llegar más sobre la parte del Norueste a aquella punta que sobre la otra del Sueste; puesto que al pie de ambas, junto con la peña, hay 12 brazas de hondo y muy limpio: mas a la entrada del puerto, sobre la punta del Sueste, hay una baja que sobreagua, la cual dista de la punta tanto que se podría pasar entre medias, habiendo necesidad, porque al pie de la baja y del cabo todo es fondo de 12 y de 15 brazas, y a la entrada se ha de poner la proa al Sudueste.
DOMINGO 2 DE DICIEMBRE.
Todavía fue contrario el viento y no pudo partir; dice que todas las noches del mundo vienta terral, y que todas las naos que allí estuvieren no hayan miedo de toda la tormenta de mundo, porque no puede recalar dentro por una baja que está al principio del puerto. En la boca de aquel río dizque halló un grumete ciertas piedras que parecen tener oro, trújolas para mostrar a los Reyes. Dice que hay por allí a tiro de lombarda grandes ríos.
LUNES 3 DE DICIEMBRE.
Por causa de que hacía siempre tiempo contrario no partía de aquel puerto y acordó de ir a ver un cabo muy hermoso un cuarto de legua del puerto de la parte del Sueste: fue con las barcas y alguna gente armada: al pie del cabo había una boca de un buen río, puesta la proa al Sueste para entrar, y tenía 100 pasos de anchura: tenía una braza de fondo a la entrada o en la boca; pero dentro había 12 brazas, ó 5, y 4, y 2, y cabrían en él cuantos navíos hay en España. Dejando un brazo de aquel río fue al Sueste y halló una caleta en que vida cinco muy grandes almadías que los indios llaman Canoas, como fustas muy hermosas y labradas que diz era placer vellas, y al pie del monte vida todo labrado. Estaban debajo de árboles muy espesos, y yendo por un camino que salia a ellas, fueron a dar a una atarazana muy bien ordenada y cubierta que ni sol ni agua no les podía hacer daño, y debajo della había otra canoa hecha de un madero como las otras, como una fusta de 17 bancos: era placer ver las labores que tenía y su hermosura. Subió una montaña arriba, y después hallóla toda llana y sembrada de muchas cosas de la tierra, y calabazas, que era gloria vella; y en medio della estaba una gran población: dio de súbito sobre la gente del pueblo, y como los vieron hombres y mujeres dan de huir. Aseguróles el indio que llevaba consigo de los que traía diciendo, que no hobiesen miedo que gente buena era. Hízolos dar el Almirante cascabeles y sortijas de latón y contezuelas de vidrio verdes y amarillas, con que fueron muy contentos. Visto que no tenían oro ni otra cosa preciosa, y que bastaba dejallos seguros y que toda la comarca era poblada y huidos los demás de miedo; y certifica el Almirante a los Reyes que 10 hombres hagan huir a 10,000: tan cobardes y medrosos son que ni traen armas salvo unas varas, y en el cabo dellas un palillo agudo tostado; acordó volverse. Dice que las varas se las quitó todas con buena maña, resgatándoselas de manera que todas las dieron. Tornados adonde habían dejado las barcas envió ciertos cristianos al lugar por donde subieron, porque le había parecido que había visto un gran colmenar; antes que viniesen los que había enviado ayuntáronse muchos indios y vinieron a las barcas donde ya se había el Almirante recogido con su gente toda: uno dellos se adelantó en el río junto con la popa de la barca, y hizo una grande plática, que el Almirante no entendía, salvo que los otros indios de cuando en cuando alzaban las manos al cielo y daban una grande voz. Pensaba el Almirante que lo aseguraban y que les placía de su venida; pero vido al indio que consigo traía demudarse la cara y amarillo como la cera, y temblaba mucho, diciendo por señas quel Almirante se fuese fuera del río que los querían matar, y llegóse a un cristiano que tenía una ballesta armada, y mostróla a los indios, y entendió el Almirante que los decía que los matarían todos, porque aquella ballesta tiraba lejos y mataba. También tomó una espada y la sacó de la baina, mostrándosela diciendo lo mismo, lo cual oído por ellos dieron todos a huir, quedando todavía temblando el dicho indio de cobardía y poco corazón, y era hombre de buena estatura y recio. No quiso el Almirante salir del río, antes hizo remar en tierra hacia donde ellos estaban, que eran muy muchos, todos teñidos de colorado y desnudos como su madre los parió, y algunos dellos con penachos en la cabeza y otras plumas, todos con sus manojos de azagayas. Lleguéme a ellos y diles algunos bocados de pan, demandéles las azagayas, y dábales por ellas a unos un cascabelito, a otros una sortijuela de latón, a otros unas contezuelas; por manera que todos se apaciguaron y vinieron todos a las barcas y daban cuanto tenían, porque qué quiera que les daban. Los marineros habían muerto una tortuga y la cáscara estaba en la barca en pedazos, y los grumetes dábanles della como la uña, y los indios les daban un manojo de azagayas. Ellos son gente como los otros que he hallado (dice el Almirante), y de la misma creencia, y creían que veníamos del cielo, y de lo que tienen luego lo dan por cualquiera cosa que les den, sin decir ques poco, y creo que así harían de especería y de oro si lo tuviesen. Vide una casa hermosa, no muy grande, y de dos puertas, porque así son todas, y entré en ella y vide una obra maravillosa, como cámaras hechas por una cierta manera que no lo sabría decir, y colgado al cielo della caracoles y otras cosas. Yo pensé que era templo, y los llamé y dije por señas si hacían en ella oración, dijeron que no, y subió uno dellos arriba y me daba todo cuanto allí había, y dello tomé algo.
Índice del Primer viaje de Cristobal Colón versión de Fray Bartolomé de las Casas | Quinta parte | Séptima parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|