Índice del Congreso Internacional Anarquista de Carrara, Italia (1968) autores variosSegundo puntoCuarto puntoBiblioteca Virtual Antorcha

CONGRESO INTERNACIONAL ANARQUISTA
(1968)


TERCER PUNTO

El anarquismo y el marxismo ante la prueba de la experiencia del siglo XX y teniendo en cuenta las experiencias de la revolución rusa, española y cubana.


Estudio - Dictamen

Preliminar

El desarrollo del tema, tanto en sus aspectos analíticos como en los críticos, reclamaría un volumen y una extensión que necesariamente habrían de rebasar los límites prudenciales de un Estudio-Dictamen sometidos a discusión y elaboración colectiva en un Comicio anarquista.

Nos ceñiremos, pues, a algunos puntos que consideramos interesantes y esenciales, por varios conceptos, situando el problema del anarquismo y del marxismo, y, por ende, de marxismo-leninismo, tras análisis, teniendo en cuenta las realidades de nuestro siglo, de la experiencia de las revoluciones más importantes habidas en su transcurso y hasta nuestra fecha, e intentaremos hacerlo de la manera más objetiva y sin detenernos largamente en honduras de disquisiciones doctrinales, filosóficas e ideológicas.

El marxismo, desde Marx a nuestro tiempo, ha sido presentado por sus exigencias con varias interpretaciones novedosas, con la pretensión de remozarlo y de que pudiera mejor resistir al desgaste y a los impactos de la crítica.

El marxismo se ha visto obligado a retroceder en su absoluta concepción mecanicista de la historia, producto, en parte, de la obstrusa y contradictoria filosofía hegeliana. Se ha visto obligado a hacer concesiones al factor humano en la historia y al papel que juega el sentido voluntarista y también a dorar, matizándolo superficialmente, su esquema del homo faber y del hombre nuevo.

Pero entre las aportaciones novedosas al marxismo, después de la exégesis de Plekhanof, figuran los remedos de lo que se ha llamado leninismo, que representa todavía una interpretación más rígida y más cerrada de lo que hay de jacobinismo revolucionario en el marxismo. Si éste en sus orígenes acepta el decaimiento de las formas de Estado y hasta su desaparición en lontananza, el leninismo, a pesar de ciertas reticencias teóricas en cuanto a la perdurabilidad del Estado, afirma y consolida la existencia de éste, en formas sui géneris de transitoriedad y su permanencia. Y en la degradación stalinista la dictadura del proletariado, en su manifestación estatal, es presentada como la forma más justa y poderosa del poder estatal que jamás haya existido.

Por principio, el anarquismo, en su negación completa de la autoridad y del Estado, sienta una afirmación vital y perenne de la libertad y de la necesidad de la construcción de una sociedad nueva basada en ella.

Hace resurgir al hombre, al individuo libre, como elemento básico y vital de la sociedad, fomentando un permanente movimiento renovador en ésta que tiende constantemente a liberarla de toda superestructura ajena que la envuelve y que sea extraña a sí misma y que dificulte su desarrollo.

No hace de la economía un ente mitológico. La reduce a la dimensión y a la escala del hombre y de la sociedad tal como racionalmente pueden concebirse en su evolución y fases más óptimas de desenvolvimiento.

Se insurge el anarquismo contra el determinismo mecanicista como motor de la historia. Dando la importancia debida al materialismo histórico y filosófico, mantiene la tesis de las autonomías esenciales y funcionales, de la presencia de factores quánticos oponiéndose a la unicidad del pensamiento, de formas y de estructuras, no poniendo punto final al progreso ni a la evolución y admitiendo la espontaneidad y las mutaciones bruscas revolucionarias.

Sostiene que la autoridad nunca puede ser revolucionaria. Que puede cambiarse de tiranías y de cadenas, pero que, aunque los tiranos y las dictaduras sean nuevas y nuevas las cadenas, vivirán también encadenados los hombres.

El anarquismo es la insurgencia y la rebeldía permanentes y creadoras. Un caudal de energías renovadoras abriendo vía y camino progresivo, desbordando todos los diques de contención políticos, sociales, económicos, éticos, culturales, ideológicos y filosóficos; barriendo todos los prejuicios y convencionalismos; sacudiendo todo estancamiento y construyendo, en un medio dado, una revolución permanente demoledora y constructiva de su propio mundo, en perenne mutación y floración.


Antagonismo fundamental entre el marxismo-leninismo y el anarquismo

Para la burguesía liberal y democrática, clase hoy dominante en los regímenes capitalistas, el Estado es necesario. Para los absolutistas y derechas reaccionarias lo es también. Igualmente lo apuntalan los partidos políticos de izquierda y de derecha al aspirar a gobernar y a ocupar el poder, aunque sea por la plataforma de elección al sufragio universal y la del parlamentarismo que conducen directamente a integrarse al aparato estatal y a funcionarizarse en sus diversos engranajes.

Para los marxistas-leninistas también el Estado, aún adoptando la adjetivación de proletario o popular, representa una necesidad, si bien admiten su carácter transitorio, por tiempo indeterminado; y aunque con la denominación de Estado democrático popular, esa etapa transitoria se convierte en dictadura del proletariado, o sea, de hecho, en dictadura del Partido Comunista único, transformándose éste en dirigente y en poder permanente, por encima de la sociedad, de todas las demás organizaciones sociales y sindicales y ejerciendo el papel de dueño, de inspector y de observador de todos los organismos, del aparato regresivo, de las fuerzas armadas y policiacas, etc.

Sólo el sindicalismo revolucionario y el anarquismo niegan de plano y de lleno la necesidad del Estado, del gobierno, del parlamentarismo. Por parte del anarquismo la negación de la autoridad, su rechazo, su posición antagónica frente a ella es total, radical, absoluta, bajo toda forma y carácter que se presente, en todo tiempo y aún durante los periodos revolucionarios y los llamados de transición.

El Estado, como institución, no ha existido, como se sabe, en todos los tiempos. El estado moderno ha emergido con el hundimiento de los regímenes feudales y el desarrollo del sistema burgués y capitalista, de sus estructuras económicas, de la propiedad privada, de sus instituciones jurídicas, de las ideologías burguesas y de la moral basada en el respeto a la ley, de la desigualdad de clases, pero sobre todo de la propensión al poder, al autoritarismo y a su centralización.

La supresión del poder-autoridad es indispensable para la liberación de la sociedad, para su desenvolvimiento. Lo es para la libertad del hombre.

Aún admitida la premisa equívoca de que el poder fuera de todos, del pueblo, para que no se reconstituyera, nadie debería disponer de él sobre su semejante, ni por consentimiento de éste, ni por delegación temporal, ni nadie debería abdicar de su partícula ante alguien, alienarla. Menos equívoca, más clara, es la fórmula anarquista: No autoridad, no gobierno, inexistencia de poder-mando, del Estado, lo que significa, de hecho, la ausencia de toda coerción, de toda opresión y de toda explotación.


Ninguna revolución hasta la fecha ha suprimido el Estado, el poder

La realidad histórica demuestra que ni la revolución inglesa, con Cromwell, ni la revolución francesa de 1789-93, ni la de 1848, ni la revolución mexicana de 1910, ni la revolución rusa de 1917, ni las revoluciones de los países del Este llamados de democracia popular, ni la revolución china, ni la revolución cubana, ni la misma revolución española de 1936-1939, han suprimido ni abolido el Estado-poder.

Las corrientes revolucionarias antiestatales y anarquistas en esos países en medio de esas grandes conmociones históricas, han sido minoritarias, aún allí donde han tenido más fuerza e incremento los anarquistas. No han podido ejercer una influencia determinante decisiva, por causas complejas. Y menos cuando no han querido caer, como se da el caso en la revolución española, en la tentación dictatorial ni dejarse encerrar en el círculo autoritario.

Los marxistas-leninistas (incluidos maoistas y trotskistas), en cambio, aunque ello supone su condenación irremediable cara al porvenir, que, pese a todos, será de libertad, por ser ésta una necesidad biológica, ética y esencial en el hombre, en el individuo y vital en la sociedad, aplicando sus métodos autoritarios han conseguido un triunfo de poder transitorio, no de revolución, que les ha llevado a la instauración de la dictadura sobre cada pueblo en que se han adueñado de las riendas del Estado y sobre el proletariado y los trabajadores. Estos siguen siendo clase dominada, sometida, divididos en categorías y controlados por la nueva clase dirigente a través de la omnipotencia de los partidos comunistas y de las minorias que los dirigen, condicionan y manipulan, teniendo en sus manos en esos países llamados de democracia popular socialista y comunista, todos los resortes claves de dominación y encuadramiento.


Experiencias de las revoluciones habidas en el siglo XX

A grandes rasgos, como definición de cada una de las más importantes revoluciones producidas en nuestro siglo, llegamos a la siguiente síntesis:

La revolución rusa

La revolución rusa, con todo lo que puede representar de paso adelante dado bajo la impulsión del pueblo ruso levantado contra la tiranía zarista y sus estructuras, es una revolución traicionada por el marxismo-leninismo y su excrecencia más repugante y fatal: el stalinismo, que es la transposición contemporánea superlativa del más feroz y exacerbado jacobinismo.

En la U.R.S.S. existe un super-Estado todopoderoso. El Estado interviene en todo. En la U.R.S.S. existe la desigualdad. También el salario y las diferencias de salario: las categorías salariales.

En la U.R.S.S. existe el dinero. La compra y venta. El mercado acaparado por el Estado.

En la U.R.S.S. existe la propiedad estatal. La sola excepción de los kolkoses, con su relativa autonomía, no hace la regla.

El monopolio de la producción se halla en manos de los cuadros del partido. La planificación estatal. Las finanzas las monopoliza el Estado.

En la U.R.S.S. el poder lo ejerce la nueva clase: el Partido Comunista, no el pueblo ni tampoco la clase obrera ni las masas populares. Y este poder es la dictadura del Partido Comunista sobre todos los demás.

A través de la experiencia de la revolución rusa se puede afirmar que, en la práctica, el marxismo-leninismo ha degenerado en un absolutismo autoritario, en un absolutismo ideológico y en un sistema concentracionario político-económico.


La revolución marxista-leninista en los países satélites

Las democracias populares, inspirándose del marxismo-leninismo, con relación a la U.R.S.S., como se da el caso en Polonia, Hungria, Bulgaria, Alemania del Este, Rumania, Checoeslovaquia -ésta a pesar de su evolución reciente- y la misma Albania, presentan pocas variantes, en lo esencial del sistema, de los métodos, de las estructuras y de la vertebración autoritaria de que es modelo tipo el llamado país de los soviets.

La democracia popular, la democracia revolucionaria, como la democracia burguesa, o simplemente la democracia sin adjetivo, tienen un vicio de origen y un punto esencial común: cracia, es decir: autoridad, Estado, gobierno. Sea la autoridad blanca, roja, negra, azul, del color que fuere, es autoridad, negación o limitación de la libertad; algo absoluta y fundamentalmente incompatible con la anarquía, como lo es el Estado, no importa como se denomine, y algo igualmente incompatible con el socialismo de libertad y con el comunismo libertario.


La revolución yugoeslava

Del caso de Yugoeslavia, se ha querido por algunos hacer excepción aparte, en el contexto del marxismo-leninismo. Pero si es cierto que en Yugoeslavia existe un mecanismo estructural y funcional menos rígido, no por eso deja de tener el defecto común de ser profundamente autoritario.

Existe, sí, la autogestión en las empresas de producción, pero bajo la inspección estatal y sin poder salirse del mecanismo de Estado y de la economía estatal planificada.

Puede comprobarse claramente, que, a través de los Comités Populares, de la Constitución y de las leyes existentes, y de la reglamentación y procedimientos que se aplican, hay una mayor integración de las masas al mecanismo gestor del Estado, alienándolas, y una centralización burocrática, que, centrífugamente, absorbe poco a poco la autonomía local y encuadra la gestión de las empresas y organismos económicos.

El dominio reservado y superior de Estado desarrolla el poder efectivo de este último sobre los demás organismos y la Federación entera. La autogestión está sujeta a caución y dependencia. Y confiesan los propios gobernantes yugoeslavos que todavía existen en ese país patentes injusticias.

La revolución china

La revolución china, bajo la impulsión maoista, y también de inspiración nacionalista y marxista-leninista a la vez y en la que predomina el elemento campesino como fuerza de masa potencial, apoyando a los dirigentes -éstos en el fondo, revolucionarios bastante pragmáticos a pesar de su barniz marxista-, adolece de taras parecidas a las de la revolución rusa.

La estructura del poder estatal ha seguido, bajo la dirección guerrera y dictatorial, un proceso autoritario y centralizador incontestable. La comuna autónoma ha sido sacrificada. Y la comitocracia de los llamados comités revolucionarios, aún a través de la revolución cultural, ha extendido las redes autoritarias locales, provenciales y centrales. China es un país civilmente militarizado. El partido comunista, desmembrado, por sus mismas luchas intestinas, ha perdido influencia. El fraccionalismo armado más o menos vinculado al maoismo, es lo que predomina por ahora. Cuadros activistas nuevos y representantes del ejército, poco permeabilizados por el marxismo ortodoxo, preparan sus escaladas al poder. La revolución china, considerada como revolución social y emancipadora, es también una revolución abortada.

La revolución cubana

La revolución cubana no es una revolución de inspiración marxista-leninista en su inicio, como tampoco lo fue la revolución mexicana de 1910. Pero la revolución cubana, en parte propiciada por elementos de formación más o menos pequeño burguesa y nacionalista, poco a poco ha caido en la órbita teórica del marxismo leninismo, sin verse totalmente absorbida por él.

El movimiento del 26 de julio, con Castro a la cabeza, junto con Cienfuegos, Che Guevara y otros, tiene más poder y dinámica revolucionaria que el Partido Comunista Cubano. Pero la revolución cubana es afectada también del virus autoritario. Diversas circunstancias han influido en la implantación de un marxismo-leninismo heterodoxo en Cuba. Más, aún así, la mentalidad y la psicología cubanas son bastante reacias a asimilar las tesis y las dosis doctrinales especificamente marxistas.

La revolución cubana es una revolución de más pan y de más libertad, impulsada por una minoría desde la cúspide, cuyas directrices han hallado eco entre el campesinado y entre las capas populares. Es una revolución bastante pragmática, sobre un fondo autoritario y en cierto modo paternalista. Ella puede dificilmente desembocar en la emancipación efectiva del pueblo y de la clase trabajadora cubana.

Ni el sindicato, ni los trabajadores industriales y campesinos organizados tienen una influencias determinante en Cuba. La dictadura del castrismo, que no puede ejercerse en nombre del proletariado, es la que dispone de todos los resortes autoritarios en el país y la economía se halla en sus manos, estando sujeta, por otra parte, a vaivenes y dependencias de la fluctuación internacional. Hoy en día la economía cubana es principalmente tributaria de la U.R.S.S.

En Cuba existen también las diferencias de salarios, aunque no tan importantes como en la U.R.S.S. y otros países satélites entre las categorías salariales.

Cuba es un regimen estatal, bajo la dependencia de una minoría, a pesar de que, al parecer, quiere defenderse de la plaga parasitaria de la burocracia.

El poder local en Cuba no es autónomo. Y se halla viciado también por un mecanismo activista que reduce, inspecciona y monopoliza sus funciones.

No obstante, Cuba es un país más permeable a las teorías y experimentaciones de tipo comunista libertaria que no lo son la U.R.S.S. y países satélites.

La revolución española

La revolución española 1936-1939 es la revolución de mayor contenido, sentido y significación libertarios de las que se han producido en el siglo XX, y podríamos decir, sin exageración, en el curso de la historia. Lo es ya como lucha consciente de un pueblo y de la clase trabajadora organizada por su independencia y contra el fascismo. lo es por la orientación y finalidad que se la imprime desde abajo y por la realización directa dle pueblo de tipo netamente libertario, por los organismos que crea, como las colectividades y las socializaciones, al margen del Estado. Lo es por la toma de posesión de las tierras, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. Por la organización de una economía en manos de los trabajadores. Por la autogestión en fábricas, talleres, en el agro, en los servicios de transporte y comunicaciones, etc. Por la organización, no comercializada del intercambio de productos, abstecimiento y consumo. Por la creación, de hecho, de la comuna autónoma local. Por la federación de ellas, de común concierto. Lo es por el federalismo funcional de organismos y de instituciones, desvinculadas del estatismo. lo es por la abolición de la propiedad privada, hecha efectiva en muchas partes. Lo es, en fin, por la responsabilidad directa que asume la organización sindical de los trabajadores aliados C.N.T.-U.G.T. independientemente del Estado y de los partidos políticos en la autogestión, administración y funcionamiento de los órganos más vitales de la sociedad.

La revolución española adquiere ese carácter libertario y esa amplitud revolucionaria social verdadera debido principalmente a la densidad de penetración y de saturación anarquista en el pueblo español y en la parte más dinámica y consciente del proletariado organizado en la Confederación Nacional del Trabajo, organización sindicalista revolucionaria, federalista, antiestatal y de finalidad comunista libertaria y debido a la presencia activa de la Federación Anarquista Ibérica, del Movimiento Libertario Español y de los anarquistas y simpatizantes en general.

Pero así como la C.N.T. y la F.A.I. se esforzaban en imprimir caracter y contenido mayormente libertario a la revolución española, los partidos políticos hacían todo lo posible para refrenarla, y el Partido Comunista y el Partido Socialista Unificado de Cataluña (éste equivalente de aquél), para sabotearla.

Los partidos políticos, republicanos y democráticos, incluido el Partido Socialista Obrero Español, no querían ir más allá de una revolución de signo pequeñoburgués. El Partido Comunista por otra parte, viendo que no podía controlar la revolución, ni darle un carácter marxista-leninista, cosa que tampoco le interesaba a la U.R.S.S. en aquella coyuntura histórica, se dedicaron a destrozar las realizaciones colectivistas y a revalorizar a los organismos estatales que el impulso revolucionario popular había quebrado y que todavía se hallaban en pie.

La Unión General de Trabajadores, central sindical reformista, influenciada por los socialistas, por su parte, seguía reticente a las audacias e iniciativas revolucionarias de la C.N.T. encaminadas a una transformación social efectiva. Eran más bien los propios obreros de la U.G.T., que, prescindiendo de las consignas oficiales de los dirigentes ugetistas, secundaban con cierto entusiasmo las iniciativas de la C.N.T. No obstante, el anarquismo, el anarcosindicalismo, no llegó nunca en España, a pesar de su potencialidad, a poder ser por sí sólo una fuerza únicamente determinante para que la revolución pudiera triunfar.

Lo realizado por la revolución española, bajo la impulsión del anarcosindicalismo y de la parte más dinámica de los trabajadores y del pueblo español, en materia social, económica, cultural y de organización básica de la nueva sociedad, tiene profunda significación libertaria y deja huella indeleble en la historia. es una cantera de estudio y de reflexión para todos los revolucionarios sinceros.

La revolución española no pudo dar toda la medida de sí misma. Le faltó tiempo material. Fue aplastada, aunque no vencida, por la cruzada reaccionaria y el fascismo internacional, antes de que pudiera adquirir mayor volumen y extensión y dar frutos más maduros.La revolución española es la que ha tenido menos densidad autoritaria gracias al potente movimiento de la C.N.T. y de la F.A.I., de los anarquistas organizados, y gracias a su dinámica actuante, a su sentido realista (sin dejar de incurrir en algunos errores, en parte explicables), influyendo en las masas populares y estimulándolas en la gestión directa de la economía y de la vida social, en las nuevas formas de trabajo, emancipadas de la explotación y de la inspección estatal; en las nuevas formas sociales de convivencia libre y solidaria.

La revolución española no ha adquirido caracter jacobino o totalitario marxista-leninista, sobre todo, a causa de la presencia y de la acción del Movimiento Libertario Español y de su enfrentamiento constante con el Partido Comunista.

La revolución española, aún subsistente el Estado republicano, en zona geográfica de España no caída bajo las garras del fascismo, es una revolución que tiende a la anulación del Estado, a la instauración de una sociedad de productores libres, administrada directamente por los trabajadores, por sí mismos, sin exclusivas directoras o dirigentes de partidos, sin el totalitarismo de un partido único y sin dictadura transitoria a base de él o de otros. Tanto en su finalidad, como en sus plasmaciones reales y en su orientación, la revolución española va más allá de lo que fue y significa histórica, social, política y revolucionariamente la propia Comuna de parís de 1871 y de cuantas revoluciones posteriores se han producido.

La revolución española es una revolución inacabada y latente, que conservará perennemente sus características singularmente originales y su sentido profundo libertario.


La defensa de la revolución

La defensa de la revolución no debe ser cosa exclusiva del proletariado revolucionario estableciendo una dictadura. Ella ha de interesar a todo el pueblo y a él debe ser confiada. En esa defensa, se quiera o no se quiera, se manifestará, naturalmente, el papel de cada una de las fuerzas o minorías revolucionarias más activas y capaces de hacer sentir su presencia. La eliminación de las mismas por la más potente, con miras a la obtención y al monopolio del poder revolucionario exclusivista, originará siempre el quebramiento del impulso revolucionario verdadero; el debilitamiento de la acción directa masiva popular, y, por otra parte, desencadenará las luchas intestinas más feroces, la marcha galopante hacia la dictadura. Una revolución, para ser tal y salvarse, sin frustraciones ni retrocesos, debe evitar la creación del poder político y de la dictadura transitoria y de la institucionalización de los mismos.

La existencia de las minorías revolucionarias debe ser respetada y llegarse a una coexistencia sobre el convenio formal de supresión de todo poder, autoridad u organismo estatal y de gobierno.

La revolución social, para ser revolución social verdaderamente transformadora y emancipadora que termine con las diferencias de clase, con la esclavitud económica y con la opresión política, debe arrancar de esta premisa esencial. El postulado axiomático anarquista de que la existencia de la autoridad es la antítesis de la libertad, tuvo ayer, tiene hoy y tendrá mañana validez permanente.

Toda revolución que tenga que recurrir a la dictadura o al poder estatal para mantenerse, será ahogada o degenerará.


¿Ejército o pueblo armado?

Lo mismo para un pueblo que para una revolución, aunque parezca paradójico, la amenaza mayor la constituye su llamado aparato de defensa, si este es el ejército. El ejército, si no lo utiliza directamente o por vía interpuesta, tiene los resortes de un poder permanente en potencia. Su subordinación al aparato civil dominante es de circunstancia y nunca incondicional. Y detrás de los cuartos de banderas asomará siempre el perfil del dictador, siendo el dictador muchas veces teledirigido por por conocidas u obscuras fuerzas o grupos de presión financiera o por coaligaciones de poder enarbolando estandartes de ideologías fascistas, patrióticas, racistas o revolucionarias. Toda democracia sucumbe finalmente, en los momentos cruciales y difíciles bajo la bota del golpismo militar. Toda revolución ha de chocar y de enfrentarse a lo largo de la historia con el ejército y la fuerza armada, con el aparato represivo estatal o dictatorial. Perdurará en la U.R.S.S. y en China más el ejército que el propio Partido Comunista. Y los golpes contrarrevolucionarios -no decimos contra-totalitarios- lo mismo en esos que en otros países, vendrán de mandos militares coaligados, tan peligrosos para el pueblo, para los trabajadores y para las libertades humanas, como las mismas direcciones colegiales ejecutivas de los partidos marxistas-leninistas.

El ejército popular, profesional y permanente, sus cuadros en activo o en reserva, constituyen siempre una reserva autoritaria, un dispositivo de poder generador de prepotencias liberticidas. Pueblo que tendrá formado un ejército nunca podrá considerar seguras ni garantizadas sus libertades.

Si los marxistas-leninistas exaltan las virtudes del ejército popular, los anarquistas no podemos hacerles coro. Debemos rechazar toda forma de ejército, toda militarización, aunque se llamara revolucionaria. Debemos rechazar sistemáticamente las estructuras militares o para-militares.

Las milicias populares civiles armadas, no permanentes, las guerrillas de voluntarios, los grupos o comités de defensa y de vigilancia, bajo la vigilancia directa de los trabajadores y construidos por ellos sin estructuras centralizadoras, pueden responder a las necesidades de la defensa armada de la revolución y contra el golpismo contrarrevolucionario, sin perder de vista nunca que, aún así, no pueden dejar de ser consideradas como un mal menor.

La misma fórmula vaga de pueblo en armas hará comprensible que la revolución no se halla consolidada ni segura. Sólo lo estará cuando el pueblo pueda vivir libre y en paz y armonía, sin estamentos armados que los defiendan, por ser él consciente y efectivamente capaz de autodefenderse por sí mismo de todo enemigo interior y exterior.


Relatividades de la eficacia

Frente a los anarquistas, los marxistas-leninistas, ante lo que consideran un triunfo de sus métodos en la U.R.S.S. y en otras partes, esgrimen el argumento de la validez y de la superioridad de los mismos, de su eficacia, desde el punto de vista revolucionario.

Loa anarquistas, aseveran, no han ganado ninguna revolución. Sus métodos de lucha son infantiles. Nosotros, dicen, podemos presentar los ejemplos de una revolución triunfante en la U.R.S.S., gracias sobre todo al Partido Comunista y a su papel dirigente.

Este argumento es falso.

Primero, porque la revolución rusa no es la obra exclusiva del Partido Comunista, sino del pueblo ruso.

Segundo, porque el Partido Comunista se ha impuesto al pueblo con su dictadura.

Tercero, porque el triunfo es del Partido Comunista estrangulando a la revolución rusa popular y encadenando de nuevo al pueblo, después de haber éste abatido el zarismo.

Nadie puede afirmar seriamente que el marxismo-leninismo haya libertado al pueblo ruso ni al ciudadano ruso.

A la distancia de cincuenta años de su triunfo, el Partido Comunista no ha podido todavía reconocer algunas libertades esenciales y derechos elementales reconocidos hasta en los mismos regímenes estatales y capitalistas, como por ejemplo, la libre expresión del pensamiento, el derecho de asociación libre, el de reunión, el de propaganda, etc.

La eficacia de los métodos leninistas-marxistas-stalinistas, desde el punto de vista de la libertad y de respeto a la personalidad humana, después de cincuenta años de experiencia real leninista-marxista-stalinista, queda desmentida prácticamente.

Al anarquismo, que, cierto es, no ha triufado aún en ningún país, que no puede triunfar, si el pueblo y el individuo no triunfan, si los hombres y la sociedad no se liberan por sí mismos y demuestran su capacidad, su aptitud y su voluntad de ser libres, no podría achacársele fracaso semejante.

La experiencia de la eficacia de los métodos de libertad preconizados por el anarquismo, el valor de los mismos en sus aplicaciones parciales, reales y prácticas, allí donde se han ensayado, en condiciones ambientales y situaciones aún no suficientemente maduras para una plena y vasta experimentación anárquica popular, manifestándose conscientemente y de manera espontánea, no dirigida, queda intacta. Su valor permanente representa una promesa y una esperanza, una confianza, también, sobre el devenir humano y sobre un porvenir formado y forjado por la razón, la conciencia, la ciencia, la capacidad, el equilibrio sano y vital del hombre integralmente considerado, dueño de sí mismo y de su destino, de las propias revoluciones que desencadena, de las transformaciones que crea, y no mecanismo o robot de las fuerzas ciegas y fatales, de los mitos o de las instituciones, de las estructuras esclavistas y autoritarias que hasta hoy han predominado en la historia e impedido a la humanidad de vivir en paz, libre y felíz, en medio de la abundancia y practicando la solidaridad y el apoyo mutuo.


Conclusiones

El marxismo ha contribuido, sin duda, a la crítica de la economía y de la sociedad burguesa, política y jurídica, de lo que no tiene la exclusiva, pues otros críticos no marxistas, entre ellos los llamados socialistas utopistas y los pensadores y sociólogos anarquistas y de otras escuelas, han contribuido también seriamente a ella e incluso algunos se han anticipado a Marx y Engels, y, naturalmente, al mismo Lenin, en esa crítica y en la formulación de algunas de las teorías de las cuales el mismo marxismo se ha apropiado o desarrollado. Pero el marxismo, aún dentro de su criticismo al régimen burgués, ha contribuído a levantar el culto de la economía política, deus ex machina, para él, del desarrollo de la filosofía, despreciando el factor humano y subordinándolo al mecanicismo y al determinismo fatalista de las fuerzas económicas.

El marxismo-leninismo-stalinismo ha sido un destructor de ideologías para convertirse, en la práctica, en un monopolizador de un super-monimo ideológico permanente y estereotipado.

El marxismo ha sido incapaz de crear, de formar, de engendrar, de fundar, de definir y de hacer vivir nuestros valores humanos de libertad, de dignidad individual, de ética libre, sin sanción ni obligación, de humanismo solidario y de convicencia social sin autoridad.

¿Se puede hablar de bancarrota y de fracaso del marxismo-leninismo?

Desde el punto de vista revolucionario de instauración del socialismo y del comunismo por medio de la dictadura del proletariado y del ejercicio del poder o gobierno por los marxistas-leninistas, la respuesta es afirmativa. Su fracaso es rotundo.

Ni los métodos ni la táctica, ni la estrategia marxista-leninista, ni su línea de conducta, ni sus esquemas y fundamentos doctrinales conducen al socialismo ni al comunismo libres ni a la liberación efectiva de los hombres y de los pueblos. Su fracaso es tan patente y evidente como el de la social-democracia reformista y de la democracia burguesa para crear una sociedad justa y libre de respeto total a la personalidad humana y de dignificación del individuo.

El anarquismo, sigue y seguirá asumiendo, cara al porvenir, un papel considerable y trascendente dentro de la humanidad y en las transformaciones y revoluciones sociales del futuro.

El anarquismo, sin ignorar las influencias del materialismo histórico, coloca al hombre como factor primordial y esencial de su propio destino individual y social y como impulsor y motor de la historia. Como ser pensante y consciente, como voluntad actuante, con poder transformador, en biología social, para crear su propio medio, con los recursos de la naturaleza de que dispone, con la utilización y transformación de los mismos, por medio de su esfuerzo y de su trabajo, de su saber, de su técnica y de su ciencia, apoyándose en una nueva moral humanista y solidaria e imprimiendo al desarrollo histórico su intenso ritmo voluntarista avivándolo con sus propias fuentes de inspiración y plasmando en lo real las formas modélicas de las nuevas estructuras sociales perfectibles, siempre en progresión ascendente hacia el más allá ilimitado de bienestar y armonía universal.

Pero el más fatal error de los anarquistas sería adormecerse o detenerse sobre la marcha; perder su combatividad de luchadores por la libertad; dejar mellar su voluntarismo revolucionario y desconocer el valor ofensivo, defensivo y creador del Movimiento Anarquista en acción permanente, de la organización federativa y autónoma específicamente anarquica, del impulso individual y colectivo mancomunado en un medio ambiental anárquico o por anarquizar.

Los anarquistas han de manifestarse en el presente y en el futuro con mayor impulsión y energía anárquicos, para hacer frente a las realidades nuevas, a la vanguardia de todos los otros movimientos revolucionarios, dando puebas constantes de su capacidad constructiva y fieles esencialmente a los principios fundamentales del anarquismo, que tienen valor actual y perenne.

Sólo así los anarquistas estaremos a la altura del gran papel histórico llamado a jugar por el anarquismo militante. Sólo así contribuiremos a que sea realidad la aguda, lúcida y esperanzadora profecía de Bovio: Anárquico es el pensamiento y hacia la anarquía va la historia.

Que esto sea realidad en la humanidad y en el tiempo, depende principalmente de los propios anarquistas y de su permanente e incesante acción y esfuerzo anárquicos en los días venideros.

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