DE GRITOS Y SOMBRERAZOS
Breve reflexión sobre la significación simbólica del 15 de septiembre.
PRESENTACIÓN Todos los países del mundo guardan en su memoria fechas simbólicas generalmente relacionadas con su fundación o inicio. En México, quizá la fecha más representativa de su memoria histórica se encuentre representada en el 15 de septiembre, en cuanto punto de partida del movimiento escicionista o, si se prefiere, independentista, que finalmente concluiría con la separación o independencia de la Nueva España del reino de España. Así, lo ocurrido la noche de ese ya muy lejano 15 de septiembre de 1810 cuando, a manera de leyenda se relata que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, en un acto desesperado, llamó a los pobladores de un pueblito llamado Dolores, ubicado en el territorio que ahora corresponde al Estado de Guanajuato, a rebelarse contra la opresión española y prácticamente a luchar por su independencia. Ciertamente, y es bueno el señalarlo, en esto existe toda una controversia al respecto, puesto que hay historiadores que afirman que el cura Hidalgo no perseguía en sí la independencia de la Nueva España, sino más bien que su lucha estaba encaminada contra la intervención francesa en la península hispana y, por ende, representaba realmente la defensa del soberano Fernando VII; habiendo, naturalmente, otros historiadores que opinando diferente, afirman que la lucha del cura Hidalgo era 100% en pro de la independencia, y que quien mostrábase tendiente a la reivindicación del soberano hispano Fernando VII, lo era Ignacio Allende, para quien la lucha no era otra que la reivindicación de la monarquía hispana ante la intervención napoleónica. En fin, como cada corriente de historiadores explayan sus pruebas de lo que afirman, este interesante asunto puede considerarse aún no resuelto, por lo que el tema sigue abierto para ser indagado por todo aquel a quien le interese. Ahora bien, lo que para nosotros es importante resaltar, es el hecho de que dos años antes, esto es, en el año de 1808, la fecha del 15 de septiembre serviría de escenario para que el interesantísimo y verdaderamente espontáneo proceso generado a raíz de la invasión napoleonica a la peníncula hispana, coyunturalmente encabezado por el Virrey Iturrigaray, que de haberse logrado hubiera muy probablemente desembocado en un movimiento pro independencia, fuera abruptamente finiquitado mediante un auténtico golpe de Estado encabezado por Gabriel del Yermo, quien al frente de la corriente monarquista más recalcitrante de la Nueva España, hizo preso al Virrey. Así, si en 1810, el cura HIdalgo pronunció su célebre grito en pro de la independencia, en 1808, le tocaría al Virrey Iturrigaray pegar de gritos cuando la soldadezca acaudillada por Gabriel del Yermo penetró en sus habitaciones deteniéndole en ropa de cama. En fin, lo curioso de este caso es que tenemos que el simbolismo representado por la fecha del 15 de septiembre, en cuanto parteaguas del nacimiento de un pais, nación y Estado independiente y soberano, contiene significativamente su contrario, el de un simbolismo que representa la sujeción, el encadenamiento y sometimiento de un territorio a la voluntad de una metrópoli; así, si el grito que cuéntase dió Hidalgo en el poblado de Dolores representaba el ansia de libertad e idependencia; los gritos que dió el Virrey Iturrigaray al ser apresado por Gabriel del Yermo y secuaces, representan la angustia y el terror del sometimiento involuntario a potestades externas. Conviene pues interrogarnos, ¿cuál de estas dos representaciones simbólicas es la que tiende a festejarse en esta época de bicentenarios? Septiembre del 2010 Para que puedas ver este video sin interrupciones, lo más conveniente es que accedas desde un equipo que cuente con conexión de banda ancha a Internet, de lo contrario podrías experimentar constantes cortes. |
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ANTECEDENTES DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA | La Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la Revolución francesa Los movimientos por la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la Revolución francesa de 1789, fueron, sin duda, de determinante influencia para el posterior desarrollo de la lucha independentista en México. El primero porque permitió la posibilidad de financiamiento a los agrupamientos novohispanos no conformes con el desarrollo de la monarquía borbónica hispana; y, el segundo, porque, además del influjo ideológico-político que por sí mismo irradió al mundo entero, de manera indirecta sumió a la monarquía española en una crisis económica sumamente aguda. En efecto, la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica encumbró en el poder de la Confederación norteamericana -primera organización que se dieron las trece colonias independientes- a una generación de revolucionarios dispuestos a financiar movimientos similares en el continente americano que debilitasen el poderío de las monarquías europeas, sabeedores de que mientras en Europa las monarquías no se debilitasen, su futuro, en cuando Confederación independiente, se encontraba en entredicho. En cuanto a la Revolución francesa, además de haberse acuñado una ideología tendiente al republicanismo que abominaba del monarquismo, no debe perderse de vista que al linaje real que derrocaron no era otro que el borbónico, y España encontrábase en aquellos momentos precisamente bajo el gobierno de similar linaje, por lo que la ejecución de Luis XVI trajo consigo una inmediata declaración de guerra por parte de la dinastía borbónica instalada en el poder real español. La denominada guerra del Rosellón, iniciada precisamente a raíz de la ejecución de Luis XVI, el 7 de marzo de 1793, terminaría en una virtual derrota española, con la firma de la entonces famosa paz de Basilea en 1795, terminando todo este asunto con el reconocimiento de la República francesa por parte de la monarquía hispana y la cesión de la isla de La española (actual República Dominicana) a Francia. De aquí siguió una política conciliadora entre España y Francia plasmada en el Tratado de San Idelfonso, documento signado el 18 de agosto de 1796, mediante el cual prácticamente España establecio una alianza con su antigua enemiga la República francesa, y a raíz del cual la monarquía hispana devendría en manantial de apoyo financiero para las campañas napoleónicas desarrolladas a inicios del siglo XIX. Por supuesto que el dinero con el que la corona española costeaba buena parte de las campañas napoleónicas, provenía de sus colonias, y así, la Nueva España hubo de soportar en los primeros años del siglo XIX un verdadero fardo impositivo que, como resulta lógico entender, genero un empobrecimiento de la población, a la par que un acentuado malestar e inconformidad con la política real. Después del fracaso militar en la célebre batalla de Trafalgar (1805), el reino español quedo en una situación de gran fragilidad, misma que obviamente terminó reflejándose en sus dominios coloniales a los cuales exprimió aún más por la vía impositiva. | Bibliografia virtual 1.- La Nueva España. |
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EL PROCESO ITURRIGARISTA | El 56avo. Virrey de la Nueva España: Don José Iturrigaray En 1803, y gracias a la intervención de Manuel Godoy, el llamado príncipe de la paz por la importancia de su accionar en la firma del tratado que condujo a la denominada Paz de Basilea en 1795, fue nombrado 56avo Virrey de la Nueva España, José Joaquín Vicente de Iturrigaray y Aróstegui, individuo cuya edad rayaba ya en los sesenta años, y quien había actuado en la llamada guerra del Rosellón. La situación que iba a enfrentar este Virrey no era nada alagüeña, puesto que las agitadísimas aguas políticas europeas amenazaban con generar un auténtico tsunami en territorio novohispano. En efecto, las turbulencias generadas, primero, por el estallido de la Revolución Francesa y, segundo, por el desarrollo de las campañas militares napoleónicas, auguraban la inminencia de profundísimos cambios en las estructuras sociales, políticas, económicas y jurídicas del llamado viejo mundo; cambios que, por supuesto, veríanse rápidamente reflejados en sus colonias. En el caso específico de España, a nadie, con tres dedos de frente, podía caberle duda de que más temprano que tarde, la situación en sus dominios del continente americano iba a experimentar radicales transformaciones. Para desgracia de la Corona hispana y también de la población residente en el continente americano, se dió la mala suerte de que en aquellos momentos a quienes representaban la Corona no les alcanzaba de frente ni un dedo; y de ahí, en buena parte, la tragedia manifiesta en la irremediable pérdida de centenas de miles de vidas y del altísimo costo en la infraestructura destruida durante el largo periodo que comprenderían las luchas de independencia de los diferentes territorios hispanos en América. En el caso específico de la Nueva España, oportunidad hubo para haber evitado tan costosísimo desaguisado, y esta se genero precisamente siendo Virrey el señor Iturrigaray. Es conocido que a raíz de la derrota de la coalisión militar franco-española, en la batalla de Trafalgar, el reino español entraría en un agudo proceso de derrumbe económico, por lo que toda la política fiscal implementada por el Virrey Iturigaray, en lo particular la tristemente célebre Consolidación de los Vales Reales, medida cuya función objetiva era prácticamente bolsear de manera descarada a los sectores novohispanos con cierto nivel de ingreso, para financiar la armada española en su coalisión con la Francia napoleónica, practicamente se derrumbo dejando principalmente a la población de los peninsulares en una situación económica hartamente desfavorable, generándose no pocas intentonas motineras encabezadas por criollos caídos en desgracia. Y mientras esto ocurría en la Nueva España, en la metrópoli la situación no era para nada diferente, ya que los tejes y manejes de Manuel Godoy, ministro real que hacía y deshacía prácticamente a su antojo ante la torpeza, miopía e idiotez de Carlos IV, el monarca en turno, tuvo la brillante idea de permitir a Napoléon Bonaparte el paso a su ejército para que, con el objeto de poner en práctica lo que el denomino bloqueo continental en contra de Inglaterra e impedir las relaciones comerciales que Portugal estaba desarrollando con aquél reino, metiera a los portugueses en cintura. La decisión del ministro hispano no fue, como es lógico el suponerlo, del agrado del pueblo español, quien harto de tanta insensatez terminó amotinándose en Aranjuez exigiendo la renuncia de Godoy. A raíz de tal motín, Carlos IV decide, obligado por las circunstancias, abdicar en favor de su hijo Fernando VII, pero he aquí que en todo este ajo, intervendría el mismísimo Napoleón Bonaparte, el cual, buscando poner orden decide apresar a la familia real, trasladándola a Bayona para ahí decidir la suerte del reino hispano, hecho que traeria como consecuencia el levantamiento armado del 2 de mayo por parte de los sectores hispanos contrarios a la presencia de las fuerzas armadas francesa en territorio español, a lo que Napoleón respondió imponiendo al célebre Pepe Botella como jefe del Reino hispano. Todo este desaguizado político se reflejaría, como es de suponerse, en la Nueva España, donde los sectores proclives al monarquismo absoluto, ni tardos ni perezosos diéronse cuenta de lo conflictivo de la situación, previendo a dónde podía conducir a la Nueva España. De entre las primeras medidas tomadas por el Virrey Iturrigaray destaca la movilización de considerables destacamentos militares a Veracruz, previendo una posible invasión francesa a territorio novohispano, y conforme fueron siendo conocidas las actividades desarrolladas en la Metrópoli, la sociedad novohispana, particularmente la radicada en la ciudad de México, actuó a traves de sus órganos políticos, concretamente por medio del Ayuntamiento de la ciudad, en el cual llegó a proponerse la conformación de una Junta Gubernamental que se encargase de la administración en ausencia del soberano, retomando el término soberanía popular de modo muy poco grato a las corrientes proclives al monarquismo absoluto, quienes, como era de esperarse, rápidamente reaccionaron ante lo que ellos, no sin razón, vieron como un serio peligro proindependentista; y así, estructurándose militarmente para enfrentar la por ellos llamada conspiración proindependentista encabezada por el Virrey José de Iturrigaray, conformaron, la cédula golpista de Los patriotas de Fernando VII, y durante la noche del 15 de septiembre de 1808, tomaron por asalto el Palacio Virreinal deteniendo al Virrey, a su familia, así como a los más importantes miembros del Ayuntamiento de la ciudad, Francisco Primo de Verdad y Ramos, Fray Melchor de Talamantes y Juan Francisco Azcárate. | Bibliografia virtual 1.- Situación de la Nueva España en 1808. |
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LA CONSPIRACIÓN DE VALLADOLID | En pro de un Congreso Novohispano. Si bien los sectores proclives al monarquismo absoluto, después de haber frenado en seco la intentona iturrigarista de buscar crear una Junta Gubernativa que se hiciera cargo de la administración novohispana en ausencia del monarca, supusieron que con ello daban un ejemplo a los habitantes de las diversas regiones de la Nueva España para detener cualquiera otra intentona similar, lamentablemente para ellos fallaron por completo. Así, un año después, en Valladolid nuevamente tiende a repetirse la historia cuando un nutrido y bien organizado grupo de conspiradores entre los que se encontraban Vicente Santa María, Pedro Rosales, Sixto Verduzco, José María Izazaga, José Antonio de Soto Saldaña. José María Abarca y León y Manuel de la Torre Lloreda, lidereados por Jose Mariano Michelena, José Nicolás Michelena y José María Obeso, tenían como objetivo principal el conformar, al igual que Iturrigaray y el sector progresista del Ayuntamiento de la ciudad de México, una Junta Gubernamental emergida de un Congreso de las diversas regiones novohispanas para que se encargase de la administración de la Nueva España ante la carencia de soberano. Ahora bien, si cierto es que los conjurados de Valladolid no buscaban propiamente la independencia del territorio novohispano, puesto que manteníanse fieles al soberano, su accionar ponia en claro que las cosas en la Nueva España forzosamente habrían de experimentar profundos cambios, en pocas palabras: que ya nada seria igual que antes. Una particularidad de la denominada conspiración de Valladolid, sin duda lo fue la participación de contingentes indígenas, mismos que fueron organizados por Pedro Rosales. | Bibliografia virtual 1.- Conspiraciones e intentonas de levantamientos. |
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EL GRITO | Las conspiraciones de Querétaro y San Miguel el Grande. Todo el asunto relativo a las conspiraciones de Querétaro y San Miguel el Grande, han sido descritas desde todas las ópticas imaginables. Desde la aburrida y tediosa seriedad a la que son por desgracia muy afectos algunos historiadores y cronistas, hasta mediante vaciladas, descripciones jocosas e incluso usando de un lenguaje poco conveniente, por llamarle de alguna manera, estos hechos se han repetido una y mil veces cada que se acerca la fecha simbólica del 15 de septiembre, sonando como cuentos con lo que se arrulla a los niños. El hecho objetivo fue que por aquel año de 1810, la situación política en la Nueva España habiase vuelto un auténtico desgarriate. Y no era para menos, máxime si tomamos en cuenta no sólo lo que ocurría en la metrópoli, sino en la mismísimo territorio novohispano. El cataclismo político interno ocasionado dos años atrás por el golpe de Estado contra la autoridad virreinal presidida por José Iturrigaray y la nulificación, nada más y nada menos que del Ayuntamiento de la ciudad de México, auténtico corazón de la Nueva España, era iposible que no trajesen serias consecuencias. Además, si se toma en cuenta la conspiración de Valladolid, bien podrá entenderse lo sumamente agitadas que se encontraban las aguas políticas de la Nueva España, por lo que el descubrimiento de la conspiración queretana y lo que acontecía en San Miguel el Grande, resultan hechos totalmente comprensibles. El hecho era que la Nueva España, en aquel simbólico año de 1810, era un territorio en el que gran parte de su población letrada pasábasela conspirando o intentando conspirar por el simple hecho de que a nadie satisfacía el rumbo que habían tomado las cosas. Existía, pues, en el ambiente un espeso rumor de que algo iba a ocurrir, y es bajo ese ambiente de ansiedad, de temor, de recelo al futuro, que habrá de gestarse la simbología del grito en el poblado de Dolores, o, si se prefiere, de los dolores en el poblado del grito. Es evidente que hay cosas que no encajan en el cuento del relato de lo que supuestamente ocurrió aquel ya muy lejano 15 de septiembre de 1810. Elemento básico en la narración del cuento es el de la improvisación, la espontaneidad y el apresuramiento del que hubo echar mano el cura Hidalgo para intentar salvar lo salvable de una situación que creíase perdida. Sin embargo resulta muy poco creible y convincente la supuesta improvisación, espontaneidad y apresuramiento. Dícese, por ejemplo, que el señor Hidalgo púsose a tocar la campana de la iglesia llamando a misa para cuando los parroquianos se acercaron a la iglesia, soltarles todo un rollo y convencerles de que había llegado el momento de ir a cojer gachupines; y que los parroquianos, entusiasmados con tan erótica idea, al unísono gritaron: ¡¡¡Si, si, si!!! Aunque mejor sería gachupinas En todo esto hay un increible parecido a lo que había ocurrido en Valladolid cuando el fraile Vicente Santa María, desde el púlpito, busco enardecer a los concurrentes llamándoles a que se uniesen al movimiento; aunque el resultado, en este caso, fue del todo contrario a lo que sucedió con Hidalgo, puesto que todo se redujo a que alguien de entre los parroquianos se concretase a señalar: ¿Por qué nadie detiene a este locochon?, no faltando el que lo tomó la palabra y, dicho y hecho, Vicente Santa María fue a dar con sus huesos a la carcel. Resulta evidente que si Hidalgo se aventó a hacer lo que hizo en Dolores, era por el simple y sencillo hecho de que en esa población existía ya un contingente de pobladores metidos en la conspiración que le secundaron, y que muy probablemente los conspiradores encargados de tender los lazos de comunicación y enlace con la población indígena de la zona, actuaron de inmediato. De nuevo, el ejemplo de lo ocurrido en Valladolid, donde Pedro Rosales organizó a la población indígena de la zona para atraerla al movimiento, cae como anillo al dedo. Ahora bien, y recurriendo a una frasecilla que ha vueltose de obligado uso en estos tiempos de bicentenarios, haiga sido como haiga sido, el hecho fue que aquel 15 de septiembre de 1810 se armó la tremolina, iniciándose una lucha militar, política e ideológica que, después de haber cubierto varias etapas en un prolongado lapso de once años, felizmente concluyo con el nacimiento de un Estado independiente en el concierto de naciones de la segunda década del siglo XIX. | Bibliografia virtual 1.- Razones de la Independencia. |
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