DE REVOLUCIONES, REGRESIONES E INVOLUCIONES
(Una particular interpretación del centenario de la Revolución Mexicana)
PRESENTACIÓN La simbólica fecha del 20 de noviembre ha sido usada con constancia como el inicio del proceso revolucionario mexicano. Nos parece que es un buen momento, el centenario, para preguntarnos si es un acierto o no. Generalmente, se tiende a confundir los conceptos revolución y lucha armada, cual si se tratasen de sinónimos. En realidad, conduce a una distorcionada visión sobre hechos históricos, y lo que es peor aún: a una parálisis de cualquier accionar. Así, si en el pasado se asoció estos términos, no tenemos por qué continuar haciendo lo mismo. Suponer que debamos considerar el llamamiento de Francisco I. Madero con su Plan de San Luis, convocando al pueblo de México a la insurrección armada, como el inicio de una revolución, es repetir y aceptar la interpretación de una fecha histórica sin previo análisis. Así, sin menospreciar la etapa del accionar maderista en el seno del complejo proceso revolucionario mexicano, parécenos que si algún documento o evento puede simbólicamente considerarse como el inicio del proceso revolucionario mexicano, más que al llamamiento a la insurrección del Plan de San Luis, deberíamos analizar la Invitación al Partido Liberal realizada en San Luis Potosí por Camilo Arriaga y un puñado de liberales. Es en este documento, que no encierra llamamiento alguno a la violencia y sí a la reflexión y análisis de un sistema que volvíase inoperante, y rompía con la estabilidad republicana, procurando su transformación, en el que debiésemos fijarnos. Pues es precisamente en ese sentir, en ese analizar el agotamiento del regimen porfirista, buscando la construcción, desde abajo, de un régimen que viniese a solucionar añejos problemas y encarar conflictivas situaciones que, en nuestra opinión, genérase el inicio del proceso revolucionario. Ciertamente el vocablo revolución no es facilmente asimilable y el comprender su contenido presenta dificultades, pero no podemos eludir el problema convirtiendo su significado en sinónimo de violencia. De cara al siglo XXI poco favor nos hacemos si continuamos repitiendo conceptos que, a más de haber demostrado su inexactitud, se vuelven pesadas cadenas que nos impiden avanzar, expresar nuestras ideas, nuestras esperanzas, nuestras alternativas; no carguemos opiniones ajenas sino ideas, esperanzas y alternativas genuinamente nuestras. Así pues, ahora que se celebra el simbólico aniversario de la Revolución Mexicana, es el momento de comunicar el tenor de nuestras reflexiones. Noviembre del 2010 |
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EL MADERISMO | Una brevísima reseña de su desarrollo Surgido en 1909 mediante la conformación del Partido Nacional Antirreeleccionista por los señores Francisco I. Madero y Emilio Vazquez Gómez, cuyo principal objetivo era el acceder a un posicionamiento estratégico de cara a las elecciones por celebrarse en el año siguiente, el maderismo manifiéstase como un movimiento político-civilista de tendencias oportunistas a la caza de la vicepresidencia de la República. En efecto, ante el vacío producido por las derrotas de las intentonas insurreccionales promovidas durante 1908 por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, al igual que por la ya inocultable escisión generada en el organismo liberal, las fuerzas políticas emergentes mexicanas se aprestarán a cubrir ese vacío generando sus propios objetivos y tácticas. La cercanía de la contienda electoral federal, aunado ello a una ingenua creencia y persistente fe en el juego electoral, el Partido Nacional Antirreeleccionista alcanzará un rápido y sorprendente desarrollo que le colocará como serio competidor de los abanderados porfiristas. Y cuando el entonces presidente de la República, general Porfirio Díaz concede la entrevista al periodista norteamericano Creelman, en donde, entre otras cosas, llega a afirmar que México está apto para la democracia, como reguero de pólvora se expande la suposición de que el viejo dictador por fin da esperanzas de retirarse voluntariamente del poder. Ante tan favorable panorama la desatada euforia de amplios sectores de la población mexicana hacen depender sus esperanzas de cambio en la actividad del Partido Nacional Antirreeleccionista. Así, la contienda electoral de 1910 presentase como una verdadera opción para la consolidación de los cambios que veíanse ya de urgente realización, particularmente en lo referente al posicionamiento de grupos opositores dispuestos a desarrollarse dentro del marco electoral, alejados de las intentonas insurreccionales a las que parecíase haberse hecho adicto el en otras épocas nucleo opositor por excelencia, el Partido Liberal Mexicano lidereado por Ricardo Flores Magón, cuyo último sonado triunfo fue el haber convencido a un periodista norteamericano de nombre John Kenneth Turner a que se aventurase por territorio mexicano y comprobase, por él mismo, el cúmulo de informes que Ricardo Flores Magón y otros miembros del Partido Liberal Mexicano, habíanle transmitido, acerca de las pésimas condiciones en que vivía una importante parte de la población mexicana, cuando lograron entrevistarse con él estando presos en la carcel del condado de Los Angeles, California. Y sería de aquel viaje, emprendido por Turner, que emergería el libro México bárbaro, el que, dicho sea de paso, causó más daño al regimen porfirista que todas las intentonas insurreccionales promovidas hasta ese entonces por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. Así, ante el generalizado descrédito del regimen porfirista a raíz de la publicación de México bárbaro, y acorralado, en lo interior, por las afirmaciones del señor Porfirio Díaz en la entrevista de Creelman, el Partido Nacional Antirreeleccionista, supuso llegado su momento de gloria, redoblando esfuerzos en sus labores organizativas de cara a las elecciones por realizarse. En un inicio preveíase que la contienda electoral de 1910 iba a ser muy cerrada, ya que la desbordante y entusiasta manera en como amplísimos sectores de la población mexicana daban la bienvenida al Partido Nacional Antirreeleccionista hacían prever que el fin del porfirismo encontrábase prácticamente a la vuelta de la esquina. Pero ... la realidad sería otra ... y muy diferente. | Bibliografía virtual 1.-
Los esclavos de Yucatán, Primer capítulo de la obra México bárbaro de John Keneth Turner en el que hace mención de su encuentro con Ricardo Flores Magón en la carcel del condado de Los Angeles, Cal. |
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UNA CAMPAÑA FALLIDA | El fraude electoral de 1910 Desgraciadamente todas las ilusiones y esperanzas que las descaradas mentiras del señor general Porfirio Díaz habían generado entre amplísimos sectores de la población mexicana, se convertirían en humo conforme la campaña electoral fue desarrollándose. En efecto, y sin importar el cada vez mayor impacto que el recorrido de Francisco I. Madero por la República mexicana en su campaña electoral bajo la bandera del Partido Nacional Antirreeleccionista, iba generando, con la realización de impactantes y masivos mítines, el aparato represor porfirista, bastante ducho en cuanto a su labor, no tardaría mucho en bloquear la actividad de los antirreeleccionistas, poniéndoles cuanta traba estaba a su mano para evitar el normal desarrollo de su campaña. El asunto llegaría a niveles sorprendentes cuando el regimen porfirista toma la decisión de sacar del juego electoral a la molesta fórmula de Madero-Vazquez Gomez, y acabar de golpe y porrazo con la esperanza que para muchos representaba la sola existencia del Partido Nacional Antirreeleccionista. Así, mediante una argucia jurídica avalada por el sometimiento del Poder Judicial, se entabla un juicio contra el señor Francisco I. Madero, promoviéndose su encarcelamiento. Esto, que no tenía otra finalidad que la de quitar la figura de Madero para evitar su presencia durante la contienda electoral, trajo consecuencias que quizá ni los paniaguados del porfirismo previeron. En efecto, el señor Madero logra evadirse de su encarcelamiento, marchándose a los Estados Unidos de Norteamérica y radicándose en la ciudad de San Antonio, Texas, en donde, rápidamente, da un giro a su actividad político-civilista, metamorfoseando al organismo antirreeleccionista en un órgano político militar dispuesto ya a hacerse del poder mediante el desarrollo de una insurrección armada, expidiendo para tal efecto, el ahora celebérrimo Plan de San Luis, en donde se fija la fecha del 20 de noviembre de ese año de 1910 para que desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan, precisándose en seguida que los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación, lo harán desde la víspera. El preámbulo del llamado a la insurrección se presentará en la ciudad de Puebla, donde la familia Aquiles Serdán, implicada en el complot guerrerista del maderismo, tendría la mala fortuna de ser descubierta, generándose así una balacera en pleno centro de la angelópolis, con el trágico resultado de la muerte del señor Aquiles Serdán. La noticia de lo acontecido se esparcería a los cuatro vientos, enturbiando seriamente el ambiente politico de la República mexicana y vaticinando un tétrico y negro futuro a la población en general. | Bibliografía virtual 1.- Carta de Francisco I. Madero a Porfirio Díaz. |
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LA CAMPAÑA MILITAR MADERISTA | La toma de Ciudad Juárez y la victoria antirreeleccionista La campaña militar promovida por Francisco I. Madero fue realmente muy corta y la rapidez de su conclusión debiose, principalmente, a la actividad del señor Pascual Orozco, principal operador militar antirreeleccionista, quien fue capaz de apuntarse triunfos militares que seriamente mellaron la psicología del mando castrense porfirista. Cabe destacar como particularidad del proceso militar antirreeleccionista los roces e incluso serios enfrentamientos que se llegaron a generar entre las fuerzas maderistas y las que bregaban bajo la bandera de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, presidida por Ricardo Flores Magón, que paralelamente al maderismo llevo a efecto una importante movilización de sus alicaidas fuerzas militares, en los Estados del Norte de la República Mexicana, siendo particularmente en el Estado de Chihuahua donde se generarían las más importantes fricciones. Ponemos énfasis en esto porque existe al respecto una incomprensible conspiración del silencio promovida, incluso, por las mentes belicistas de quienes se empeñan en revolver las terminologias revolución con lucha armada, y que en este caso particular, el referente a la participación de las fuerzas guerreristas liberales, cobijadas con la bandera Tierra y Libertad, blandida por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, guardan un completo silencio al respecto. Llama nuestra atención que la participación liberal en la campaña promovida por Madero, sea pasada por alto, como si no hubiese existido. Pero la realidad es la realidad, y el hecho fue que esa participación existió y que los conflictos generados entre esas dos fuerzas revolucionarias, serían los primeros que marcarían la pauta de los desatinos y errores que, prácticamente uno tras otro, el señor Francisco I. Madero cometería. Los primeros barruntos del divisionismo que posteriormente se contagiaría al seno mismo del antirreeleccionismo, ya los encontramos en las fricciones habidas entre antirreeleccionistas y liberales. Finalmente con el sitio a la fronteriza población chihuahuense de Ciudad Juárez, y sobre todo al impacto que tal acontecimiento generaría entre la población norteamericana, la balanza cargose plenamente del lado maderista. Porfirio Díaz, sabedor de que su gloria había llegado a su fin, ni tardo ni perezoso púsose a idear la manera de intentar salvar lo salvable. Para ello, evaluo sus posibilidades, sabedor de que entre los vencedores, contaba también con sus caballitos de Troya, representados en la familia del mismísimo señor Madero. En efecto, el padre y el tío del señor Francisco I. Madero, sólidos vínculos tenían con la institucionalidad porfirista representada en el denominado Partido Científico, al ligarlos una sólida amistad con el señor Limantour; así, el viejo zorro de mar seguro estaba de que buena tajada podía sacar de esa situación, por lo que rápidamente envió a sus operadores con el preciso fin de iniciar un diálogo para, según él, dar continuidad a la República; esto es, el cuidar que no se generase un rompimiento institucional, sino más bien una suave transición del régimen por el encabezado al que seguramente el mismo Francisco I. Madero terminaría por encabezar. En base a este discurso, y dolosamente advirtiendo sobre la posibilidad de hundir a México en un baño de sangre si no se tendía ese puente transitorio, el viejo general saliose finalmente con la suya, logrando convencer al señor Madero, aunque no a sus allegados más cercanos, de estructurar el puente transitorio por medio de un conjunto normativo que a la historia ha pasado con el nombre de los Tratados de Ciudad Juárez. Aceptados los susodichos Tratados, y estableciéndose el interinato presidencial en la persona de Francisco León de la Barra, el viejo dictador, gloria de la batalla del 2 de abril, pudo ver con satisfacción que había logrado salirse con la suya. Así, si en el terreno de los porfiristas había indudable satisfacción por los acuerdos logrados, en el campo antirreeleccionista, en cambio, el encono, la división y las recriminaciones entre individuos y corrientes, pusiéronse a la orden del día. No había que ser genio para vislumbrar la cantidad de problemas
que el aparente movimiento triunfante iba, en breve, a encarar. | Bibliografía virtual 1.- La revolución, artículo de Ricardo Flores Magón publicado en el periódico Regeneración, el 19 de noviembre de 1910. |
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DEL TRIUNFO A LA DECEPCIÓN | La descomposición del antirreleccionismo Con la firma de los Tratados de Ciudad Juárez, el sistema porfirista quedó, además de dueño del poder, íntegro en su estructura, y por supuesto, el interinato del señor Francisco León de la Barra, inmediatamente púsose a trabajar, no precisamente en favor de la revolución, sino más bien en pro de la restauración. Completamente extraviado, el señor Francisco I. Madero, busca mantener unido lo que ya estaba deshecho, mediante sus propuestas para la integración del gabinete de la transición, nombrando ciertos personajes para tratar de quedar bien con quienes se sienten, y con razón, defraudados. Paralelamente, la nefasta influencia de su padre, Francisco y de su tío, Ernesto, oblíganle a ceder ante los auténticos cantos de sirena entonados por la corriente restauradora de los científicos, quienes, viéndose y sintiéndose libres de la prolongada y vetusta tiranía de Porfirio Díaz, sienten llegar su hora de esplendor. Así, moviéndose en un mundo de intrigas y contradicciones, manifestando una suprema debilidad de caracter, y una desesperante indecisión, el señor Madero va tejiendo, lentamente, el que a la postre será su ocaso. El hervidero de pasiones que, por lógica, habría de explotar, manifiéstase de mil y una formas, conformando un traje que le queda demasiado holgado al señor Madero. En el terreno político, las clases y subclases tienden a agruparse en la defensa de sus intereses, estructurándose y organizándose de diferentes maneras, estableciendo alianzas y pactos temporales entre ellas, buscando su posicionamiento de cara al futuro mediato e inmediato. En el ámbito castrense, está presente entre los altos mandos militares un desagradable sabor a derrota, sin que muchos de ellos puedan asimilar lo sucedido en Ciudad Juárez, habiendo incluso quienes, buscando no precisamente quién se las deba, sino quién se las pague, complotan contra el sistema imperante. En el seno del supuestamente triunfante movimiento maderista, las abismales diferencias entre corrientes y subcorrientes vaticinan un cisma de proporciones incalculables que se presentaría con el abandono del Partido Antirreleccionista y la conformación del Partido Constitucional Progresista, produciéndose la gota que vendría a derramar el ya repleto vaso. En efecto, los acuerdos que sirvieron de base para la estructuración misma del maderismo serían prácticamente deshechados, calando entre los antirreeleccionistas el abandono de la originaria fórmula electoral de los panchitos, esto es, la postulación de Francisco I. Madero y Francisco Vazquez Gómez para la presidencia y vicepresidencia de la República, supliéndola por la de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. Tal decisión generaría, como era de esperarse, un auténtico agarrón entre quienes habían sido antiguos correligionarios, lo que llevaría a la desestabilización del gabinete de la transición con la renuncia de algunos secretarios de Estado, desestabilización que aunque en apariencia afectaba al interinato de Francisco León de la Barra, en la práctica, salvajemente torpedeaba el barco maderista. Finalmente, las elecciones se llevarían a cabo y su resultado a nadie sorprendería, cuando Francisco I. Madero y José María Pino Suárez alzábanse con la victoria en las urnas. Sería más bien en la conformación de la legislatura federal en donde las sorpresas estarían a la orden del día. Tres partidos emergían como dominantes del espectro político del México de aquel entonces: el Partido Constitucional Progresista, el Partido Católico Nacional, y, el Partido Liberal, lidereado por Fernando Iglesias Calderón, cuyos principales cuadros provenían de la escisión generada al interior de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, de la que habían defeccionado los señores Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal seguidos por un considerable número de correligionarios.
| Bibliografía virtual 1.- Manifiesto de Francisco León de la Barra a la Nación. |
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Hacia un gobierno fallido | El ocaso del maderismo Ya sentado en la silla presidencial, el señor Madero prácticamente perderá el sentido de la orientación, y sin tomar las prudentes y necesarias medidas de autoprotección caminará derechito a su inmolación. La guardia presidencial destinada a su protección continuará integrada con los mismos elementos castrenses que había servido al general Porfirio Díaz y al señor Francisco León de la Barra, sin que ello aparentemente molestara al señor Madero, lo que indicaba su total descuido en aspectos fundamentales de seguridad. En el mismo mes que asume el cargo, en el Estado de Morelos se expediría el Plan de Ayala, mediante el cual recibiría su primer bofetón al ser desconocido como presidente de la República. Tres meses más tarde, en Chihuahua, expediríase el no tan conocido Plan de Santa Rosa, mediante el que, para variar, volvíasele a desconocer, insultando al movimiento que encabeza al llamársele maderismo científico. Y, un mes después, también en Chihuahua, se le asestaría otro devastador golpe cuando su antiguo general, vencedor de mil batallas, el señor Pascual Orozco, expide el Plan de la Empacadora, en el que, nuevamente, se le desconoce como presidente de la República. La reacción del señor Madero ante estos movimientos insurreccionales es confusa, tardía y contradictoria. Ordenando la represión militar de esos movimientos, pone en manos de los generales Angeles, para mantener a raya a los levantados zapatistas, y Victoriano Huerta, para aplastar la rebelión orozquista. Políticamente, en Chihuahua, el señor Abraham González realiza esfuerzos sobrehumanos buscando tender puentes de diálogo con Orozco, fracasando por desgracia en sus intentos. Finalmente Orozco sería derrotado por las fuerzas federales comandadas por Victoriano Huerta y el general Angeles lograría mantener a raya al zapatismo, pero nuevamente el señor Madero enseñaría el cobre de sus pésimas tomas de decisión, al no remover de su puesto al general Victoriano Huerta confiriéndole alguna misión en una lejana nación, con el fin de frenar su súbito engrandecimiento al presentarse como el vencedor, ni más ni menos, que del más importante general maderista, el señor Pascual Orozco. El año de 1912 transcurriría bajo un ambiente de inestabilidad y confusión que predecía una mayúscula catástrofe, pero el señor Francisco I. Madero parecía no percatarse de la gravedad de los hechos y actuaba como si todo estuviese estable y bajo control. Su propia imagen, que tan sólo dos años atrás era motivo de veneración y respeto, se encontraba por los suelos, pues, era objeto de los más mórbidos y crueles chistes, por ejemplo en torno a su estatura y a sus creencias espiritistas pero el señor Madero continuaba, inmutable, como si no pasase nada... sin querer ver que su índice de popularidad había bajado como se diría en la actualidad. A principios de 1913, la mayoría de los sectores pensantes de México estaban plenamente seguros que de un momento a otro produciríase un golpe de Estado cuyo objetivo sería el remover al señor Madero del cargo presidencial. Y tal predicción termina produciéndose, teniendo su inicio en el cuartelazo de la Ciudadela conocido como la Decena Trágica. Lo más sorprendente de todo esto es la despreocupada actitud del señor Madero, quien no obstante contar con todos los elementos para entender lo peligroso de la situación, continuaba actuando como si nada. Caso omiso hacía a las públicas declaraciones del embajador norteamericano, señor Henry L. Wilson, quien a los cuatro vientos y sin cuidar tan siquiera las apariencias, abiertamente declaraba que el señor Madero era un loco de remate al que debía recluírsele en un manicomio. Finalmente el salvaje y cruel acto de traición del dipsómano general Victoriano Huerta, quien en confabulación con Aureliano Blanquet y Félix Díaz llevó a cabo el más degradante acto que imaginarse pueda, al obedecer como perrillo faldero las órdenes y consignas del embajador norteamericano, plasmadas en el lamentable documento conocido con el nombre de El Pacto de la Embajada. No libre de culpa de este escarnio quedó la XXVI Legislatura federal y el autonombrado grupo parlamentario de los renovadores, al aceptar las renuncias presentadas ante su soberanía por los señores Madero y Pino Suárez a sus cargos de presidente y vicepresidente de la República, plenamente conscientes que las dichas renuncias fueron obtenidas, por medio de la mentira y la traición, al encontrarse los señores Madero y Pino Suárez detenidos.
| Bibliografia virtual 1.- El Plan de Ayala. |
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