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Capítulo 19
Posición internacional de la F.O.R.A.
Como se ha podido ver, no pasó un solo congreso de la F.O.R.A. sin que se expresase netamente el anhelo de una confederación obrera sudamericana revolucionaria y de reconstruir la Internacional. Se hicieron diversos esfuerzos, algunos frustrados por la reacción periódica, otros por los acontecimientos mundiales.
Recordamos por ejemplo el proyectado congreso sudamericano a celebrarse en 1910 en Buenos Aires, malogrado por el estado de sitio y las persecuciones, la concurrencia al congreso sindicalista de Londres de 1913, las relaciones con los organismos obreros del Brasil y el Comité de relaciones, formado en el segundo congreso de la Confederación Obrera Brasileña en nombre de esa Confederación y de la F.O.R.A.
Después de la guerra y de la revolución rusa, cuando Moscú polarizaba el sentimiento revolucionario de todo el mundo y surgió de allí la idea de constituir una Internacional sindical, la F.O.R.A. envió un delegado en 1920, desconocido después. Pero todo eso, lo mismo que la correspondencia continua con las organizaciones hermanas de América del Sur, evidencia la preocupación de la Federación por estar ligada orgánicamente a todo el movimiento sindical revolucionario del mundo.
Los trabajos iniciados en el congreso de Londres de 1913, interrumpidos por la guerra, fueron reanudados después de ésta mediante algunas conferencias preliminares, una en 1920, en donde se establecieron las bases de la actuación de los sindicalistas en Moscú, otra en 1922, donde se puso ya de relieve la imposibilidad de una ligazón orgánica con el comunismo ruso y con su Internacional Sindical Roja y se resolvió convocar un congreso sindicalista mundial para diciembre de 1922. A ese congreso concurrió la F.O.R.A. y en él se resolvió la constitución de la Asociación Internacional de los Trabajadores, continuadora de la primera Internacional bakuninista.
La Asociación Internacional de los Trabajadores, polo de las fuerzas obreras libertarias de todos los países, ha chocado y choca continuamente con el odio de todos los gobiernos y se halla fuera de la ley habitualmente en los países de dictadura, y en los regidos democráticamente no es respetada más que hasta allí donde llega su fuerza para imponer respeto.
Habiendo liquidado en su seno de un modo radical la influencia de la sugestión moscovita, la F.O.R.A. llevó al plano internacional ese criterio y ha mantenido en la familia sindicalista revolucionaria una posición propia, sin que eso haya implicado nunca insolidaridad o particularismo.
Estuvo representada luego por los congresos ulteriores y ha mantenido en ellos la corriente libertaria en oposición a las aspiraciones más específicamente sindicalistas de algunas otras centrales europeas. Sobre todo ha combatido internacionalmente el fusionismo y los frentes únicos que, para ser eficaces y sinceros, tienen que hacerse sobre la base de una determinada coincidencia en las ideas fundamentales.
También se realizó al fin la vieja aspiración a constituir la confederación obrera sudamericana. En mayo de 1929 se celebró en Buenos Aires un congreso obrero continental donde se fundó la Asociación Continental Americana de los Trabajadores (1), la cual tuvo pronto la adhesión de los trabajadores revolucionarios de 13 países en el continente.
Como en Europa después de la constitución de la A.I.T. tuvimos el fascismo en Italia, el golpe de Estado de Primo de Rivera en España, la dictadura militar en Portugal, los tres países donde la nueva Internacional estaba más fuertemente representada, así esta parte del mundo cayó bajo la férula de dictaduras feroces que se impusieron la misión de librar al continente de la semilla de la subversión revolucionaria, especializando todas las persecuciones contra los organismos obreros no afectos a la política reformista y no dispuestos a uncirse al carro de ningún triunfador.
Para culminar la obra de las dictaduras, vino la guerra entre Paraguay y Bolivia, y amenaza arder la hoguera de las pasiones bélicas entre otros países sudamericanos, demasiado débiles para resistir las influencias de los vendedores de armas y los mandatos de los acreedores yanquis. Todo eso pondrá obstáculos a la obra de la A.C.A.T., pero su porvenir sin embargo ha de decidirse en los próximos años.
Tenemos, pues, los cuadros de una amplia realizaclón internacional y bastaría sólo el triunfo del proletariado en un solo país para que el contagio hiciese el resto en los demás.
Notas
(1) Congreso constituyente de la A.C.A.T., 64 págs. Buenos Aires 1929.
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