EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO
General Gildardo Magaña
TOMO II
CAPÍTULO X
IMPORTANTES BROTES REBELDES DE CARÁCTER AGRARIO
El Plan de Santa Rosa
En páginas anteriores hemos señalado las más interesantes manifestaciones de disgusto habidas en distintas partes del país, en contra del Gobierno del señor Madero; pero dos de ellas pueden conceptuarse de mayor significación social por su carácter agrario, revelador de la inconformidad del elemento campesino ante la indiferencia del ex Caudillo del movimiento popular, en lo que se refiere al problema de la tierra.
La primera de esas manifestaciones ocurrió en febrero de 1912 y estuvo encabezada por un grupo de revolucionarios radicales dei Estado de Chihuahua, Inspiró los ideales agrarios el profesor Braulio Hernández, quien había combatido en las filas del maderismo y después secundó la actitud de Orozco. El profesor Hernández había desempeñado el puesto de Secretario General durante el gobierno interino de don Abraham González y notó, desde un principio, que los postulados agrarios eran letra muerta para los hombres del régimen que se había iniciado. Inconforme con el estado de cosas y consecuente con sus ideas, se unió a otros elementos y expidieron el interesante documento que vamos a reproducir.
Es de justicia decir que Calixto Contreras, en el Estado de Durango, no cesó en la defensa de los mismos ideales y que combatió por ellos denodadamente.
Dice así el aludido documento:
Manifiesto a la Nación
El día 2 de febrero de 1912, a las diez p. m., en el ángulo suroeste del Panteón de Santa Rosa, en los suburbios de la capital del Estado de Chihuahua, los infrascritos nos comprometemos a realizar, por medio de las armas, el triunfo definitivo del Plan de San Luis Potosí, traicionado por el maderismo científico, adicionando a dicho plan los siguientes artículos:
1° El lema de nuestra bandera es Tierra y Justicia.
2° Se decretará, por causa de utilidad pública previas las formalidades legales, la expropiación del Territorio Nacional, exceptuándose la superficie ocupada por las fincas urbanas, los edificios que constituyen lo que generalmente se llama cascos de haciendas, fábricas y ranchos y los terrenos de las vías férreas. El gobierno será para siempre dueño exclusivo de las tierras y las rentará únicamente a todos los que las soliciten en la proporción en que puedan cultivarlas personalmente y con los miembros de su familia. Los terrenos pastales serán igualmente rentados a los particulares, procurando que su distribución corresponda a los fines de equidad que persigue el inciso anterior.
3° Los códigos de procedimientos civiles y penales, serán reformados para la rápida impartición de la justicia.
4° La ley electoral penará con prisión y multa a los Ayuntamientos que no repartan con la debida oportunidad las boletas para elecciones o que de algún modo defrauden el sufragio; y con prisión a los ciudadanos que, con artimañas, burlen el voto.
5° Los Estados tendrán sus milicias y la Federación no podrá mandar sus fuerzas a ellos a menos que sus respectivos Ejecutivos las soliciten por acuerdo previo de las Legislaturas locales. Las Cámaras de la Unión determinarán los lugares en que se establezcan los fuertes o acantonamientos del Ejército Federal.
6° En lo sucesivo, la Federación no recibirá la contribución conocida con el título del 20 por ciento federal, sino que los Estados la dedicarán al fomento de la instrucción de la raza indígena; esta contribución será llamada del 20 por ciento escolar indígena.
7° Los Secretarios de Estado del Presidente de la República serán nombrados por él y responsables personal y pecuniariamente ante la Ley.
8° Todos los funcionarios públicos serán responsables personal y pecuniariamente ante las leyes.
9° La acción penal contra los delitos oficiales es imprescriptible.
10° Unicamente en el caso notorio de trastorno de la paz pública, podrán ser concedidas a los Ejecutivos facultades extraordinarias.
Tierra y Justicia
Braulio Hernández.
Juan B. Porras.
Ricardo Terrazas.
Pedro Loya.
Primitivo Dávila.
Carlos Mejía.
Angel E. Mendoza.
Avelino Soto.
Desiderio Fuentes.
Jesús Delgado.
Eugenio Biera.
José Flores.
Martín Gurrola.
J. Luna.
El anterior manifiesto, que fue conocido con el nombre de Plan de Santa Rosa, sirvió de bandera al íntegro revolucionario agrarista Máximo Castillo, quien durante varios años, aunque con poca fortuna, sostuvo la lucha en el Estado de Chihuahua y mantuvo siempre cordiales relaciones con el general Zapata.
El otro movimiento de significación por su carácter ágrario, fue el que iniciaron en San Luis Potosí los hermanos Cedillo.
Lo que sucedía en San Luis antes de la Revolución
En el centro de la República, como en todas las regiones del país, el peón de las haciendas era extorsionado por los poderosos terratenientes. Angostura, uno de los más extensos latifundios potosinos, pues abarcaba cinco municipios, pertenecía a la acaudalada familia Espinosa Cuevas y era una de las fincas en las que peor trato se daba a los peones. Algo semejante ocurría en Monte Bello, propiedad del señor Zeferino Martínez; en San Rafael, de don Carlos Grande; en El Gavilán, del señor Florencio Villanueva, y en algunas otras haciendas.
La explotación de la fibra de lechuguilla que en una gran extensión del Estado se produce silvestre, era una de las principales fuentes de riqueza. Los hacendados pagaban a los peones, de cincuenta a sesenta centavos los once y medio kilogramos de fibra tallada. Un peón, generalmente, beneficiaba 23 kilogramos a la semana, siendo ésta la tarea impuesta a cada trabajádor por los dueños de las fincas.
Al Occidente de Ciudad del Maíz, cabecera del Municipio, está ubicado el rancho de Palomas, propiedad que fue de la firma Sotero Salas y Hermanos, y era dueño de una pequeña fracción del rancho el señor Amado Cedillo, quien tenía parentesco con la familia Sotero Salas.
En el rancho de Palomas se trataba al campesino en forma bien distinta de como lo hacían los latifundistas circunvecinos. Allí, quen tallaba la fibra la vendía directamente al comprador a razón de dos pesos los once y medio kilogramos, y sólo pagaba anualmente a la finca, la cantidad de $ 4.50 como renta. Por el sostenimiento de su ganado se cobraba, además, una cuota módica. Por esas condiciones, era considerable el número de quienes beneficiaban allí la fibra.
Pero los latifundistas, inconformes con el humanitario proceder de los propietarios de Palomas, y asegurando que con ello se descomponía y se insubordinaba al peón, comenzaron a intrigar no sólo en contra de los señores Sotero Salas y Amado Cedillo, sino que enderezaron su ofensiva contra los que trabajaban en el rancho, en su propio beneficio. El modo libre de trabajo, juzgado con el criterio de los explotadores y visto a través de su conveniencia, no debía ser tolerado porque los peones de los latifundios comenzaban a dar muestras de su inconformidad con las condiciones a las que estaban sujetos.
Iniciada la lucha democrática que encabezó don Francisco I. Madero, el elemento campesino de las cercanías de Palomas encontró en ese movimiento la oportunidad para manifestar su disgusto por el trato inhumano que recibía y, aprovechándolo para hacer sentir sus aspiraciones y lograr una mejoría en su situación, se reunió en fuerte núcleo que encabezó el joven Saturnino Cedillo, hijo de don Amado, habiéndolo designado como elector -las elecciones eran entonces indirectas- para que, en representación de la fracción de Palomas, fuese a la cabecera del distrito electoral, que lo era la ciudad de Alaquines, donde fungía como jefe político un mayor de apellido Zúñiga.
Cedillo y otros electores que también representaban a los hombres del campo, se pusieron de acuerdo y sostuvieron en la pugna electoral la fórmula Madero-Vázquez Gómez, que fue contraria a la de imposición Porfirio Díaz-Ramon Corral, para Presidente y Vicepresidente de la República.
Este hecho fue explotado por los terratenientes, en sus intenciones de acabar con el grupo de Palomas. Afirmaron entonces que los propietarios y trabajadores que tan bien se entendían, eran un grupo de bandidos al que se necesitaba exterminar.
Sobrevino la aprehensión del señor Madero, el candidato popular, la burla al voto público y como consecuencia el movimiento armado maderista.
Mientras tanto, alentados por el ejemplo de los vecinos de Palomas, los de otros lugares limítrofes dieron muestras de inconformidad por su situación e intentaron vender la fibra que rallaban, a un precio razonable, que les permitiera satisfacer algunas de sus más ingentes necesidades.
Alberto Carrera Torres, hombre de sanos ideales, se sublevó en el Sur de Tamaulipas, enarbolando el Plan de San Luis, proclamado por el señor Madero. De acuerdo con él, los hermanos Saturnino, Magdalena y Cleofas Cedillo se prepararon a empuñar las armas en contra de la Dictadura, en San Luis Potosí, cuando, con motivo de los Tratados de Ciudad Juárez, se suspendió la lucha.
Los hacendados no cedieron al triunfo de la Revolución
Triunfante la Revolución, Carrera Torres y los Cedillo intentaron que los peones de las haciendas fueran tratados humanitariamente; pero los propietarios no sólo se negaron, sino que tramaron intrigas en contra de los defensores de sus esclavos, logrando que el general Carrera Torres fuese reducido a prisión, y a no ser porque oportunamente intervino don Gustavo A. Madero, hubiera sido pasado por las armas.
Por lo que respecta a los hermanos Cedillo, no córrieron la misma suerte, gracias al conocimiento que de su recta actuación en defensa de los rancheros, tenía el Gobernador del Estado, señor Cepeda.
Pero los latifundistas no se detuvieron allí, pues al ser dados de baja los ciudadanos que secundaron a Carrera Torres en la lucha revolucionaria y al regresar a las haciendas para seguir su vida miserable de esclavos, no fueron ya recibidos por los amos, y en algunos casos en que los antiguos peones insistieron en quedarse a trabajar en las haciendas, se les arrojó con el apoyo de fuerzas federales y ex insurgentes.
Licenciados los maderistas y considerados como elementos de agitación por los ricos hacendados, los humildes peones, que no habían cometido más delito que el de manifestar sus justos anhelos de una mejoría económica, fueron echados de todas partes, aun cuando por su necesidad de trabajar, manifestaran su conformidad de seguir viviendo como antes. En vista de la situación a que se hallaban reducidos los ex insurgentes, los hermanos Cedillo invitaron a buen número de ellos para que fueran a trabajar a Palomas, en donde momentáneamente resolvieron su problema.
En una de las fincas comarcanas, un grupo de campesinos, al ver que la Revolución había triunfado y creyéndose apoyados para realizar a un precio equitativo la fibra que tallaban, se negaron a entregarla por la cantidad de cincuenta centavos los once y medio kilogramos y pretendieron venderla directamente a los compradores que la pagaban a razón de un peso. Exasperado el amo por aquel acto que calificó de atentatorio, gestionó y obtuvo que se pusiera a su disposición una fuerza ex maderista, la que capturó a cincuenta campesinos, ahorcando a dos de ellos para escarmiento del resto y conduciendo a los demás, atados de los brazos, hasta la capitai potosina.
Los hermanos Cedillo, al ver aquellos incalificables atropellos, cumpliendo con su deber, acompañaron a tos prisioneros y después de protestar por los hechos ante el Gobernador Cepeda, lograron que los detenidos fueran puestos en libertad. El gobernante potosino ofreció a los Cedillo interponer su influencia cerca de los hacendados para que cesaran aquellas arbitrariedades y para que diesen trato humano a los trabajadores.
Pero los terratenientes, lejos de atender al gobernador y con un inquebrantable propósito de demostrar su fuerza, por encima de toda razón, redoblaron sus intrigas en contra de los campesinos de Palomas, insistiendo en que el rancho era una cueva de bandidos capitaneados por los señores Cedillo, quienes -afirmaban- tenían en preparación un movimiento armado en contra del Gobierno, e hicieron circular otras versiones calumniosas.
En las condiciones antes dichas, un grupo como de sesenta peones de las haciendas de Monte Bello y San Rafael, del municipio de Ciudad del Maíz, no pudieron tolerar por más tiempo su situación, se armaron de machetes y palos, y el 15 de septiembre de 1912, en actitud de protesta pasaron a Palomas para hablar con los hermanos Cedillo, a quienes consideraban defensores de sus intereses, íes expusieron que aquel estado de cosas era intolerable y pidieron que los encabezaran para lanzarse a la Revolución.
Los Cedillo, con razonamientos, lograron calmar la excitación de sus inesperados visitantes, cuya actitud constituía la genuina protesta de la clase campesina de aquel rumbo, cansada ya de la inicua explotación; pudieron convencerlos de que debían esperar a que el Gobernador Cepeda, quien había ofrecido intervenir en su favor, terminara sus gestiones, para que, en caso de que no diesen resultados y los terratenientes continuaran en su actitud, se lanzaran a la lucha armada, toda vez que no quedaría otro recurso, El grupo de campesinos estuvo conforme en esperar unos cuantos días más hasta cerciorarse del resultado de las gestiones del Gobernador; pero al retirarse de Palomas, hicieron presente a Cedillo que si los abusos continuaban y él no se resolvía a encabezar la lucha, lo harían responsable de la situación.
El jefe político de Ciudad del Maíz, movido al capricho de los !erratenientes, encontró entonces magnífica oportunidad para aprehender a los hermanos Cedillo -Magdalena, Saturnino y CIeofas-; pero no llegó a realizar su intento porque entre la cárcel o las filas revolucionarias, aquéllos optaron por lo segundo. Se lanzaron desde luego a la lucha armada y tOmaron el 17 de noviembre de 1912 la plaza de Ciudad del Maíz, cuya guarnición aniquilaron, apoderándose de las primeras armas y municiones.
Se adopta y proclama el Plan de Ayala
En posesión ya de la importante cabecera del municipio, los revolucionarios convocaron al mayor número de campesinos que les fue posible y después de que uno de los Cedillo les leyó el Plan de Ayala que fue acogido con una ovación clamorosa, en términos modestos, pero que llegaron al alma de los campesinos esclavizados, hizo saber que habían tomado la resolución de lanzarse a la lucha armada, porque no quedaba otro recurso que el de conquistar por la fuerza, lo que dentro de las leyes se les negaba; que enarbolaban el Plan de Ayala como bandera de redención campesina y que los levantados en armas estaban dispuestos a bregar hasta el fin. Bien pronto se hicieron de numerosos partidarios los rebeldes potosinos, quienes, en la forma expresada, dieron principio y vida al movimiento agrarista en el centro del país, procediendo a ponerse en comunicación cón el Caudillo del Sur.