EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO
General Gildardo Magaña
Colaboración del Profesor Carlos Pérez Guerrero
TOMO V
CAPÍTULO V
Segunda parte
LA CONVENCIÓN SE DECLARA SOBERANA
Habla Castillo Tapia
El presidente concede la palabra al coronel Guillermo Castillo Tapia, quien comienza haciendo un relato del movimiento maderista. Luego, dice:
... El señor De la Barra, pérfido y malvado, hombre de corazón negro y pechera blanca, siempre en cada acto y en cada paso de su vida usaba de un maquiavelismo y obraba en lados sus actos, creo que hasta en los de su vida privada, de una manera jesuítica ... Esta es la causa, señores, de aquella traición maldita de la que fue consecuencia la revolución constitucionalista, porque si en tiempo del señor De la Barra no hubiera habido una componenda con él, indudablemente el señor general Zapata hubiera entrado limpiamente a la ciudad de México, se hubiesen realizado los principios de la Revolución, se hubiesen repartido las tierras, se hubiesen decomisado las propiedades de los científicos, se hubieran abierto muchas escuelas y, como consecuencia, se habrían cerrado muchas cárceles (Aplausos).
Y este problema que a todos asusta, este problema de Zapata, al cual, señores, no solamente hay que tener desde el punto de vista natural, sino desde el punto de vista de la administración, este problema del general Zapata se solucionará ampliamente en la Convención, porque estamos seguros, señores, de que el señor general Emiliano Zapata tiene las mismas miras, los mismos ideales y los mismos proyectos que tiene cada uno de los revolucionarios que con él han vivido ... es la semilla que encarna, señores, no sólo el gran problema que aquí a nosotros nos preocupa, nos perturba, sino que encarna el gran problema que perturba e intranquiliza a todo el mundo (Aplausos).
¿Con qué potencias contó Porfirio Díaz para su sostenimiento? Con tres: el militarismo, la burguesía y el clericalismo ...
El problema zapatista no es más que el resumen de la amargura de hace trescientos años; no es más que el resumen de las aspiraciones del pueblo, no es más que el resumen de las aspiraciones justas de toda una raza, de la raza indígena, sobre cuyos hombros pesan todas las amarguras, todos los dolores, todos los sinsabores, todos los vicios y todas las maldades atávicas y no atávicas de los científicos y de los burgueses, sobre todo aquellos que restan vida al indio, que ha perdido todo lo que tenía. Ved que ha perdido su arte, que ha perdido su ciencia, que antes vivía tranquilo en sus sementeras, con sus tribus; que caminaba como una gacela por el monte, y caminaba con su fe siempre en el trabajo y en el porvenir. Todo se destruyó. Tenía un poder propio, tenía su mÚsica propia, sns medios propios, y este conjunto vino a tierra con todo lo que era suyo.
... Se le quiere negar el derecho que tiene como propietario del terreno y se le niega más aún: hasta el terreno en donde pisa. Esta es la situación del indio, y todos, o la mayor parte, conocemos su situación y que no cuenta más que con la cantidad cuadrada de terreno en la cual deben reposar sus restos ya muy fatigados, ya muy agotados por los soles invernales y por los soles caniculares; no cuenta más que con esa cantidad de terreno donde pueden reposar sus huesos fatigados y sus carnes agotadas, que tanto han sudado para proporcionar oro al rico, oro al burgués, oro al enemigo de la patria, oro al enemigo de su propia raza. Esa es la situación.
El general Zapata no ha hecho más que representar, que ser un símbolo, y cuando se dijo zapatismo, cuando se llama al general Zapata, no creemos de ninguna manera que él sea el procreador de estas ideas que germinan en todos los espíritus verdaderos; él sólo las representa en estos momentos, con más firmeza, con más lealtad y alejado de todo temor, más alejado de toda timidez. Cuando se dice general Zapata nadie teme, seguramente, que al morir el general Zapata algún día esas ideas caigan por tierra; están en todos y viven en todos. De manera que cuando dijo d señor Roque González Garza, cuando dijo el señor Hay, cuando dijo el señor Marciano González, cuando mañana se repartan las tierras, cuando todo el oro que tienen los enemigos, el oro que han acumulado los científicos y los burgueses se les decomise, y con él se haga fuerte la Revolución; cuando se castigue al clero; cuando se abran escuelas y se repartan, sobre todo, las tierras para hacerles justicia a esos campiranos que tanto han sufrido, entonces y sólo entonces la Convención habrá cumplido con su deber (Aplausos). Mientras tanto, ya estamos tranquilos; ya se ve la aurora que viene; vamos a esperar días buenos, días de bienandanza, días de gloria. Vamos a depositar la buena simiente. Cada una de las manos que están aquí serán las que construyan la enorme mole en que descansará la patria. Pero si no se hace con honradez, ¡malditos seamos! (Prolongados aplausos).
La Convención manda izar la bandera nacional
El primer secretario dió lectura a la siguiente iniciativa:
Icese mañana en los edificios públicos de toda la República el pabellón nacional para celebrar la apertura de esta Convención.
Sin discusión y por unanimidad se aprobó la iniciativa. Por vía telegráfica se comunicó al señor Carranza y a los gobernadores de los Estados: Como dato importante diremos que en la ciudad de México, residencia del Primer Jefe, se izó la bandera nacional.
Sesión del día 15
Al iniciarse los trabajos del día 15, el delegado González Garza pidió que su discurso de la víspera fuera incluído íntegramente en el acta, para que constara el pensamiento del general Villa. La asamblea no accedió, y pasó a discutir dos credenciales: la expedida por el general Alfredo Landero a favor del teniente coronel Manuel Serrano, y la del general Maclovio Herrera a favor del mayor Norberto Herrera.
El primer. secretario anunció que iba a procederse al nombramiento de la comisión que iría al Estado de Morelos a invitar al general Zapata, según lo aprobado en una de las sesiones anteriores. Pidió la palabra el general Buelna y propuso al general Angeles como presidente de la comisión, de la que solicitó formar parte. Tuvo que presentar su proposición por escrito, y mientras tanto, se discutió la credencial expedida por el general Luis Herrera a favor del coronel A. Chávez.
Al aprobarse la proposición escrita del general Buelna quedó la comisión integrada así:
Generales:
Felipe Angeles.
Rafael Buelna.
Calixto Contreras;
Coroneles:
Antonio Galván.
Guillermo Castillo Tapia.
El general Angeles, quien aceptó con agrado la comisión, sugirió que se pidiera al general Villa una carta para inspirar mayor confianza al general Zapata. La sugestión se aceptó.
El delegado Bandera y Mata preguntó cuántos representantes debía enviar el general Zapata. La pregunta motivó un debate en el que tomaron parte los señores Obregón, Murrieta, Berlanga, Gutiérrez, García Vigil, Lugo y Almanza. Se resolvió que el general Zapata determinara el número de los delegados, ajustándose a lo establecido por la Convención. Es curioso el hecho de que se propusiera que fuesen tres los representantes del Ejército Libertador, lo que demuestra que el proponente no tenía una idea de los integrantes de dicho Ejército.
Formal invitación al general Zapata
Se sometió a la consideración de la asamblea el proyecto de la nota que se enviaría al general Zapata, y que dice:
Con satisfacción comunicamos a usted que el día 14 del mes en curso fue proclamada en esta ciudad la Soberanía de la Convención Militar Revolucionaria como consecuencia de las gestiones llevadas a feliz término por los miembros de la Junta Pacificadora de la ciudad de México, los jefes de los Cuerpos de Ejército del Noreste y Noroeste y por todos los de la División del Norte.
Y teniendo en cuenta que en ella se han reunido, además de los ya enumerados, los representantes del señor gobernador constitucional del Estado de Sonora y los de las Divisiones del Centro, Sur y Oriente de la República, constituyendo, por lo tanto, mayoría de los elementos revolucionarios en armas, para dar firme y enérgica resolución a los grandes problemas que urge resolver para bien de la patria; que los principios de honradez, justicia y mejoramiento popular por los que usted y sus compañeros vienen luchando hace tanto tiempo, son los mismqs que defienden y por los que luchan todos los en ella reunidos, y que la labor de esta Convención resultaría incompleta si no se emplearan todos los medios para conseguir la representación de ustedes, que son los únicos que faltan en nuestro seno, ha acordado, haciendo un llamamiento a su reconocido patriotismo y al de los señores generales del Ejército Libertador que usted comanda, invitado fraternalmente a que concurra por sí, o por medio de sus representantes, a estudiar, discutir y resolver las amargas dificultades que nos animan, pero que, cón el buen deseo que campea en nuestra asamblea, habrán de ser resueltas en breve plazo en la forma que las necesidades imperiosas del país y el prestigio de nuestra patria lo requieren.
A este fin, ciudadano general Zapata, la comisión que pondrá esta nota en sus manos, y que está integrada por jefes del Ejército, de méritos y honorabilidad indiscutibles, cónfirmará y ampliará de viva voz nuestra invitación a fin de lograr que la paz orgánica de nuestra República sea un hecho, sellándose con un abrazo fraternal de todos sus hijos.
Encarecemos a usted que se sirva acusarnos recibo de la presente a la mayor brevedad posible, teniendo en cuenta que los trabajos de esta Convención están pendientes de su resolución inmediata.
Constitución y Reformas.
Aguascalientes, Ags., octubre 15 de 1914.
Aprobado,el texto de la nota, firmó ésta el presidente de la Convención y la refrendó el primer secretario. El delegado Martín Espinosa preguntó si los trabajos de la asamblea continuarían en el caso de que el general Zapata rehusara concurrir. Opinaron los delegados González Garza, Hay y Bandera y Mata, y se resolvió que si no respondían los elementos surianos a la invitación se les tuviera como rebeldes, pues la asamblea se había declarado soberana.
Relacionando este asunto con la situación de otros grupos revolucionarios, el delegado Vito Alessio Robles propuso que la asamblea se declarara prácticamente en receso, pues por el momento era indebido tratar asuntos que afectaran los intereses de la División del Norte,. los de Sonora, los del Ejército Libertador y los relacionados con la renuncia o substitución del Primer Jefe. Tras de breve discusión, en la que tomaron parte el proponente y los delegados Buelna, Iturbe, Berlanga y otros, se resolvió que la Convención se abstuviera de tratar asuntos relacionados con las personas y grupos mencionados; pero que se ocupase de otros asuntos que estaban pendientes o que podían presentarse.
Dos comunicados agitan el ambiente
En la sesión del 16, el primer secretario leyó la siguiente nota del señor Carranza fechada la víspera:
Al C. Presidente de la Asamblea Constitucionalista:
Deseo me informe si, no obstante la violación por parte del enemigo del convenio de cesación de hostilidades, nosotros seguimos en actitud pasiva que hemos observado debido al espíritu, no ya conciliador, sino de excesiva condescendencia de algunos jefes.
Lo que pasa respecto de las fuerzas de Villa pasa con las de Zapata, pues no sólo se reducen a estar molestando con tiroteos en las cercanías de los pueblos de esta capital, sino que en los Estados de Puebla y México emprenden combates en toda forma; no me explico la conducta de los jefes que se encuentran reunidos en ésa ante la actitud de los jefes rebeldes.
Paso a tratar otro asunto. No tengo conocimiento ahora de los trabajos de ustedes. comunicados oficialmente, los que debo yo conocer en esa forma y a los que deben ustedes también oficialmente dar publicidad, pues la nación debe conocer la verdad de lo que pasa. pues ella está tan interesada como nosotros, o más, en velar por sus destinos. Hasta ahora no hay más noticias que las que a la prensa mandan corresponsales en mensajes sujetos a la censura y para los Estados Unidos pasan las noticias por la vía de El Paso, como le convienen al Jefe de la División del Norte.
Por separado voy a dirigir a usted un mensaje en este momento, y el que espero me conteste luego.
Venustiano Carranza.
Este comunicado desentonó en el ambiente conciliador de la asamblea. Con respecto al sector suriano. horas antes se había oído en la voz del general Villarreal, un propósito que estaba en el ánimo de la mayoría de los convencionistas:
Vamos a decir a Zapata: redentor de los labriegos, apóstol de la emancipación de los campesmos, pero, a la vez, hermano que sigues por veredas extraviadas en estos momentos de prueba: ven aquí, que aquí hay muchos brazos que quieren abrazar los tuyos; muchos corazones que laten al unísono de los corazones surianos; muchas aspiraciones hermanadas con las aspiraciones tuyas; muchos brazos fuertes que están dispuestos a segúir laborando con energía por que sea un hecho el término completo de las grandes tiranías y una verdad efectiva la división territorial que haga de cada campesino un hombre libre y un ciudadano feliz.
La frase hermano que sigues por veredas extraviadas -que quizá se debió a que el general Villarreal no olvidaba que habíá sido uno de los partidarios inoficiales- nada quita al noble deseo de atracción, porque si bien era cierto que seguía caminos distintos a la política del señor Carranza, de ningún modo era extraviada la línea de su conducta en lo que atañe a los principios sociales e ideales revolucionarios, como lo reconoció el mismo orador, puesto que lo llamó redentor y apóstol.
No me explico -dijo e! señor Carranza- la conducta de los jefes que se encuentran reunidos en ésa ante la actitud de los jefes rebeldes; pero la contestación la dió por anticipado el general Villarreal, pues en otro párrafo de su discurso dijo:
Y así diremos a Carranza y a Villa: la Revolución no se hizo para que determinado hombre ocupara la Presidencia de la República, la Revolución se hizo para acabar con el hambre en la República Mexicana.
Hay más: la violación por parte de enemigo" era un convenio, según el señor Carranza; pero un convenio inexistente en lo que respecta al movimiento suriano, pues nadie lo había iniciado, intentado o sugerido siquiera, y e! mismo señor Carranza no aceptó pactar e! armisticio que se le propuso.
El primer secretario leyó:
General A. I. Villarreal
Aguascalientes.
Saludo a usted afectuosamente. A pesar de haber concertado los generales pacifistas la cesación de hostilidades entre las fuerzas de mi mando y las de Villa, y los que lo secundan, las hostilidades y movimientos de fuerzas del enemigo continúan. En Naco y Aguaprieta siguen combatiendo, y del norte de la Baja California han enviado fuerzas a Guaymas para auxiliar a las de Maytorena. Por el centro, las fuerzas de Villa, después de la cesación de hostilidades, han avanzado hasta cerca de ésa, y en Coahuila las fuerzas del enemigo se acercan a las nuestras. Acabo de recibir, por conducto de la Secretaría de Guerra, e! siguiente mensaje que le dirigió el comandante militar de aquel Estado, y dice así:
En estos momentos, que son las 5.45 p.m., acaba de avisarme por teléfono el general Maldonado de General Zepeda, Coahuila, que una fuerza perteneciente a la gente del general Robles acaba de echar fuera a la guarnición que yo tenía. Sírvase usted ordenar al general Robles que inmediatamente mande retirar dicha fuerza de dicho punto, o salgo mañana con todos los elementos que reúno en ésta, a batirlo.
El Comandante Militar del Estado, general Luis Gutiérrez.
Acalorado debate sobre la situación en Sonora
La nota preinserta motivó un acalorado debate sobre la actitud del gobernador de Sonora. Tomaron parte varios convencionales, entre ellos los señores Obregón, Hay, Espinosa, Iturbe y Piña. Este último, como representante del gobernador Maytorena, salió en su defensa e informó cuál era la situación hasta el 7 de octubre, en que salió de Sonora.
Según su informe, el gobernador, por conducto del general Villa, supo que la Convención se instalaría en Aguascalientes, y se dirigió por escrito al general Hill, quien estaba en Naco, diciéndole que le expresara categóricamente si estaba dispuesto a pactar un armisticio mientras la Convención resolvía el conflicto. El general Hill contestó el día 6, diciendo que continuarían sus operaciones hasta que las fuerzas del gobernador se retiraran a Villa Verde, a más de treinta kilómetros de Naco. El día 7 abrió el fuego de fusilería y de doce ametralladoras sobre las fuerzas del gobernador, quien, al verse agredido, dirigió una nota al agente constitucionalista que residía en Naco, Arizona, E. U. A., adjuntándole otra para el general Hill en la que reiteraba su deseo de pactar un armisticio.
La exposición del delegado Piña fue varias veces interrumpida. El general Obregón opinó que por sobre todas las cosas debía exigirse a las fuerzas de Sonora que suspendieran sus hostilidades. El delegado Ruiz propuso que la directiva de la Convención quedara facultada para resolver el asunto; pero no se tomó determinación alguna, pues por lo avanzado de la hora fue necesario suspender los trabajos.
Nuevamente el caso de Sonora
Al reanudarse las labores el día 16 se dió cuenta de un telegrama del señor Maytorena, en el que dijo no serle posible poner en libertad a los presos políticos por haberlos consignado a las autoridades judiciales.
El telegrama produjo una tormenta. Muchos delegados hablaron. El general Obregón afirmó que en un período revolucionario no debía haber jueces y que la soberanía de la nación radicaba ahora en la asamblea. El general Hay dijo que el gobernador de Sonora se estaba burlando de la Convención. El general Villarreal opinó que la respuesta del gobernador era una salida, un procedimiento gastado e indebido en un revolucionario. El general Robles sostuvo que era preciso llamar al orden al mandatario sonorense. El coronel Marciano González dijo que el gobernador estaba procediendo contra los intereses de la Revolución.
Mientras se hacían protestas y se exteriorizaban opiniones, los delegados Mariel, Iturbe, Siurob, Paniagua y Almanza se esforzaban para calmar a sus colegas, quienes, al fin, escucharon la lectura de una proposición presentada por el general Obregón para que se comunicase a toda la República que las hostilidades cesaran inmediatamente y que se haría responsables a quienes no acataran lo dispuesto. Pidió que se enviara a Sonora un comisionado para que investigase por qué no se habían obedecido las órdenes de la Convención.
Durante el debate se puso en claro que el general Hill contaba con mil quinientos hombres y que el gobernador Maytorena tenía a su disposición siete mil armados. El coronel González Garza preguntó qué debía hacer la asamblea si en Sonora no se acataban sus disposiciones. El general Eulalio Gutiérrez se puso en pie y dijo:
- Ahí están mis fuerzas para marchar a restablecer el orden.
Varios generales ofrecieron sumar sus fuerzas a las del general Gutiérrez; pero no se tomó acuerdo alguno.
El general Villa firma en la bandera
Gran interés tuvieron los trabajos del día 17, pues se presentó en la Convención el general Francisco Villa. Saludado por el presidente, general Villarreal, tomó asiento en el estrado de la directiva y presenció la breve sesión pública; pero participó activamente en la sesión secreta que siguió.
De esta sesión se dió una nota a los periodistas nacionales, diciendo que se habían tratado asuntos de carácter internacional y que podía anunciarse que estaba asegurada la paz; pero como los corresponsaleS de la prensa extranjera sí estuvieron en la sesión, protestaron los nacionales por habérseles excluído.
Pronto fue del dominio público que el jefe de la División del Norte había otorgado la protesta de acatar las disposiciones de la Convención y que, después de firmar en la bandera, dijo:
Señores generales, señores oficiales que han sabido estar a la altura del deber para que todos unidos derrocáramos una tiranía como fue la del llamado general Huerta:
Ustedes van a oír, de un hombre enteramente inculto, palabras sinceras que le dicta su corazón; porque comprendo yo que entre las personas presentes hay hombres conscientes que saben cumplir los deberes para con la patria y los sentimientos de humanidad. Debo decir a ustedes que Francisco Villa no será vergüenza para todos los hombres conscientes, porque será el primero en no pedir nada para él. Unicamente me concreto a decirles que quiero mirar claro en los destinos de mi país, porque muchos son los sufrimientos por los que hemos atravesado. En manos de ustedes están los destinos de la patria, y si la patria se pierde, sobre la conciencia de ustedes pesará eso. Francisco Villa les abre su corazón para decirles que nada quiere para él; sólo quiere mirar claro en los destinos de la patria.
A las palabras del general Villa, como era de rigor, siguieron los vítores y aplausos de los convencionales. Al recibir la felicitación personal del general Obregón, Villa dijo:
- Deseo que sepan comprender los sentimientos de nosotros, porque yo no seré sombra del porvenir mexicano. La historia sabrá decir cuáles son sus verdaderos hijos.
- ¡Exáctamente, señor! - contestó el general Obregón.
El general Villarreal contestó e hizo algunos elogios a lo dicho por el general Villa. Al terminar su discurso dió un abrazo al jefe de la División del Norre.
Se trata la desocupación de Veracruz
El otro asunto tratado en la sesión secreta fue la desocupación del puerto de Veracruz por los norteamericanos. Conviene exponer algunos antecedentes.
En páginas anteriores dijimos que el 15 de septiembre se anunció que el gobierno de los Estados Unidos había dispuesto la salida de sus tropas. El vicecónsul John R. Silliman transcribió al señor Carranza el cablegrama enviado por el secretario de Estado de los Estados Unidos, diciéndole que informara al Primer Jefe de los propósitos de evacuar Veracruz y le pidiese el nombramiento de personas autorizadas para hacerse cargo de la aduana, así como que designase empleados y funcionarios civiles, siempre que todo ello estuviera dentro de las facultades del gobierno federal, o bien que dijera si deseaba que el comandante de las fuerzas norteamericanas hiciese designaciones interinas.
El señor Carranza contestó el 17, diciendo que ya había designado al general Cándido Aguilar para que, como gobernador de Veracruz, recibiera la plaza e hiciese los' nombramientos de funcionarios federales y locales. Pero el día 23, el señor licenciado Isidro Fabela, como encargado del despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, recibió una nota del ministro del Brasil, que dice:
México, 23 de septiembre de 1914.
Señor Oficial Mayor:
Hoy se ha recibido en esta Legación el siguiente cablegrama del Departamento de Estado en Washington, cuyo contenido le he de merecer a usted se sirva hacer del conocimiento del señor Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo:
Han llegado a conocimiento de este gobierno ciertos rumores con respecto a la actitud que pueden asumir las autoridades de Veracruz después de su evacuación, a saber: el cobro de nuevos derechos aduanales sobre las mercancías, que ya han sido satisfechos. El cobro, nuevamente, de todas las contribuciones locales y municipales pagadas en Veracruz desde la ocupación americana, tales como licencias, impuestos urbanos, etcétera. La imposición de multas y otras penas a ciudadanos mexicanos que han estado empleados en el gobierno civil de la ciudad después de la ocupación americana.
Me permito pedirle se sirva llamar la atención del señor Carranza a lo anterior, manifestándole que, aunque este gobierno no da crédito a estos rumores, puesto que tal actitud sería manifiestamente injusta, sí cree que, para evitar cualquier conducta inadecuada de sus subordinados y para evitar esos temores en Veracruz, el general Carranza asegurará, en cada caso concreto, que la acción a que se refieren tales rumores no sería permitida.
Se servirá usted manifestar al general Carranza la conveniencia de que dichas seguridades se den en una forma definida, tan pronto como sea posible, con el fin de que no haya demora en llevar a cabo la propuesta evacuación de Veracruz por las fuerzas americanas.
También se servirá usted llamar la atención del general Carranza al hecho de que hay en Veracruz gran número de los llamados refugiados, entre ellos muchas monjas y ministros del culto, que fueron a Veracruz por temor de su seguridad personal mientras duraba la revolución, y que este gobierno confía en que el general Carranza estará dispuesto a hacer saber que el gobierno central de México ni favorecerá ni permitirá que dichas personas sean maltratadas en forma alguna, sino que les prestará las garantías que los gobiernos inteligentes y ordenados dan a los que residen dentro de su jurisdicción.
En espera de una pronta contestación para comunicarla al Departamento de Estado de Washington, me es grato reiterarle las seguridades de mi distinguida consideración,
J. M. Cardoso de Oliveira.
El señor Carranza contestó a esa nota, por conducto del encargado de la Secretaría de Relaciones, ratificando su anterior, y agregó que el general Cándido Aguilar ya había dictado las disposiciones necesarias para el mantenimiento del orden al ser evacuada la plaza, hecho del que se sabía iba a ocurrir entre el 6 y el 10 de octubre, según informes proporcionados por el general Funston a un enviado del general Aguilar.
La respuesta no satisfizo al gobierno de los Estados Unidos, y pidió que el señor Carranza fuera explícito sobre los puntos petitorios de la nota que dejamos copiada. El señor Carranza puso entonces en conocimiento de la Convención lo que acontecía y pidió su parecer. Habiéndose tratado el caso, como dijimos, el presidente de la Convención dirigió al señor Carranza el mensaje que sigue:
Aguascalientes, 17 de octubre de 1914.
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Poder Ejecutivo.
México.
Tengo la honra de participar a usted que la Convención Soberana, después de discutir el mensaje que el vicecónsul Silliman presentó a la Secretaría de Relaciones Exteriores por conducto del excelendsimo señor ministro del Brasil, representante de los intereses americanos en México, en sesión secreta aprobó los siguientes acuerdos:
Primero. Que no se considera necesario ni conveniente que el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República, expida algún manifiesto acerca de los puntos tratados en el citado mensaje del señor Silliman, y sí que el propio Poder Ejecutivo haga una declaración a la prensa por conducto de la Secretaría de Relaciones o por sí mismo.
Segundo. Es de no exigir por parte de nuestro gobierno nuevo pago de contribuciones y derechos de importación a quienes lo hayan satisfecho durante la ocupación del puerto de Veracruz por fuerzas americanas, eximiéndoles de dicho pago mediante la mostración de los recibos correspondientes.
Tercero. El gobierno mexicano someterá a los tribunales respectivos solamente a los presuntos responsables de algún delito, para los efectos de la ley.
Cuarto. Los ciudadanos mexicanos que hayan prestado algún servicio público en el puerto de Veracruz durante la ocupación de él por las tropas americanas, no serán perjudicados en sus intereses materiales.
Lo que transcribo a usted para su conocimiento.
Constitución y Reformas.
El Presidente, Antonio I. Villarreal.
El señor Carranza no estuvo conforme con la respuesta, por lo que volvió a dirigirse a la Convención en una nota bastante extensa. En nuestro concepto, estaba en lo justo, pues la Convención eludió tocar el fondo del asunto, o sea, que las condiciones presentadas por el gobierno de los Estados Unidos para evacuar el puerto afectaban a la soberanía nacional. También eludió tocar el concepto que dicho gobierno tenía del que estaba a cargo del señor Carranza, concepto tanto más hiriente cuanto que se había expresado en una nota diplomática, en la que se destacan las siguientes palabras:
... este gobierno confía en que el general Carranza, estará dispuesto a hacer saber que el gobierno central de México ni favorecerá ni permitirá que dichas personas sean maltratadas en forma alguna, sino que les prestarán las garantías que los gobiernos inteligentes y ordenados dan a los que residen dentro de su jurisdicción.
Estas palabras traen a la mente a un padre de familia amonestando a uno de sus hijos: Los niños buenos y obedientes no hacen eso ...
La sesión del día 19
Los trabajos del día 19 comenzaron con la discusión de las credenciales expedidas por los generales Joaquín Amaro, Cecilio García, C. Espino y A. Pantoja a favor, respectivamente, del coronel M. Ramos, teniente coronel Luis M. Hernández, coronel Homero López y coronel Alejandro Aceves.
El general Cesáreo Castro se presentó y fue objeto de una ovación por los convencionales.
Se leyó una petición entre cuyos firmantes figuraban los generales Obregón y Gutiérrez, quienes afirmaban que la ciudad de Aguascalientes no era verdaderamente neutral, por lo que se hacía necesario tomar algunas providencias. El delegado Marcelino M. Murrieta afirmó que un grupo lo había obligado a lanzar vivas a Villa.
El coronel González Garza dijo que eso era consecuencia de las fuertes escolotas que habían llevado algunos generales, y pidió que, para evitar la repetición de esos actos, se adoptara la resolución de clausurar los expendios de bebidas embriagantes. El general García Aragón -uno de los encargados de neutralizar la ciudad- declaró que no contaba con fuerza suficiente para imponer el orden.
No faltó quien afirmara que la ciudad estaba cercada por fuerzas villistas, por lo que era necesario que la Convención se trasladara a otro lugar verdaderamente neutral. Tampoco faltó quien acusara al señor Carranza de haber movilizado fuerzas sobre Aguascalientes; pero algunos delegados salieron en su defensa y dijeron que ya se había ordenado a las tropas constitucionalistas que se reconcentraran.
Como el debate tendía a ahondar la división entre carrancistas y villistas, el general Obregón, en nombre própio y en el de los demás firmantes, retiró la proposición.
El señor Carranza comunicó haber dispuesto que se pusiera en libertad a varios presos políticos, entre ellos, el señor ingeniero MaQuel Bonilla. La asamblea acordó que al contestar enterádo, se le preguntara si también había quedado libre el licenciado José Vasconcelos.
El señor Carranza interroga a la Convención
Se leyó un telegrama del señor Carranza en respuesta al de la Convención, en el que ésta le participaba haberse declarado soberana. Dice así el documento en su parte esencial:
Sírvase usted decirme cuáles son las facultades que la Convención entiende haber asumido al declararse soberana, con el fin de que yo pueda conocer todo el alcance de esa soberania.
Ese telegrama complementa otro, que se leyó en la sesión del 16, enviado por el gobernador de Sinaloa, quien informó haber recibido una circular telegráfica del Primer Jefe, en la que le mandaba no acatar más órdenes que las emanadas de su gobierno.
Nuevamente el caso de Sonora
Con motivo de que varios delegados propusieron, por escrito, que las fuerzas del gobernador de Sonora se retiraran de las inmediaciones de Naco hasta Cananea, se produjo un largo debate, durante el cual invocó el delegado Piña el acuerdo romado de no tratar asuntos vitales para los grupos en pugna con el señor Carranza, y para éste mismo, hasta el día 20, fecha probable de la llegada de los representantes surianos.
La asamblea resolvió seguir tratando el casó de Sonora para encontrarle solución. Hablaron, pues, varios delegados, quienes culparon al señor Maytorena; otros sostuvieron lo contrario, y algunos más expusieron puntos de vista neutrales. El delegado Piña adujo razones y narró hechos precisos.
El general Obregón abogó por que las fuerzas del señor Mayrorena se retiraran; pero no hasta Cananea, sino a unos cuantos kilómetros. El general Manuel Chao, imparcial y serenamente, tras de recordar que la asamblea era soberana y decir que estaba conforme con lo propuesto por el general Obregón, preguntó a quién iba a someterse, si a las fuerzas del gobernador que estaban pecho a tierra frente a Naco, o a las del general Hill, que estaban en Naco. Terminó diciendo:
Vamos a aclarar primero el punto de quién es el responsable, para someter a quien corresponda.
Contestó el general Obregón; pero en seguida expuso algunas dudas el general Chao, y como uno de los delegados lo interrumpiera se suscitó el siguiente diálogo entre los dos generales.
- Vamos a someterlos con la fuerza que tenemos -dijo Chao-. Vamos sobre Hill y Maytorena para hacerles sentir el peso de esta Convención; vamos a darles garantías a unos y a otros.
- Todos los que hemos firmado esta bandera -repuso el general Obregón- someteremos al que se declare rebelde, y no sólo, yo he declarado en México que me quitaría los galones y lo voy a cumplir; yo iré de sargento a batir al que se rebele contra esta Covención.
- Yo iré -expresó vivamente el general Chao- con el sargento Obregón, de soldado raso, a Sonora, con tal de que haya paz.
La asamblea aprobó, al fin, que las fuerzas del gobernador se retiraran de Naco y Aguaprieta a Anibaicalhi, a la mitad del camino entre ambas poblaciones, e. inmediata a la línea internacional.
Lo tratado el día 20
Las sesiones matutina y vespertina del 20 de octubre no fueron tan agitadas como otras anteriores; mas no por ello carecieron de interés. Comenzaron los trabajos con la discusión de credenciales.
Como los diarios de la ciudad de México atacaban ya a la Convención por haberse declarado soberana; como lanzaron la especie de que había una profunda división entre los convencionales, y como, también, atribuían a éstos palabras que no habían dicho y actitudes que no habían adoptado, la asamblea acordó advertir a los corresponsales que serían expulsados del salón en caso de que sus periódicos no publicaran íntegra y verídicamente las informaciones que les enviaran.
El acuerdo fue injusto, pues los corresponsales no podían evitar que los directores o las redacciones de sus periódicos alteraran el texto de las notas que enviaban.
Se invita al señor Carranza
Habiéndose presentado en la Convención el general Villa y teniendo, además, acreditado a su representante; hecha la invitación al general Zapata y a los jefes del Ejército Libertador, no se podía, sin incurrir en una exclusión impolítica y descortés, dejar de invitar al señor Carranza para que tomara parte en los trabajos, ya fuera por sí o por medio de un delegado. Para llevar la invitación se comisionó a los generales Alvaro Obregón, Manuel Chao y Cesáreo Castro. Veremos después cuál fue la respuesta del señor Carranza.
Candidatos a la Presidencia
Varios delegados propusieron, en la sesión vespertina del 20, que se nombrara una gran comisión para estudiar el programa que deberá poner en práctica el gobierno provisional, decía la iniciativa. Para interpretar su alcance, diremos que por una gran mayoría de los delegados era ya admitida como inminente y necesaria la separación del señor Carranza. Recordemos que uno de sus más adictos, el coronel Marciano González, dijo el día 14: ... señores: su fin se aproxima, refiriéndose a la presencia de don Venustiano en el Poder Ejecutivo.
Por lo mismo, se perfilaban algunos candidatos, de quienes se analizaban y comparaban sus antecedentes de lucha e influencia posible sobre los distintós grupos revolucionarios. Se pensaba en los que podían ayudar a cada candidato o estorbar la obra que emprendiera y en cuanto llevara al convencimiento de que la persona era capaz de realizar la pacificación del país y de imponer su autoridad, apoyada en la fuerza moral y material con que la Convención creía contar.
El general Antonio I. Villarreal era el más viable, pues tenía grandes simpatías. Se hablaba del general Lucio Blanco por su activa participación en los trabajos tendentes a evitar la lucha armada con la División del Norte. El ingeniero Hay contaba con simpatizadores entre los delegados del cuerpo de Ejército del Noroeste y de la División del Norte. Del general Obregón se hablaba como un posible candidato de transacción, pues se le reconocían actividad y esfuerzos para conservar la unidad del Ejército Constitucionalista; pero, desgraciadamente, sus dificultades con el general Villa hacían contrapeso a sus excelentes propósitos y vigorosa personalidad.
Nuevo aspecto del problema sonorense
En la sesión del día 22, después de otorgar su protesta varios delegados de admisión reciente, se leyó un telegrama del general Lucio Blanco, quien informó que el general Felipe Angeles había pasado por la capital en compañía de la delegación del Ejército Libertador.
Luego se leyó un telegrama del gobernador de Sonora, en el que dijo haber influído para que las autoridades judiciales pusieran en libertad a los presos pólíticos. Pero la suspensión de hostilidades presentaba un nuevo aspecto, pues el general Hill había declarado bajo su firma que no obedecería otras órdenes que las del señor Carranza.
A su vez, el general Ramón V. Sosa, enviado de la Convención, comunicó telegráficamente haber llegado a Sonora y que el gobernador, en acatamiento a las órdenes de la Convención, mandó suspender el fuego el día 18, aun cuando las fuerzas de ambos bandos seguían tiroteándose por estar frente a frente. Sugirió que primero se tuviese plena seguridad de que el general Hill no atacaría a las fuerzas del gobernador en su retirada, para poder llevarla a cabo. Informó que los presos políticos, entre ellos el general Alvarado y el coronel Alfredo Breceda, habían quedado en libertad; pero que un periódico de El Paso dió la noticia de que se habían hecho reaprehensiones en la ciudad de México, por lo que el señor Maytorena procedió de igual manera con algunos de los libertados poco antes.
Se discute al general Salgado
Vamos a ocuparnos de un asunto que revela el encono de algunos furibundos carrancistas -no decimos constitucionalistas-, pésimamente informados con respecto a las fuerzas del sur.
Hemos dicho quién era el general Jesús H. Salgado, qué papel desempeñaba en el movimiento suriano y cómo fue nombrado gobernador provisional. Pues bien: en la sesión del viernes 23, y firmado por los generales Guillermo García Aragón, Raúl Madero, Martín Espinosa y Miguel A. Peralta, se presentó el siguiente dictamen:
Considerando que es de desearse que todos los jefes con mando de fuerzas, según la misma Convención lo ha expresado anteriormente, estén presentes en esta Convención, es de aceptarse la proposición que hace el ciudadano P. Pulido, marcada con el número 4, en la cual propone se invite al general Jesús H. Salgado y generales que de él dependen, por la vía más rápida, para que participen en esta Convención.
Es innegable que las intenciones del señor Pulido eran buenas, aun cuando fuese innecesaria su proposición, pues el general Salgado y los demás jefes guerrerenses estaban incluídos en la invitación hecha al jefe del Ejército Libertador; pero esta circunstancia la ignoraban, o fingían ignorarla, algunos delegados carrancistas, y como no lo tuvieron en cuenta los firmantes del dictamen, hicieron inevitable el debate.
El delegado David G. Bedanga habló en contra del dictamen. Dijo que no creía conveniente que se invitara al general Salgado porque no tenía un programa político. Agregó que junto a dicho general había otras gavillas a las que se consideraba indignas de nuestro credo. Además, la causa del general Salgado era, la de Religión y Fueros, pues con él estaban algunos sacerdotes levantados en armas.
Varios convencionales, menos mal informadós y mejor intencionados que el señor Berlanga, interrumpieron a éste varias veces para negar sus afirmaciones.
El representante Delgado hizo pertinentes aclaraciones. Preguntó desde cuándo el general Salgado estaba en armas; aclaró que su programa revolucionario era el mismo del general Zapata, a quien secundó al proclamarse el Plan de Ayala, y que en esa actitud continuó durante el gobierno de Huerta. Tenía informes de que todos los jefes guerrerenses lo habían nombrado gobernador provisional del Estado, el cual dominaba.
El delegado Vallejo, oponiéndose a la aprobación del dictamen, recordó la entrevista del general Salgado con el señor Carranza y dió el dato de que recientemente había deshecho a la guarnición de Pungarabato.
El general y licenciado José Inocente Lugo habló en pro del dictamen, y como guerrerense dió datos breves, pero exactos, sobre la actuación del general Salgado y su designación como gobernador provisional de Guerrero. Con respecto a la posición tomada después de la entrevista con el señor Carranza, opinó que no podía ser un motivo para dejar de invitarlo, pues a sus órdenes tenía veinte mil revolucionarios. Este dato provocó siseos y murmullos, que acalló el oradór con una rorunda afirmación. Terminó diciendo:
En el Estado de Guerrero no hubo un cartón; no hubo un billete revolucionario; el Estado de Guerrero ha hecho la revolución con sus propios esfuerzos, con sus recursos, que bien sabéis que son pobres y exiguos, y, por lo tanto, aquilatando los esfuerzos, esos revolucionarios son dignos de estar aquí, pues que si tenemos patriotismo no tenemos el derecho de rechazar a quienes han luchado sin recurso ni auxilio; han luchado como buenos.
El delegado Manuel García Vigil habló en contra del dictamen. Sabía únicamente que el general Salgado luchaba desde 1910; pero dijo que para pertenecer a la Convención era necesario tener un programa político cuyo contenido fuera el liberalismo y las reformas de la actual revolución, pues sin esto nadie cabría en la asamblea.
El delegado Ruiz dijo que debía aceptarse el dictamen porque la alta misión de la asamblea era de paz y concordia. García Vigil pidió al firmante de la proposición el programa político del general Salgado; pero obtuvo la respuesta de que el programa era el mismo del general Zapata, pues habíán operado de acuerdo los Estados de Morelos y Guerrero.
A pesar de la aclaración hecha; el delegado Berlanga secundó a García Vigil y pidió se diera a conocer el programa político, pues sin él no debía invitarse al general Salgado basándose en simples informaciones particulares.
Sólo presentando el programa oficial firmado por él, y cuando lo estudiara la Convención, podía decirse si estaba dentro del credo de la Revolución.
Bandera y Mata hizo aclaraciones. No estaba bien informado; pero sinceramente dijo lo que sabía. Volvieron a la carga Berlanga y García Vigil. Nuevamente hizo aclaraciones Bandera y Mata, seguidas de otras del general y licenciado Lugo. El general Raúl Madero pidió al delegado Berlanga que explicara si sólo era una suposición suya la de Religión y Fueros o si tenía pruebas. Elfego Chargoy abogó por que el discutido personaje llegara a la asamblea a decir:
Protesto cumplir con las determinaciones de esta Convención.
El coronel Marciano González también opinó que debía invitarse al general Salgado, para que venga a beber aquí, en esta fuente purísima donde están congregados todos los hombres de más altos ideales, los hombres de más sanas intenciones y de principios inquebrantables.
Nuevamente García Vigil habló. Tras de hacer notar que el general Salgado tenía muchos abogados en la asamblea, formuló estas preguntas:
Ha estado revolucionando, ¿con sujeción a qué? ¿Podemos nosotros darle cabida en esta asamblea cuando él no la ha solicitado? ¿La Primera jefatura ha informado siquiera que es gobernador del Estado de Guerrero, por elección unánime de todos los jefes, el señor Salgado? ¿Nos consta a nosotros que tiene veinte mil hombres a sus órdenes?
Dijo saber que había vagado por la sierra, al frente de gavillas, unas veces numerosas y otras escasas. Pidió al fin que se llamara al general Salgado para que definiese en la Convención sus tendencias.
Lamentable orgullo -comentamos nosotros- de un individuo que ni con mucho tenía los méritos revolucionarios del general Jesús H. Salgado. Lamentable arrogancia de quien sólo estaba informado por la prensa huertista, mentirosa y vendida, a la que daba más crédito que a la voz autorizada y serená del licenciado José Inocente Lugo, guerrerense que había actuado en su Estado natal en circunstancias en que García Vigil jamás soñó.
El delegado Rodríguez Cabo proporcionó el dato importante de que la persona discutida había escrito al señor Madero en momentos muy difíciles, diciéndole que por ningún motivo reconocería a Félix Díaz y que sus fuerzas, con las que apoyaba el Plan de Ayala, estaban a su disposición. Al doctor Siurob le asaltó la duda de si había estado en tratos con Huerta.
Siguieron hablando varios delegados. Nuevamente lo hizo Berlanga. Llamó sofismas a los razonamientos de algunos delegados y terminó pidiendo que se llamara al general Salgado para definir su programa político y sus ideales, a fin de ver si podía estar comprendido entre los que defienden nuestros ideales revolucionarios -recalcó-, porque creo que antes no debemos invitarlo.
El zarandeado programa político hizo que pidiera la palabra el delegado Gallegos, quieñ hablando con sinceridad, que muchos de sus colegas aplaudieron, dijo que no debían meterse en honduras de programas, pues no todos estarían capacitados para responder. Debía invitarse al general Salgado por una razón: el Primer Jefe lo había reconocido como gobernador. Como varios delegados dijeron que no estaba reconocido, el señor Gallegos continuó:
Yo estimo que el mismo Plan de Guadalupe no es un programa, así es que si vamos examinando el Plan de Guadalupe tendremos que desecharlo porque no es nada. Vamos tomando en consideración otro orden de ideas, vamos haciendo la pacificación; no vayamos a meternos en esas dificultades; nosotros tampoco tenemos un progama político y queremos exigirlo a los otros.
Como el doctor Siurob insistiera en que se dijese si el discutido personaje había tenido tratos con Huerta, pidió la palabra el licenciado Lugo, y dijo así:
Veo con sentimiento que algunos de los señores preopinantes desconocen por completo lo que se ha hecho en el sur en favor de la Revolución presente.
El general Salgado es un hombre honrado, como he dicho; es un hombre fiel. Trabajó por la causa revolucionaria desde un principio y los hechos son muy elocuentes. Señores: ¿quién arrojó a la División mandada por el ex general Antonio G. Olea, de Chilpancingo a Iguala? Las fuerzas del general Jesús H. Salgado.
En Chilpancingo fue sitiado el general Cartón por los señores generales Emiliano Zapata, Encarnación Díaz, Jesús H. Salgado y Julián Blanco. Esas fueron las cuatro unidades que batieron al general Cartón, y al cabo de siete días tomaron prisionero al general Cartón, siendo ejecutado por el fallo de un Consejo de Guerra. El general Salgado fue quien operó en las sangrientas batallas de Cocula contra las tropas del general Olea reforzadas por el jefe de las armas del Estado de México, general Leopoldo Díaz Ceballos; me cabe el orgullo de decir que yo estuve presente, y aquí está otro testigo, el representante del general Mastache ... (Voces: Allí estuvo) ... y entonces sólo las fuerzas del general Salgado derrotaron al general Olea, general federal y gobernador de Guerrero por parte de Huerta, y esas fuerzas derrotadas y las del señor Ceballos, que había ido a auxiliarlas, salieron al día siguiente de su derrota. para no volver más al Estado de Guerrero.
Digan ustedes si un jefe que tiene organizadas sus fuerzas para dar batalla a fuerzas organizadas merece bien, ya no digo bien, siquiera el honor de ser invitado por esta asamblea.
No contento Salgado con expulsar del Estado de Guerrero a las fuerzas federales, pasaron sus fuerzas a los Estados de Michoacán y de México. Aquí hay algunos señores de Michoacán y podrán decir si no fue el general Salgado, con parte de sus fuerzas, a poner sitio a Huetamo, y después de quince días de sitio, combatiendo de día y de noche, si no cayó la plaza en poder de las fuerzas del general Salgado y de los que estaban operando en combinación. Digan si no cayó esa población y si después no siguió Salgado con todas sus fuerzas al Estado de México, donde se encontraban las fuerzas de Díaz Ceballos, poniendo sitio a Zacualpan, que fue evacuada siete días después por las fuerzas federales.
No obstante lo expuesto por el señor general y licenciado José Inocente Lugo, se pidieron aclaraciones por parte de quienes impugnaban el dictamen, que al fin fue aprobado por la asamblea, que con ese acto se colocó por encima del personalismo de algunos de sus integrantes.
Ataques de la prensa
Los trabajos del sábado 24 principiaron con la aprobación de varias credenciales. Luego se leyó una propósición para que la directiva pidiera a los candidatos a ia Presidencia de la República su programa de gobierno, a fin de que la asamblea hiciese a su tiempo una acertada elección. No se aceptó lo propuesto.
La comisión de gobernación presentó dictamen favorable a lo que varios delegados proponían: que se protestara por el contenido de algunos artículos periodísticos en los que se atacaba a la Convención.
El delegado Berlanga habló en contra del dictamen. Invocó la libertad de prensa y dijo que los artículos de El Liberal y El Pueblo atacando a la Convención por haberse declarado soberana, debían ser contestados con las razones que se tenían. Respecto a que la asamblea estaba presionada, opinó que no se enfriarían los ánimos por lo que se dijese ni por ello vacilaría la firmeza de los delegados.
El coronel Marciano González apoyó el dictamen. Exclusivamente se refirió a la presión sobre la asamblea y opinó que debía protestarse, pues lo asegurado era incierto.
El delegado Vázquez dijo que no se trataba de amordazar a la prensa ni de poner un dique al pensamiento, sino de protestar contra los periódicos por la dolosa publicación, y contra los periodistas corrompidos y perversos que habían estado con todos los partidos y se colaron en el movimiento revolucionario. Afirmó que habían sido reyistas, maderistas, felixistas, huertistas y ahora carrancistas. El general Raúl Madero aclaró que precisamente ése había sido el criterio de la comisión dictaminadora.
El general Villarreal abogó por que no se aprobara el dictamen, pues sería hacer gran honor y dar importancia a hombres que sólo merecían desprecio.
No debe la Convención perder su tiempo -dijo- en discutir esos andrajos del honor, a esos mercaderes de la política, que lo mismo quemaban incienso ante el rey Porfirio Díaz que lo queman ahora ante quien está en el poder.
La opinión del delegado Gutiérrez de Lara fue favorable al dictamen, no por que se discutiese la soberanía de la Convención -dijo-, sino por la obra de concordia que trataba de realizar y que parecía causar horror no sólo a los periodistas Heriberto Barrón y Ciro B. Ceballos, sino a la mayor parte de los periódicos de la capital, pues ya en artículos de fondo, ya en gacetillas y hasta en telegramas inventados, se estaban esparciendo mentiras tendentes a separar a los grupos revolucionarios que la Convención trataba de unir. Dijo que debía protestarse por ser incierta la versión de que la asamblea estaba presionada, y con énfasis agregó: Son unos infelices los que lo dicen; pero también es cierto que de esta manera van envenenando a la opinión pública. Como ya estaba acordado que la Convención tuviera su órgano periodístico, en sus columnas debía hacerse la protesta.
El doctor Siurob dijo que ño debía la asamblea degradarse contestando a quienes la atacaban con armas infames y pretendían oponer la barrera de la ley a la declaración de soberana hecha por la Convención. No podía ser barrera para los revolucionarios, pues las circunstancias los habían hecho saltar por encima de la ley. Al argumento que esgrimían los periodistas, de que para ser soberana la asamblea necesitaban sus componentes haber sido elegidos democráticamente, contestó que no se habían puesto a considerar que precisamente ésa era la razón por la que estaban allí los delegados: una razón nacional, pues era una suprema necesidad la existencia de un poder que armonizara a las facciones en pugna y que las sujetara. Nadie mejor que los revolucionarios que tenían en sus manos la salvadora fuerza de los principios. La nación tiene nuevos ideales -siguió diciendo-, y ¿quién mejor que la Convención, junta de hombres que han sabido defender esos ideales exponiendo su vida, para elevarlos a la categoría de derechos del pueblo? ¿Quiénes tienen más derecho a hablar de ideales? ¿Los que han ido a la lucha exponiendo sus vidas o los que habían quedado en casa, ya fuera por miedo, por conveniencia o por cualquiera otra circunstancia? Terminó: Esos son los que ponen la barrera débil, la barrera frágil que hemos sido los primeros en traspasar precisamente por el bien de la patria.
El coronel González Garza abogó, en pocas palabras, por la aprobación del dictamen. El delegado Berlanga se sintió ofendido por alguna frase de su colega, pues cortándole la palabra le dijo que él no estaba presionado por nadie. Cerró el debate el delegado Ruiz, quien opinó que para los periódicos y periodistas que habían calumniado a la Convención debía tenerse la más grande indiferencia. Puesto a votación el diCtamen, fue aprobado.
Dejemos por ahora a la Convención para ver cómo estaban cumpliendo sus comisionados con el encargo de invitar al Ejército Libertador.