Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO V - Capítulo VIII - El general Eulalio Gutiérrez, presidente de la RepúblicaTOMO V - Capítulo IX - Segunda parte -El señor Carranza abandona la capitalBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña
Colaboración del Profesor Carlos Pérez Guerrero

TOMO V

CAPÍTULO IX
Primera parte

EL SEÑOR CARRANZA ABANDONA LA CAPITAL


Mientras en Aguascalientes se desarrollaban los sucesos narrados, en la capital iba sintiéndose cada vez menos seguro el señor Carranza. Desconfiado por naturaleza, y resuelto a no entregar el mando ni el poder, vió aproximarse momentos de peligro. Su circular telegráfica dando a conocer su respuesta a la Convención fue contestada por muchos jefes militares que protestaron su adhesión; pero ésta podía resultar aleatoria cuando entrasen en juego los intereses, las simpatías, y la fuerza de las circunstancias.

Imposible sería resistir en la ciudad de México, porque las fuerzas del general Pablo González, destacadas hasta Querétaro, resultarían impotentes para contener el avance de la División del Norte. Además, la bien organizada tropa del general Lucio Blanco estaba en la capital y eran bien conocidas las inclinaciones de ese jefe.

En busca, pues, de un lugar propicio, el señor Carranza inició salidas a diversas partes para darse cuenta del medio. El domingo 25 de octubre estuvo en Toluca, residencia del general Francisco Murguía, cuya lealtad era insospechable; pero le pareció impropia la ciudad para el objeto perseguido.


Hacia Teotihuacán

El sábado 31 dió a conocer su deseo de visitar las pirámides de Teotihuacán y ordenó que para las primeras horas del siguiente día, 19 de noviembre, estuviera dispuesto un tren especial en la estación de Buenavista, con una escolta de cien hombres al mando del capitán Guillermo Palma. Dió instrucciones al general Blanco para ejecutar ciertos servicios militares mientras duraba su ausencia, que dijo se prolongaría, cuando más, hasta las primeras horas del lunes.

Seguramente que en Teotihuacán recibió informes de lo acontecido en Aguascalientes. Enterado, pues, de que la Convención lo había depuesto, ordenó que el tren continuara hasta Apizaco, en donde debió de haber recibido nuevos informes telegráficos. Era inconveniente regresar a la capital, por lo que dispuso proseguir a Santa Ana Chautempan y luego a Tlaxcala, a donde llegó a medianoche, aproximadamente en los momentos en que los convencionales dejaban el recinto de la Convención en Aguascalientes, tras de elegir al general Gutiérrez.

La marcha desde Apizaco tuvo que hacerse con muchas precauciones, pues los desafectos al señor Carranza debían ignorar que él viajaba en el tren, que continuó hasta la ciudad de Puebla. Allí debió de sentirse muy seguro el Primer Jefe, pues estaban las fuerzas de los generales Francisco Coss, Cesáreo Castro, Pilar R. Sánchez y Abraham Cepeda.

Al llegar a Puebla el lunes 2 de noviembre, era ya del dominio público lo hecho por la Convención, pues los corresponsales habían transmitido la noticia a sus periódicos y los convencionales habían informado a sus representados.

Los jefes militares ofrecieron un banquete al señor Carranza en el teatro Zaragoza. Al finalizar el ágape, el general Coss arengó a los concurrentes para que desconocieran a la Convención y no acatasen el acuerdo de separar al Primer Jefe. Uniendo el dicho a la acción, por la vía telegráfica dió órdenes a su delegado para retirarse de la asamblea y de Aguascalientes. La chispa había brotado. De Puebla salieron invitaciones a todos los generales constitucionalistas para que secundaran la actitud que estaban asumiendo quienes rodeaban al señor Carranza en aquellos momentos.

Veamos ahora lo que acontecía en Aguascalientes.


La Convención discute

Los delegados estaban citados para las once de la mañana del 2 de noviembre; pero las felicitaciones, el desagravio, los discursos en la vía pública y demás demostraciones de entusiasmo, hicieron que nadie estuviera presente a la hora de la cita. Se hizo una nueva para las dos y media de la tarde; pero hasta muy pasadas las tres no dieron comienzo los trabajos con la presidencia del general Pánfilo Natera, quien puso a discusión el siguiente párrafo del debatido dictamen:

Dicho Presidente protestará ante la Convención; cumplir y hacer cumplir el programa de gobierno que emane de ella, así como sus demás acuerdos, para realizar en un período preconstitttcional las reformas sociales y políticas que necesite el país.

El coronel González Garza propuso esta adición:

Tendrá presente, para su debido cumplimiento, el inciso B del articulo segundo.

Recordó a la asamblea que se había fijado un plazo para que con la presencia de los delegados del Ejército Libertador se ratificara, o rectificara, la elección.

El delegado Santos opinó que era absurdo que el Presidente protestara cumplir un programa que no estaba elaborado. Además, la protesta no debía tomarse en tanto no estuviese en la Convención la renuncia del señor Carranza. Claramente se vió que buscaba la manera de eludir lo dispuesto por la asamblea.


Modestia del general Gutiérrez

En esos momentos el general Natera se dió cuenta de que el Presidente Provisional electo ocupaba su sitio entre los delegados, por lo que le hizo la invitación de que pasara al estrado de la directiva. Con el aplauso de la asamblea, el general Gutiérrez tomó asiento a la derecha de quien presidía la sesión.

La discusión, brevemente interrumpida, se reanudó y por unanimidad de ciento nueve votos fue aprobado así el párrafo:

Dicho Presidente protestará ante la Asamblea cumplir y hacer cumplir los acuerdos que de ella emanen, teniendo en cuenta lo prescrito en el artículo anterior.

El señor Carranza, divisionario

El secretario leyó:

Reconózcase el grado de General de División; con la fecha del Plan de Guadalupe, al ciudadano Venustiano Carranza.

Era sabido que el señor Carranza no deseaba figurar en el Ejército sino como Primer Jefe; pero resultaba lógica la proposición en el encadenamiento del dictamen, y por ello varios delegados, desde sus asientos, dijeron:

¡Aprobado, aprobado!

Pero la discusión surgió por la antigüedad del grado. El señor Berlanga opinó que debía ser la del 23 de febrero de 1913, fecha de uno de los primeros actos del señor Carranza contra el huertismo. Ei general Obregón sugirió que fuera la del 26 de marzo del citado año, ea que se llevó a cabo, en Piedras Negras, el convenio por el cual el movimiento sonorense reconoció al que jefaturaba el señor Carranza. Don Eduardo Hay no propuso nueva fecha, pero hizo cálido elogio del Primer Jefe.

Castillo Tapia no creía que el reconocimiento del grado de divisionario fuese un acto de justicia. Dijo que, como al almirante japonés Togo, debía nombrarse al señor Carranza maestro de escuela; pero propuso que la antigüedad del grado fuera la del día. Replicó el general Obregón, a quien pareció burlesco nombrar maestro de escuela al Primer Jefe, y ratificó su proposición. Extensamente habló el doctor Siurob y, agotado el debate, la proposición original se sometió al voto de los convencionales, y fue aprobada por ciento dos contra diez.

El secretario volvió a leer:

Dése un voto de gracias a los ciudadanos Carranza y Villa por su actividad patriótica y por los altos servicios que han prestado a la Revolución.

En contra hablaron los delegados Madero, Lugo, Ríos Zertuche y Santos. Hicieron notar la contradicción entre los párrafos ya aprobados y el que sé discutía: deponer a los señores Carranza y Villa al mismo tiempo que reconocer patrióticas actividades y altos servicios. Pidieron que la comisión dictaminadora retirase el párrafo discutido.

El general Obregón abogó por que se aprobara el punto y lo apoyó el delegado Espinosa; pero nuevamente habló el delegado Santos, y en vista de su razonamiento, el general Aguirre Benavides, miembro de la comisión dictaminadora, accedió a que se retirara el párrafo. No fue aprabado, pues, que se dieran las gracias.

Otro punto del dictamen se puso a discusión:

Se suprimen las jefaturas de los Cuerpos de Ejército y las de las Divisiones, y sus jefes, el general Villa inclusive, pasarán a depender de la Secretaría de Guerra del Gobierno Interino emanado de esta Convención.

Con no poca sarpresa de la asamblea, el general Obregón, miembro de la comisión dictaminadora, habló en contra. Al suprimirse las Cuerpos de Ejército y las Divisiones, dijo, se pulverizará al Ejército Revolucionario y se le reducirá a guerrillas. El general Buelna apinó que las brigadas quedarían como unidades. Los señores licenciado Lugo y coronel Ganzález Garza pidieron que la camisión retirase el párrafo para presentarlo reformado. Poco después se presentó con la siguiente redacción:

Quedan fraccionados los Cuerpos de Ejército y Divisiones que actualmente forman el Ejército Nacional. Las fuerzas pasarán en su totalidad a depender directa y exclusivamente de la Secretaría de Guerra.

Nueva y larga discusión; pero al fin se aprabó la propuesta por ochenta y cuatro votos contra dieciséis.

El artículo séptimo del dictamen decía:

Con relación al general Zapata, dígase al Primer Jefe que este asunto se discutirá cuando hayan ingresado a la Convención los delegados del Ejército Libertador y sometídose a su soberanía.

El delegado Santos dijo que, en su concepto, no debía figurar este punto entre las resolutivas, sino en los cansiderandos. La asamblea. votó conforme a esta apinión.


Notificación al señor Carranza

Las delegados José Inocente Lugo y José Siurob pidieron por escrito el nombramiento de una comisión que notificara al señor Carranza los acuerdos tomados: su separación, el reconocimiento de su grado de divisionario y la designación de Presidente provisional. La comisión estaría facultada para arreglar la entrega del poder. Se aprobó así.

El secretario leyó otra proposición firmada por muchos delegados para que se citara a nueva sesión en la ciudad de México, el 5 de ese mes, en la Cámara de Diputados. En otra proposición se iniciaba que la Convención se trasladara en masa desde luego a la ciudad de México. Ambas proposiciones fueron objetadas, pues se creyó imprudente el traslado mientras no se supiese la actitud del señor Carranza, a quien se suponía no muy dispuesto a entregar el poder.

Como se aprobó que se nocificaran los acuerdos al señor Carranza, el presidente dió a conocer los nombres de quienes integrarían la comisión. En primer lugar figuraba el general Antonio I. Villarreal, de quien muchos delegados expresaron su franco sentir:

- ¡Ese no vuelve!

Igual exclamación produjo el nombre del general Obregón, quien, indignado, respondió resueltamente:

- ¡Autorizo a cualquiera, para que me escupa la cara si no vuelvo a esta Convención!

El nombre del general Eduardo Hay también provocó idéntica exclamación; pero el aludido nada dijo. Además de lós mencionados figuraban los delegados Luis González, Felipe Gutiérrez de Lara, Alfredo Rodríguez, José Cantú, Guillermo Castillo Tapia y Samuel Vázquez.

El delegado Berlanga hizo ver lo numeroso de la comisión y logró que se designara a los señores Antonio I. Villarreal, Eugenio Aguirre Benavides, Alvaro Obregón, Eduardo Hay y Felipe Gutiérrez de Lara, quienes debían salir inmediatamente al desempeño de su cometido.


Notificación al general Villa

También era necesario comunicar al general Villa los acuerdos, por lo que se designó a los señores Juan G. Cabral, Martín Espinosa, Fidel Avila. Enrique W. Paniagua, Samuel Vázquez y Miguel A. Peralta.

El coronel González Garza dijo que su representado, al tener conocimiento del acuerdo que lo afectaba, le envió un sobre lacrado, con instrucciones de que fuera abierto cuando se conociese la respuesta del señor Carranza. El general Obregón planteó la hipótesis de que el señor Carranza también mandara otro sobre para ser abierto al conocerse la contestación del general Villa. ¿Qué haría la Convención en ese caso?

A las once de la noche, el doctor José Siurob insistió en que los delegados se trasladaran a la ciudad de México. Se le recordó que la asamblea se había constituído en sesión permanente para discutir el dictamen y que faltaba fijar la fecha en que comenzarían a regir los acuerdos tomados.

A esa hora ya se sabía, por gran número de convencionales, la actitud del señor Carranza y la de los generales radicados en Puebla, pues telegráficamente habían ordenado a sus delegados qué se retirasen. Los informes se iban esparciendo y los comentarios se hacían sin tener en cuenta los trabajos de la aSamblea. Cuando mayor era la confusión, García Vigil. propuso:

Los acuerdos a que se refiere el dictamen de las Comisiones de Gobernación y Guerra empezarán a regir el día seis del actual. Comuníquese así a los gobernadores y demás autoridadés.

Inmediatamente se aprobó la proposición, pues los delegados deseaban abandonar cuanto antes el salón de sesiones.


La inquietud cunde

Habían sonado las diez horas del día 3 de noviembre y sólo contados convencionales estaban en el salón de sesiones. Ya era del dominio público lo que se dijo en el banquete que le fue ofrecido al señor Carranza en Puebla. Del periodista Heriberto Barrón se sabía que terminó su discurso así:

¡Viva Venustiano Catranza, nuestro libertador! ¡Viva el Presidente interino de la República, general don Venustiano Carrania, porque es el pendón de las libertades públicas!

Del señor Carranza se supo también que, al contestar a los discursos, dijo que la Convención había aceptado una renuncia no presentada por él y finalizó así su peroración:

Esos valientes generales la han hecho efectiva y nombraron un Presidente interino. Han caído en una red digna de tomarse en consideración. Los que tacharon a los diputados que no salieron a la defensa del señor Madero buscan hoy mayores dificultades a la patria ... Si los jefes me abandonan, entonces me retiraré de mi patria; en caso contrario, lucharemos hasta morir.

Los convencionales sabían todavía más: en poder de la directiva estaban protestas y órdenes de retiro de varios delegados. Era segurísimo que seguirían llegando unas y otras, por lo que podía considerarse que la Convención estaba amenazada de muerte. Al mismo tiempo se comentaba que los generales Villarreal, Obregón y Aguirre Benavides habían salido de Aguascalientes a la una.


Tardia sesión del dia 3

A las once y media dió principio la sesión, a la que, sin duda, no deseaban asistir muchos delegados. Se leyó un telegrama del general Pablo González, quien desde Querétaro interrogaba a la Convención sobre la llegada de tropas pertenecientes a la División del Norte, en el día anterior. Dijo que de ser ello cierto, consideraba violados los pactos y absolutamente nulos todos los acuerdos de la Convención. La presidencia dispuso que por la vía telegráfica se informara la verdad.

Se leyó otro telegrama procedente de Puebla y firmado por los generales Francisco Coss, Máximo Rojas, Alejo González y Pilar R. Sánchez. Era el desconocimiento de la Convención. Veamos su texto:

En nombre del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, de todas las fuerzas de nuestro mando y del pueblo de esta capital, que fue consultado al reunirse en masa de más de 15,000 ciudadanos en la plaza pública, a la llegada ayer del ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República Mexicana, considerando:

Que la soberanía nacional reside original y esencialmente en el pueblo;

Que el Plan de Guadalupe ha sido y continuará siendo la bandera de la Revolución Constitucionalista, en que todos los miembros del Ejército nos hemos comprometido por nuestro honor a sostenerlo;

Que este Plan dispone que al llegar el Ejército Constitucionalista a la ciudad de México se encargará del Poder Ejecutivo de la Nación el ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del referido Ejército, y que él Presidente Interino de la República, convocará a elecciones de funcionarios federales tan pronto como se haya restablecido la paz;

Que el ciudadano Venustiano Carranza no sólo fue el iniciador de la Revolución, sino el único representante de la legalidad constitucional, al empuñar ante el usurpador el lábaro de las instituciones republicanas, con el carácter de Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila, electo por el pueblo, por cuyo motivo el Ejército Revolucionario tomó el nombre de Constitucionalista;

Por estas consideraciones hemos acordado comunicar a la junta de generales y gobernadores reunida en Aguascalientes, las siguientes resoluciones:

Primera. Residiendo en un país democrático, como el nuestro, la soberanía nacional original y esencialmente en el pueblo, declaramos que la llamada Convención soberana de Aguascalientes ha usurpado esa soberanía.

Segunda. Declaramos que la llamada Convención de Aguascalientes no tiene otro carácter que el de una junta militar convocada por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista para los efectos expresados en la convocatoria respectiva.

Tercera. Declaramos que, siendo todos los generales reunidos en la junta de Aguascalientes subordinados del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, aquellos que saliéndose de las funciones que les están encomendadas pretendan desconocer a su superior, cometen el delito de rebelión que penan severamente las leyes militares.

Cuarta. No reconocemos, por las razones antes referidas, autoridad alguna a la junta de generales reunida en Aguascalientes para pretender separar de las funciones que desempeña al ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, si éste no presenta antes voluntariamente su renuncia y si no se cumplen las condiciones por él estipuladas para retirarse del poder.

Quinta. Seguiremos sosteniendo la bandera de la Revolución Constitucionalista, que es el Plan de Guadalupe, en todas y cada una de sus cláusulas.

Sexta. Invitamos a todos los generales constitucionalistas con mando de fuerzas que se precien de ser honrados, subordinados leales y de cumplir los solemnes compromisos contraídos con la nación, a secundar nuestra actitud; invitamos, igualmente, a todos los gobernadores, al Ejército Constitucionalista, a los ayuntamientos, a las autoridades y a los ciudadanos no militares afiliados a nuestro Partido, así como al pueblo en general de la República, a secundar nuestra actitud, dirigiendo sus adhesiones por escrito a los ciudadanos general Francisco Coss, gobernador y comandante militar del Estado de Puebla, y general Máximo Rojas, gobernador y comandante militar del Estado de Tlaxcala, haciendo, a su vez, públicas esas adhesiones por medio de la prensa.

Séptima. Transcríbanse las anteriores resoluciones a la junta de generales reunida en Aguascalientes, a todos los jefes militares y autoridades antes mencionadas, remitiendo copias a la prensa para su publicación.

Constitución y Reformas.
Puebla de Zaragoza, 3 de noviembre de 1914.


Efectos del telegrama

La lectura del telegrama produjo en la asamblea sorpresa; se oyeron algunos siseos y luego pidieron la palabra varios delegados. El primero en hablar fue el coronel Rafael de la Torre, delegado del general Francisco Coss. Informó haber recibido un telegrama de su representado, en que le ordenaba retirarse inmediatamente de la Convención. Como él había jurado, con la representación que se le dió, cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la asamblea, pensaba que el general Coss no faltaría a sus compromisos; pero no sabía qué hacer, si retirarse o continuar en la Convención. Varios delegados lo invitaron a quedarse. El coronel González Garza le ofreció la protección de la División del Norte.

El general Hay habló sobre la situación en que se colocaba a la asamblea con las órdenes de retiro a sus delegados, y terminó así:

- Yo arrojaré a la cara de los que falten a sus compromisos el anatema de hombres sin honor y de malos hijos de la República.

Don Eduardo Hay no salió con el general Obregón en la noche anterior, porque convinieron en que esperara que le fuese entregado el pliego en que la Convención acreditaría a los comisionados que iban a notificar al señor Carranza los acuerdos.

Varios oradores siguieron hablando sobre el mismo asunto. El coronel González Garza dijo que el general Villa sí sostendría los compromisos adquiridos por su representante; pero admitió que las hostilidades estaban rotas. Atacó duramente al general Pablo González, de quien dijo que no había ganado una batalla y se valía de un pretexto para desconocer a la Convención. Reprochó a la directiva no haber dado cuenta de un telegrama del señor Carranza.

Se leyeron varios telegramas cuyos firmantes, en respuesta a la circular telegráfica del Primer Jefe, definían su actitud. Entre los telegramas estaba el del general Nicolás Flores: gobernador y comandante militar del Estado de Hidalgo.

Conferencia con el general Aguilar

El señor Carranza, quien no perdía tiempo en Puebla, tuvo una conferencia con el general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar de Veracruz, quien estaba en Santa Rita. Reproduciremos el último mensaje de esa conferencia; pero conviene decir algo sobre la situación del general Aguilar.

Algunos meses antes de que ocurrieran los sucesos que estamos relatando, el mencionado general expidió un decreto que afectaba a las compañías petroleras de la Huasteca veracruzana. El señor Carranza, fiel a su criterio de absoluto respeto a la propiedad territorial y más aún tratándose de extranjeros, hizo severas observaciones al general Aguilar, que es de suponer le causaron sentimiento y molestia. No contaba, pues, al general Aguilar entre sus definidos adictos; por lo tanto, no tenía plena seguridad ahora que las circunstancias lo obligaban a internarse en el Estado de Veracruz con la protección de su escolta y la de algunas fuerzas que le proporcionaran los jefes que estaban en Puebla. Para resolver la situación tuvo la conferencia, que cerró el general Aguilar con el siguiente mensaje:

Correspondo a usted su cariñoso saludo y lo felicito por su enérgica y patriótica actitud. Quedo enterado de todo lo que me comunica, y esté seguro que yo y todos los generales que forman la Primera División de Oriente, la que es a mi mando, estamos dispuestos a sostenerlo hasta que no sean cumplidas las condiciones que puso a la Convención. En Palacio Nacional le ofrecí estar con usted hasta el último momento, y lo cumpliré.


Telegrama del señor Carranza

La secretaría anunció que iba a dar a conocer el mensaje del señor Carranza a que se había referido el delegado González Garza:

De Tlaxcala, el 2 de noviembre de 1914.
A los Jefes Militares y Gobernadores reunidos en Aguascalientes.

A falta de información directa y oficial de esa junta sobre la marcha diaria de sus trabajos, he seguido enterándome de ellos por la prensa.

Por el sesgo de las discusiones, veo que los señores miembros de esa junta no han podido penetrarse de cuáles son las verdaderas dificultades que tienen que vencer, pues mientras me consideran a mí como el obstáculo principal no sé que estén haciendo esfuerzos para que se cumplan las condiciones que puse para retirarme. He dado a ustedes mi palabra, firmada y publicada, de que renunciaré los cargos de que me hallo investido tan pronto como se cumplan los requisitos que exijo, y nadie tiene derecho a dudar de mí, pues deseo que se entienda que, una vez cumplidas las tres condiciones puestas, no vacilaré un instante en presentar. mi renuncia; pero también quiero que sepan que mientras yo no las vea cumplidas nada me apartará del cumplimiento de mi deber como Jefe del Ejército Constitucionalista y como Encargado del Poder Ejecutivo.

Confieso no entender la actitud de la Convención, en conjunto, pues tan pronto parece que no tiene confianza en que sabré cumplir lo ofrecido como que desea que yo abandone el poder sin condiciones.

Parece que mientras se desconfía de mí se tiene, en cambio, plena confianza en que, después de retirarme yo, todo lo demás se arreglará con suma facilidad, tanto en lo relativo a la forma de gobierno provisional como a la eliminación de Villa y Zapata.

Yo, en cambio, creo que es de mi deber no abandonar mi puesto antes de que el país esté seguro de que con ese cambio van a resolverse las dificultades. Creo que si la forma de gobierno provisional no se determina con toda claridad antes de mi renuncia, después de mi salida será difícil hacerlo por las complicaciones que surgen siempre en presencia de nuevas ambiciones personales. Creo, igualmente, que retirándome de la jefatura del Ejército Constitucionalista, éste pérderá la cohesión que ahora tiene, y tendrá mayores dificultades para dominar a los jefes de más grandes ambiciones y de mayor influencia personalista sobre sus jefes.

Deseo, por lo tanto, llamar la atención de ustedes sobre el punto esencial a que débe contraerse la atención de esa junta; esto es: obtener que se llenen los requisitos que he mencionado como condiciones para presentar mi renuncia. Una vez cumplidas, lo demás se hará sin dificultades. Suplico, por lo tanto, a esa junta, se sirva dedicar preferente atención a las condiciones mencionadas en mi nota de fecha 23, y en particular le encarezco me informe por telégrafo respecto de los puntos que se hayan dado para provocar una forma de gobierno provisional, así como también si el general Villa ha resuelto de un modo categórico acerca de su retiro del mando de la División del Norte, y sobre todo las probabilidades de que Zapata está dispuesto a hacer otro tanto en el Sur.

Venustiano Carranza.


Respuesta del general Villa

Al terminar la lectura del documento hubo algunos siseos, que eran el efecto de la contradicción entre el telegrama y la actitud de su firmante. Como ningún delegado pidió la palabra, el secretario leyó otro documento que dice:

El día 30 de octubre de 1914, a bordo del carro del señor general José Isabel Robles, que tiene instalada oficina telegráfica en uno de los departamentos de ese carro, y estando presentes los señores generales José Isabel Robles, Orestes Pereyra, Severino Ceniceros y Matías Pazuengo, el general Angeles; en conferencia telegráfica con el señor general Villa, informó a éste que el señor Carranza, en un documento dirigido a la Convención revolucionaria de esta ciudad de Aguascalientes, puso entre otras condiciones para renunciar a la jefatura del Ejército Constitucionalista y al Poder Ejecutivo la de que el señor general Villa fuera retirado del mando de la División del Norte, y sugirió el mismo general al señor general Villa pusiera al señor general Robles el siguiente telegrama, que debería leer en el seno de la Convención:

De Guadalupe a Aguascalientes.
Señor general José Isabel Robles.

Sé que Venustiano Carranza impone, entre otras condiciones para retirarse del Poder Ejecutivo y de la jefatura dei Ejército Constitucionalista, que yo abandone el mando de la División del Norte: Siendo tan grande el bien que resultará al país con la eliminación del señor Carranza, al grado de que para logrado estaba yo resuelto a que no se derramara más sangre de compatriotas, sírvase usted declarar en mi nombre ante la Convención que estoy dispuesto a separarme del mando de mi División, y que espero respetuoso las órdenes. de esa Convención.

General Francisco Villa.

Y agregaba el señor general Angeles que tuviera la bondad el señor general Villa de meditar detenidamente su resolución en este asunto de tanta trascendencia. Minutos después, el señor general Villa contestó con el siguiente telegrama:

Buenos días, mi general y demás compañeros. Quedo enterado de lo que se sirven manifestarme sobre las condiciones que trata de imponer el señor Carranza para retirarse del poder, y yo, por mi parte, propongo, para la salvación de mi patria, no sólo retirarme de la División, sino que presto mi consentimiento para que la Convención, que tiene los destinos de mi patria en sus manos, ordene que nos pasen por las armas tanto a mí como al señor Carranza, para que los que queden a salvar a la patria conozcan los sentimientos de sus verdaderos hijos.

Salúdolo cariñósamente, así como a los demás generales.

Francisco Villa.

Después de deliberar breves instantes, los generales reunidos en el carro acordaron levantar una acta de lo acontecido y entregada bajo sobre cerrado, para que se abriera en la Convención al conocerse la respuesta que el señor Carranza diera a la resolución de la Convención de separarlo de las jefaturas del Ejército Constitucionalista y del Poder Ejecutivo. Consultaron en seguida al señor general Villa su parecer acerca de este acuerdo, recibiendo en contestación el siguiente telegrama:

Querido general.

Puede levantar el acta a que se refiere, haciendo constar lo que les he manifestado para que haga uso de ese documento en la forma que considere conveniente. Lo saludo cariñosamente.

Francisco Villa.

Antes de recibir este telegrama llegó al carro del señor general Robles el señor general Julián Medina, quien fue impuesto también del repetido telegrama.

Y para que la Convención se entere de los acontecimientos, se levantó la presente, para que sea abierta por la mesa y en presencia de la Convención en la oportunidad ya señalada.

J. Isabel Robles
Felipe Ángeles.

La lectura de este documento produjo una impresión opuesta a la que causó el telegrama del señor Carranza. Con poquísimas excepciones, los delegados aplaudieron. De las galerías partieron vítores para el general Villa.


Habla el general Angeles

El general Angeles dijo que esperaba que el señor Carranza, al enterarse de la conducta del general Villa, no se obstinaría en desconocer la voluntad de la Convención. Pasando a otro asunto, expuso que era verdad que fuerzas de la División del Norte habían arribado a la ciudad en busca de provisiones de boca; pero que por saberse que el Primer Jefe estaba excitando a los generales y a los gobernadores para que desconocieran a la Convención, la defenderían esas fuerzas y la misma División, pues era innegable que el señor Carranza se estaba preparando para la guerra.


Habla el secretario Alessio Robles

El señor delegado Alessio Robles dijo en seguida que al Primer Jefe no le asistía derecho para imponer condiciones, pues en la asamblea estaba representada la Revolución. Las jefaturas del Ejército y del Poder Ejecutivo -siguió diciendo- dimanan únicamente del Plan de Guadalupe, firmado por un grupo de revolucionarios relativamente corto, mientras que la Revolución toda tiene el derecho de revocar esos mandatos sin que el señor Carranza imponga condiciones de amo y señor.

Examinó las condiciones impuestas por el Primer Jefe. De la que se refiere a la forma de gobierno, dijo que esa abstrusa y carecía de significación, pues desde que la asamblea había aceptado los principios del Plan de Ayala tenía la Revolución en un contenido social del que carecía el Plan de Guadalupe. Propuso que se dijera al señor Carranza que, por lo pronto, el gobierno emanado de la voluntad de la Convención tendría indéntica forma a la del gobierno del Primer Jefe. Comparó luego la actitud desinteresada del general Villa con la opuesta de don Venustiano, y agregó que por lo que hace al retiro del general Zapata podía resolverse cuando los delegados estuvieran en el seno de la asamblea, como ya se había acordado.


Otros oradores

El delegado García Vigil puso de relieve su total desacuerdo con lo que acababa de exponetse. Atacó duramente la presencia de las fuerzas de la División del Norte en la ciudad. Por las aclaraciones que se le hicieron, aceptó que el general Pablo González, contrariando órdenes de la Convención, continuara el reclutamiento para aumentar el efectivo de sus fuerzas, innegable preparación para la lucha.

El doctor Siurob, en apoyo de su preopinante, pidió que se suspendieran las sesiones mientras permaneciesen en la ciudad las fuerzas de la División del Norte. La asamblea dispuso señalarles seis horas para que salieran.


Ataques del señor Martínez

Don Paulino Martínez habló sobre los deseos de que el general Zapata dejara el mando de sus fuerzas. Dijo que tales deseos estaban fuera de tono, pues cuando el señor Carranza se levantó en armas contra Huerta no se acordó de que el Ejército Libertador estaba combatiendo al usurpador; más tarde, tampoco se había acordado de dicho ejército sino para hostilizarlo, y ahora, para exigir que su jefe se retirara. Llamó al señor Carranza senador porfirista de consigna, conservador, enemigo de las reformas sociales y nuevo dictador. Analizó brevemente las cláusulas del Plan de Guadalupe y lo calificó de plan ranchero, con la cantinela de quítate tú para ponerme yo.

Tras una breve aclaración del general Chao, el vicepresidente suspendió los trabajos y citó para las seis de la tarde.

Grupos de convencionales comentaban el solicitado retiro del general Zapata. El señor Carranza no se apoyaba en razones ni las tenía, por su parte, la Convención. Se quería crear un problema al pedir que la asamblea, en correspondencia a la adopción de los principios del Plan de Ayala, eliminara al jefe agrarista. El general Villa sí debía plegarse a la voluntad del Primer Jefe, porque formaba parte del Ejército Constitucionalista.


Breve sesión nocturna

A las siete de la noche se iniciaron los trabajos. La presidencia informó que las tropas de la División del Norte, acatando órdenes de la asamblea, habían salido de Aguascalientes. El secretario leyó telegramas de felicitación por los acuerdos tomados, y en otros mensajes se desconocían francamente. El general Benjamín G. Hill excitó a su representante, don Julio Madero, para que exigiese de la Convención el inmediato retiro del general Zapata.

¡Quién hubiera dicho al señor general Hill que en el año 1920, al ser perseguido por el señor Carranza, las fuerzas del general Zapata lo acogerían con gran cordialidad y que de ellas haría grandes elogios!

Como los señores general Edúardo Hay y coronel Gutiérrez de Lara recibieron el pliego en que se acreditaba a la comisión ante el señor Carranza, en la misma tarde del 3 salieron de Aguascalientes para unirse a los demás comisionados.


La sesión del día 4

Varios delegados salieron de la ciudad en la noche del 3 y en la mañana del día 4, pues sus representados los llamaron urgentemente. Ya no se acordaron de sus juramentos ni de sus firmas en la bandera.

Hasta la tarde no pudo celebrarse sesión, que fue breve y estuvo dedicada a dar cuenta de una ofensiva telegráfica. El señor Carranza preguntó si se había logrado la eliminación de los señores Villa y Zapata. En un segundo telegrama decía que la resolución de la junta, desconociéndolo, había complicado la situación, pues estaba recibiendo mensajes de generales y gobernadores que reprobaban lo hecho y le informaban acerca del retiro de sus delegados, lo que necesariamente entorpecerá más las labores de esa junta, concluía.

Los generales Heriberto Jara, gobernador del Distrito Federal; Jesús Carranza, jefe de la Segunda División del Centro; ingeniero Eleuterio Avila, gobernador de Yucatán; Cándido Aguilar, gobernador de Veracruz; Jesús Agustín Castro, gobernador de Chiapas; Cesáreo Castro, Eduardo Arríeta, Francisco Cosío Robelo y otros más, enviaron mensajes de protesta por la acordada separación del señor Carranza y notificaron el retiro de sus respectivos delegados.

Los generales Villarreal, Obregón y Aguirre Benavides informaron que continuaban su viaje con la esperanza de cumplir satisfactoriamente su cometido; pero que no estimaban conveniente el traslado de la Convención a la capital.

Pero la nota vibrante la dieron los mensajes por los que se vió que, mientras unos delegados flaqueaban, otros se mantenían en firme actitud. Vamos a reproducirlos.


Telegrama del general Buelna

Aguascalientes, 4 de noviembre de 1914.
c. Venustiano Carranza.

En contestación a su atento mensaje del 3 de los corrientes, digo a usted, como ciudadano revolucionario en armas, lo siguiente:

El día 15 de octubre de 1914, en la ciudad de Aguascalientes, ante una asamblea de generales, jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista, y una gran muchedumbre del pueblo expectante, todos en pie y en gran silencio, en voz alta y firme, juré solemnemente por mi honor de ciudadano armado cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la Convención Soberana, y para mayor solemnidad de mi juramento y palabra de honor, honré mi firma rubricándola sobre la bandera patria. Cualquier hombre honrado en mi caso, y usted mismo el primero, no vacilaría jamás ante este dilema interrogatorio: Obedecer a Carranza o a la Convención.

Señor: tenga usted una vez más la visión clara y el dominio de sí propio como hombre y la majestad serena de la obediencia a la voluntad nacional como Primer Jefe; terminada ya su misión histórica, devuelva la victoriosa espada de mando a quienes se la entregaron, esperando glorioso y tranquilo la hora en que acaso la patria vuelva a llamarle. Como amigo personal que tanto cariño y simpatía le profeso, encarézcole de todo corazón cuanto verbalmente le dirá de mi parte el doctor Gutiérrez de Lara, que, en suma, no es sino la expresión de la urgencia de que usted desmienta a sus enemigos, libertándose de los egoísmos desviados de quienes lo rodean, que le ocultan la verdad y lo precipitan al vértigo de la catástrofe.

Salve usted a la nación y sálvese a sí mismo. Advierto a usted afectuosamente que, como yo, sienten y piensan todos los generales y jefes de la Convención y los gobernadores, pues todos ellos son dignos y patriotas. Con todo respeto y afecto salúdolo.

El general brigadier, Rafael Buelna.


Telegrama del gobernador Riveros

A su vez, el gobernador de Sinaloa, don Felipe Riveros, contestó al telegrama que le enviaron los jefes constitucionalistas residentes en Puebla. Dijo:

Cc. General Francisco Coss y demás signatarios.
Puebla, Pue.

Acuso a usted recibo de su telegrama circular fecha de ayer, y enterado con detenimiento de su contenido, en respuesta manifiesto a usted:

Primero, Que considerando, como usted atinadamente cita, que la soberanía nacional reside original y esencialmente en el pueblo, y que éste, hoy victorioso, está representado en la Convención de Aguascalientes, a esta H. Asamblea es a la que con más razón y con mayor justicia puede, si así lo estima necesario para la salvación de la patria, declararse soberana con beneplácito de todos y aprobación de los más distinguidos ciudadanos que empuñaron las armas para derrocar a Huerta, restablecer el orden consticucional y realizar los ideales de la Revolución de 1910.

Segundo. Que si usted estima que la voluntad nacional quedó expresada en la cláusula quinta del llamado Plan de Guadalupe sólo porque está firmado por los ilustres desconocidos que lo suscriben y antes de disparar un cartucho, con mayor razón debe usted estimar que el acuerdo de la Convención, en donde se priva a Carranza, en bien de la causa, de la Presidencia interina, es igualmente la expresión de la voluntad popular. Tanto más cuanto que los signatarios de ese acuerdo son los genuinos y legítimos representantes del pueblo armado y victorioso.

Tercero. Que teniendo el gobierno de mi cargo representante autorizado en la gran Convención; que habiendo éste jurado respetar y hacer respetar las decisiones de la H. Asamblea, yo no puedo ni debo desautorizarlo so pena de incurrir en perjurio disculparme alegando ligereza al designar al representante, lo que juzgo indigna cobardía.

Por lo mismo, lejos de caer en estos lamentables extremos, desde el día 24 del mes próximo pasado ratifiqué mi confianza absoluta a mi representante y le di instrucciones para que hiciera la declaración correspondiente en el seno de la gran Convención, a quien desde ese momento mi gobierno reconoció soberana. Por lo expuesto, no secundaré su actitud y persistiré en la línea de conducta ya adoptada, procurando el bien de mi patria, la realización de los ideales de la Revolución de 1910 y el triunfo de los principios, aun cuando perezcan las personas. Entre la Convención, última esperanza de la patria, y Carranza, ávido de mando y de poder, no vacilo. Con la Convención, hasta morir.

Felipe Riveros.

Al terminar la sesión, a las cinco de la tarde, se comentaron dos noticias. El señor Carranza ordenó una gratificación extraordinaria a todo el Ejército Constitucionalista. Correspondieron cinco mil pesos a los divisionarios; tres mil, a los generales de brigada; dos mil, a los brigadieres; mil pesos, a los coroneles; ochocientos, a los tenienres coroneles; quinientos, a los mayores; trescientos pesos, a los capitanes primeros; doscientos, a los capitanes segundos; ciento cincuenta, a los tenientes y subtenientes; diez pesos, a cada individuo de tropa.

La otra noticia fue que los encargados y personal de las Secretarías estaban saliendo hacia la ciudad de Puebla.

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