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LA REVOLUCION RUSA
Nicolás Lenin, el líder ruso, es en estos momentos la figura revolucionaria que brilla más en el caos de las condiciones existentes en todo el mundo, porque se halla al frente de un movimiento que tiene que provocar, quiéranlo o no lo quieran los engreídos con el sistema actual de explotación y de crimen, la gran revolución mundial que ya está llamando a las puertas de todos los pueblos; la gran revolución mundial que operará cambios importantísimos en el modo de convivir de los seres humanos.
Las dimensiones de Regeneración, reducidas a dos pobres páginas nos forzan a no traducir todas las declaraciones de Lenin, y lo lamentamos, porque estas declaraciones, así como las del otro líder ruso, León Trotsky, arrojan fuerte luz sobre el movimiento revolucionario ruso. Así, pues, allá va algo de lo que dice Lenin:
La revolución de Rusia no es una revolución nacional, sino que es una revolución mundial.
Los bolcheviques son los verdaderos internacionalistas. Ellos son los únicos que desean ver extenderse por todo el mundo las ideas de la revolución.
Los bolcheviques comprendieron desde hace tiempo que la revolución, aunque de carácter político al principio, tiene que llegar a ser económica y social, y que este último carácter de ella nada tiene que ver con diferencias de raza ni de fronteras nacionales, y por lo tanto, el futuro de nuestra revolución tiene que ser internacional. La revolución tiene que pasar sobre las fronteras y distinciones de raza, para aplastar las ideas opuestas a ella porque si queda confinada a un pueblo que adopte principios de paz y de igualdad económica y social, será sofocada por los estados capitalistas y autoritarios.
En seguida, explica Lenin que esto no quiere decir que los revolucionarios rusos van a llevar la guerra a los estados capitalistas, puesto que tal cosa equivaldría a negar los principios fundamentales de la revolución, que aboga por la fraternización de todos los pueblos de la tierra, y continúa de esta manera:
Es un absurdo pensar que la democracia internacionalista rusa pretenda alguna vez hacer la guerra a otros pueblos con el único fin de destruir monarquías extranjeras. Tal guerra estallaría sólo en el caso de que los existentes gobiernos europeos conspirasen, como es posible que lo hagan, para aplastar nuestra revolución con el propósito de impedir que se extiendan sus dominios.
Nosotros continuaremos propagando nuestros ideales en todos los países para obtener este resultado: en primer lugar que la difusión de los ideales antimonárquicos y anticapitalistas precipite la terminación de la guerra.
Tal paz, sostenida por los pueblos insurreccionados, es el programa más deseable.
Incitamos también a la revolución a todos los países porque por su propia naturaleza la revolución rusa no puede permanecer aislada.
Las naciones deben ser organizadas ya sobre una base capitalista o bien, sobre una base proletaria anticapitalista. Los dos sistemas no pueden coexistir. Es imposible para Rusia existir sin bancos capitalistas e industriales, si ella tiene que tratar con países que todavía los tienen.
Lejos de aislarse Rusia del resto del mundo, debe entrar en más íntimas relaciones con él y como estas relaciones íntimas tienen que ser en su mayor parte relaciones fundadas en el intercambio de productos, es necesario que todos los países del mundo tengan un idéntico y homogéneo sistema económico.
Como la revolución rusa nunca restaurará el sistema capitalista, se hace necesario que nosotros luchemos por la difusión de las ideas anticapitalistas en el extranjero.
Cuánto alientan las palabras de Lenin. Ya no es la fraternidad universal un deseo sentido apenas por unos cuantos emancipados de prejuicios y errores de toda especie. Este deseo va penetrando a la médula de los pueblos, este deseo se hace carne y sangre.
Los sueños de los utopistas se confirman. Los sensatos y cabezas frías ya no llamarán locos a los anarquistas.
¡Bendita mil veces la carnicería europea que está produciendo tan espléndidos resultados! En tres años y medio de barbarie capitalista, se ha logrado más de lo que se hubiera ganado en cien años con nuestra propaganda de fraternidad y de justicia. El viejo sistema se derrumba, hermanos de cadenas. ¡Animo!
Que nadie flaquee en este momento en que se necesita que todos los que sufrimos los efectos de un sistema que nos aplasta, tengamos nuestras mentes preparadas para ver con serenidad lo que se acerca: la desaparición de todo lo que nos hace desgraciados:
Autoridad, Capital y Clero.
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, N° 262 del 16 de marzo de 1918)
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