Índice de La primera guerra mundial y la revolución rusa de Ricardo Flores Magón. Recopilación de textos: Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorSiguiente artículoBiblioteca Virtual Antorcha

LA CATÁSTROFE MUNDIAL

La gran guerra europea sigue su marcha demoledora de personas y de cosas, y como se esperaba, nuevas naciones están siendo complicadas en el formidable conflicto. Rusia, con dos millones y medio de soldados, resiste en la Europa oriental el ataque de Alemania y Austria-Hungría, mientras en la Europa occidental las fuerzas aliadas de Francia, Inglaterra y Bélgica tienen a raya a las fuerzas alemanas.

Los primeros combates serios han sido librados en Lieja, Bélgica, entre fuerzas de esta nación y las de Alemania, que esquivando un ataque sobre los fuertes franceses de la frontera franco-alemana, invadieron Bélgica para internarse a Francia por la frontera franco-belga, donde no se encuentran fuertes de la calidad de los de la otra frontera; pero el ejército alemán ha tropezado con una dificultad que no esperaba: la resistencia de los belgas, quienes fortificados en Lieja resistieron por varios días el empuje de los alemanes, sufriendo estos últimos bajas enormes, pues quedaron tendidos en el campo veinticinco mil cadáveres. Los alemanes pudieron al fin tomar la ciudad de Lieja, no así los fuertes, que han permanecido en poder de las fuerzas belgas.

El ejército alemán marcha ahora sobre Bruselas, la capital del reino de Bélgica, y todas las oficinas del gobierno han sido removidas a Antwerpen (Amberes), que será la capital provisional del reino. Dentro de pocos días se librará en territorio de Bélgica un nuevo combate entre las fuerzas de Alemania por una parte, y las fuerzas aliadas de Inglaterra, Francia y Bélgica por la otra.

Las fuerzas francesas han penetrado en la provincia alemana de Alsacia, capturando ciudades de importancia, y una gran batalla está siendo preparada en la que entrarán en juego varios millones de hombres.

Austria-Hungría ha retirado las fuerzas que invadieron Servia y se ve ahora atacada por fuerzas de Montenegro y de Servia en las provincias de Bosnia y Herzegovina, asegurándose que la victoria ha quedado de parte de los servios y montenegrinos.

Italia, que temerosa de que estalle la revolución social ha procurado permanecer neutral, fue amenazada por Alemania de atacarla si no cumplía con el compromiso que tiene de tomar las armas en favor de ella y de Austria-Hungría.

Turquía, apoyada por Alemania, es una amenaza contra Italia y Grecia, y un obstáculo para el libre tráfico de la tropa de guerra rusa del Mar Negro al Mediterráneo. Rusia ha demandado de Turquía que no obstruya el paso de los Dardanelos, y esta nación ha contestado que no permítirá la salida de la flota rusa del Mar Negro. Por lo tanto, los primeros combates entre Rusia y Turquía comenzarán de un día a otro.

Francia e Inglaterra han convenido con el Japón en darle libertad de acción en el Pacífico. El Japón ha enviado desde luego un ultimátum a Alemania para que en el término de una semana retire los barcos de guerra que tiene en el Pacífico y desocupe el territorio de Kiao-Chow, territorio robado a China por los alemanes, declarando el Japón que si Alemania no obedece la orden, las fuerzas japonesas de mar y tierra atacarán el puerto de Tsing-tao que pertenece a Kiao-Chow.

La entrada del Japón en la contienda amplía el radio del conflicto hasta el Extremo Oriente, y pone en situación difícil a los Estados Unidos que tanto temen verse mezclados en él. Los Estados Unidos tienen la obligación de guardar la neutralidad del territorio chino, y como el ataque que por tierra tendrán que hacer los japoneses contra la posesión alemana de Kiao-Chow, sería imposible sin tocar territorio chino, los Estados Unidos tendrán que luchar contra el Japón o humillarse ante esa nación.

En Washington, Wilson y Bryan discuten la situación delicada en que se han visto colocados los Estados Unidos con motivo de la participación del Japón en la gran guerra, pues se cree que el Japón va a capturar todas las islas que posee Alemania en el Pacífico, lo que ocasionará perjuicios inmensos a los negocios americanos, sin contar con el hecho de que existiendo una rivalidad entre las dos naciones, rivalidad que tiene como origen las ambiciones de las burguesías americana y japonesa de ejercer predominio comercial en el Oriente, si los Estados Unidos no entran en guerra contra el Japón para que se decida de una vez cual de las dos naciones ha de quedar dueña de la situación en el comercio del Oriente y el tráfico en el Pacífico, los Estados Unidos tendrán que resignarse a ver crecer el poderío de su rival.

Esto hace creer que probablemente tendrán que tomar parte en la contienda los Estados Unidos.

En el Adriático ha habido combates navales entre las flotas inglesa y austriaca, quedando derrotada la última, pues se asegura que cuatro barcos de guerra austriacos han sido echados a pique por los ingleses.

En Africa fuerzas francesas e inglesas han invadido algunas de las colonias alemanas.

Tal es el resumen de la situación mundial con motivo de la guerra. Una gran miseria prevalece entre Europa a causa de la alza de precios de los artículos de primera necesidad por la paralización de los negocios, y esa miseria está invadiendo a gran prisa a los Estados Unidos. Las fundiciones de Douglas, El Paso, y otros muchos lugares de este país, han acortado el número de trabajadores; lo mismo ha ocurrido en las minas. El trust más poderoso, o al menos uno de los más poderosos, él del acero, ha suspendido una gran parte de sus operaciones; la industria del aceite se encuentra en situación crítica, y ha tenido que estar cerrando sus pozos; otros muchos negocios se encuentran en los límites de la bancarrota. El resultado de todo esto es el encarecimiento de los artículos de primera necesidad, el sufrimiento humano causado por la ambición de los burgueses que han arrojado a los pueblos unos sobre los otros para que conquisten con sangre proletaria, no la libertad, ni la justicia, ni el bienestar de los pobres, sino el engrandecimiento de las empresas industriales y mercantiles que regentean.

Esta guerra, que dentro de pocas semanas tendrá por escenario toda la superficie del planeta, es una guerra provocada por los burgueses; es una guerra de negocios contra negocios. El burgués alemán tiene envidia de los negocios que hace el burgués inglés; el burgués inglés, envidia la prosperidad del burgués alemán, y los burgueses de todos los países se envidian recíprocamente. Lo justo, lo honrado sería que los burgueses de los distintos países arremetieran unos contra otros, pues al menos ahorrarían a los proletarios el trabajo de cortarles las cabezas; pero no es así: son los proletarios los que empuñan el fusil para vengar los agravios de sus verdugos ... y es natural que suceda de esa manera, porque los burgueses han tenido buen cuidado de fomentar en los pobres el sentimiento patriótico, el odio de razas, el amor a la bandera. De ese modo, los pobres de los distintos países de la Tierra se consideran como enemigos unos de los otros, y cuando los burgueses de una nación tienen envidia de los negocios que hacen los burgueses de otra, dicen a los proletarios que el honor nacional ha sido ultrajado, que la integridad de la patria está en peligro, que el hilacho llamado bandera ha sido ofendido, y los proletarios, penetrados del sentimiento patriótico hasta la médula, firmes creyentes en la superioridad de las razas, se lanzan a la lucha a derramar su sangre por la patria, esto es, por algo que no les pertenece, que pertenece a sus verdugos, pues la tierra, las casas, los bosques, las montañas, los ríos, los útiles de trabajo, los medios de transportación, todo, todo, pertenece a sus amos. ¿Qué patria tiene el hombre que no cuenta con un terrón para reclinar la cabeza? La patria es de los burgueses, porque ellos la poseen.

Mas, como quiera que sea, esta aventura de la burguesía y de los políticos servirá para que el proletariado comprenda que si tiene que empuñar las armas, ha de ser contra los que lo explotan en el campo, en la mina, en el taller, en la fábrica; contra los que llevan su maldad hasta el grado de hacerla matarse en campos de batalla en que se disputan la supremacía el dólar contra el franco, el rublo contra el marco, la peseta contra la libra esterlina.

Abriguemos la esperanza de que esta catástrofe será la gota que haga rebosar el vaso. Millones de cadáveres van a quedar tendidos en toda la superficie de la Tierra; ríos de lágrimas brotarán de millones y millones de huérfanos, de viudas, de madres, de los deudos todos de los muertos en los campos de batalla; el hambre clavará sus dedos fríos en los estómagos de todos los pobres que con las frentes en las manos, los ojos enrojecidos por el llanto y congregados alrededor de los hogares sin lumbre, sentirán la ausencia del que fue cariñoso compañero, hijo abnegado, padre amable, hermano generoso, amigo leal, y en los corazones atormentados comenzará tal vez a germinar el descontento contra un sistema social odioso que condena al pobre a sudar en el trabajo y a regar su sangre en la arena del combate para aumentar el caudal del amo.

Estimular, provocar ese descontento es nuestro deber como revolucionarios; sembrar la rebeldía en los corazones es nuestra obligación, y este es el momento oportuno de hablar claro.

No se presentará en la historia de la humanidad una oportunidad mejor que la presente para precipitar la revolución social. Cumplamos con nuestro deber.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, Nº 199 del 22 de agosto de 1914)

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