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LA CRISIS MUNDIAL
Nuestros compañeros han de estar informados por la prensa burguesa de todos los incidentes de la gran guerra mundial. Las fuerzas aliadas de Inglaterra y Francia que al principio habían sido rechazadas continuamente al grado de creerse que París iba a quedar sitiada en pocos días por las fuerzas alemanas, tomaron la ofensiva e infligieron a los alemanes derrotas de importancia haciéndolos retroceder, retardando, de esa manera, la captura de la ciudad de París.
En la Prusia oriental, los rusos volvieron a tomar la ofensiva y avanzan hacia el interior del país, mientras que por la provincia de Galitzia, Austria, repulsan a las fuerzas austriacas que buscan un refugio en los Montes Cárpatos.
Italia tiene ya más de quinientos mil soldados listos para la matanza. Servia y Montenegro obtienen continuas victorias sobre los austriacos. Turquía desafía a todas las potencias derogando los privilegios especiales de que gozaban tanto ella como sus súbditos en territorio turco. En la India fermenta la revolución contra la tiranía inglesa. En Kiao-Chow, las fuerzas alemanas sufren la primera derrota en manos de los japoneses.
El radio de la guerra se ha extendido a Asia, Africa y Oceanía.
¡Que viva la guerra! ¡Que siga la guerra! ¡Que toda la superficie del planeta sea teatro de la gran conflagración!
¿Que mueren millones de hombres? ¡Mejor! Los pueblos son tan imbéciles que necesitan esos terribles golpes, esas formidables sacudidas para despertar. No nos entreguemos a lloriqueos y sentimentalismos ante el espectáculo de la desolación y la ruina. Aceptemos con entereza el resultado de la estupidez humana, y digamos a los que quieran oímos: hermanos, he ahí a lo que conduce vuestra obstinación en no atender nuestros sanos consejos. Os hemos dicho que mientras exista el derecho de propiedad individual, no podrá haber paz en la Tierra. Nos llamáis ladrones cuando os aconsejamos que pongáis en práctica la expropiación de la riqueza social para el beneficio de todos; pues, bien, no os quejéis ahora, aceptad las consecuencias de vuestra estúpida resistencia a nuestras palabras y a nuestros actos. Nos llamáis réprobos y bandidos y asesinos cuando os aconsejamos que déis muerte al principio de autoridad; pues, bien, no suspiréis ni os quejéis cuando vuestros amos os agrieten los lomos a latigazos, y os conduzcan a puntapiés a que toméis vuestro puesto en las filas de salvajes que se destrozan para aumentar los caudales de sus verdugos.
¡Que siga la guerra! ¡Que el cañón no deje piedra sobre piedra de las ciudades malditas en cuyas covachas se amontona el ganado humano! ¡Eso ahorrará trabajo a la dinamita del revolucionario! ¡Que los plantíos queden arrasados, para ver si el hambre pone en las manos del desheredado la piedra que ha de destrozar el cráneo de sus tiranos!
La catedral de Reims ha sido destruida por los cañones alemanes, ¡que caigan todas ellas! ¿No son ellas los nidales de esas víboras que se enroscan en el corazón humano para infiltrar en él el veneno de la paciencia, de la mansedumbre, de la resignación, cuando la tiranía no se ablanda con lágrimas ni rezos, sino con golpes?
¡Que siga la guerra! ¡Que mueran millones de borregos, a ver si el resto se convierte en lobos a fuerza de sufrir! Porque mientras el hombre tenga un pedazo de pan seguro de llevarse a la boca, sus puños no se atreverán a alzarse contra sus tiranos. Es la desesperación la madre de los grandes actos. La desesperación redujo a escombros la Bastilla; la cólera y la desesperación de tres siglos de vida ignominiosa derribaron las puertas de Granaditas.
¡Que siga la guerra! ¡Que el espectáculo horrible de la muerte, la desolación, el hambre, la ruina, sacuda a los pueblos aletargados con el narcótico de las banderas, de las patrias y de las religiones, y que comprendan al fin que es insensato destrozarse por enriquecer a los burgueses y mantener parásitos llamados gobernantes!
Ya que la razón no entra con palabras en los duros cráneos de las masas, que entre a golpes.
La letra con sangre entra, decía una frase bárbara de nuestros antepasados. Parece que los pueblos necesitan una pedagogía de hotentotes para abrir los ojos a la razón.
Y parece que algunos pueblos ya los están abriendo. En Viena, las masas populares se agitan contra el gobierno; en Bohemia se notan síntomas de insurrección. ¡Adelante, valientes! ¡A recoger el revólver caído de las manos del justiciero de Sarajevo!
Gritad todos: ¡Viva Tierra y Libertad!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración N° 201, sin fecha)
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