Índice de Los nueve libros de la historia de Heródoto de HalicarnasoCuarta parte del Libro PrimeroSegunda parte del Libro SegundoBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO

EUTERPE

Primera parte



1

Después de la muerte de Ciro, heredó el reino Cambises, hijo de Ciro y de Casandana, hija de Farnaspes; cuando ésta había muerto, Ciro hizo gran duelo, y ordenó a todos sus súbditos hacer duelo. Hijo de esta mujer y de Ciro, Cambises, contaba como esclavos heredados de su padre a los jonios y a los eolios, y preparaba una expedición contra el Egipto, tomando consigo entre otros súbditos, a los griegos, de quienes era señor.


2

Antes del reinado de Psamético, creían los egipcios que eran los hombres más antiguos. Pero desde que Psamético comenzó a reinar y quiso saber quiénes eran los más antiguos, desde entonces piensan que los frigios son más antiguos que ellos, y ellos más que todos los demás. Psamético, como en sus averiguaciones no pudo dar con ningún medio de saber cuáles eran los hombres más antiguos, discurrió esta traza. Entregó a un pastor dos niños recién nacidos, de padres vulgares, para que los criase en sus apriscos de la manera siguiente: mandóle que nadie delante de ellos pronunciase palabra alguna, que yaciesen solos en una cabaña solitaria, que a su hora les llevase unas cabras, y después de hartarles de leche les diese los demás cuidados. Esto hacía y encargaba Psamético, deseoso de oír la primera palabra en que los dos niños prorrumpirían, al cesar en sus gritos inarticulados. Y así sucedió. Hacía dos años que el pastor procedía de tal modo, cuando al abrir la puerta y entrar, cayeron a sus pies los dos niños, y tendiéndole las manos, pronunciaron la palabra becos. La primera vez que lo oyó el pastor, guardó silencio, pero como muchas veces al irlos a ver y cuidar, repetían esa palabra, dió aviso a su amo, por cuya orden condujo los niños a su presencia. Al oírlos a su vez el mismo Psamético, indagó qué hombres usan el nombre becos, e indagando halló que así llaman al pan los frigios. De tal modo, y razonando por tal experiencia, admitieron los egipcios que los frigios eran más antiguos que ellos. Que pasase en estos términos yo mismo lo oí en Menfis de boca de los sacerdotes de Hefesto, si bien los griegos, entre otras muchas necedades, cuentan que Psamético mandó cortar la lengua a ciertas mujeres, y ordenó después que los niños se criasen con ellas.


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Todo esto decían sobre la crianza de los niños. También oí otras noticias en Menfis conversando con los sacerdotes de Hefesto; y me dirigí a Tebas y a Heliópolis por este mismo asunto, para ver si concordarían con los relatos de Menfis, ya que los sacerdotes de Heliópolis son tenidos por los más eruditos del Egipto. En esos relatos, lo que escuché tocante a los dioses no estoy dispuesto a narrarlo (salvo solamente sus nombres), pues juzgo que acerca de ellos todos los hombres saben lo mismo. Cuanto en este punto mencione, lo haré forzado por el hilo de la narraciÓn.


4

Tocante a las cosas humanas, decían a una voz que los egipcios habían sido los primeros entre todos los hombres en inventar el año, dividiéndolo en las doce partes correspondientes a las estaciones, y decían que habían inventado esto gobernándose por las estrellas. A mi entender, calculan más sabiamente que los griegos, pues los griegos intercalan cada tercer año un mes por razón de las estaciones, pero los egipcios, calculando treinta días para cada uno de los doce meses, añaden a este número cinco días cada año, y así el ciclo de las estaciones, en su curso, se les presenta siempre en la misma fecha. Decían también que los egipcios habían sido los primeros en introducir los nombres de los doce dioses, y que de ellos los tomaron los griegos; los primeros en asignar a los dioses altares, estatuas y templos, y en tallar figuras en la piedra. Y en cuanto a la mayor parte de tales pretensiones, demostraban con hechos que así había sucedido. Añadían que Min fue el primer hombre que reinó en Egipto; en sus tiempos, el Egipto todo, fuera del nomo de Tebas, era un pantano, y que nada aparecía entonces de cuanto terreno aparece ahora más abajo del lago Meris, distante del mar siete días de navegación, remontando el río.


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Y me parece que discurrían bien acerca de su país, ya que es evidente, aun sin haberlo oído antes, con sólo verlo, para quien tenga entendimiento, que el Egipto adonde navegan los griegos es para los egipcios tierra adquirida y don del río, y lo mismo la región que está más arriba de ese lago, hasta tres días de navegación, acerca de la cual nada de eso decían los sacerdotes, pero es semejante. Pues la naturaleza de la tierra del Egipto es ésta: ante todo, cuando todavía estás navegando, distante de tierra un día de singladura, si echas la sonda, sacarás lodo, y hallarás once brazas de profundidad. Lo cual prueba que hasta allí llega el poso del río.


6

En segundo lugar, la extensión del Egipto a lo largo del mar, es de sesenta esquenos, según nosotros limitamos al Egipto, desde el golfo Plintinetes hasta el lago Serbónide, junto al cual se dilata el monte Casio; a partir de este lago, pues, es de sesenta esquenos. Los que son pobres en tierras, miden el suelo por brazas; los que son menos pobres lo miden por estadios; los que poseen mucha tierra por parasangas, y los que poseen inmensa extensión, por esquenos. La parasanga equivale a treinta estadios, y el esqueno, medida egipcia, a sesenta estadios. Así que la costa del Egipto sería de tres mil seiscientos estadios de largo.


7

Desde Heliópolis, penetrando en el interior, es el Egipto ancho, del todo llano, bien regado y cenagoso. Para subir desde el mar hasta Heliópolis, hay un camino más o menos del mismo largo que el camino que lleva desde Atenas, comenzando en el altar de los doce dioses, hasta Pisa y el templo de Zeus Olímpico; si se hiciese la cuenta, se hallaría pequeña la diferencia entre estos dos caminos, no más de quince estadios, pues al que va de Atenas a Pisa le faltan cinco estadios para tener mil quinientos, y el que va del mar a Heliópolis llega a este número cabal.


8

De Heliópolis arriba, es el Egipto angosto. Por un lado se extienden los montes de Arabia, desde el Norte al Mediodía y al viento Noto, avanzando siempre tierra adentro hasta el mar llamado Eritreo; en ellos están las canteras que se abrieron para construir las pirámides de Menfis. Los montes terminan en este punto, y hacen un recodo hacia el lugar que tengo dicho; allí donde son más largos, según averigüé, llevan dos meses de camino de Levante a Poniente y su extremo oriental produce incienso. Así son estos montes. En la parte de Egipto, confinante con la Libia, se extienden otros montes pedregosos, donde están las pirámides; están cubiertos de arena, y se extienden en la misma dirección que la parte de los montes de Arabia que se dirige al Mediodía. Así, pues, a partir de Heliópolis la región no es vasta, para ser del Egipto; y, durante catorce días de navegación río arriba, el Egipto es estrecho, siendo el valle entre los montes referidos una tierra llana. Y allí donde es más estrecho, me pareció tener aproximadamente no más de doscientos estadios desde los montes llamados Arábigos hasta los Líbicos. A partir de allí, el Egipto es otra vez ancho.


9

Tal es la naturaleza de este país. Desde Heliópolis hasta Tebas hay nueve días de navegación, trayecto de cuatro mil ochocientos sesenta estadios; que son ochenta y un esquenos. Sumando los estadios que tiene el Egipto: la costa, como he demostrado antes, tiene tres mil seiscientos, y ahora indicaré qué distancia hay desde el mar hasta Tebas tierra adentro: seis mil ciento veinte, y desde Tebas hasta la ciudad llamada Elefantina hay mil ochocientos estadios.


10

La mayor parte de dicho país, según decían los sacerdotes, y según también me parecía, es una tierra adquirida por los egipcios. Porque el valle entre los montes de que he hablado, que se hallan arriba de la ciudad de Menfis, se me figuraba que había sido en algún tiempo un golfo marino, como la comarca de Ilión, la de Teutrania, la de Efeso y la llanura del Meandro, para comparar estas pequeñeces con aquella grandeza, ya que ninguno de los ríos que cegaron estos parajes merece compararse en tamaño con una sola boca del Nilo que tiene cinco. Cierto que hay otros ríos que, sin tener la grandeza del Nilo, han producido grandes efectos; yo puedo dar sus nombres, principalmente, el del río Aqueloo, que corriendo por Acarnania y desembocando en el mar, ha convertido ya en tierra firme la mitad de las islas Equínades.


11

En la región de Arabia, no lejos del Egipto, existe un golfo marino, el cual penetra desde el mar llamado Eritreo y tan largo y estrecho como voy a decir: en cuanto al largo de su recorrido, quien desde su fondo comienza a navegar hasta mar abierto, pone cuarenta días a remo; y en cuanto al ancho, donde más ancho es el golfo, medio día de navegación; todos los días tiene flujo y reflujo. Creo que el Egipto debió de ser un golfo semejante a éste, que desde el mar del Norte se internara en Etiopía, y que el golfo Arábigo se dirigía desde el mar del Sur hacia la Siria, casi comunicados entre sí por sus fondos y separados por una pequeña lengua de tierra. Pues si el Nilo quisiera torcer su curso hacia el golfo Arábigo, ¿quién le impedirá cegarlo en su curso dentro de veinte mil años? Yo creo que aun dentro de diez mil años lo podría cegar. ¿Cómo, pues, en el tiempo transcurrido antes de que yo naciese no pudo cegarse un golfo, aun mucho mayor que éste, por un río tan grande y tan activo?


12

En cuanto al Egipto, pues, creo a quienes eso dicen, y a mí me parece que es así, sin duda alguna, viendo que el Egipto sale hacia el mar más que las tierras vecinas, que en sus montes aparecen conchas; que la sal aflora de tal modo que hasta desgasta las pirámides; y que ese monte que está arriba de Menfis es el único en el Egipto que tenga arena. Además, el Egipto no se parece por su suelo ni a la Arabia comarcana, ni a la Libia, ni a la Siria (los sirios ocupan la costa de Arabia); antes bien es una tierra negruzca y quebradiza, como que es un cenagal y poso, traído de Etiopía por el río. En cambio, la tierra de Libia vemos que es más bien roja y algo arenosa, y la de Arabia y la de Siria es más bien arcillosa y pedregosa.


13

También me referían los sacerdotes la siguiente gran prueba acerca de esta tierra: en el reinado de Meris, cuando el río llegaba a ocho codos por lo menos, regaba la parte del Egipto que está más abajo de Menfis, y no hacía aún novecientos años que había muerto Meris. Pero ahora si el río no sube por lo menos a quince o dieciséis codos, no se desborda sobre la región. Me parece que los egipcios que viven en los parajes situados más abajo del lago Meris, y principalmente en el llamado Delta, si esa región gana altura a proporción y aumenta de igual modo, al no inundarla el Nilo, han de sufrir para siempre en el porvenir lo que una vez dijeron ellos mismos que habían de sufrir los griegos. Pues enterados de que en toda la comarca de los griegos llueve, y de que no está regada por ríos como la de ellos, dijeron que algún día los griegos, defraudados en su gran esperanza, pasarían terrible hambre. Esa palabra quiere decir que si el dios no quisiera darles lluvia sino sequía, los griegos serían presa del hambre, pues no tienen ningún otro medio de procurarse agua, sino sólo Zeus.


14

Razón tienen los egipcios para haber hablado así de los griegos; pero veamos ahora, que a su vez explicaré a los egipcios su situación. Si como antes dije, la región situada más abajo de Menfis (porque ésa es la región que aumenta) aumentase en altura en la proporción en que aumentó en el pasado, ¿qué les quedará a los egipcios que moran ahí sino pasar hambre, ya que no caerá lluvia en el país, ni el río podrá desbordarse sobre los campos? Pero en verdad, por ahora éstos son los que con menor fatiga recogen el fruto de la tierra, no ya entre todos los hombres, sino entre los demás egipcios. No tienen el trabajo de abrir surcos con el arado, ni de escardar, ni de hacer ningún trabajo de cuantos hacen los demás hombres que se afanan por sus cosechas; sino que, cuando por sí mismo el río viene a regar los campos y después de regarlos se retira, entonces cada cual siembra su propio campo metiendo en él piaras; después que las piaras hunden la semilla con sus pisadas, aguarda la siega, hace trillar el grano por las piaras y así lo recoge.


15

Si quisiéramos adoptar acerca del Egipto la opinión de los jonios, quienes afirman que sólo el Delta es Egipto -su costa, dicen, va desde la atalaya llamada de Perseo hasta los saladeros de Pelusio, por espacio de cuarenta esquenos; del mar al interior dicen que se extiende hasta la ciudad de Cercasoro, donde el Nilo se divide en dos brazos que corren hacia Pelusio y hacia Canopo; el resto del Egipto pertenece, según ellos, parte a la Libia, parte a la Arabia-, adoptando tal explicación podríamos demostrar que antiguamente los egipcios no tenían tierra. Ya el Delta, por lo menos (como los mismos egipcios dicen y a mí me parece) es un terreno aluvial recién surgido, por decirlo así. Si, pues, no tenían ninguna tierra ¿a qué el vano empeño de creerse los hombres más antiguos? No precisaban hacer la experiencia de los dos niños para observar el primer idioma que profiriesen. Mas no creo que los egipcios naciesen juntamente con el Delta, llamado Egipto por los jonios, sino que existiesen siempre desde que hubo hombres, y que al avanzar el terreno muchos quedaron atrás, y muchos fueron bajando. Por lo demás, antiguamente se llamaba Egipto la ciudad de Tebas, cuyo contorno es de seis mil ciento veinte estadios.


16

Si nosotros juzgamos acertadamente en estas materias, no es buena la opinión de los jonios acerca del Egipto. Pero si la opinión de los jonios es acertada, demuestra que los griegos y los mismos jonios no saben contar cuando dicen que toda la tierra se divide en tres partes: Europa, Asia y Libia; deben añadir por cuarta el Delta de Egipto, ya que no pertenece al Asia ni a la Libia. Pues, a esa cuenta no es el Nilo quien deslinda el Asia de la Libia; el Nilo se abre en el vértice del Delta, de tal suerte que vendría a quedar en el intervalo entre Asia y Libia.


17

Dejamos a un lado la opinión de los jonios; y decimos lo siguiente acerca de esta materia: Egipto es todo el país habitado por los egipcios, así como es Cilicia el habitado por los cilicios y Asiria por los asirios; y no sabemos de ningún otro límite verdadero entre Asia y Libia sino la frontera de los egipcios. Pero si adoptamos la opinión corriente entre los griegos, diremos que todo Egipto, empezando desde las Cataratas y de la ciudad de Elefantina, se divide en dos partes y lleva ambos nombres: una parte pertenece a la Libia y otra al Asia. En efecto, a partir de las Cataratas el Nilo corre al mar dividiendo al Egipto en dos partes. Hasta la ciudad de Cercasoro el Nilo corre por un solo cauce y desde esta ciudad se divide en tres brazos: el uno se dirige a Levante y se llama boca Pelusia; el otro de los brazos va hacia Poniente y se llama boca Canópica; y de los brazos del Nilo el que es recto, sigue así: corre hacia arriba y llega al vértice del Delta; desde allí corta el Delta por el medio y se echa en el mar; no es el brazo que le aporta menor caudal ni es el menos célebre, y se llama boca Sebennítica. Hay aún otras dos bocas que se desprenden de la Sebennítica y se dirigen al mar, llamadas la una Saítica y la otra Mendesia. La boca Bolbitina y la Bucólica no son naturales sino excavadas.


18

También da testimonio en favor de mi opinión de que el Egipto tiene la extensión que yo demuestro en mi relato, el oráculo de Amón, del que yo me enteré después de formar mi opinión sobre el Egipto. Los vecinos de la ciudad de Marea y de Apis, que moran en las fronteras de la Libia, creyéndose libios y no egipcios, disgustados con el ritual de los sacrificios, y no queriendo abstenerse de la carne de vaca, enviaron al santuario de Amón, y afirmaron que no tenían nada de común con los egipcios, pues vivían fuera del Delta y hablaban diversa lengua, y que deseaban les fuese lícito comer de todo. Pero el dios no les permitió hacerlo, respondiéndoles que era Egipto la comarca que riega el Nilo en sus inundaciones, y que eran egipcios los que moraban más abajo de Elefantina, y bebían de ese río. Tal fue la respuesta. El Nilo, cuando está crecido, no sólo inunda el Delta sino también parte de los territorios que se consideran líbico y arábigo, por espacio de dos jornadas de camino a cada lado; algunas veces más toda vía que eso, otras menos.


19

Sobre la naturaleza del río nada pude alcanzar, ni de los sacerdotes, ni de ningún otro. Yo estaba deseoso de averiguar de ellos estos puntos: por qué el Nilo crece y se desborda durante cien días a partir del solstido del verano, y cuando se acerca a este número de días, se retira y baja su corriente, y está escaso por todo el invierno, hasta el nuevo solsticio de verano. Acerca de estos puntos nada pude alcanzar de los egipcios, cuando les preguntaba qué poder posee el Nilo de tener naturaleza contraria a la de los demás ríos. Eso preguntaba porque quería saber lo que llevo dicho y también preguntaba por qué es el único río que no emite brisas.


20

Algunos griegos, queriendo señalarse por su ciencia, discurrieron tres explicaciones diferentes acerca de este río; dos de las cuales no estimo dignas de mención, pero solamente quiero indicarlas. La una de ellas dice que los vientos etesias son la causa de crecer el río, porque le impiden desaguar en el mar. Pero muchas veces no han soplado los etesias y el Nilo hace lo mismo. Además, si los etesias fueran la causa, debía pasar lo mismo, en las mismas condiciones que al Nilo, a todos los demás ríos que corren opuestos a los etesias, y en tanto mayor grado aún, cuanto por ser más pequeños presentan débil corriente; en cambio, hay muchos ríos en Siria y muchos en Libia a los cuales no pasa nada semejante a lo que pasa con el Nilo.


21

La otra opinión es menos docta que la primera, pero despierta más admiración como relato; dice que el Nilo hace sus inundaciones porque procede del Océano, y que el Océano corre alrededor de toda la tierra.


22

La tercera de las explicaciones, con mucho la más plausible, es la más equivocada, pues nada dice al afirmar que el Nilo nace de la nieve derretida. El río corre desde Libia, a través de Etiopía, y desemboca en el Egipto; ¿cómo, pues, podría nacer de la nieve si corre de lugares muy calientes a lugares más fríos? Para un hombre capaz de razonar sobre tales materias hay muchas pruebas de que ni siquiera es verosímil que nazca de la nieve. Proporcionan el primero y más importante testimonio los vientos calientes que soplan desde esas regiones; el segundo, el hecho de que la región nunca tiene lluvia ni hielo, y después que cae nieve es de absoluta necesidad que llueva a los cinco días, de tal modo que si nevase habría lluvia en estos parajes; en tercer lugar, los naturales son negros por el calor. Milanos y golondrinas no faltan en todo el año, y las grullas que huyen del invierno de Escitia acuden a invernar a estas regiones. Por poco que nevase en la región donde nace y que atraviesa el Nilo, nada de esto sucedería, según necesariamente se prueba.


23

El que hace afirmaciones acerca del Océano, como ha remontado su noticia a lo desconocido no puede ser refutado: yo, a lo menos, no conozco ningún río Océano. Creo, sí, que Homero o alguno de los poetas anteriores inventó el nombre y lo introdujo en poesía.


24

Si después de censurar las opiniones expuestas debo manifestar mi opinión sobre estos arcanos, diré por qué me parece que crece el Nilo en verano. En invierno el sol, rechazado por las tempestades de su antigua órbita, llega al sur de la Libia. Para demostrarlo lo más brevemente posible, ya todo queda dicho, pues es natural que la región a la que más se acerque o a la que recorra este dios esté más pobre en aguas, y queden secos los cauces de los ríos locales.


25

Para demostrarlo más largamente, el caso es así. Al recorrer el sol el sur de la Libia procede de este modo: como en todo tiempo el aire de esos parajes es sereno, y la región caliente y sin vientos fríos, al recorrer la obra el mismo efecto que suele obrar en verano, en su curso en medio del cielo: atrae el agua hacia sí y, atraída, la rechaza hacia los lugares altos, los vientos la toman y luego la esparcen y disuelven; y es natural que los vientos que soplan de esta región, el Sur y el Suroeste, sean con mucho los más lluviosos de todos los vientos. No creo que el sol envíe siempre toda el agua que toma anualmente del Nilo, sino que la reserva también para sí. Cuando se mitiga el invierno, vuelve otra vez el sol al medio del cielo, y desde entonces atrae hacia sí igualmente el agua de todos los ríos. Hasta este momento, los demás ríos, gracias a la abundante agua de lluvia que se les une (pues su territorio recibe lluvia y está surcado de torrentes), corre con gran caudal; pero en verano, cuando les faltan las lluvias, y el sol los absorbe, su corriente es débil. Pero como el Nilo no recibe lluvias, y es absorbido por el sol, natural es que sea el único río que en este tiempo corra mucho más menguado, comparado con sí mismo, que en verano; pues en verano es absorbido, a la par que todos los demás ríos, mientras en invierno es el único reducido.


26

Así, pues, pienso que el sol es la causa de estos hechos. A mi parecer también es causa de que allá el aire sea seco, pues lo abrasa en su órbita; por eso siempre reina verano en el sur de la Libia. Pues si se trastornase el orden de las estaciones; y en la parte del cielo donde ahora se hallan el viento Norte y el Invierno, se asentaran el Sur y el Mediodía, y en donde está ahora el Sur se estableciese el Norte, si así fuera, rechazado el sol del medio del cielo por el invierno y el viento Norte, pasaría por el norte de Europa como recorre ahora el sur de Etiopía, y al atravesar toda Europa pienso que haría con el Istro como ahora obra con el Nilo.


27

Acerca de la brisa y por qué no se exhala del Nilo, tengo esta opinión: natural es que no haya viento alguno originario de países muy calurosos, pues la brisa suele provenir de algún lugar frío. Sean en fin estas cosas como son y como desde un principio han sido.


28

En cuanto a las fuentes del Nilo, ninguno de cuantos traté, egipcio, libio o griego, declaró conocerlas, salvo el escriba del tesoro sagrado de Atenea en la ciudad de Sais en Egipto, y me pareció que bromeaba al afirmar que las conocía puntualmente. Decíame que había dos montes cuyas cumbres acababan en picos, situados entre la ciudad de Elefantina y la de Siena, en la Tebaida; esos montes se llamaban Crofi el uno y Mofi el otro, y las fuentes del Nilo, de insondable profundidad, manan en medio de ellos; la mitad del agua corre hacia el Egipto, cara al viento Norte, y la otra, hacia Etiopía y al viento Sur. De que las fuentes tengan insondable profundidad, decía, hizo la prueba el rey Psamético, quien mandó trenzar un cable de millares y millares de brazos, lo soltó y no llegó a fondo. Pero este escriba, si lo que contaba había sucedido de veras, demostraba (en mi concepto) que en ese lugar hay violentos remolinos, con flujo y reflujo, por precipitarse el agua contra los montes, de suerte que la sonda echada no puede irse al fondo.


29

De nadie más pude averiguar nada; pero averigüé estas otras noticias, las más remotas, cuando llegué como testigo ocular hasta la ciudad de Elefantina, y desde ahí, de oídas, gracias a mis investigaciones. Remontando camino desde Elefantina, se encuentra un lugar escarpado; aquí para marchar es preciso atar el barco por entrambos lados como un buey, y si se rompe la cuerda, el barco se va, arrebatado por la fuerza de la corriente. En este lugar hay cuatro días de navegación; el Nilo es aquí sinuoso como el Meandro, y son doce los esquenos que hay que atravesar de ese modo. Después llegarás a una llanura lisa donde el Nilo rodea una isla que lleva el nombre de Tacompso; a partir de Elefantina hacia el interior, viven ya los etíopes, que pueblan también la mitad de la isla, la otra mitad, los egipcios. Sigue a la isla un gran lago, alrededor del cual moran los etíopes nómadas; cuando lo hubieres atravesado, llegarás al lecho del Nilo, el cual desemboca en ese lago. Luego desembarcarás y andarás a lo largo del río cuarenta días, porque se levantan en el Nilo escollos y agudas peñas a causa de las cuales es imposible navegar. Cuando hayas atravesado este lugar en los cuarenta días, te embarcarás en otra nave, navegarás doce días y llegarás a una gran ciudad cuyo nombre es Méroe. Dícese que esta ciudad es la metrópoli de los demás etíopes; sus habitantes veneran únicamente entre los dioses a Zeus y a Dioniso, a quienes tributan grandes honras; tienen un oráculo de Zeus: salen en campaña cuando este dios se lo ordena con sus profedas y se dirigen adonde les ordena.


30

Navegando desde esa ciudad, en otro tanto tiempo como en el que llegaste de Elefantina a la metrópoli de los etíopes, llegarás a los Desertores. El nombre de esos Desertores es Asmach, y esa palabra significa en lengua griega los que asisten a la izquierda del rey. Desertaron doscientos cuarenta mil soldados y se pasaron a los etíopes con la ocasión que referiré. En el reinado de Psamético estaban establecidas en la ciudad de Elefantina guarniciones contra los etíopes, otra en Dafnas de Pelusio contra los árabes y asirios, y otra en Marea contra la Libia; todavía en mis tiempos, bajo el dominio persa, las guarniciones se mantienen tal como estaban en el reinado de Psamético, ya que los persas montan guardia en Elefantina y en Dafnas. Sucedió que los egipcios habían montado guardia tres años sin que nadie les relevara de la guardia; después de deliberar y de común acuerdo, abandonaron todos a Psamético y se fueron a Etiopía. Informado Psamético, corrió en su seguimiento, y cuando los alcanzó, les dirigió largas súplicas, oponiéndose a que abandonaran a los dioses patrios, a sus hijos y mujeres, y uno de ellos, según se cuenta, mostrando su miembro viril, dijo que en cualquier parte donde lo tuvieran, tendrían hijos y mujeres. Cuando llegaron a Etiopía, se entregaron al rey, y él les recompensó de este modo: había ciertos etíopes con quienes había tenido diferencias; invitó a los desertores a arrojarlos y ocupar su territorio. Y una vez establecidos entre los etíopes, fueron humanizándose éstos por aprender las costumbres egipcias.


31

Así, pues, el Nilo es conocido, aparte su curso en Egipto, por cuatro meses de navegación y de camino; tantos, en efecto, resultan los meses empleados en total para ir desde Elefantina hasta estos Desertores; y corre desde la región vespertina y poniente; pero más allá nadie puede hablar con certidumbre, porque es una región desierta, a causa del calor.


32

No obstante, he aquí lo que oí de boca de algunos cireneos: decían que habían ido al oráculo de Amón, y habían entrado en coloquio con Etearco, rey de los amonios, y que de conversación en conversación, vinieron a hablar sobre el Nilo, y sobre que nadie conocía sus fuentes. Etearco contó que una vez habían llegado a su presencia unos nasamones (este pueblo es libio y ocupa la Sirte y el territorio situado a Oriente de la Sirte en un corto espacio); cuando llegaron los nasamones y se les preguntó si podrían contar algo más acerca de los desiertos de la Libia, le refirieron que hubo en su tierra ciertos jóvenes audaces, hijos de hombres poderosos, que al llegar a la edad viril habían discurrido, entre otras extravagancias, sortear a cinco de entre ellos para ver los desiertos de la Libia y si podían ver algo más que los que habían visto las tierras más remotas. Porque la costa mediterránea de la Libia, empezando desde Egipto hasta el cabo Soloente, que pone fin a la Libia, la pueblan toda los libios (y diversas tribus de libios), salvo lo que ocupan griegos y fenicios; pero más allá de la costa y de los pueblos próximos al mar, Libia es región de fieras; y más allá de la región de fieras es un arenal, terriblemente árido y del todo desierto. Aquellos jóvenes, despachados por sus camaradas y bien provistos de víveres y de agua, pasaron primero por la región poblada; después de recorrer ésta llegaron a la región de las fieras, y desde ésta atravesaron el desierto, enderezando el camino hacia el viento Oeste. Después de recorrer un vasto arenal durante muchos días, vieron por fin árboles en una llanura, y acercándose empezaron a echar mano al fruto que estaba sobre los árboles. Mientras estaban cogiéndolo, les atacaron ciertos hombrecillos, de menos de mediana altura, los apresaron y se los llevaron; los nasamanes no entendían su lengua ni los que los llevaban entendían la de los nasamones. Los llevaron por dilatados pantanos, y después de recorridos éstos, a una ciudad en la cual todos tenían la misma talla que los conductores, y eran menos negros. Junto a la ciudad corría un gran río, de Poniente a Levante, y en él se veían cocodrilos.


33

Hasta aquí contaré la fábula de Etearco el amonio; añadiré sólo que decía, según contaban los cireneos, que los nasamones habían vuelto, y que los hombres a los cuales habían llegado eran todos hechiceros. Etearco conjeturaba que el río que bordeaba la ciudad era el Nilo, y la razón así lo quiere. En efecto, el Nilo viene de Libia, y la corta por el medio; y según conjeturo, juzgando lo desconocido por lo manifiesto, nace a la misma distancia que el Istro. Porque el Istro comienza desde la ciudad de Pirena, en la región de los celtas y corre cortando a Europa por el medio (los celtas están más allá de las columnas de Heracles, lindantes con los cinesios, los cuales, de todos los pueblos establecidos en Europa, son los que viven más a Poniente); y termina el Istro desembocando en el ponto Euxino, después de atravesar Europa, en donde se encuentra Istria, poblada por los colonos de Mileto.


34

El Istro, como corre por tierra poblada, es de muchos conocido, pero nadie puede hablar sobre las fuentes del Nilo, porque la Libia a través de la cual corre es desierta y despoblada. Queda dicho sobre su curso, hasta donde me fue posible llegar con mis investigaciones. El Nilo va a parar a Egipto, y Egipto cae más o menos enfrente de la Cilicia montuosa; desde allí hasta Sinope en el ponto Euxino hay camino recto de cinco días para un hombre diligente. Sinope está enfrente del paraje donde el Istro desemboca en el mar. Así, me parece que el Nilo, que atraviesa toda la Libia, es igual al Istro.


35

Acerca del Nilo baste lo dicho. Paso a hablar del Egipto con detenimiento, pues comparado con cualquier otro país, es el que más maravillas tiene y el que más obras presenta supenores a todo encarecimiento. A causa de esto hablaré más del Egipto. Los egipcios, con su clima particular y con su río, que ofrece naturaleza distinta de la de los demás ríos, han establecido en casi todas las cosas, leyes y costumbres contrarias a las de los demás hombres. Allí son las mujeres las que compran y trafican, y los hombres se quedan en casa, y tejen. Tejen los demás empujando la trama hacia arriba, y los egipcios hacia abajo. Los hombres llevan la carga sobre la cabeza, y las mujeres sobre los hombros. Las mujeres orinan de pie, y los hombres sentados. Hacen sus necesidades en casa, y comen fuera, por las calles, dando por razón que lo indecoroso, aunque necesario, debe hacerse a escondidas, y lo no indecoroso, a las claras. Ninguna mujer se consagra allí por sacerdotisa a dios o diosa alguna: los hombres son allí sacerdotes de todos los dioses y de todas las diosas. Los varones no tienen ninguna obligaciÓn de alimentar a sus padres contra su voluntad; pero las hijas tienen entera obligación de alimentarlos, aun contra su voluntad.


36

En los otros países los sacerdotes de los dioses se dejan crecer el cabello; en Egipto se rapan. Entre los demás pueblos es costumbre, en caso de duelo, cortarse el cabello los más allegados al difunto; los egipcios, cuando hay una muerte se dejan crecer el cabello en cabeza y barba, mientras hasta entonces se rapaban. Los demás hombres viven separados de los animales, los egipcios, viven junto con ellos. Los demás se alimentan de trigo y cebada; pero para un egipcio alimentarse de estos granos es la mayor afrenta; ellos se alimentan de olyra, que algunos llaman también espelta. Amasan la pasta con los pies, el lodo con las manos y recogen el estiércol. Los demás hombres (excepto los que lo han aprendido de los egipcios) dejan su miembro viril tal como nació, pero ellos se circuncidan. Los hombres usan cada uno dos vestidos y las mujeres uno solo. Los demás fijan por fuera los anillos y cuerdas de las velas, los egipcios por dentro. Los griegos trazan las letras y calculan con piedrecillas llevando la mano de izquierda a derecha; los egipcios de derecha a izquierda, y por hacer así dicen que ellos lo hacen al derecho y los griegos al revés. Usan dos géneros de letras, las unas llamadas sagradas, las otras populares.


37

Por ser supersticiosos en exceso, mucho más que todos los hombres, usan de las siguientes ceremonias. Beben en vasos de bronce y cada día los limpian. no éste si y aquél no, sino todos. Llevan ropa de lino, siempre recién lavada, poniendo en esto particular esmero. Se circuncidan por razones de aseo, prefiriendo ser aseados más bien que bien pareados. Los sacerdotes se rapan todo el cuerpo día por medio, para que ni piojo ni otra sabandija alguna se encuentre en ellos al tiempo de sus servicios divinos. Llevan los sacerdotes solamente vestido de lino y calzado de papiro, y no les está permitido ponerse otro vestido ni otro calzado. Se lavan con agua fría, dos veces al día y dos veces a la noche, y cumplen otras prácticas religiosas en número infinito, por así decirlo. Disfrutan en cambio de no pocas ventajas, pues no gastan ni consumen nada de su propia hacienda; se les cuecen panes sagrados y a cada cual le toca por día gran cantidad de carne de vaca y de ganso; también se les da vino de uva; pero no les está permitido comer pescado. Los egipcios no siembran en absoluto habas en sus campos, y las que hubieran crecido, ni las mascan ni las comen cocidas, y los sacerdotes ni toleran verlas, teniéndolas por legumbres impuras. No hay un solo sacerdote para cada uno de los dioses, sino muchos, uno de los cuales es sumo sacerdote; cuando alguno muere, su hijo le reemplaza.


38

Piensan los egipcios que los toros pertenecen a Épafo, y por este motivo los examinan así: si le encuentran aunque sea un solo pelo negro, ya no le tienen por puro. Hace la búsqueda uno de los sacerdotes encargados de ello, estando la res ya en pie, ya boca arriba; le hace sacar la lengua por si está pura de las señales prescritas, de las cuales hablaré en otro relato; y mira también si los pelos de la cola han crecido naturalmente. Si está puro de todas esas señales, lo marca enroscándole en las astas un papiro, y pegándole luego cierta tierra a manera de lacre, en la que imprime su sello; y así lo llevan. Quien sacrifica una víctima no marcada tiene pena de muerte.


39

De este modo, pues, se examina la res; el sacrificio está entre ellos así establecido. Conducen la res ya marcada al altar donde sacrifican; prenden fuego; y luego al pie del altar derraman vino sobre la víctima y la degüellan invocando al dios; después de degollarla, le cortan la cabeza. Desuellan el cuerpo de la res y cargando de maldiciones la cabeza, se la llevan; donde hay mercado y mercaderes griegos establecidos, la llevan al mercado y la venden; allí donde no hay griegos, la arrojan al río. Maldicen a la cabeza diciéndole que si algún mal amenaza a los que hacen el sacrificio o a todo Egipto, se vuelva sobre esa cabeza. En cuanto a las cabezas de las reses sacrificadas y a la libación del vino, todos los egipcios observan las mismas normas para todos los sacrificios, y por esta norma ningún egipcio probará la cabeza de ningún otro animal.


40

La extracción de las entrañas de las victimas y el modo de quemarlas son distintos para cada sacrificio. Voy a hablar del de la divinidad que tienen por más grande y a la cual consagran la más grande festividad. Después de desollar el buey y de rezar, le sacan toda la tripa, dejando en el cuerpo las asaduras y la grasa, cortan las patas, la punta del lomo, las espaldillas y el pescuezo. Tras esto, rellenan el resto del cuerpo del buey de pan de harina pura, de miel, uvas pasas, higos, incienso, mirra y otros aromas; así relleno, lo queman derramando sobre él aceite en gran abundancia. Antes de sacrificar ayunan y mientras se está quemando la victima, todos se golpean el pecho. Después de golpearse sirven en convite lo que quedó de las víctimas.


41

Todos los egipcios sacrifican toros y terneros puros, pero no les es lícito sacrificar las hembras, por estar consagradas a Isis. La imagen de Isis es una mujer con astas de buey, tal como los griegos pintan a Io; y los egipcios todos a una veneran a las vacas muchísimo más que a todas las bestias de ganado. Por ese motivo, ningún egipcio ni egipcia besaría a un griego en la boca, ni se serviría de cuchillo, asador o caldero de un griego, ni probaría carne de buey puro trinchado con un cuchillo griego.

Sepultan del siguiente modo a los bueyes difuntos: echan las hembras al río, y entierran a los machos en el arrabal de cada pueblo, dejando por seña una o entrambas de sus astas salidas sobre la tierra. Cuando está podrido y ha llegado el tiempo fijado, arriba a cada ciudad una barca que sale de la isla llamada Prosopitis. La isla está en el Delta, y tiene nueve esquenos de contorno. En esta isla Prosopitis hay entre otras muchas ciudades una de donde salen las barcas destinadas a recoger los huesos de los bueyes; el nombre de la ciudad es Atarbequis, y en ella se levanta un venerable santuario de Afrodita. De esa ciudad parten muchas gentes para diferentes ciudades; desentierran los huesos, se los llevan y los sepultan todos en un solo lugar. Del mismo modo que a los bueyes sepultan también a las demás bestias, cuando mueren, pues en este punto tal es su ley, y en efecto, tampoco a éstas matan.


42

Todos cuantos han levantado el templo de Zeus de Tebas o pertenecen al nomo de Tebas, se abstienen de las ovejas pero matan las cabras, lo que no es de extrañar (porque todos los egipcios no veneran a una a los mismos dioses, salvo Isis y Osiris, el cual, según dicen, es Dioniso: a éstos todos los veneran a una). Por el contrario, todos cuantos poseen un santuario de Mendes o pertenecen al nomo mendesio, se abstienen, al contrario, de las cabras, pero matan a las ovejas. Los de Tebas y los que a su ejemplo se abstienen de las ovejas, dicen que esa regla les ha sido impuesta por los siguientes motivos: Heracles quería ver a toda costa a Zeus. quien no quería ser visto de él. Al fin después de porfiar Heracles, Zeus ideó esta traza: desolló un carnero, le cortó la cabeza, se tapó con ella, se vistió el vellón y así se presentó a Heracles. Por eso los egipcios hacen la imagen de Zeus con cabeza de carnero; y a ejemplo de los egipcios, los amonios, que son colonos de los egipcios y de los etíopes, y se sirven de una lengua intermedia entre las de entrambos. Y me parece que también tomaron de él su nombre de amonios, ya que los egipcios llaman Amón a Zeus. Por esa razón los de Tebas no sacrifican carneros y los miran como sagrados. Pero un día al año, en la fiesta de Zeus, matan un carnero, le desuellan y con la piel visten la imagen de Zeus del mismo modo que en la fábula, y luego le presentan otra imagen, de Heracles. Después de esto, todos los del templo se golpean lamentando al carnero, y luego le entierran en un ataúd sagrado.


43

Acerca de Heracles oi contar que era uno de los doce dioses. Acerca del otro Heracles que conocen los griegos, no pude oír nada en ningún lugar del Egipto. De que los egipcios no tomaron de los griegos el nombre de Heracles, antes bien los griegos lo tomaron de los egipcios (y entre los griegos, los que pusieron el nombre de Heracles al hijo de Anfitrión), de que es así tengo entre muchas pruebas la siguiente: el padre y la madre de este Heracles, Anfitrión y Alcmena, eran ambos por su abolengo originarios de Egipto; además confiesan los egipcios que no conocen lqs nombres de Posidón ni de los Dioseuros, ni están admitidos entre sus demás dioses. Pero si hubieran tomado de los griegos el nombre de alguna divinidad, de éstos hubieran debido acordarse, no en último, sino en primer lugar, si es que ya entonces se dedicaban a la navegación y habían navegantes griegos, como creo y mi opinión me persuade; de suerte que los egipcios hubieran aprendido el nombre de estos dioses más bien que el de Heracles. Por el contrario, Heracles es dios antiguo entre los egipcios: según ellos dicen, han pasado diecisiete mil años desde que los ocho dioses engendraron a los doce dioses, uno de los cuales piensan que es Heracles, hasta el reinado de Amasis.


44

Deseando obtener sobre estas materias conocimiento claro de quienes podían decírmelo, me embarqué para Tiro de Fenicia, porque oí decir que allí había un santuario venerable de Heracles. Lo vi ricamente adornado de muchas ofrendas, y entre ellas dos columnas, la una de oro acendrado, la otra de piedra esmeralda, que de noche resplandecía sobremanera. Entré en plática con los sacerdotes del dios, y les pregunté cuánto tiempo hacía de la erección de su santuario, y hallé que tampoco iban acordes con los griegos, pues decían que el santuario del dios había sido erigido al mismo tiempo que se fundaba Tiro, y que hacía dos mil trescientos años que estaba poblada Tiro. Vi en Tiro otro santuario de Heracles, con el sobrenombre de Tasio. Y también pasé a Taso, donde encontré un santuario de Heracles erigido por los fenicios, que se hicieron a la mar en busca de Europa, y fundaron a Taso; y esto sucedió cinco generaciones antes de nacer en Grecia Heracles, hijo de Anfitrión. Estas averiguaciones prueban claramente que es Heracles un dios antiguo, y que hacen muy bien aquellos griegos que han levantado dos especies de templos de Heracles, en uno de los cuales le hacen sacrificio como a inmortal, con el sobrenombre de olímpico, y en el otro le rinden honras fúnebres como a héroe.


45

Entre las muchas historias desatinadas que refieren los griegos, se encuentra esta necia fábula que dicen sobre Heracles: que cuando llegó a Egipto, los egipcios le coronaron y le llevaron en procesión para sacrificarle a Zeus; él se quedó quieto por un tiempo, pero cuando comenzaron el sacrificio junto al altar recurrió a la fuerza y los pasó a cuchillo a todos. Al contar esto, me parece que los griegos ignoran de todo punto la naturaleza y costumbres de los egipcios. ¿Cómo intentarían sacrificar hombres, cuando no les es licito sacrificar animales, salvo los cerdos, toros y terneros que sean puros, y gansos? Además, ¿cómo es posible que Heracles solo, y todavía mortal, según declaran, pudiera acabar con tantos millares? Sobre lo dicho acerca de esas materias, séannos benévolos tanto los dioses como los héroes.


46

Los egipcios que dije, no matan cabras ni machos cabríos por esta razón: los mendesios cuentan a Pan por uno de los ocho dioses, y dicen que esos ocho dioses existieron antes de los doce, y los pintores y escultores pintan y esculpen a Pan como los griegos, con rostro de cabra y patas de chivo, sin que crean que sea así, sino igual a los demás dioses. Y no me es muy grato decir por qué lo representan así. Los mendesios veneran a todas las cabras, más a los machos que a las hembras y a ellos tributan los cabreros mayores honras, principalmente a uno entre todos, el cual, cuando muere causa gran duelo a todo el nomo mendesio. En Egipto tanto el macho cabrío como Pan se llaman Mendes. En aquel nomo sucedió en mis días este prodigio: un cabrón se juntó abiertamente con una mujer; esto llegó a conocimiento de todos.


47

Los egipcios miran al puerco como animal impuro; por eso, si al pasar alguien roza un puerco, va a bañarse al río con sus vestidos, y por eso los porquerizos, aunque sean naturales del país, son los únicos entre todos en no entrar en ningún templo, y nadie quiere darles en matrimonio sus hijas ni tomar las de ellos, viéndose obligados a casarse entre sí. Los egipcios no juzgan lícito sacrificar cerdos a los demás dioses sino solamente a la Luna y a Dioniso, y en un tiempo mismo, en un mismo plenilunio, sacrifican cerdos y comen la carne. Acerca de por qué abominan de los cerdos en las demás festividades pero los sacrifican en ésta, hay un relato que cuentan los egipcios, pero aunque lo sé no considero muy conveniente referirlo. El sacrificio de los cerdos a la Luna se hace así: después de sacrificar la víctima, juntan la punta de la cola, el bazo y el redaño, cubren todo con la gordura que rodea los intestinos y luego lo arrojan al fuego. La carne restante se come el día del plenilunio en el que se haya hecho el sacrificio, en otro día ya no la probarían. Lós pobres, a causa de su indigencia, modelan puercos de pasta, los cuecen y los sacrifican.


48

La tarde de la fiesta de Dioniso, cada cual mata en honor de Dioniso un cerdo en la puerta de su casa y lo entrega al mismo porquerizo a quien lo compró para que se lo lleve. Celebran los egipcios lo restante de la fiesta casi lo mismo que los griegos, aunque sin coros. En vez de los falos han inventado otra cosa: unos títeres de un codo de alto, que las mujeres llevan por las aldeas, y que mueven un miembro no mucho menor que lo restante del cuerpo. Un flautista va delante y siguen las mujeres cantando a Dioniso. Acerca de la desproporción del miembro, y de por qué es la única parte del cuerpo que mueven, se cuenta cierto relato sagrado.


49

Por eso me parece que ya Melampo, hijo de Amitaón, no ignoraba, antes conocía muy bien este sacrificio. En efecto, Melampo fue quien introdujo entre los griegos el nombre de Dioniso, su sacrificio y la procesión del falo; en rigor no lo explicó todo por entero; antes bien, los sabios que le sucedieron lo explicaron más cumplidamente. Pero la procesión del falo en honor de Dioniso, Melampo fue quien la introdujo, y por su enseñanza hacen los griegos lo que hacen. Yo afirmo, pues, que Melampo fue varón sabio que adquirió el arte de la adivinación, averiguó en Egipto muchas cosas y entre otras introdujo entre los griegos, mudando algunos pormenores, las relativas a Dioniso. Porque yo no diré que coinciden por azar las ceremonias hechas a este dios en Egipto y entre los griegos, pues entonces serían conformes al carácter griego ni se hubieran introducido recientemente. Y de ninguna manera admitiré que los egipcios tomaran de los griegos esta o cualquier otra costumbre. Lo más verosímil, a mi parecer, es que oyó Melampo lo concerniente a Dioniso, de Cadmo de Tiro y los que con él llegaron de Fenicia a la región llamada ahora Beocia.


50

Las designaciones de casi todos los dioses vinieron del Egipto a Grecia: pues encuentro por mis indagaciones que vinieron de los bárbaros, y creo que llegaron principalmente del Egipto. Como no sean, en efecto, las designaciones de Posidón y de los Dioscuros, según he dicho ya, y además las de Hera, Hestia, Temis, las Cárites y las Nereidas, todas las demás las han tenido siempre los egipcios en su país: digo lo que dicen los mismos egipcios. Las designaciones de los dioses que dicen no conocer, ésas, según creo, se deben a los pelasgos, salvo la de Posidón, a quien conocieron por los libios, pues ningún pueblo sino los libios ha poseído desde un comienzo este nombre ni rindió honores a aquel dios. No acostumbran tampoco los egipcios tributar ningún culto a los héroes.


51

Estas usanzas y otras además de que hablaré, las practican los griegos a ejemplo de los egipcios; pero el hacer itifálicas las estatuas de Hermes, no lo han aprendido de los egipcios sino de los pelasgos; los atenienses fueron los primeros entre todos los griegos que lo adoptaron y de éstos, los demás: pues ya se contaban los atenienses entre los griegos, cuando vinieron a convivir en su país los pelasgos, por donde también empezaron a ser mirados como griegos. Quien esté iniciado en los misterios de los Cabiros, que los samotracios celebran y que han recibido de los pelasgos, ese hombre sabe lo que digo, ya que esos pelasgos que convivieron con los atenienses, moraban antes en Samotracia, y de ellos han recibido los samotracios los misterios. Los atenienses, pues, fueron los primeros griegos que aprendieron de los pelasgos a hacer itifálicas las imágenes de Hermes. Los pelasgos contaban acerca de esto cierto relato sagrado que se declara en los misterios de Samotracia.


52

Antes los pelasgos, según sé porque lo oí en Dodona, hacían todos los sacrificios invocando a los dioses, sin dar a ninguno de ellos nombre ni sobrenombre, pues no los habían oído todavía. Los habían llamado dioses (theoc) porque por haber puesto (thentes) en orden las cosas, tenían en sus manos la distribución de todo. Después de transcurrido largo tiempo, aprendieron los nombres de los dioses, venidos de Egipto (salvo el de Dioniso, que aprendieron mucho más tarde) y después de un tiempo consultaron sobre los nombres el oráculo de Dodona. Este oráculo pasa ahora por el más antiguo entre los griegos, y en ese tiempo era el único. y al preguntarle en Dodona los pelasgos si adoptarían las designaciones que habían venido de los bárbaros, el oráculo respondió que las adoptaran. Desde aquella época hacían sacrificios empleando las designaciones de los dioses, y de los pelasgos las recibieron luego los griegos.


53

Sobre el origen de cada dios, o sobre si todos existieron siempre, sobre cuáles son sus formas, nada sabían hasta ayer y anteayer, por decirlo así. Porque me parece que Hesíodo y Homero fueron cuatrocientos años más antiguos que yo, y no más; y ellos son los que compusieron la teogonía de los griegos, asignaron a los dioses sus sobrenombres, les distribuyeron artes y honores e indicaron sus formas; los poetas de quienes se dice que fueron anteriores a estos dos, son, a mi parecer, posteriores. De todo esto, afirman lo primero las sacerdotisas de Dodona, y lo último, que se refiere a Hesíodo y Homero, lo afirmo yo.


54

A propósito de los oráculos, del que está en Grecia y del que está en Libia, los griegos cuentan la siguiente historia. Decían los sacerdotes de Zeus tebano que los fenicios se llevaron de Tebas dos sacerdotisas, y vendieron la una de ellas en Libia, según habían averiguado y la otra en Grecia; esas mujeres fueron las primeras en establecer los oráculos en los pueblos dichos. Al preguntarles yo de donde sabían tan exactamente lo que decían, respondieron que habían hecho los egipcios gran búsqueda de estas mujeres y que no habían podido hallarlas, pero que luego habían averiguado acerca de ellas lo que me contaban.


55

Esto fue lo que oí en Tebas de boca de los sacerdotes; he aquí lo que dicen las Promántides dodoneas. Dos palomas negras volaron desde Tebas a Egipto, la una de ellas llegó a Libia y la otra a Dodona, y posada en una haya, les dijo con voz humana que era preciso hubiese allí un oráculo de Zeus; los dodoneos comprendieron que era divina la orden, y por eso la cumplieron. Cuentan que la paloma que partió a Libia ordenó a los libios establecer el oráculo de Amón; este oráculo también es de Zeus. Así decían las sacerdotisas dodoneas, la mayor de las cuales se llamaba Promenea, la segunda Timáreta y la menor Nicandra. Y concordaban con ellas los demás dodoneos relacionados con el templo.


56

Yo tengo sobre tal punto la siguiente opinión: si de veras los fenicios se llevaron las sacerdotisas y vendieron la una de ellas en Libia, y la otra en Grecia, me parece que esta mujer fue vendida en Tesprocia, región de la que ahora se llama Grecia, y antes, siendo la misma, se llamaba Pelasgia. Luego, mientras era esclava allí 1evantó a Zeus un santuario al pie de una encina: como era natural, que habiendo servido en Tebas en el templo de Zeus, guardase su memoria allí donde había llegado. Después, cuando aprendió la lengua griega, estableció el oráculo, y contó que una hermana suya había sido vendida en Libia por los mismos fenicios que la habían vendido a ella.


57

Pienso que los dodoneos llamaron a las mujeres palomas porque eran bárbaras, y se les figuraba que hablaban a semejanza de aves. Dicen que con el tiempo la paloma habló con voz humana, esto es, cuando la mujer les decía cosas inteligibles; mientras hablaba en lengua bárbara les parecía proferir voces a la manera de ave, pues ¿de qué modo una paloma podría hablar con voz humana? Al decir que la paloma era negra, indican que la mujer era egipcia.


58

La adivinación que se practica en Tebas egipcia y la que se practica en Dodona son parecidas. También ha llegado de Egipto la adivinación por las víctimas. Los egipcios fueron los primeros que celebraron fiestas religiosas nacionales, procesiones y dedicación de ofrendas, y de ellos las han aprendido los griegos, y ésta es para mí la prueba: las fiestas egipcias se celebran evidentemente desde hace mucho tiempo; las griegas se celebraron desde hace poco.


59

No tienen los egipcios fiesta religiosa nacional una vez al año sino muchas. La principal, en la que ponen más empeño, es la que van a celebrar en la ciudad de Bubastis en honor de Ártemis, y la segunda en la ciudad de Busiris en honor de Isis, pues en esta ciudad hay un templo muy grande de Isis; esta ciudad egipcia se levanta en medio del Delta. Isis, en lengua griega, es Deméter. Reúnense para la tercera en Sais en honra de Átenea; para la cuarta en Heliópolis en honor del Sol; para la quinta en Buto en honor de Leto; y para la sexta en Papremis en honor de Ares.


60

Cuando se dirigen a Bubastis hacen así: navegan juntos hombres y mujeres, y cada barca contiene una muchedumbre de ambos sexos. Algunas de las mujeres tienen sonajas y las repican; los hombres tañen sus flautas durante todo el viaje, y el resto de hombres y mujeres cantan y palmotean. Y cuando en su navegación llegan a alguna otra ciudad, arriman la barca a tierra y hacen esto: algunas mujeres continúan haciendo lo que he dicho; otras motejan a gritos a las vecinas de la ciudad; otras danzan; otras, puestas de pie, levantan sus vestiduras. Así hacen en cada ciudad que encuentran a orillas del río. Cuando arriban a Bubastis celebran su fiesta ofreciendo grandes sacrificios. En esa fiesta se gasta más vino de uva que en todo el resto del año. Se reúnen, sin contar los niños, entre hombres y mujeres, hasta setecientos mil, según dicen los del país.

Índice de Los nueve libros de la historia de Heródoto de HalicarnasoCuarta parte del Libro PrimeroSegunda parte del Libro SegundoBiblioteca Virtual Antorcha