Presentación de Omar CortésCapítulo segundo. Apartado 4 - La empresa política de MaderoCapítulo segundo. Apartado 6 - La Convención del Tívoli Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO PRIMERO



CAPÍTULO 2 - LA SUCESIÓN

EL PARTIDO ANTIRREELECCIONISTA




La obra de Madero, no obstante estar escrita con señalado fervor patriótico, no era de los libros llamados a conmover al país. Correspondía, eso sí, a ese género de trabajos que por la bondad y excelsitud de sus propósitos y la gallardía de sus razonamientos, hacen escuela y atraen discípulos. Tenía, la virtud de alentar en el lector, la esperanza de que un pueblo se pudiese transformar adaptándose a los principios y acciones de las Repúblicas del orbe, puesto que del concepto de masa rústica pasaba al concepto del hombre. Estaba, por último, dirigido no a los lectores porfiristas, sino a otros: a aquellos que vivían al margen del mundo oficial.

Así, los discípulos de la escuela de Madero no pertenecerían a las clases superiores de México que exornaban sus vidas con los sobrantes del porfirismo. La catequización maderista sería entre los lugareños, quienes, apartados de la vida y preocupación del Centro, empezaban a considerar la necesidad de hacer sensible la idea de vivir dentro de todos los órdenes que dan crédito a las Repúblicas.

Una cualidad más se hallaba a través de las páginas del libro de Madero: aquella por la cual se encendía el campo de las ambiciones humanas; campo que había estado cerrado a la individualidad debido al imperio moral y civil del porfirismo. Un aliento, pues, a la ambición creadora del hombre y de la comunidad sería, en los días que recorremos, como la preparación de un estado de cosas propias a la gente que si no es víctima de la sojuzgación, sí sufre las consecuencias del abandono y el aislamiento.

Aunque sin poderlo expresar puesto que no era hombre de letras, Madero debió sentir todo eso con tanta profundidad y generosidad, que no obstante el desasosiego producido a su abuelo, el rico hacendado Evaristo Madero y demás familiares, con la publicación del libro, no hizo alto en la empresa que se había propuesto.

El interés público que despertó La Sucesión Presidencial, fue evidente. El proyecto para la organización de un partido político, la reunión de una convención política popular, la presentación de candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la República, para oponerlos en las elecciones de 1910 al general Porfirio Díaz y a Ramón Corral, inquietó fuertemente a la clase medio ilustrada; y Madero, gracias a su intuición política se aprovechó del acontecimiento para poner en práctica sus planes, tan audaces como sinceros.

La Sucesión, salió de las prensas sampedranas a los últimos días de 1908; y al tiempo que envió ejemplares a amigos y funcionarios públicos, incluyendo al Presidente, Madero resolvió trasladarse a la ciudad de México e iniciar la organización del Partido Antirreeleccionista el 5 de febrero, de manera de solemnizar el aniversario de la Constitución de 1857 y realzar, con lo mismo, la constitucionalidad de Benito Juárez, de quien era devoto.

Previamente, Madero organizó un conjunto cívico en la ciudad de México, del cual, los licenciados Emilio Vázquez y Toribio Esquivel Obregón, eran las personas sobresalientes. Seguían a éstas, los batalladores periodistas Filomeno Mata y Paulino Martínez. Entre los jóvenes agrupados por el líder estaban José Vasconcelos, autor de una tesis profesional laberintosa e inconexa, Félix F. Palavicini, quien había aglutinado noticias extranjeras en una obra de carácter didáctico y Luis Cabrera, individuo de ancho y elevado talento, pero muy distante al conocimiento y convencimiento políticos. Figuraban también entre aquella pléyade José Domingo Garrido, impetuoso tabasqueño, Roque Estrada, joven de muchos arrestos oratorios y sembrador de ideas socialistas, Félix Xóchihua, modesto, aunque sensato articulista y un invariable amigo de Madero: Manuel Urquidi.

Con esa planta de líderes. Madero invitó a los mexicanos a fundar el Partido Antirreeleccionista, para la noche del 22 de mayo (1909). Reuniéronse ochenta y nueve personas. Gran número, para tales días; superior al que esperaba Madero; pues a la mañana de ese día, cuando Alfredo Robles Domínguez le mostró la sala que era de su propiedad, y en la cual se efectuaría la junta. Madero exclamó: ¡ Demasiado local para tan pocos políticos como somos!

Los reunidos a la noche ya dicha, en la casa número setenta y ocho de la calle Tacuba, en la capital de la República, mientras llegaba el momento de la sesión, no podían esconder el deseo de conocer a Madero; pues muy contadas personas le habían tratado. Así, Madero fue recibido con respeto y con gusto; y aunque éste era pequeño de cuerpo, sabía erguirse de manera que sobresalía. Caminaba muy de prisa, y parecía ver a través de sus espesas cejas. Miraba no en entrega y sí en observación; a veces a la manera de los desconfiados.

Fundado así el Partido Antirreeleccionista, los nuevos políticos aceptaron la idea de Madero; éste, en compañía del ingeniero Palavicini anunció un viaje por la República, propagando la nueva idea política; animando al pueblo a concursar en la lucha electoral de 1910.

Madero marchó a cumplir su misión. Visitó Veracruz (20 de junio), Progreso, Mérida y Campeche. Aquí sólo le recibieron cinco personas; mas esto no le desanimó. Vio de cerca la vida de los peones en las haciendas henequeneras, y escribió: Presiento la injusticia que hay en las fincas.

Dejó la península yucatanense; dejó en ésta a un nuevo amigo que ha de llegar con él a la muerte: al licenciado José María Pino Suárez, poeta exquisito, orador elocuente, hombre eucrático; y de Yucatán se dirigió a Tamaulipas; después a Nuevo León.

No todo fue triunfo. El aplauso al político es el más demorado de los aplausos, puesto que no fácilmente se llega al corazón de la gente ni al entendimiento de los individuos. Sin embargo. Madero siente que la República no tiembla frente a la posibilidad de asistir al fin del gobierno de Treinta Años.
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