Presentación de Omar CortésCapítulo sexto. Apartado 5 - Los excesos políticosCapítulo sexto. Apartado 7 - El movimiento obrero Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO PRIMERO



CAPÍTULO 6 - PAZ CONSTITUCIONAL

LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN 1911




A los primeros días de septiembre (1911), acercándose la fecha para la elección del presidente y vicepresidente, cuatro eran las parcialidades políticas que apuntaban hacia la lucha electoral: la revista, con pequeños agrupamientos, el Partido Constitucional Progresista, el Católico Nacional y el Liberal. De todos, el único que llevó nombre personal fue el que postuló al general Reyes; mas como el candidato parecía titubear, sus partidarios, viendo correr los días, trataron de forzar la situación, con tan pobres e inefectivos resultados, que Reyes desistió de la empresa electoral y desapareció de México, como queda dicho.

El desistimiento de Reyes, atribuido por el vulgo a cobardía, era de otro origen. Reyes tenía comprobada su bizarría de soldado; pero carecía de las cualidades de un líder político capaz de conmover a las masas. Además el Partido Reyista, si es verdad que no desmerecía por su absoluto personalismo, sí era agrupamiento sin atributos políticos, por ser muy ajeno a las ideas. En efecto, jamás fue conocido el pensamiento político de Reyes ni del reyismo.

Así, sin el poder que las ideas dan lo mismo al individuo que a los partidos, el general Reyes no pudo resistir el primer capítulo de la lucha popular y callejera, a la cual es llevada fácil y casi necesariamente toda rivalidad electoral, por lo cual abandonado que hubo su candidatura, su salida de México anunció que no le quedaba otro camino que el levantisco.

En cambio, el Partido Constitucional Progresista, no tanto por estar acaudillado por Madero, cuanto por haberse originado dentro de un cuadro de hombres e idearios, poseía una fuerza numérica y de calidad, aunque los principales puntos de su programa habían sido idealizados. El establecimiento de un régimen parlamentario en México, como pretendía (10 de septiembre) el partido, era tan deleznable como amenazante para una República que había hallado, en medio de cruentas experiencias, un sistema de vida política: el sistema presidencial.

Esto no pasó inadvertido a Madero, quien a pesar de sus inclinaciones hacia los cuerpos deliberantes, comprendió la necesidad de aplazar tal innovación política. Otro era, en efecto, el pensamiento de Madero: la positiva garantía a las libertades públicas; la reorganización del ejército y el establecimiento del servicio militar obligatorio; la renovación de la enseñanza primaria, para hacerla extensiva y popular; el desarrollo de la pequeña propiedad rural; el fomento del inversionismo extranjero; la supresión total de los monopolios; la ratificación de las Leyes de Reforma, pero sin alterar el espíritu oficial de la tolerancia; el firme progreso del espíritu de nacionalidad y la implantación de un servicio de justicia sin privilegios.

Todo ese programa, deducido de la doctrina de Libertad, enseñaba, con claridad, los propósitos de Madero; también sus aptitudes políticas que empezaron a descollar desde los días en que llevó el engaño al viejo y astuto general Díaz, haciéndole creer, de un lado, que el Antirreeleccionismo era una leal oposición; de otro lado, que aquel movimiento, puesto que el candidato vicepresidencial era el doctor Francisco Vázquez Gómez, quien había sido médico de cabecera del propio don Porfirio. Cuánto, pues, sazonaba Madero los frutos de su pensamiento, antes de iniciar una empresa; y sobre todo una empresa de carácter político en la cual, junto a la audacia debe estar siempre la reflexión. De esta manera podía explicarse cómo, primero el Antirreeleccionista; después el Progesista, constituyeron partidos ejemplares en la historia política de México.

Sin embargo, para los coetáneos de Madero, éste era una improvisación —hombre casual, aparecido en el momento dentro del cual, anémica e inevitablemente, caía el régimen porfirista. Así, guiados por esa concepción falsa acerca del hombre y de la política mexicana, quién más, quién menos, se creyó en aptitudes para enderezar la proa, ya de sus designios personales, ya de los intereses de partido, hacia sus propias metas. Entre éstos se hallaban los líderes políticos católicos.

Al efecto, quiso el viejo partido, caído desde hacía medio siglo, aprovechar todas las coyunturas que ofrecía la libertad política con el objeto de reaparecer en el teatro mexicano; y aunque con mucho comedimiento, luego de organizarse bajo la batuta de Gabriel Fernández Somellera, atrajo a su seno a la juventud católica de la que eran adalides políticos Jorge Prieto Laurens, Manuel Herrera Lasso y Julio Jiménez Rueda, quienes llevaban a su frente una publicación periódica, cuya sola cabeza bastaba para hallar la incongruente posición política de aquel agrupamiento. Llamábase el periódico La Libertad.

Tan desgaritado andaba, ciertamente, el Partido Católico que si de un lado apoyaba la candidatura presidencial de Madero, de suyo liberal, enemigo del clero y entusiasta adicto al espiritualismo, de otro lado sostenía la vicepresidenciabilidad de Francisco León De la Barra, quien, al final, declinó la postulación entre muchos eufemismos, de lo cual sus partidarios dedujeron que, en el fondo, el Interino no desechaba su candidatura y por lo mismo los delabarristas continuaron en los trabajos de propaganda.

El cuarto partido era el Liberal. Acaudillábanlo Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama y Antonio I. Villarreal; y tenía a la vera hombres de alto y reconocido prestigio, ejemplificados en Fernando Iglesias Calderón, campeón de la oposición histórica y constitucionalista al régimen porfirista.

Provenía este agrupamiento de la minoría de la Junta Organizadora del Partido Liberal que presidía Ricardo Flores Magón; y aunque sin candidato preciso a la presidencia de la República, su redondísimo programa social, que tenía alcance de un pensamiento popular y nacional, le daba el prestigio suficiente para ocupar una posición digna en la lid política.
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