Presentación de Omar Cortés | Capítulo octavo. Apartado 3 - La autoridad de Madero | Capítulo octavo. Apartado 5 - Balance del gobierno maderista | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO PRIMERO
CAPÍTULO 8 - LA ANTICONSTITUCIÓN
AVISOS DE LA SUBVERSIÓN
Madero conducía el gobierno de la República con una serenidad y seguridad que caían a plomo. Nada parecía mortificarle ni intranquilizarle. No ignoraba los preparativos de
sus enemigos; pero dejando a su parte la confianza en sí mismo y en el apoyo popular, las enseñanzas tenidas en los primeros doce meses de mando y gobierno le hacían saber que a los medios violentos que emplearan los enemigos de la paz, él, Madero, no tendría más que contestar con la propia violencia.
Al llegar a la presidencia, Madero había encontrado un
cuadro desolador para la autoridad y sobre todo para la consolidación de la autoridad. Ahora, dentro de los muros oficiales, podía saber el por qué de la caída, casi sin resistencia, del general Porfirio Díaz. Ahora estaba en la posibilidad de comprender que un gobierno sin armas y soldados no podía ser
garantía de una paz nacional.
Y, en efecto, era comprobable el hecho de que el ejército
federal, durante la última década del régimen porfirista sólo había sido un adorno de Estado. El general Díaz, temeroso de las cuarteladas, poco a poco había disuelto el ejército, a fin de organizar una policía rural competente, emprendedora y pesquisidora, bajo las órdenes del ministro de Gobernación. Con
esto, pues, don Porfirio acababa, conforme a su entender, con las amenazas de generales y oficiales ambiciosos.
Pero al tiempo de minorar el poder del ejército, el general
Díaz minó su poder, porque llegado el día de la subversión —de una subversión que después de treinta años de paz, parecía imposible— no tuvo los instrumentos defensivos y ofensivos capaces de reducir al orden a los rústicos levantados en armas.
Pues bien: esta lección objetiva, la aprendió fácil y prontamente Madero, porque apenas llegado a la presidencia, mandó
que de los gastos de guerra se apartaran doce millones de pesos
que deberían ser aplicados a la adquisición de armas y municiones
en las fábricas europeas. Madero había verificado previamente
la pobreza de los armamentos del ejército; y sin llevar el
problema a la discusión pública, ya que la adquisición de pertrechos
de guerra podría ser considerada como antítesis de los
principios proclamados por la Revolución, mandó que secretamente
se llevasen a cabo las compras de fusiles y cartuchos.
Así, después de los sucesos orozquistas en el norte de la
República y de la frustrada aventura de Félix Díaz, el Presidente,
aunque sin ignorar los nuevos preparativos sediciosos que se
llevaban a cabo en la ciudad de México, permanecía impávido en la superficie, seguro de que con los nuevos abastecimientos
militares, la situación del gobierno y del país, cualesquiera que
fuesen los proyectos contrarrevolucionarios, estaba consolidada.
Los primeros suministros de procedencia belga, llegaron a
Veracruz al final de septiembre (1912), y ya se ha visto cómo y
cuánto engolosinaron al brigadier Díaz. Los segundos y más
fuertes abastecimientos, consistentes en su mayoría en
ametralladoras y fusiles Mausser, fueron desembarcados en
Veracruz a los últimos días de diciembre, de manera que unidos
los primeros a los segundos, a mediados de enero (1913), el
Gobierno tuvo pertrechos de guerra suficientes para organizar
un ejército de sesenta mil hombres. Y con un ejército de tal
magnitud Madero consideraba tener asegurada la tranquilidad
nacional.
Fiado, pues, en el futuro de una fuerza armada, el Presidente
sonreía frente a las denuncias constantes y vehementes,
conexivas a los preparativos contrarrevolucionarios. El
Presidente no tomaba el camino de la violencia hacia los
enemigos de la paz, no por falta de decisión o abulia o indiferencia,
sino porque no creía oportuno suscitar una condición
de fuerza y persecuciones, cuando todavía no estaba debidamente
organizada la defensa de la paz y la seguridad del
Estado. Madero tenía la esperanza de que, jugando a la desidia,
no precipitaría al enemigo emboscado y por lo mismo éste,
demorando sus proyectos, permitiría al gobierno dar organización
y armamento a los cuerpos auxiliares y al propio
ejército nacional.
La suerte era muy peligrosa, puesto que con los mismos
propósitos con que jugaba el Gobierno, podía jugar la Contrarrevolución. Los cálculos, para que cada parte se preparara y se
lanzara a la lucha en el minuto oportuno, dependían más de la
audacia que de las matemáticas.
Demorando su decisión, para esperar la efectividad de sus
empresas, el gobierno se exponía a más peligros que los
contrarrevolucionarios; porque, en efecto, mientras que a los
conspiradores se les elogiaba por su tardanza en la acción, Madero era objeto de censuras por la dilación en sus movimientos, de manera que hasta los propios maderistas se veían acongojados y criticaban la supuesta carencia de ímpetus del Presidente.
El gobernador de Coahuila Venustiano Carranza, estaba
entre los primeros —no obstante el respeto que tenía para
Madero— de quienes creían que era necesario tomar el camino
de las represiones, para castigar sin misericordia a quienes
conspiraban o se daba por sentado que eran conspiradores.
También el gobernador de Sonora, José María Maytorena, con
mucha alarma, pedía al Presidente que procediera contra los
contrarrevolucionarios; pero Madero continuaba aparentemente
impávido; y es que, si de un lado no quería crear el estado de
alarma, de otro lado estaba propuesto a no dar un sobreaviso a
los enemigos de la Revolución, de manera de poderles coger en
el momento más conveniente para el Gobierno.
La confianza, pues, de Madero en lo porvenir, ya no se
basaba sobre idealizaciones o cálculos de principiante. Aquel
hombre que, dado su gran talento, asimilaba los negocios
públicos, era guiado por las composiciones que hacen los
gobernantes cuando mueven una a una las piezas de su tablero
político y militar. Y tal era lo que hacía el Presidente durante
esos días amenazantes, en los cuales, el gobierno era el primero
en estar obligado a no significar más exteriorizaciones que las
concernientes a la seguridad de la Sociedad y del Estado.
Presentación de Omar Cortés Capítulo octavo. Apartado 3 - La autoridad de Madero Capítulo octavo. Apartado 5 - Balance del gobierno maderista
Biblioteca Virtual Antorcha