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José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO CUARTO
CAPÍTULO 30 - LAS INSTITUCIONES
PORTES GIL EN LA PRESIDENCIA
Elegido no a consecuencia de sus ideas, programa o popularidad,
sino por necesidades políticas de partido y gobierno, el
licenciado Emilio Portes Gil empezó las funciones de su
autoridad presidencial, advirtiendo que lo fundamental de su
gobierno sería resolver el problema electoral, lo cual indicaba
que el período presidencial provisional se presentaba a manera
de recreo y no de empresa y substanciabilidad para la República.
Portes Gil, pues, si de un lado iba a ser un mero
puente para dar continuidad constitucional al poder Ejecutivo
de la Nación; de otro lado, serviría para dilatar la
autoridad del revolucionario austero e inmaculado que era
Calles y con lo mismo desmalezaría al campo para que el propio
Calles quedase endiosado por subordinados y amigos.
Los días que acompañaron al juramento de Portes Gil (1° de
diciembre, 1928) como presidente provisional de la República
estaban tan colmados de negros presagios, que las palabras del
nuevo Presidente, en vez de apaciguar lo ánimos combativos del
obregonismo, no hicieron más que cargar el cielo político
nacional de negras y ventrudas nubes, máxime que en seguida de
su primer brindis de agrado a Calles, el presidente Portes Gil
agrupó en torno de él al grupo selecto del callismo: Joaquín
Amaro, Luis Montes de Oca y Ramón P. de Negri, a quienes
encomendó las principales carteras del gabinete presidencial.
Mucho honor, sin embargo, hizo Portes Gil al hecho,
documentalmente comprobado, que para la designación de sus
principales colaboradores procedió con excepcionales independencia
y dignidad; y no pudo ser, en la realidad, de otra
manera, puesto que Calles, quien con su influjo bastante y
considerado pudo intervenir en los nombramientos ministeriales,
no era hombre, gracias a sus ideales y responsabilidades
personales, llamado a realizar promociones o prolongaciones
administrativas. Calles tuvo la virtud, como pocos gobernantes,
de comprender y aceptar en toda su extensión el valimiento del
principio de autoridad y sobre todo el meollo de la aplicación
de tal principio, debido a lo cual le interesó dejar al país una
grande e impercedera herencia política, que la dirección y tráfago de las menudencias y goces presupuéstales y las
satisfacciones del mando subterráneo, que nunca ha tenido ni es
posible que tenga similitud con el mando de partido, del cual
quiso Calles dejar escuela para el futuro de México.
De esta suerte, el gabinete de Portes Gil tuvo que ser
hechura precisa y justa del propio Portes Gil; y lo fue en Genaro
Estrada, como secretario de Relaciones; Joaquín Amaro, de
Guerra; Marte R. Gómez, de Agricultura; Ezequiel Padilla, de
Educación; Ramón P. de Negri, de Industria; Luis Montes de
Oca, de Hacienda; Javier Sánchez Mejorada, de Comunicaciones
y Pascual Ortiz Rubio, de Gobernación.
Este último, plenipotenciario de México en el exterior, si no
nombrado por Calles, sí debió su función a la astucia del
presidente provisional; porque sabiendo éste que Calles había
insinuado, dentro de la intimidad política, que el Presidente
constitucional de México, llamado a gobernar al país durante el
período que terminaba el 30 de noviembre de 1934, debería ser
un hombre sin compromisos con los grupos políticos nacionales,
de manera que para el desarrollo de un programa administrativo
no tuviese el gravamen del lastre político, y que tal hombre
podía ser el ingeniero Pascual Ortíz Rubio, embajador de
México en Brasil, persona ilustrada, de mucha iniciativa,
expedita en los negocios diplomáticos que ejercía desde 1923 y
de suprema honestidad; sabiendo, se dice. Portes Gil, cuál era la
idea de Calles sobre el problema de la Sucesión Presidencial
que era el primero a resolver por el Provisional, se apresuró a
completar el cuadro para lo futuro, pidiendo el regreso de Ortiz
Rubio y anticipándole la función de la gobernación. De esa
manera, despertando en el mismo las mañas del político que
prepara lo porvenir, Portes Gil quedó en la apariencia, ser el autor
de la futura candidatura presidencial de Ortiz Rubio.
Muy inteligente y ágil fue el maniobreo de Portes Gil; pero
no lo bastante para dejar agradado al callismo, que se disponía a
tomar las medidas convenientes a fin de monopolizar la política
nacional. El callismo, aunque sin organización específica, era un
partido de muchos brazos, algunos de éstos sucedáneos al
propio tronco; y si anteriormente, con la designación de Portes
Gil, había transigido silenciosamente, ahora se preparó para
decidir la Sucesión presidencial en 1929, puesto que el período
provisional de Portes Gil terminaría en febrero de tal año.
Constituían el poder representativo del callismo definido y
activo, las agrupaciones de trabajadores formadas en el seno de
la Confederación Regional Obrera Mexicana, la cual tenía derecho casi inalienables dentro de la política oficial, no obstante que se había opuesto al obregonismo y que su jefe Luis
N. Morones estaba aparentemente apartado del escenario
electoral. Esos derechos de la CROM, se originaban no sólo en su particualr e incondicional inclinación hacia la personalidad de Calles, antes por ser parte del Estado mexicano en relación con la función social de este.
A la Confederación Regional se debía una de las más importantes fuerzas nacionales que habían sido capaces de consolidar el Estado mexicano después de las incertidumbres y perplejidades que dejaron en el país las guerras intestinas; de manera que el propio Estado, ya no como episodio callista, sino como
cuerpo político de la Nación se sentía con obligaciones hacia la
CROM y los líderes de ésta; y habiendo ido los líderes de tal Confederación, más allá de las actividades tratando de embarnecer al Estado, el movimiento obrero que representaba, por estar tan estrechamente asociado al desarrollo estatal, se hallaba imposibilitado de romper la unicidad de la autoridad nacional.
Sin embargo, siendo que para la función de la CROM como pudo uno de los aparatos del Estado, no existía ley alguna y toda aquella condición de facto dependía de la palabra de Calles y los caudillos obreristas; y como en vista de todo eso la
Confederación Regional era un contrapeso en los proyectos políticos que anidaba Portes Gil, dispuesto a no perder el influjo moral y político en la elección presidencial de 1929, procedió a
cerrar el camino a los compromisos del Estado con la CROM, y al efecto, sirviéndose de los obregonistas que insistían en acusar a Luis N. Morones de coautor en el asesinato del general Obregón, no obstante que tal imputación era tan falsa como injusta con extrema facilidad colocó a la CROM en el campo de la oposición, dentro del cual podía ser aniquilada sin dilación y con el beneplácito de los muchos enemigos que tenían los líderes de este obrerismo oficialista.
No produjo gran efecto en Morones la actitud de Portes Gil;
pues subestimando el poder de éste y fiado en la autoridad
moral de Calles, y engolosinado por su propio talento despierto,
pero impulsivo, en lugar de proceder a los cálculos reflexivos y
capaces de inspirarle en actos de defensa, se dispuso a acariciar
imprudentemente la figura de una victoria, y como a la sazón se
reunía la Convención nacional de la CROM, atacó (4 de diciembre, 1928) inconsideradamente y con deseos notorios de desatar la guerra con sus rivales, a los gobernadores de filiación
obregonista e insinuó el desagrado del movimiento obrero hacia
el presidente de la República.
Dado el carácter agresivo del presidente Portes Gil, no se
dudó que en aquella hora se iniciaba en el país una grave crisis
política, de cuyos alcances no era posible hacer angurios, porque además de las ya conocidas violencias de Portes Gil, se
presentaban dos sucesos significativos. Uno, la presencia de
Calles en la convención obrera, durante la cual Morones había
tentado diabólicamente la autoridad de Portes Gil. Otro, el
hecho de que el general Roberto Cruz, jefe de las operaciones
militares en el estado de Michoacán, hubiese puesto su espada
a disposición del movimiento obrero, con lo cual desafiaba al
Estado del que era parte —y parte de la seguridad del propio
Estado.
Calles, en efecto, con su presencia en tal reunión, pareció
estar allí para dar el espaldarazo a Morones, por lo cual, el
presidente de la República con señalada y admirable altivez, se
dirigió a su predecesor pidiéndole que diese una respuesta a la
desafiante actitud de Morones contra la autoridad nacional.
Calles,con una responsabilidad y dignidad que le honran, sin dar
apoyo a Morones y a la CROM, para de esta manera no lesionar la lealtad que el Estado mexicano debía a la CROM y a Morones y a fin de no menoscabar la autoridad suprema de Portes Gil, resolvió, como el más rendido ciudadano, su retiro de las actividades políticas de México.
Con esto, sin minorar su personalidad ni sus compromisos y
dejando en sus respectivos lugares las rivalidades que se sucitaron
entre el movimiento obrero y el Estado, Calles puso en coma el
poder de su personalidad distinguida, mientras que Portes Gil
quedó dueño de una autoridad suprema: tan suprema como lo
demandaba el régimen presidencial mexicano. Sin embargo, un
partido asido fuertemente a los más varios y poderosos intereses
políticos quedaron circundando al Presidente; pero esto sin que
tal partido abandonase a Calles; porque, si de un lado la figura
de este conmovía y se hacía seguir ciegamente por sus partidarios;
de otro lado, era notorio el acrecentamiento de la idea
acerca de una constitucionalidad y de un Estado inconmovible.
El respeto que Madero tuvo a la Ley tratando de restaurarla
apenas terminadas las luchas armadas de 1910, y la devoción a
la Constitución que propagó Carranza, eran materias que
empezaban a llegar al alma y decisión de los mexicanos, debido
a lo cual, el gobierno de Portes Gil dio el tema formativo del
Estado nacional de una manera más categórica que la ocurrida
durante los cuatrienios de Obregón y Calles. México, pues,
empezaba a pensar y a realizar el fondo y la forma de su Estado.
La evolución política del país era lenta, pero feliz. No sería
posible alcanzar los sistemas de perfección sin antes pasar por
aquellos sacudimientos individuales y colectivos que se
presentaban al país en medio de tantos azogamientos a par de
esperanzas que, para los profanos, significaban paradojas y no
manifestaciones de un ser que se desarrolla conforme a su
propia y sabia naturaleza.
Presentación de Omar Cortés Capítulo trigésimo. Apartado 6 - Elección del sustituto Capítulo trigésimo primero. Apartado 1 - El Partido Nacional Revolucionario
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